Deliciosamente erótico (II)
Los avances son tímidos y lentos pero el avispado yerno no ceja en su empeño.
Las siguientes sesiones fueron una réplica de la última descrita, fueron convirtiéndose en tediosas y yo ya necesitaba algo nuevo, necesitaba ingeniármelas para posar mis manos en esas tetazas y si ella se encontraba sentada me parecía imposible, así fue como convencí a la suegra que los masajes debía dárselos estando ella echada en la cama, después ya vería cómo hacerle para conseguir mi objetivo.
A regañadientes aceptó mi sugerencia y se tendió en la cama con la espalda desnuda, esparcí lubricante y comencé el rutinario masaje. Por más que daba vueltas en la cabeza, no lograba un pretexto válido para tocar esas voluptuosas tetazas, comencé a refregar el trapecio derecho con mi mano derecha y tímidamente -dizque con descuido- posé la mano izquierda en su aleta dorsal izquierda, continuaba el masaje y lentamente descendía la mano hacia la teta izquierda, ya sentía su costado, seguía el masaje y continuaba avanzando con la mano izquierda hacia mi objetivo, ahora era clara la redondez y carnosidad en mi mano izquierda -la suegra no decía nada- pasé a refregar el trapecio izquierdo con la misma mano derecha y disimulando el movimiento de mi mano izquierda con un cambio de posición de todo mi cuerpo, hice una ligera presión para introducir la mano entre su seno y el lecho, apreté suavemente la tetaza que había alcanzado y ya era imposible no darse cuenta que la estaba manoseando a mi antojo -la suegra continuaba sin decir nada-, los dos estábamos sudando y mi mano izquierda mucho más que todo el resto de mi cuerpo, la teta aprisionada también sudaba, todo aumentado por el calor reinante de la época del verano, aún así los dos nos comportábamos como si nada pasaba, ya éramos cómplices.
Estaba embelesado con la teta conquistada, su tamaño, su carnosidad, su tibieza, el sudor que escurría entre las superficies en contacto de la teta con mi mano, toda una delicia que no quería que terminara, pero podía echarlo a perder si me mostraba demasiado atrevido, de esa manera tuve que soltarla -con todo el dolor de mi alma- y cambiando de posición, me senté en el costado contrario de la cama con la firme intención de repetir el avance logrado cambiando de manos y de teta, la mano izquierda refregaría los trapecios y la mano derecha conquistaría la teta derecha, esta vez fui menos tímido y rápidamente alcancé mi objetivo, todo el proceso lo repetí con el cómplice silencio de mi suegra, apreté con más ansiedad la carnosidad voluminosa y mi picha estaba dura a más no poder, no sé cuánto tiempo permanecí en ese estado aletargado y excitante, una eternidad, deliciosa eternidad.
Tanto tiempo dilaté el proceso que prácticamente obligué a la suegra a solicitar el fin del masaje, no me quedó más remedio y poco a poco fui liberando mi presa, pasé a refregar el resto de la espalda y esta vez no tenía pretexto para restregar la picha contra el cuerpo de la suegra, continuaba con una erección tremenda y al dar por terminado el masaje salí disparado hacia el baño para evitar que la suegra viera mi endurecido mástil y además descargar la furia acumulada durante el manoseo de las tan ansiadas tetazas.
Me pareció ver una maligna sonrisita en los labios de mi suegra al momento de cerrar la puerta del baño y sin dar importancia a nada, saqué mi verga y con poco esfuerzo comencé a esparcir el quemante esperma en las paredes del baño, nunca antes imaginé que me podía excitar de semejante manera, y nada menos que con mi propia suegra.
Al salir del baño mi suegra ya se había ido a la cocina, estaba más fresca que una lechuga y con una pícara sonrisa, me acerqué cariñosamente y la abracé fuertemente, mi mirada fue directamente a buscar el par de melones que minutos antes disfrutaron mis manos; estaban ahí, coquetos, carnosos, voluminosos, enormes y deliciosos.
-¿Le sentó bien la refriega? -¡Claro! Más que otras veces.
No supe qué responder, la respuesta de la suegra era arma de doble filo, era claro que aludía al descarado manoseo de sus tetazas pero no me atreví a hacer comentarios directos sobre el tema, ganas de disparar directamente no me faltaron, pero tuve miedo de que lo avanzado hasta ese día se echara a perder, talvez algún día me arrepienta, no lo sé, en ese momento me pareció lo más prudente.
Durante el té comenzamos una charla sin sentido, cosas sin importancia y el manoseo de las tetazas pareció no haber sucedido nunca, yo aún sentía la carne en mis dedos y ella como si tal cosa ni la advirtió, para bien o para mal se establecían de esa forma las reglas, yo manoseo y ella no se da cuenta, quizás por el momento sea mejor así, espero que cuando llegue el momento pueda revertir esa situación en mi provecho y el de ella también, o ¿creen ustedes que ella no desea una verga dentro de su vagina después de casi 37 años de no probar carne maciza dentro de ese agujero?, yo creo que sí.
He llegado al punto en que se agotaron las vivencias con mi suegrita, dentro de unos días tendremos otra sesión de masajes y espero que suceda algo más atrevido entre nosotros, por ahora hacemos una pausa.