Delicatessen (2)

Continúan las andanzas de Pepe el carnicero gracias al club Delicatessen y su llavero-cerdito.

DELICATESSEN (2)

A las 3 y media de la mañana sonó el despertador y como siempre lo apagué inmediatamente para no despertar a mi mujer.

Hoy era martes primero de mes y me tocaba ir a Mercamadrid, que es el mercado central de la capital de España y uno de la más grandes del mundo, para comprar género para la carnicería.

En 15 minutos estaba duchado, afeitado y vestido y después de 45 minutos estaba con la furgoneta aparcada esperando que abrieran un bar cercano al mercado. En los alrededores multitud de camiones y vehículos de carga hacían lo mismo que yo y otros ya empezaban a cargar mercancía de todo tipo. La verdad es que soy muy mirón y mientras aguardaba pacientemente me recreaba mirando esos pedazos de tíos que todavía estaban bostezando pero que aunque fuera temprano no me importaría echarles un par de polvos. Los había de todo tipo, jovenes, mayores, gordos, delgados, pero no sé porqué los camioneros murcianos me ponían especialmente cachondos. Estaban todos cuadrados y allí estaba yo mirándolos descargar la fruta mientras me tocaba el paquete y me ponía a cien.

  • Madre mía, si te pillara lo que te iba a hacer - me decía a mi mismo totalmente empalmado.

De repente sonó la persiana metálica del bar y comenzó a entrar el personal para tomar el primer café de la mañana.

Mira que llevaba años haciendo lo mismo pero no me cansaba de disfrutar de esos minutos en los que la cafetería se llenaba de camioneros y vendedores algunos de ellos como un queso porque la verdad, a esa hora tan temprana con el frescor de la noche uno se pone muy cachondo. Mejor me tomo un café y me tranquilizo.

  • Hola Pepe. Buenos días - me saludó Luis el camarero.

  • Hola niño, buenos días. Dame un cortado y una copa de anís haz el favor.

Empecé a saludar a todos los colegas conocidos y como estaba en el fondo de la barra, siempre me gusta coger ese sitio, controlaba todo el que entraba por la puerta. Estaba distraido mirando la televisión cuando de repente apareció por la puerta un animal que me dejó con la boca abierta.

-Buena. Deme un café con leshe jefe y moneas pa la máquina de tabaco - le dijo al camarero con un acento muy cerrado andaluz. Yo creo que cordobés.

Yo como estaba mirando para la puerta disimulaba mientras en realidad no le quitaba ojo y le hacía un chequeo de pies a cabeza.

Mediría 1,80 y pesaría unos 100 kilos. La cabeza grande y el poco pelo que le quedaba de color gris. Unos ojazos azules de escándalo y una boca con dos labios saltones encima de una barbilla con hoyete y debajo de una nariz grande como de boxeador por lo chata que era. Una camisa a cuadros abierta por dos botones por donde salía una mata de pelo muy larga que adornaba una barriga redonda y no muy gorda. Pero lo más impresionante era de cintura para abajo. Que manera de rellenar unos vaqueros. La cintura parecía sin michelines, las piernas grandes, y un paquetón memorable.

Cuando se agachó para recoger el tabaco de la máquina casi me atraganto con el café porque el culazo sin duda era la estrella de todo el conjunto. Redondo, firme y grande. Para enmarcar y llevarmelo a casa. Uffffffffffffff.

  • ¿Tá cupao ese asiento? - me dice nada más girarse y pillándome in fraganti mientras le miraba.

  • No hombre. Se puede sentar.

A los 5 minutos aparece por la puerta otro tio que parecía buscar a alguien. Cuando mira para donde estaba yo se acerca y saluda a mi vecino de asiento.

  • Mas pedío un cafe pa mi, Rafael - le dice.

  • Que va. No sé si querías copa o cafe - le contesta.

La verdad es que el amigo no estaba nada mal tampoco.

Más bajito, más o menos como yo. Menos barriga, con pelo todo blanco y un bigotón enorme. Y también con un vaquero ajustado y un paquete donde se dibujaba un pollon monstruoso. Las manos eran enormes y preciosas, llenas de pelo negro en el dorso.

Aunque la cafetería estaba a rebosar, era lo suficientemente grande para que todo el mundo fuera a su rollo. Además había mucho bullicio y unido a eso el ruido de la tele hacía que se pudiera tener una conversación más o menos íntima.

  • Oye Manuel. ¿Tu crees que aquí habrá alguno de esos? - le dice el grande a su amigo recien llegado.

  • Pues no sé chico. Yo por si acaso siempre pongo las llaves encima de la barra.

En ese momento miré lo que tenía delante y veo un manojo con muchas llaves y un llavero con un cerdito colgando.

No es que yo fuera una persona muy inteligente. Ni siquiera había acabo los estudios básicos. Pero algo dentro de mí se encendió de repente aunque no sabía exactamente lo que era. Joder, ese tío tiene un llavero como el mío y el que yo tengo lo he conseguido a través de algo muy raro. Ni siquiera había pasado un mes desde que recibí el misterioso paquete.

Dentro había 10 bolsitas como las que me había dado el obrero del primer relato y una carta donde me hacían una descripción de lo que era el "Club Delicatessen".

"Somos un grupo de personas casadas a las que nos gusta follar con tios de verdad. La regla básica para pertenecer a este club es la discrección por ello es condición necesaria el estar casado. Se trata de facilitar el encuentro entre dos personas que se gustan y para ello haremos uso del llavero de nuestra asociación . Nuestro cerdito-delicatessen"

Así empezaba la carta. Lo que entendí cuando la leí (lo tuve que hacer unas cuantas veces) es que se trata de ampliar el grupo con personas con las que hayamos echado un buen polvo. Si encontramos a alguien nuevo en esto y hemos disfrutado mucho con el le entregamos la bolsita. Si encontramos a alguien que ya pertenece al grupo y hay atracción mutua pues a follar se ha dicho. Al final de mes nos llaman a casa para preguntar por los dos mejores polvos que hemos echado en esos 30 dias.

En la carta también se hablaba de que llevar un llavero con el cerdito de la asociación no significa que haya que forzar la situación. Se debe ser discreto. Existe la posibilidad de dar referencias negativas de alguien y por lo tanto ser expulsado.

Y el premio gordo es que cada seis meses se hacía una fiesta en un lugar anónimo al que se invitaban a las 20 personas que más puntuación habían recibido en el semestre.

Madre mía, menuda fiesta sería esa.

Así que ni corto ni perezoso y como el que no quiere la cosa, saqué mi llavero y lo puse encima de la barra a ver que pasaba.

Los tios no es que fueran muy discretos porque sabiendo lo cerca que yo estaba empezaron a hablar.

  • Rafael. No mires ahora, pero has visto el tio que tenemos al lado que está mirando la tele. Mira el llavero que lleva, es igual que el nuestro. Yo le voy a atacar a ver que pasa.

En ese momento el tal Manuel se levantó y se dirigió a los baños.

Yo ni corto ni perezoso hice lo mismo y allí estaba el tío ya haciendo como que estaba orinando. Al ponerme al lado pude observar el pedazo de polla que tenía el muy cabrón completamente tiesa.

  • Joder que casualidad - me dice - encontrar a uno del club aquí. Y además estás mas bueno que el pan.

  • Tu si que estas bueno - le dije - y vamos a echar un polvo de campeonato con tu amigo.

  • Pues claro que sí. Sal a la calle y síguenos.

Ya en la calle esperé junto a mi furgoneta y los vi salir al poco rato en dirección al parking de camiones. Esperé un tiempo prudencial y vi como se metian en la caja de atras del camion. Dí un golpe en la puerta, me abrieron y subí en un segundo para no ser visto.

Ellos ya estaban en pelotas y completamente empalmados. Vaya espectáculo. Y además no se andaban con rodeos como a mi me gusta. Se pusieron a hacer un 69 mientras yo me desnudaba.

  • Como te llamas amigo - me pregunto Rafael-

  • Jose, Pepe para los amigos y tengo unas ganas de follar que me van a explotar los huevos.

  • Ven aqui y comenos las pollas anda - soltó Manuel ya completamente cachondo.

Los dos camioneros tenían un desnudo espectaculor. Si uno era peludo, el otro lo era más. Y vaya dos pedazos de polla que se gastaban. Manuel el más bajito tenía un pollón muy muy gordo aunque no muy largo y dos señores huevos y Rafael la tenía preciosa, como de un actor porno. Muy grande y gorda.

Me tumbé junto a ellos y mientras pajeaba a uno, se la mamaba a otro y así estuve mucho tiempo hasta que Manuel se puso de rodillas y le levantó las piernas sobre sus hombros a Rafael.

  • Miro como me lo follo Pepe.

Se la metió de un solo golpe y el otro apenas reaccionó. Se nota que le habían follado ya muchos tios. Empezó lentamente y luego a un ritmo más acelerado.

  • Toma polla compañero. Mira que bien te follo. Y tu dame polla Pepe.

Me puse de pié y le enchufé mi pollon en la boca. Estabamos los tres en la gloria.

Le pedí cambiar de posición y ahora era yo el que se follaba a Rafael y le comía la polla a Manuel.

  • Joder que culo tienes cabrón. Toma rabo, arghhhhhh.

Estuvimos así un buen rato hasta que le cambié de postura. Le puse a cuatro patas y yo de cuclillas se la volví a meter esta vez dandole polla bien fuerte.

  • Toma polla. Me vas a hacer correr cacho cabron - estaba ya llegando al final.

  • Te voy a echar la leche en la cara Rafaelito - le decía Manuel mientras le tenía la polla en la boca.

  • Me corrooooooo. Toma leche. ARghhhhhhhhhhhhhhh - me corrí dentro con unos espamos que hacía mucho no sentía. Joder que placer.

  • Toma leche, tomaaaaaaaaaaaaaaaaaa - Manuel empezó a saltar leche en la cara de su amigo y la verdad es que parecía que el tio no se había corrido hacía siglos. Que manera de echar leche.-

  • Y toma más. Toma. ARghhhhhhhhhhhh

Me quedé tumbado exahusto junto al cuerpo de Manuel y Rafael quien tenía la polla todavía tiesa. Cuando lo ví sin cortarme lo más mínimo me abalancé sobre ella y me la metí hasta la campanilla. A los pocos segundos estaba largando leche por un tubo encima de su oronda barriga. Nos quedamos los 3 secos.

Si esto iba a ser así en el futuro solamente se me ocurría pensar una cosa.

"Viva el club delicatessen".

Las historias que me sucedieron a partir de aquí gracias a mi querido cerdito fueron memorables.

CONTINUARÁ