Delicia 1

La minifalda parecía un cinturón. Los espejos rebotaban la imagen de mi culo y mi coño visto desde detrás. Estaba chorreando de placer.

Delicia 1

El descubrimiento

por Ramón Fons

A Delicia o Malicia, según momentos, la conocí en la decada de los 90 cuando en Valencia abrí una delegación de la empresa. Con mi socio Marco alquilamos un piso en el centro, cerca de las oficinas. Era sin muebles por lo que compramos lo imprescindible para dos tios y pocas horas en él. Reformamos el baño, eso sí. Nos hicieron todo el suelo de cemento con una rejilla de lado a lado como desague. Una cortina circular de tres metros de diámetro que vímos en una revista daba intimidad a no se a quién. Me quedé con la habitación de matrimonio por que me salió cruz. Un futón servía de cama. Una mesa de comedor "de madera de árbol y maziza" , dijo el vendedor del rastrillo, estilo de mis aguelos con cuatro enormes patas me serviría para el ordenador, cuando lo tuviera, y los cuatro papeles que me pudiera llavar del trabajo. Marco se empeñó en que pusiera un sofá grande. - De tres plazas o más, dijo, para separar las zonas de dormitorio y despachito. Mi habitación era enorme, treinta metros con armario empotrado y gran cristalera para salir a una amplia terraza. Cabían perfectamente una mesa grande con seis sillas, cuatro o cinco tumbonas y una buena barbacoa. - Cenitas en verano, pensé.

  • El piso tiene cinco habitaciones!!! Para que coño quiero un sofá en medio del cuarto? Situé el sofá en medio y la mesa frente la salida al balcón, por lo de la luz.

Una noche, al poco de instalarnos, y para celebrar que ya podíamos abrir en Valencia, salimos de fiesta. Quién no conoce la fiesta valenciana. Estuvimos en varios locales a cual más currado. Diseño y modernidad contrastaba con las calles del barrio del Carmen.

Me acerqué a ella en la penumbra. Contemplé unos ojos negros bajo unas cejas perfiladas, aquel pelo azabache y el perfil griego realzaba aun más su belleza. Era la mismísima Afrodita. La corta falda negra descubría unas piernas que parecían no tener final. Una camisa blanca, brillante como ella, que parecía de corte masculino con las magas algo arremangadas. Los cinco botones desabrochados insinuaban unos pechos pequenos y manejables. Observó como la miraba atentamente. Cambió el cruce de sus piernas. Tragué saliba. Ella se dejó abordar.

Unos minutos entre la presentacion y lo que solemos contar los cuarentones para romper el hielo con una veinteañera (se me ocurrió preguntar "estudias o trabajas" pero no lo hize) Marco se acercó . Se cayeron bien. Por estar más próximos en edad, pensé. Más adelante supe que ella tenía veintitres. Marco treinta.

El local se llenó y era imposible entenderse con semejantes voces y música machacona. Propuse cambiar de escenario. Delicia conocía bien el ambiente y nos paseó por varios locales con gracia. Los locales y ella. Tenía un suave contorneo al caminar. La faldita sedosa bailaba dibujando aguas en la penumbra encima de su culito respingón que subía más aún sobre los tacones de aguja. No ocultaré que más de uno y más de otras se giraban a su paso. Estaba orgulloso de su compañía.

Casi amanecía cuando la dejamos en la esquina de Pintor Benedito con Albacete, en la misma Plaza España

Un sueñecito una ducha un café que a las diez abro la tienda- De lámparas propiedad de su familia,supe más tarde.

Estuvimos de acuerdo en llamarnos para quedar otro dia y conocernos mejor.

La chica me gustó. Marcos la veía con otros ojos. Él estaba en capilla y yo era un buitre ambriento. Me pareció una chica atrevida. Picarona con trazas de arriesgada. Ya me gustan así. Con ganas de pasarlo bien y sin tabus.

Aquella criatura me gustaba cada dia más. Mi imaginación voló. Mis duchas fueron de ella. No dejaba de masturbarme pensando en aquel cuerpo. Tenía que verla y pronto. No me decidía a llamarla por temor a ser pesado y que me mandara a freir espárragos. Un hombre que le dobla la edad que le puede ofrecer a una criatura como ella. Podria der mi hija.

Pasados cinco días no pude más. Decidí pasarme por la tienda en visita sorpresa. Para disimular mi interés fuí con Marcos con la escusa de una visita en la zona.

Miré dentro y me alegró encontrarla. Vestía una faldita corta (fuí descubriendo que era su prenda preferida. Me alegré de ello. Y lo disfruté) plisada, color verde militar y una camiseta imperio con estampado de camuflage. Entramos en la tienda y nos recibió con dos besos a cada uno. La noté nerviosa. Se sonrojó. Aceptó el café. La dependienta nos miró de arriba a bajo esgrimiendo una sonrisa que no entendí. Se hizo cargo del negocio.

Creo que Delicia se dió cuenta de mi interés. De que me gustaba, vaya. Marcos estuvo ausente y Delicia centró toda su atención en mí. Hizo que sonriera con divertidas anecdotas de su infancia, de la universidad. Terminó económicas aquel año. Y poco más podía contar ya que su juventud no le ofrecía demasiadas experiencias. No pude contenerme y le lanzé – se que es una locura pero me estoy enamorando, sólo pienso de ti.

Dibujó una sonrisa y añadió – cuando vi acercarte la otra noche tuve una sensación que nunca antes sentí. Un hormigueo en el estomago...y en otro sitio. Puso cara de "no lo tenía que haber mencionado". Yo también no he dejado de pensar en tí. Tenía muchas ganas de verte. Dijo en voz entrecortada mirándome a los ojos. - Pensé que si esta noche no sabía nada de tí yo daria el paso.

Acercó su cara a la mia, rozó tiernamente sus labios con los míos y dijo -creo que me has hecho tuya.

Marcos, sentado en el otro extremo, aburrido, nos dejó y fue a vijilar el coche aparcado en doble fila en extremo de la calle.

El café se alargó más de tres cuartos de hora. Le hablé de mí, de mis proyectos, de mi vida en general de mis aficiones. La conversación se fue calentando. El sobre de la mesa era de vidrio transparente (moda de la época en aquella ciudad. Grácias alcaldesa) y entre la poca tela de la faldita y que no paraba de cambiar el cruce de piernas aprendí de memoria los ribetes del tanga blanco. Ambos nos interesamos por nuestros gustos sexueles. Reconoció ser sumisa/ejecutora, que le dieran órdenes y sentirse esclava . Dijo que tuvo varias experiencias lesbicas con compañeras de la Uni. Compartían piso y solía dormir con ellas. - Ya me entiendes, un poco de jaja jiji y luego a dormir- añadió.

Cuando me tocó, confesé mis debilidades. Hacer realidad mis fantasias para mí es primordial. Trios, orgias, intercambios, mismos sexos, vicio, jovencitas -me lanzó un beso-, perversión -se mordió el labio superios-, tiritos... -respiró profundo-

-Joder tio! Que pasada de hombre! Y has hecho todo eso. Que te dió más placer- preguntó sin pestañear

-Todo

Me la jugué añadiendo – Pero me daría mucho más repetirlo contigo.Se le pusieron los ojos como platos al oir el recetario básico de mis fantasias.

Ella me confesó que le gustaba ser observada.

-Algo exibicionista, vaya – remató abanicandose con la falda mirando fijamente al caballero de enfrente quien al verle las bragas dió un respingo y derramó el cortado en la corbata.

Me contó que le excitaban las escaleras mecánicas. Que tenía una fantasía recurrente que le gustaria realizar alguna vez. Añadió que quizá podría acompañarla con una cámara oculta y relató Estaba en las escaleras mecánicas del Cor... unos grandes almacenes. Llevaba detrás tres señores de tu edad más o menos, me gustan maduros, visitantes de la feria serían porque les colgaba del cuello el mísmo carnet. Aceleré el paso subiendo ocho escalones, separé algo las piernas tiré de la minifalda acia arriba para que dejara ver mejor el culo y incliné acia delante sin coblar las piernas para tocarme un zapato. Quedé inmovil hasta que acabó la escalera. A paso lento les esperé hasta quedar a mi altura. - Disculpen,lLa zapatería saben donde está-.les pregunté sabiendo que no conocian los almacenes, pero entendieron el mensage.

En la planta superior y después de comprobar que me habían segudido por las escaleras mecánicas, en la que repetí la flexión con rebote esta vez, estaba la zapatería. Doblando un pasillo me despojé del tanga. Le dí varias vueltas a la goma hasta que quedó como una pulsera. Lo colgé de mi muñeca. Ya en la sección cogí varios zapatos al tuntún y me senté frente al típico espejo de siempre. No tardaron en revolotear los tres visitantes. Fuí poniendo y sacando, levantandome y paseando frente al espejo inclinado, que a su vez sirve de taburete para la dependienta. Cambié de lado. Habia dos taburetes espejo uno junto al otro.

Al ponerme en pié veía mi coño mojado en el espejo y les veía a ellos entre mis piernas. Sentí un bombazo y un corro cayó a la moqueta. El zapato que acababa de coger se soltó de mi mano y esparció el charco. Me doblé para coger el zapato ofreciendo la mejor fotografía de un coño encharcado que jamás verán los tres tenores.

Unos no me entraban pero a piernas cruzadas y separadas y bien abiertas simulaba mirar como quedaban. El espejo hacía mis delícias, y las suyas. Me levanté y busqué más modelos. Ellos iban acercándose cada vez más. El alto cojió unos zapatos y se sento en frente de mí simulando observarlos. Creo que nunca había hecho tantos estiramientos. Levantaba los brazos poniendome de puntillas para alcanzar el zapato más lejano. La minifalda parecia un cinturón. Los espejos rebotaban la imagen de mi culo y mi coño visto desde detrás. Estaba chorreando de placer.

Volví a sentarme y el alto tomó asiento en el taburete-espejo que yo tenía en frente .

  • Permites que te pruebe éste? Estoy seguro que te gustará.

Levanté la pierna a la vez que separaba de la otra. Le estaba enseñando mi coño depilado, mojado por fuera, encharcado por dentro, mi ano estallaba de gusto. Volvió el bombazo. El alto cogió el pié y lo separó aún más de la otra pierna. Creía que me iba a romper.

El que parecía más joven se acercó y levantó la otra pierna tirando acia él. Quedé espatarrada y recostada. En milésimas de segundo llenaron de dedos mi coño encharcado. Jugaron con él por dentro y por fuera. Introducian de cuatro en cuatro los dedos de las dos manos a la vez en los dos agujeros. El alto me arrancó el tanga de la muñeca poniendomelo en la boca, casi ahogandome. Veía sus pollas reventando los pantalones. Las quería dentro de mí. Daba igual por donde pero dentro de mí.

El joven entendió que era lo quería cuando yo alargaba la mano buscandole el paquete. Se la sacó y sin dejar de mover freneticamente los cuatro dedos dentro de mi ano me la puso en la boca. Yo quería la del alto también. Chupando, lamiendo, mordiendo, ensalivando aquella polla reventé por dentro y salieron chorros de dentro de mi coño. El alto sin soltarme la pierna encajó su boca tragando todos los jugos que pudo.

El joven gemía como una animal herido. Apreté su polla por la que chorreaban mis babas resbalando por sus huevos y soltó una descarga de leche increible. Me la metí en la boca y tragué. Seguí chupando, y volví a tragar. Le escurrí la polla hasta no dejar una sola gota de leche. Cuando el alto por fin se decidió a darme la vuelta para follarme por detrás el tercer visitante avisó ... -Que viene que viene!!!. Me recordó al vigilante de la clase de cuarto.

Se acercó una señorita y amablemente preguntó si deseaba algo. En estos almacenes cuando buscas una dependienta nunca la encuentras y ahora que no la queria apareció. - Sí que lo deseo pero por tu culpa lo he perdido.

Se acercó y cojiendome la cabeza por la nuca me ahogó con su lengua de Afrodita.

Cuando me soltó dijo –Te ha gustado la fantasía. Eres mi amo y yo soy tu esclava. Aré todo lo que tu quieras que haga. Quiero disfrutar de tu experiencia. Eres lo que buscaba en mis sueños.

Estaba muy claro. Nos habíamos encoñado mutuamente.

Salimos de la cafería a paso lento. Yo no quería separarme de Delicia. Ella también parecía no tener prisa. Llegamos a la tienda y me detuve en seco.

-Has visto un fantasma

Descubrí, frente al enorme cristal del aparador que dá al paso de peatones, una mesita de centro de metal con el sobre de espejo. Dos sillas a juego bordeaban la mesita.

Del techo colgaba una moderna lámpara repleta de pequeñas bombillas. Los transeuntes mientras esperaban el verde del semáforo se entretenían mirando el escaparate.

Situé a Delicia frente al escaparate y le susurré al oído.

Me miró con una sonrisa apretada y asintió despacio varias veces con la cabeza diciendo – soy tu esclava, recuerdas.

Nos besamos. Ella entró con la mirada puesta en mí. Acababa de descubrir a Malicia.

Fuí al encuentro de Marcos que dormitaba en interior del vehículo. -Levanta niño que tenemos lío.

Volvimos a la tienda. Unas quince personas ya estaban situadas frente el cristal del aparador disfrutando del espectáculo.

Delicia descalza, con su minifalda plisada, subida a una de las sillas enpinaba el culo sacando bombillas de la lámpara de diseño. Mostraba a los peatones las dos nalgas enteras, la imagen sobre el espejo de la mesa de centro multiplicaba la visión. En el espejo se apreciaba el bulto de su sexo que se adivinaba rasurado dentro del tanga blanco .

Delicia subía y bajaba de la silla con cada bombilla que sacaba y volvía a colocar. Una mujer sacó al marido de un empujón – guarro que eres un guarro- le repetía mientras le propinaba golpes con el bolso. Conté cuatro semáforos en verde pero nadie cruzó.

Se agachaba y abria y cerraba las piernas. Hacía giros de cadera. Se contorneaba al jesto de la bombilla. Bajaba de la silla y ponía todo el culo sobre la mesita de espejo. La visión de su culo era poderosa. Tube una ercción de caballo. Ella ladeó la cabeza para comprobar su éxito. Me miró y guiñó un ojo. Puso su mejor cara de Malicia. Le nazé un beso. Subió un par de bombillas más y con la mano insinuó que esperara. Desapareció por entre lámparas mesas y sillas.

Observé a mi alrrededor. La gente quería más. Permanecían allí inmóviles y nerviosos. Los había aún con la mano en el bolsillo.

Un par de minutos más tarde apareció de nuevo. Con paso decicido y la mirada al frente. Me esbozó una sonrisa con picardía. Para ella no había nadie más al otro lado del cristal, me dijo luego. Una actuación perfecta.

-Esa chica me encanta. Me vuelve loco. Susurré.

Marcos tampoco perdía detalle al tiempo que me tachaba de loco.

Delicia se acercó y nos dió la espalda. Se situó entre la mesita de espejo y el escaparate, dejó una caja con bombillas en un extremo apoyó un pié sobre el espejo. La calle soltó un -ooohhh! Se había quitado el tanga. Al agacharse para cojer una bombilla de la caja le descubrimos el precioso oráculo de los dioses. Era más hermoso que en mi ducha. Ardía en deseos de reventarlo con mi lengua. Bueno, yo y todos los allí presentes.

Creí conveniente terminar la prueba de fuego. Se lo había tomado demasiado en serio. Lo de quitarse el tanga no se lo pedí. Entré en la tienda y Delicia acudió a mi encuentro

-Te ha gustado. Quetal lo he hecho. Era lo que querías?