Del video a la realidad
Hacer ejercicio en casa, jamás fue tan productivo...
Hola me recuerdas? Soy yo de nuevo, FUEGO, conmigo ardes o te quemas…
Lo vi por primera vez en una pantalla, en uno de tantos videos que hoy en día existen para ejercitarse, me gustó él, su personalidad, y claro, su cuerpo.
Lo encontré por casualidad, ya que suelo ejercitarme en casa, continué curioseando su canal, observando sus fotos, mirando lascivamente cuando se ejercita con el torso desnudo en sus videos, ver cómo cada músculo de su cuerpo se activa con el movimiento; y su sonrisa honesta y sexy.
Me atreví a enviarle un mensaje privado y el respondió; y así comenzamos a escribirnos de tanto en tanto, conocernos un poco e intercambiar números, las conversaciones burdas se fueron transformando en cosas más personales, con coqueteos e insinuaciones sexuales, resulta que es algunos años menor que yo, lo que hace todo aún mas interesante.
Debo confesar que la sola idea de enredarlo entre mis piernas hace que mi sangre hierva, así que fui yo quien envió la primera fotografía, quería que viera algo más de lo que expongo en redes sociales, algo sólo para él. Se podía ver claramente mi pálida piel en la que resaltan mis pezones, rosados, y listos para degustar, le dejé saber que estaría dispuesta a recorrer su cuerpo con la punta de mi lengua, y devorar sus labios, me hizo prometerle que lo besaría con pasión cuando nos conociéramos en persona, y yo quería cumplir esa promesa y más.
Nos encontramos una mañana en un pequeño Café, era una mañana algo fría, medio gris. El ya estaba esperándome, sentado en la mesa más alejada del bullicio que pudo encontrar; había pedido un capuchino para mitigar el frío y acortar la espera.
Iba vestido muy casual y pulcro, chamarra negra, camisa, jeans y botas; yo elegí muy cuidadosamente que usar para nuestro primer encuentro, quería dejar la mejor impresión en él; me decidí por un vestido a rayas, sencillo pero que resalta muy bien mis mejores curvas, y tiene el largo perfecto para mostrar sólo lo necesario de mis pálidas piernas.
Es un hombre muy atlético y fuerte, de piel apiñonada, con una sonrisa contagiosa y labios gruesos que invitan a morderlos, lo vi a lo lejos cuando entré al Café, y contuve un poco la respiración, ¡Esperé tanto ese momento! Me acerqué con toda la seguridad que fui capaz de reunir, contoneando mis caderas para llamar su atención, me reconoció de inmediato a pesar de que nunca nos habíamos visto en persona.
Se levantó cortésmente para saludarme y nos besamos torpemente en la mejilla, tomamos asiento, me invitó a pedir algo, ordené mi café y conversábamos, yo no podía disimular el enorme gusto que me daba tenerlo frente a mí, quería comérmelo con la mirada, lo deseaba más y más, con cada sorbo de café. Rozábamos las manos de pronto entre comentarios y nuestro lenguaje corporal gritaba las ganas que teníamos el uno del otro.
Me levanté de la mesa para ir al baño, necesitaba controlarme para no brincarle encima ahí mismo, había que atravesar un estrecho pasillo decorado con dibujos de carboncillo que me hacían sentir como en una película blanco y negro, al final la pequeña puertecilla de madera con un letrero unisex. Entré, respiré profundo, busqué en mi bolso un perfumito de bolsillo, rocié un poco en mi cabello, retoqué el labial y salí.
Justo afuera, recargado en una pared, obstruyendo el paso, estaba él, esperándome, me tomó de la cintura y me jaló hacia su pecho, no dudamos en besarnos, el contraste de su barba rasposa y su lengua suave, encendían mis sentidos, no podíamos separarnos, me tenía tan apretada que sentí cómo su miembro crecía prisionero en el pantalón, recorrió mis nalgas con sus manos, y las estrujaba sobre el vestido, ambos queríamos más.
Entramos al pequeñísimo baño del Café, puse el seguro y continuamos besándonos, yo pasaba mi lengua por su cuello y veía como se erizaba su piel, mordisqueaba sus labios y el me apretaba más, desabotoné un poco su camisa para tocar su piel, besé su pecho y me safé de su abrazo.
Bajé en cuclillas para liberar al prisionero del pantalón, mientras le soltaba el cinturón lo miraba hacia arriba, lo noté nervioso, pero se veía el fuego en sus ojos, tuve su miembro en mis manos por un momento, estaba totalmente erecto, listo para mí, lo acaricié un poco, lo introduje en mi boca, y cerró los ojos al sentir el calor de mi aliento, se lo chupé un momento mientras me sostenía de sus fuertes piernas.
Me levantó apresurado, con fuerza, deslizó mi vestido hasta la cintura, me besó de nuevo y me puso de espaldas, tuve que recargarme en el inodoro, acarició mis piernas, y con cada caricia se me erizaba más la piel, rozó mi clítoris con sus dedos sobre la ropa, hizo que se me doblaran las rodillas, estaba totalmente mojada, jaló a un lado la tanguita roja que llevaba puesta, y me lo metió, una y otra vez, con furia, con ganas, me temblaban las piernas de placer, pero no podía gritar, nos podrían descubrir…
El me sujetaba de las caderas y yo me sostenía lo mejor que podía, estaba empapada en nuestros jugos, comencé a mover en círculos la cintura, y el no podía ocultar su placer así que se vino, todo dentro de mí, sentía el calor de su semen correr por mi vagina, escurriendo entre mis piernas; agarré sus manos que aún me apretaban las caderas para que no se saliera, y seguí moviéndome en suavemente, le temblaban las piernas y con la voz entrecortada me pedía más hasta que ya no resistió y tuvo que sacármelo.
Me dio un ligero jalón de pelo para acercar mi cuello a su boca, y lamió mi cuello, me separó las piernas de nuevo, y empezó a frotarme el clítoris de nuevo, más y más intensamente, hasta que me vine yo también.
Entre risillas nerviosas, nos limpiamos y arreglamos como pudimos, y no tuvimos ningún pudor al salir del baño, finalmente el lugar estaba casi vacío, volvimos a la mesa unos minutos para terminar de componernos, pagué los cafés, y salimos juntos, cómplices del placer, con ganas de más. Aunque no volvimos a vernos.