Delicias de ser infiel
Cuando el peligro y la adrenalina aceleran el placer.
Ese día, temprano en la mañana, mi marido se fué a trabajar. Era una de esas semanas que a él le tocaba quedarse en caracas y por supuesto, yo estaba con las alas atadas. Podía hablar a ratos con mi amante por teléfono, pero de encontrarnos nada ya que el fín de semana, que era cuando podíamos, estaba ocupada en casa .
Tomé una ducha y me puse un vestidito de algodón blanco muy corto y sin ropa interior. No tenía intenciones de salir ni de ver a nadie, estaba de vacaciones en mi trabajo. Me recogí el cabello en una cola y me dispuse a poner en orden algunas cosas. Mi humor era negro y parecía que no tenía ganas de mejorar.
Mientras estaba revisando y contestando mis emails, alguien tocó a mi puerta. La abrí solo un poco y lo que vi casi me deja congelada. En el jardín de mi casa, frente a mi puerta estaba mi amante! no lo podía creer, era una locura que se arriesgara de esa manera.
Lo hice entrar rapidamente mientras observaba su expresión divertida
- Que pasó bebé? estás asustadita?me decía mientras reía.
-Solo es una visita corta, me escapé del trabajo , es que te extraño. Tengo que regresar en un rato.
No podía creer lo que estaba pasando, el jamás había entrado en mi casa y más peligroso lo hacía el hecho de estar mi marido en la ciudad. Igual me sentí emocionada al verle y acepté sus besos gustosa. Ya ni recordaba porque estaba de mal humor.
Le ofrecí un café y nos sentamos cerca, en un sofá. El acariciaba mi rostro y me miraba a los ojos, intensamente para luego recorrerme toda.
- Siéntate aquí en mis piernas linda, déjame abrazarte, déjame besarte que tengo tiempo sin hacerlo.
Me senté en sus piernas y nos besamos. Su mano recorrió mi muslo, subiendo el vestido hasta mi cintura y dándose cuenta de mi desnudez, subió hasta mis senos, , tocando mis pezones para luego rodar hasta mi espalda. Yo sentía mi sexo mojándose sobre sus jeans por lo cual, en un movimiento quedé cabalgándolo, arrodillada , con las piernas muy abiertas sobre él. Ahora era yo la que buscaba el calor de su lengua, el sabor exquisito y excitante de sus besos, gemía de ganas mientras él se deshacia de mi vestido. solo bastaban instantes de su contacto para encender mis deseos.
Allí estaba yo, en mi propia casa, desnuda sobre mi amante y con unas ganas locas . Sentía que el calor de la excitación me hacía sudar y mi mente ya no percibía ningun peligro, solo sexo entraba en ella, cegada de placer.
Quité su franela y disfruté viendo como se revelaba su pecho ante mi, le besé las tetillas , se las lamí casi que con desespero mientras sentía su mano entre mis piernas, abriéndose el camino con sus dedos hasta conseguir y estimular mi clítoris. La sentía resbalandose en mi sexo mojado, haciéndome sentir el cosquilleo divino y parando solo para explorar momentaneamente mis orificios.
- Vamos a tu habitación , quiero que tiremos en tu propia cama. Quiero que nuestra transpiración y el olor a sexo impregne las sábanas y así se quede, no quiero que cambies nada a la hora de llegar tu marido, déjalo con nuestra esencia divina. Me decía mientras en sus brazos me llevaba al cuarto.
Me dejó en la cama para terminar de desvestirse y yo mientras lo veía abrí las piernas y metí mi mano entre ellas masturbándome , tocando mi cuquita mojada y caliente que pedía a gritos ser penetrada por su dueño.
-Mírame, que acabo, le dije mientras él se acercaba a sustituir mi mano por su boca.
Quedó con su cabeza entre mis piernas , las cuales rodearon su cuello . Mi cuerpo se movía ritmicamente al son del placer hasta que estallé en sus labiós, en su lengua que no dejaba de moverse , en su boca entera que absorbía el producto de mi orgasmo. Su lengua era fuego quemando mi centro y sus labios los que calmaban la urgencia de un grito.
A estas alturas, apenas comenzando, ya las gotas de sudor cubrían nuestros cuerpos , haciendo que nuestras manos se mojaran en cada caricia. Ya nuestros cuerpos vibraban al cada roce de piel, fluidos y sábanas entrelazándose en un abrazo mágico.
Acaricié su miembro , estaba tan duro y húmedo que me moría de ganas de tenerlo. Recorrí con mi lengua su punta, haciendo círculos en ella y tomando toda su lubricación. La chupé hasta que mi amado me tomó por la cabeza y la empujó dentro de mi boca. Sentí como llegaba a mi garganta. Suavemente lo saqué un poco para comermelo, chuparlo mientras entraba y salía de ritmicamente. Delineaba mis labios con su glande para luego volverlo a empujar dentro de mi boca. Ya el olor de nuestra piel, de nuestros sexos y el calor del ambiente hacían que mis sentidos captaran hasta el menor estímulo . El solo hecho de darle placer, de oir a mi hombre gemir con mis caricias hacía que mi piel hirviera de lujuria.
Me acosté sobre su cuerpo, besándolo, intercambiando sabores. Es exquisito, frotar nuestra piel, endulzar nuestras bocas, pedirle al oido que me penetre. Me hace sentir fuera del mundo real.
- Te quiero dentro de mi, dále amor, Ya anda! le decía mientras me masturbaba con su sexo.
Me volteó en la cama y agarrándome por las caderas me penetró con fuerza, haciendo perderme en ese mundo del placer.Entraba y salía de mi cuquita mojada, golpeaba mis nalgas con sus caderas.
Estaba acrecentando el ritmo de sus movimientos, llenándome con su penetración completa, cuando el teléfono me regresó a la realidad. Al ver el número de mi marido, todo se paralizó en mi .
- Mi marido! le dije. El sabe que no voy a salir.
-Contesta, me ordenó mientras me seguía dando sin bajar el ritmo.
_ No!, no lo haré, le dije, a lo que el contestó levantando el auricular y poniendolo a mi oido.
Nerviosa , saludé y mi marido me pregunto que me pasaba, que mi voz estaba extraña.
_ nada, solo dolor de cabeza asi que volví a la cama un rato.
_Quiero dormir ahora que me he tomado el analgésico, le dije.
Mi corazon palpitaba, mi sangre se sentía recorrer a la velocidad de la luz . Mi respiración era contenida y la adrenalina junto a las caricias robadas me estaban haciendo llegar a un orgasmo, mientras mi marido me daba detalles del trabajo que hacía. Yo solo le daba dos o tres palabras, tratando de esconder lo que estaba experimentando.
Mi amante agachado sobre mi me susurraba al oido:
-Mi vida, mmmmm que rica estás traicionera. mírate como estás de roja. Acaba! quiero que acabes ya!.
Entre todo esto estallé en un orgasmo, amortiguando cualquier sonido y sin saber siquiera de que me estaba hablando el otro por el teléfono. Finalmente, me dijo: descansa que se te oye mal de verdad. Nos veremos en la tarde.
Colgué el auricular y no sabía si reir o llorar. No era sentimiento de culpa. Era más la sensación de bajarse de una montaña rusa, que después de tanto grito y susto, lo que quieres es volver a subir.
Me incorporé quedando arrodillada, con mi amante de la misma forma a mis espaldas. tomándome desde atrás. Seguía penetrándome mientras sus dientes mordían mi cuello y sus brazos me rodeaban para terminar cruzados sobre mis senos. Los masajeaba suevemente para luego pellizcar mis pezones erectos. Me deshacía en las caricias entregada a mi hombre por completo. Sintiéndo llegar cada orgasmo.
Sin descanso, como agarrando cada segundo de nuestro tiempo, me acosté en la cama boca arriba y lo atraje con mis piernas hasta sentir que rodeaba su cintura y él estaba sobre mi. Besándome, se movió un poco entre mis muslos hasta penetrarme, se movía sobre mi rozándose con su cuerpo, llenando mi boca con sus besos y bañándome en su sudor.
Luego, me volteó para comerse a besos y lamidas mi espalda. Bajó hasta mis nalgas y la abrió con sus manos, siguió toda la raya con sus dedos y su lengua para terminar lamiento mi culito con avidez, sentía su lengua recorrerme, undirse en mi orificio y moverse dentro de éste. Sus manos se aferraban ahora a mis nalgas, controlando mis movimientos. Yo estaba extasiada gozando la sensación cuando lo sentí apoyando su sexo contra mi culo. Sin dilatarme suavemente lo empujó dentro de mi, haciéndome arquear la espalda ante esta sensación. Me llenó completa. Sentía los vellos de su piel rozando mis nalgas. Se movía, primero suavemente y después con fuerza undiéndose y saliendo de mis entrañas. Pasaron los minutos sin dejar de movernos, gemíamos de placer hasta que los dos nos conseguimos en el punto más alto y acabó dentro de mi. Caímos sudados en la cama. Ahora besos y caricias sustituían la danza vertiginosa del sexo.
Compartimos la cama, una ducha larga y tibia, muchos besos y susurros llenos de lujuria , pasión y hasta algo de comer , para luego verle perderse en el mundo más allá de la puerta de mi casa. Satisfecha y deseándolo como siempre.
Esta experiencia, aunque corta, la atesoro como una de las más intensas que he vivido.