Del trabajo a casa.

Mi compañero de trabajo necesita que le acerque a casa.

Salíamos del trabajo a las siete de la tarde como todos los días. Las farolas apenas alumbraban tenuemente las calles por las que Dani y yo nos dirigíamos a mi coche. Dani había tenido que dejar el suyo en el taller y su casa quedaba a unos cuántos kilómetros de distancia, por lo que me presté a llevarlo y traerlo los días que fuera necesario.

Uffff qué frío, macho.

−Dijo Dani montando en el coche mientras se quitaba la bufanda del cuello, dejando ver el cuello de la camisa, por el que asomaba una buena cantidad de vello que contrastaba con su piel blanca.

− Ya te digo −respondí quitándome los guantes antes de arrancar y empezar a recorrer el polígono, no sin antes encender la calefacción del vehículo.

− Ahí entraríamos en calor -añadió guiñando un ojo mientras señalaba por mi ventanilla una viejo club de carretera con llamativas luces de neón medio fundidas y a punto de descolgarse de la fachada.

− Sí, tú sí, −reí− entonces es ahí donde vas con tanta prisa cuando sales con tu coche, ¿eh?

− No me vendría mal, te digo, tío. No me vendría mal. Que el sexo gratis está jodido de conseguir.

− ¡Vaya! Entonces no soy el único en este coche que folla poco...

− Sí, tío, eres el único, porque yo no follo poco. ¡No follo nada! Que es distinto.

− ¿Y acaso piensas que yo sí?

− Será porque no quieres, tío. Entre hombres siempre se ha dicho que es más fácil.

− Eso es un mito. −Dije rascándome la barba.

− Pues vete a un sitio de cruising de esos que tenéis. −Respondió como si fuera obvio.

− Qué va, eso no va conmigo, me gusta tener sexo con alguien con quien al menos exista la posibilidad de volver a coincidir.

− Si niegas a esa posibilidad entonces es que no estarás tan desesperado como yo.

− ¡Pero

anda no te quejes tanto, que no cuela! Que tú al menos tienes novia, tan a dos velas no te tendrá.

No, qué va, ya no tengo, lo dejamos hace un mes...

Vaya, tío. No lo sabía.

−Añadí preguntándome si habría metido la pata recordándoselo así.

− Fue durante las vacaciones de navidad, por eso no te dije nada. Al final nos dimos cuenta de que no funcionábamos muy bien como pareja. Y tampoco había mucha química en la cama, en todo el año pasado follaríamos cuatro veces… Así que a dos velas sí que estábamos.

− Vaya tío, ahora comprendo. Yo pensaba que llevabas tres días sin cariñitos y ya estabas exagerando. ¡Pero entonces es verdad que estás todo salido! −Dije en tono de broma.

− Uffff. −Resopló seriamente− Y entre que lo hemos dejado hace poco y la historia del covid, de salir de fiesta con la peña nada. Así que como no sea en el trabajo, en el gimnasio o en el supermercado no sé dónde va a surgir el tema.

− Hombre, tío, para eso está el Tinder… Prueba.

− No sé. Solo quiero follar, no quiero fingir un plan romántico con la única tía del Tinder que me haga caso para echar un polvo haciéndola creer que quiero algo más.

− Déjale claro que solo quieres sexo, quien quede contigo tendrá claro lo que hay. −En mis tiempos usando Grindr había aprendido a ser muy claro y directo con lo que buscaba, sin duda a Dani le faltaba experiencia, a fin de cuentas llevaba tiempo fuera del “mercado”.

− No creo que aceptaran eso, no soy aquí el mister. Para sexo de una noche tienen a mil tíos detrás.

− Tío, no te flipes, que estás todo fibrado, ya te digo que la mayoría de tías aceptarían.

− Jajaja. ¿Tú crees? ¿Tú lo harías?

− Sí. Tú lo que necesitas ahora es dar el paso y echar un polvo. En cuanto lo hagas otra vez, no vas a parar en una buena temporada, ya verás. Si nos pasa a todos, pero luego es empezar y no parar.

− No sé tío… -dudó.− Antes cuando tenía estos calentones salía de fiesta y me follaba a la primera que me hacía un poco de caso. Era la ostia. Pero ya tanto tiempo así y encima con una relación hasta hace poco, me he acostumbrado a cascarme un puta paja cuando estoy a tope y pista. Luego al rato me vuelve el calentón y digo, joder, me saldría más rentable buscarme algo.

− Claro. Es que es eso. A mí me pasa igual. Y mientras me pajeo pienso, joder, lo que me estaría divirtiendo yo con otro en lugar de estar aquí solo.

− Sí, eso es. Divertirse, tío. Divertirse y nada más. Es que manda huevos. Todo el mundo quiere follar y lo difícil que es hacerlo. −protestó con indignación.

− Es que nos creemos que vivimos muy liberados sexualmente y no es así en absoluto. Hay más tabú con el sexo del que nos creemos. Algún día quedar para follar será tan natural como quedar para tomar un café, pero queda mucho para eso. −Temí que mi reflexión le pareciera un poco ridícula a Dani pero me relajé cuando ví por el rabillo del ojo que asintió firmemente.

− Y en el mundo hetero mucho más. Vosotros lleváis un paso por delante en la liberación porque aunque sea por razones involuntarias, habéis tenido que aprender a sudar de la opinión de los demás. El mundo hetero todavía está en el siglo XX.

− Bueno, tampoco exageres. −Negué− Ni tanto ni tan calvo. No vas a poder ir preguntándolo libremente por ahí a todas las tías, como decía. Pero, ¡coño! Con un poco de esfuerzo te echas una buena follamiga y ya tienes todo lo que necesitas. ¡Que no es tan complicado como te piensas, macho!

− ¿Y entonces cómo es que no tienes tú un “follamigo” si tan fácil es? −Apuntó Dani, deteniéndose en la palabra follamigo, como si fuera la primera vez que la pronunciara en voz alta.

− Tuve algunos, pero se echaron parejas. −Respondí con la vista perdida en la carretera.

− ¿Y ahora buscas otro o qué?

− Sí, claro, pero llevo una temporada que no paro. −Me quejé apesadumbrado− Entre el trabajo y la puta carrera a distancia, que no sé para qué coño me metí teniendo trabajo ya. A ver si apruebo todo para quitarme los estudios de enmedio.

− Pues tío, estudiar caliente no es un buen negocio.

− Y lo peor es que no se que es mejor. Si me hago una paja antes de ponerme cuando me doy cuenta ya ha pasado todo el tiempo, si me la hago al final no pienso en otra cosa todo el rato...

− Por eso lo digo, ¡qué te crees, que no lo sé yo!

− Y así es difícil porque llega el finde y solo apetece descansar.

− Entonces tú también necesitas un buen follamigo, como tú lo llamas, para que te libere la tensión todos los días después del trabajo y poder así centrarte en los estudios sin distraerte más tiempo de la cuenta, macho.

− Ya, tío, ¡Nos ha jodido! Pero todos los días tampoco es realista. Sería imposible cuadrar horarios aunque el otro también quisiera. Con que fuera alguien para guarrear una vez a la semana yo ya sería un tío feliz. Incluso una vez al mes.

− Y yo también. Qué te crees. Y de hecho tampoco tiene por qué ser follar. Una buena mamada o que te hagan un pajote… ¡Joder! Para mí al menos sería un alivio tremendo. Me conformaría con eso.

− Descargar y pista. Eso molaría. −Le dije, y mientras pensaba en ello abrí ligeramente mis piernas para aprovechar al máximo el poco espacio que el asiento del coche me dejaba.

− Y lo de que sería imposible cuadrar horarios… Salvo que fuera un compañero del curro, −añadió Dani para mi sorpresa,− entonces sería posible todos los días.

− ¡Nos ha jodido! O si fuera el vecino. −Le dije.

− O yo.

− Jajajaja. −Reí alegrándome de que hubiera vuelto el Dani bromista de siempre.

− ¿Iba en serio lo de que aceptarías? −preguntó mirando al frente.

− …Muy en serio.

− ¿Vas en serio tú? −le pregunté con cuidado.

Por toda respuesta se bajó la cremallera del pantalón y se sacó el rabo del calzoncillo. Puse el intermitente y giré en la primera calle a la derecha. Apenas había una farola en toda la calle y un almacén abandonado. Aparqué rápidamente frente a una pared y me metí su polla en la boca.

− Eso es. Eso es. −Susurró−. ¿Tenías ganas eh? −Dedució por la intensidad con la que saboreaba cada milímetro de su miembro viril, sudado después de toda una jornada de trabajo.

Solté un sonido de asentimiento sin dejar de mamarle en ningún momento.

− Haberme dicho antes que lo estabas deseando. Vas a tener todo el rabo que quieras a partir de ahora.

Oír aquello me motivó aún más. Traté de meterme su polla aún más, intentando alcanzar con mi nariz los pelos de su escroto, pero era tan grande que no lo conseguía. Coloqué mi mano izquierda sobre sus huevos y se los masajeé despacito mientras seguía chupando, pasando mi lengua por todo su glande.

Dani estaba casi convulsionándose de placer. Se subió la camisa y con tenue la luz interior del coche vi sus abdominales peludos que tantas veces me había imaginado. Las babas me caían por la barba y le mojaban sus huevos, a los que yo no dejaba de acariciar con suavidad. Dani m

e cogió de la cabeza y me hizo una garganta profunda, haciendo que se me saltaran las lágrimas. Noté cómo se aceleraba su respiración y cómo su polla bombeando parecía incluso hacerse aún más grande hasta reventar con furia eyaculando su leche caliente directamente en mi garganta. Perdí la cuenta de sus disparos de lefa, pero tragué y le saqué hasta la última gota mientras me corría en mis calzoncillos con el sabor de su semen en mi boca.

− Joder, tío, eres un dios. −Dijo Dani con voz entrecortada entre jadeos.

Le dí con el puño un golpe de colegueo. No me esperaba que nuestra amistad fuera a dar nunca ese paso.