Delicias (1)

En esta serie relato las relaciones con una familia vecina; el inicio se dio por la inducción de una bella y amada amiga y amante que me contó la dicha y el placer de coger con un adolescente; entonces me hice el propósito de tener esa experiencia... y se dio en una magnitud no imaginada; esta serie relata la dulce experiencia de coger... ¡con toda la familia!, bueno, al estúpido macho, marido y padre en esa familia lo dejamos al margen.

UNA DELICIA I

UNA FAMILIA COMO HAY TANTAS

1

Para ti, MC, con mi jugos y mi amor...

Hoy recibí, con tremenda emoción, tu rápida respuesta al correo que apenas ayer te envié. ¿Sabes qué?, lo más fabuloso de nuestra hermosa relación, es la divina atención que me tienes, y te tengo, estas atenciones se demuestras en la rapidez para responder, misma que yo trato de igualar.

Me pides que te cuente las... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ NOVEDADES !!!!!!!!!!

Pues bien, lo primero a comentarte mi ansiedad por calar el amor sexual de los jovencitos, inspirada, más bien cachonda, por la seducción que hiciste de un bello adolescente, me lo relataste, a detalle, en tus lindos mensajes anteriores; espero que algún día me autorices a contar y publicar en la red. Te comenté, hace días conocí a un pequeño de unos once, doce años, tal vez trece; te dije también haber iniciado el dulce acercamiento seductor siguiendo tus sabias indicaciones; como ves, me apresto a serenar mis ansias y deseos.

El jovencito se llama Gregorio, vive a dos casas de la mía. Tiene papá y mamá; esta es demasiado guapa, ya le estoy echando "ojitos"; no soy, creo, totalmente rechazada pero espero ver la "realidad" de mis sospechas; en fin, ya te contaré este lado del ¿triángulo?. El chico tiene una hermanita de unos trece años, tal vez catorce: está creciendo, poniéndose... huuuummm. Pero es demasiado huraña, hasta hosca. De todas formas me saluda y, de vez en cuando, atiende las ligeras conversaciones que yo intento entablar con ella.

El día de mi acercamiento a Gregorio con el propósito anhelado, nos sentamos en la banqueta. Yo, como siempre, vestía un minivestido; al sentarme, si el asiento es demasiado bajo, la banqueta lo es, descubre todo, todo... sí, hasta los pelos se me ven. En esta ocasión, elevé intencionalmente la faldita hasta casi mi cintura, ¿tú crees?. Además, el vestidito es de tela muy delgada, con un gran escote que no esconde nada. Bueno, estaba casi encuerada delante del adolescente; por primera vez me veía en "fachas".

Al sentarme, y ver él que yo subía con mi mano la faldita, peló los ojos; los rubores fueron manifiestos. Ex profeso, traía un rico chocolate que sé le encantan a este precioso. Se lo di. Lo desenvolvió sin apartar la vista de mis pezones, se veían claramente a través de la tela. De vez en cuando volteaba a ver mis muslos, son preciosos la verdad, pero le interesaron más mis chichis adorables. Casi ni masticaba el dulce por ver mis chichis.

Aproveché el ensimismamiento del deseado para decirle que quería ser su amiga; le pedía reunirnos con frecuencia para platicar; yo podría ayudarle con sus tareas escolares; lo invitaba a mi casa cuando el quisiera, en fin, hablé y hablé, tratando de ganarme su confianza, sin intentar ningún contacto físico. Cuando le pregunté si le gustaría ser mi amigo, se ruborizó de nuevo, y asintió sin proferir palabra. Luego le pregunté si yo le gustaba. Me vio con más intensidad y mayores sonrojos, volteó a ver mis piernas y... carajo, creo, hasta entonces se fijó en los pelos de la concha; se atragantó, respiró agitado, me vio a los ojos, pero no respondió.

Entonces yo, sonriendo como angelito, le volví a preguntar. Él, me veía a los ojos interrogándome, tratando de adivinar algo impreciso. Por fin, tragando saliva ostensiblemente, con unas gotitas de sudor perlando la frente, sonrió de manera cautivadora, y dijo: "Sí, sí..., ¡quiero ser tu amigo!", se levanto presuroso, y se metió a su casa.

Me quedé pendeja, con la concha mojada, los pezones enardecidos, con gran ilusión en el coleto. Ayer lo vi merodeando por mi acera, como que quiere llegar a mi casa. Paciente, espero. Claro, espero también otra oportunidad para ser yo misma la del siguiente movimiento. Ya te iré contando mis avances o... ¡mi fracaso!, que espero nunca se produzca.

La segunda pregunta: si he tenido tríos en casa, o fuera de ella, tiene respuesta: Sí, sí he cogido con mi mamá y otra linda y caliente jovencita. Claro, en varias ocasiones he logrado coger con dos de mis compañeras, eso en alguna ocasión te lo contaré.

Te adelanto esta otra.

Una vez tuve una genial aventura. Fui a fiesta con una familia de las más ricas de la comarca. Ya te imaginaras la enorme finca que tienen. Llegué sola; el galán, presunto acompañante, se rajó – en México decimos así, cuando alguien no cumple lo ofrecido – pero como yo tenía deseos de divertirme, a más de conocer la fabulosa mansión, eso me habían dicho, pues llegué a la fiesta. Había muchísima gente. Los asistentes, sujetos mayores en vías de generalizar la borrachera.

En grupo aparte, estaba la mera juventud. Pocos, la verdad. Un tanto cortada y desilusionada, me acerqué al grupito. Cuando me aproximaba llamó mi atención una minifalda con muslos fantásticos. Al elevar la vista, me encontré con una preciosa trigueña, de ojos verdes y largo pelo castaño; definitivamente me flechó. Dando pasos fui viendo el resto del continente. Soberbia cintura, gracioso y sonriente rostro, hermosa realmente. Senos colosales, como a mí me gustan, ni grandes ni chicos, parados, puntiagudos, con pezones forzando la tela. No le veía las nalgas, supuse, sensacionales. Estaba casi en el centro del grupo, seria, callada, viéndome ir. A su lado estaba otro monumento: morena, tan alta como la del flechazo, con una figura realmente espectacular, pero ya había definido mi objetivo.

Sin detenerme, llegué hasta donde estaba la preciosa niña, ninfa increíble. Bueno, no precisamente una niña, de no más de 16 años. Me saltaba el corazón; no había dejado de mirarme, sostenía mi mirada donde puse mi energía cautivadora, francamente seductora. Estiré la mano, ella la suya. Mi concha se estremeció, y se humedeció por encanto. "Hola, me llamo Linda", le dije mostrando la mejor y más seductora de mis sonrisas, apreté su mano. "Hola, soy Celeste. Llegas tarde. ¿Conoces a los demás?", estaba turbada, pero mantenía fija la mirada en mis ojos; yo no había soltado su mano; ella dejaba la suya en la mía. "Pues no, no conozco a nadie... – volteé para ver si la morena, estaba muy cerca, nos escuchaba, creí que no, pero sí nos veía muy fijamente – pero, ¿sabes qué?, no deseo conocer a nadie... ¿para qué?, ya te conocí", le dije, y apreté más su mano. Ella sonrió muy significativamente, cuando menos eso sentí. Luego, su risa fue franca, y dijo: "¿Ah, sí?... pues, la verdad, no te pierdes de nada. ¿Me puedes decir quién te invitó?"

Carajo, estaba en problemas, sentí; la invitación en realidad se la hicieron a mi galán, el rajón que te comenté. Sonreí sin dejar de verla cálidamente. "Mira, en realidad invitaron, no sé quien, a un amigo, este a su vez me invitó para que lo acompañara, pero... luego se rajó; me dijo que no podía asistir por no sé qué pendejada – cuando dije la palabra grosera, rió agradablemente, no esperaba ese lenguaje – en fin, yo tenía el sobre con la invitación, y decidí venir. ¡Me saqué la lotería al decidir asistir... solo así pude conocerte! ¡Me has impresionado... muchísimo. Eres muy, pero muy bella", le dije, jugándome el todo por el todo. Lo hice porque sentía la mirada de la morena posada en mis posaderas, en mis divinos muslos; pensé, si esta se ofende o me corta, pues queda la otra, qué caray.

Pero estaba en el camino. Tal vez la risa franca cuando dije la palabrota, me animó a desatar mi siempre presente audacia. Ella ya estaba diciendo: "Pues... tú no te quedas atrás... eres... ¡divina!; tus ojos, tus ojos... ¡Dios míos, son hechiceros!, la verdad... no he podido dejar de verte. Pero... ¿ya conoces la casa? Ven, déjame enseñártela", dijo, sonriendo de manera subyugante.

En el cínico diálogo, nuestras manos permanecieron atadas, sudorosas, temblando cuando las palabras, o las miradas, nos estremecían; me fue evidente, ella temblaba cuando pronunciaba las últimas frases.

Me dejé llevar. Nadie, para mi gran sorpresa, nos prestaba atención. Incluso los jóvenes que nos rodeaban estaban en otro mundo. Después lo comprobé, así era: estaban hasta las chanclas de droga – "hasta las chanclas", así decimos cuando alguien esta "muy pasado" de alcohol o drogas – lo mayores bebían desaforados, tal vez también consumían coca.

La seguí. Tuve razón, sus nalgas eran una preciosidad. Redondeadas, paradas, firmes desde luego. La faldita era tan corta como la mía. Los muslos, un portento visto por detrás, y por delante, y por los lados, te lo juro.

En fin, ya estaba bien caliente. Tal vez ella también.

Caminábamos; la chica en ningún momento me dijo, mira aquí; observa, esto es..., la verdad, caminábamos como si ya hubiera definido el destino del paseo tomado de pretexto para alejarnos de la puta manada. Su mano sudaba copiosamente. Yo anhelaba que ¡ya! se detuviera. Mi concha, mi panochita linda, mi pucha peluda deseaba ser chupada, la verdad.

Luego de unos minutos de caminata sin interrupción, llegamos a un hermosísimo jardín lleno de árboles altísimos, muchas flores, un pasto como si hubiera sido afeitado. Al fondo, los árboles se agrupaban en una especie de bosquecito muy denso. Hacia allá caminó la bella; mi corazón salto, lo mismo mi vagina. Mis pezones estaban hartos de su dureza, mis escurrimientos mojaban los muslos.

Unos pasos más allá del inicio del bosquecillo, se detuvo. Se dio la vuelta, me vio con una intensidad digna de una hechicera en vías de embrujar a cualquiera. No era necesario ningún conjuro, me tenía hechizada, a su total disposición. Jadeó intempestivamente. Soltó mi mano, para aumentar mi incertidumbre... y mi fiebre. "No traes nada... abajo del vestido, estoy segura" me dijo con voz entrecortada por la emoción.

Yo, haciéndome la remolona, le pregunté cómo podía saberlo. Entonces ella se carcajeó, y dijo: ¡Chingada madre, no estoy ciega! – sus palabrotas me alegraron: éramos de las mismas!!! – Cuando te descubrí caminando en mi dirección te vi totalmente encuerada por el efecto del sol... ¡Chingados, no te mides!, da gracias a que la bola de pendejos están drogados; de no haberlo estado cuando menos nos impiden conocernos. Pero... ni te creas la muy, muy... ¡yo también me la juego!", lo último lo dijo entre carcajadas alegres, preñadas de excitación.

Para mi relativa sorpresa – de ella, ya podía esperar cualquier cosa – tomó el vuelo de la faldita y se quitó el vestidito... ¡carajo, estaba encuerada!, por eso dijo que ella también... era verdad, ¡tampoco vestía ropa íntima!, yo, casi nunca la uso.

Sin más preámbulos, se lanzó la muy condenada a besarme a boca abierta y lengua parada; la lengua, por cierto, ya no paró hasta llegar a mi adorada concha, y le prodigo lamidas y lindas, ricas mamadas sin ninguna consideración, esa mamada me hizo gritar y gritar desaforada. Carajo, mi concha se estaba satisfaciendo, pero no mi boquita, ni mi lengua, ya estilaba tanto como mi pucha, bueno, mi concha, a ti te excita más así. Tiradas entre la hojarasca, dejó de mamarme para que yo degustara mis propios jugos, lo aproveché para besarla con la intensidad deseada desde que la vi parada entre una bola de pendejos. La besé por mucho tiempo, luego empecé a lamer su rostro, y me acerqué a su oído para decirle obscenidades, la enardecieron hasta hacerla brincar, apretarme fuertemente las tetas, yo la nalgueé con divina fuerza.

Ella se estremeció, y gritó gozando, pidiendo: "dame más fuerte, más fuerte, querida por favor", yo, obediente, le di nalgadas hasta que mi mano, y mi orgasmo inacabable, me ordenaron parar. Sin embargo... mi boca continuaba en el reclamo. Entonces la tumbe. La tenía a mi merced, al alcance de mi boca, digo la pucha, su concha con lindos pelos castaños, era una divina visión, y más saliva expulsaba mi boca.

Antes de meter mi lengua, me di la vuelta; no quería solo mamar, sino también ser mamada. Me encimé de ella, hicimos el fabuloso, el insustituible 69 para el inmenso placer de nosotras las mujeres. Iba no sé si en el quinto orgasmo de la nueva generación, cuando sentí algo húmedo en mis nalgas. No podían ser las manos, porque las dos estaban acariciando con una ternura bien cachonda mis dos ricos senos. ¿Entonces?, ¡me asusté!

Contra mi voluntad, movida por el miedo, volteé como loca, con las greñas cayendo sobre mis ojos, respirando agitada, con la boca llena de babas exquisitas de la pucha mamada, y saliva en cantidades industriales. ¡Carajo!, era la morena; ya estaba encuerada y lamiendo mis nalgas. La vi bajar la lengua por mi gran surco trasero para hacerla llegar hasta la frente de mi mamadora, esta se sorprendió, y dejó abandonado mi clítoris.

Terrible, pero delicioso; en ese momento supe: cogeríamos hasta que el cansancio y la fatiga definitivas nos separaran. Deseé en ese mismo instante las primicias de la recién llegada, me levanté. La morena me vio un tanto asustada, sonriendo. Prácticamente me abalancé sobre ella. La besé, y ella lamió los ricos jugos que cubrían totalmente mi cara, al mismo tiempo nuestras manos se pusieron a acariciar los cuatro pezones. Entonces, mi trigueña se levantó, dio la vuelta y, colocándose por detrás de la morena, se apretó contra ella, por tanto la situamos como la carne en el emparedado. ¡Ay mi amor, fue una maravillosa tarde cogiendo a tres puchas en sándwich, alternándonos como la carne entre los panes, casi al azar.

Mamándonos a la vez, no sé cómo, pero sí supe del placer tremendo que las tres tuvimos. No sabes cómo mamé cada una de las conchas, cómo mamaron mi panocha; la primera ocasión que me pusieron de "carne", una mamaba mi concha, la otra, con enorme ternura, mis chichis ya rojas de tantas agarradas, mamadas y chupadas; además, mientras una metía hasta tres dedos en mi vagina, la otra metió dos en mi culo; para que te cuento, ¡fue la muerte chiquita!, tuve un tremendo orgasmo, casi inacabable, me mandó a la más alejada de las galaxias. Con decirte, duré varios días con grandes moretones en las hermosas tetas, los moretones, por cierto, encantaron a Sara, a mi divina Sara la enardece verme coger con otras chavas.

Estaba oscuro cuando salimos del bosque vestidas como pudimos. Al llegar al lugar de la reunión, había muchos tirados en el pasto, borrachos, o ve tu a saber; para su desgracia ninguno hacía el amor. Los jóvenes ya no estaban, al menos de pie. Las risas de la divina, y magnífica mamadora, mi alegre y feliz Celeste del cielo, se empezó a carcajear inexplicablemente; cuando nos señaló hacia el cuerpo, nos percatamos: habíamos cambiado de vestidos; ninguna tenía puesto el propio. "Así nos quedamos. Les propongo guardar estos vestidos como un recuerdo de la tremenda cogida que nos dimos", dijo sin dejar de reír. "Tengo hambre", dijo la morena – todavía hoy no sé cómo se llama a pesar de haber cogido bilateralmente en otra ocasión; esa segunda, fue fantástica; esta chica es muy amorosa, muy tierna, muy entregada al amor; salió de la ciudad, espero regrese pronto, ¡me gusta, tal vez hasta la quiera un poco, al menos un poco!!

Claro, comimos cual trogloditas en invierno luego de cazar un enorme mastodonte después de meses de persecución. Cuando nos despedimos, quedamos de tener, en breve, otra sesión "a tres".

¡Ay, amorcito!, fue una tarde deliciosa, y unas cogidas fantásticas.

Celeste resulto ser la hija del potentado dueño de la casa, anfitrión de la fiesta, fiesta organizada por su cumpleaños. Celeste es una chica sencilla, a pesar de la riqueza casi infinita. Odia a los júnior, como aquí decimos a los jóvenes herederos. Odia, así mismo, las drogas, cualquier tipo de ellas. Es inteligente, está por terminar la preparatoria. Dice querer estudiar sicología y sociología para hacer una historia real del erotismo a través de la historia... fundamentalmente a partir de su propia e inmensa experiencia y sus vivencias. Su principal diversión es el sexo.

Mantiene relaciones con ambos sexos, pero sólo con quien ella ama, según dice, y yo le creo. Seguimos amándonos y, claro, cogiendo cada que se puede. Ya cogimos, a tres, con su galán del momento. Fue fabuloso; ya te contaré en otra ocasión.

Pero mi Celeste amada, dice preferir las mujeres para coger, conmigo en primer lugar, porque, dice, soy la más alivianada de todas las que ha conocido, no me arrugo con cualquier propuesta por ella, en especial porque soy la que sabe ser tierna, amorosa, que pone por delante el cariño al erotismo, a la calentura sin más y, en el sitio central, el afecto, el amor. Es cierto, me encanta la ternura, es no sólo la sal del sexo, creo, sino algo indispensable para amar y mamar... cosa que solo nosotras las mujeres sabemos y apreciamos... el reino del placer con esos insustituibles ingredientes. Claro, sin amor todo queda en... bueno, tú sabes.

Me extendí demasiado, creo, pero esa cogida tan sorpresiva, nos reunió a tres lindas chicas jóvenes y calientes, me excita siempre, más cuando la recuerdo, todavía más, cuando intento relatarla, al grado que durante esta redacción, primero me encueré, después me masturbé a cada nuevo párrafo. Estoy decidida a aprender a escribir con una sola mano porque la otra... ya te imaginarás. .

La vivencias con mamá..., con papá, son lo más maravilloso que, desde que tengo uso de razón sexual, me ha sucedido. Estoy por terminar de redactar la hermosa historia del día, y la noche de ese mismo día, en que papá nos dio por el culo en una misma sesión a mamá... y a mí. En cuanto la termine, y antes de enviarla para su publicación, te la mando a ti, con muchos besos, con el enorme deseo de que seas tú la primera en saber de cómo nos cogió por el culo la primera vez, mi lindísimo y cogelón padre.

Con muchos besos húmedos... ya sabes donde...

Tu Linda

E- mail: lindacachonda69@hotmail.com