Del odio a la excitación solo hay un paso
Él era un hombre vacío, odiar a Mía era una pequeña dosis para llenarlo un poco, ¿pero qué sucederá cuando desee más que solo una pequeña dosis?
Expresarle a Mía cuanto la odiaba le llenaba de satisfacción, pero como el seudónimo que portaba, Hollow Knight, protagonista de uno de sus juegos favoritos, él se sentía vacío, así que recurría a esa pequeña dosis de gozo, hacerle imposible la estancia en el grupo de Facebook a Mía ayudaba un poco con ese vacío.
Mía se defendía a pesar de todo, hasta que llegaron al punto donde ningún integrante sabía de qué vaina venía el pleito de esos dos y tampoco les interesaba, al final, el chico terminó yéndose del grupo.
Pasados unos meses, todas las personas empezaron a realizar sus actividades con normalidad, la pandemia ya era cosa del pasado, Mía empezó a trabajar como guía turística en su país, le iba de maravilla.
Dentro de poco le tocaría alistar maletas, se iban a una parte selvática del país e iban a pasar unas dos semanas allí. Ella tuvo que adelantarse un par de días antes que su otro compañero de guía, debido a que tenían que tener todo organizado para que no haya inconvenientes.
Su amigo la llamó y le dijo que ya estaban allí y que él iba a dar a conocer la mitad de la ruta y ella continuaría la siguiente, así que ella esperó en una de las chozas que quedaban a mitad del recorrido.
Cuando llegaron, todos llevaban mascarillas, aunque la pandemia había terminado, el gobierno optó por usar las mascarillas un año más, así que no se podía distinguir los rostros, ella dio a conocer acerca de cada tipo de árbol, su historia, también tipos de animales, etc.
Muchos de los turistas se entretenían tomando fotos, hacían preguntas, otros hacían anotaciones, la tarde había llegado y Marco, el compañero de trabajo de Mía les dijo a todos que debían regresar al hotel un poco antes, ya que habría tormenta y si crecen los ríos, es difícil que todos alcancen en las pequeñas cabañas que había en ese lado del río.
Mía había venido dos días antes así que acordó con Marco que esa tarde descasaría en una de las cabañas, así que tomó la ruta opuesta, se sentía exhausta, había tenido que preparar la comida para los turistas, ayudar a tender camas, hizo mucho, ya que una de las encargadas no pudo ir a trabajar.
Estuvo sentada en la entrada de la cabaña, con sus ojos cerrados, pensaba en cosas aleatorias, hasta que una voz la sacó de ahí.
Hola, Mía. -dijo.
¿Se perdió? No se preocupe, le ayudaré a regres… -decía Mía, mientras se levantaba, pero no pudo terminar de hablar.
Te sigo odiando igual o más que cuando dejé ese grupo en Facebook –dijo, al escuchar eso Mía cayó en cuenta quién era, el coraje volvió y sus recuerdos también, lo odiaba, no supo cómo, pero en unos segundos la palma de la mano de ella decoró de rojo la mejilla del chico.
Había ido de vacaciones, se sorprendió al verla, la reconoció al instante y quiso molestarla un poco, pero ahora quería más que eso, quería verla pidiéndole perdón por lo que le acababa de hacer, sus mejillas quemaban, pero no por la bofetada, sino de ira, la vio girarse para cerrar la puerta, pero él fue mucho más rápido, molesta le pidió que se vaya, que a ella le daba igual si se perdía, se lo comía alguna bestia o se moría en medio de la selva, pero que no quería verlo más.
Sonrío y le dijo que está bien, que no lo iba a ver, tomó con fuerza sus manos y ató con el cinturón, ella asustada le preguntó que qué diablos hacía, no obtuvo respuesta, solo sintió cuando algo vendaba sus ojos.
Listo, ya no me puedes ver, ¿ves cuan complaciente soy? Cierto, no ves, pero… podrás sentir – le susurró.
Suéltame imbécil, te estás pasando y esto no es nada gracioso. -dijo, luego empezó a escuchar las gotas de la lluvia, la tormenta había empezado, pero eso era lo que menos le importaba ahora, tenía que librarse del estúpido que le dio por jugar a la gallinita ciega.
¿En serio? Pues yo la estoy pasando de maravilla.
Suéltame, ¡ya! maldito imbécil.
Me gusta devolver los favores el triple, o más de lo que recibí. – diciendo eso tomó a Mía de la cintura y la giró, poniéndola boca abaja sobre las piernas de él, bajó su pantalón, dejando expuestas las nalgas de la chica, aunque ella gritaba, se quejaba, lloraba, no la tomaba en cuenta, de hecho, la fuerte lluvia cubría como máscara aquellos quejidos.
Las acarició, luego de unos segundos le dio la primera nalgada, ella sintió que la atravesaba un rayo del dolor acompañado con sus gritos, le pedía que parara, pero luego sintió otra nalgada más, se sentía angustiada, aterrorizada, solo estaba limitada a sentir, no podía ver, ni defenderse, solo sentir y lamentarse, sentía nalgada tras nalgada, sentía como dolía, sentía cuánto quemaba, ardía.
Él, por su parte, estaba extasiado, ella nunca conoció su rostro, pero él si a ella, una gran ventaja.
Le encantó la idea de tenerla así, nunca la había deseado sexualmente, solo le emocionaba fastidiarla, molestarla y hasta odiarla, eso le llenaba, pero ahora que lo había hecho se sentía aún vacío, como un pozo sin fondo, pero a la vez deseoso, quería más de ella, su odio paso a una excitación increíble, acariciaba sus nalgas con devoción, le quitó por completo el pantalón, ella rogaba, suplicaba, incluso pedía perdón por cosas que ni había hecho, solo quería liberarse de él.
Él bajó sus bragas, fue cuando ella se sintió aterrorizada, solo lloraba, sabía lo que pasaría, trato de controlarse y respirar, tenía que soportar el dolor de ser penetrada por ese maldito, respiró, pero sintió algo completamente diferente al dolor.
La calidez y viscosidad en sus labios vaginales, respiraba, pero ya no para soportar el dolor, sino para tratar de mantener control sobre el placer que estaba sintiendo, nunca le habían hecho sexo oral, sentía un inmenso placer, pero a le vez odiaba que ése pacer sea dado por él, lo deseaba y odiaba a partes iguales.
Él lo notó, quería verla rendida ante él, no quería verla llorar, sino verla pedirle más, quería ser deseado por ella, así que se esmeró por darle placer.
Ella sentía que estaba a punto de correrse, pero él se detuvo, ella quería más, quería terminar, pero el maldito no continuaba, sintió sus manos quitarle la venda y ataduras, entre los sonidos de la lluvia, la opacidad que brindaba la tarde lo miró acercarse, besar su cuello, también le encantaba ahí, de alguna forma él había descubierto sus puntos débiles, ella no podía evitar sentirse extasiada, con ganas de más.
Pídeme que te haga terminar con mi boca, sé que lo deseas, pero pídelo. – dijo con seriedad. Si la tomaba a la fuerza se sentiría vacío, para llenar su alma carente y solitaria necesitaba que fuera ella quien lo deseara, se sintió indefenso, el miedo radicaba en las palabras que respondiese Mía, si se negaba, la dejaría ir, él pasó un límite imperdonable, no quería seguir rompiendo límites sin permiso.
Ella lo miró, al principio creyó que era por humillarla, pero su mirada era sincera, parecía que cada palabra era un ruego de él hacia ella, era así, él deseaba que fuese ella quien le pidiera placer, haría lo que le ordenase, el atado era él y no ella, su atadura era invisible, Mía entendió, era lista, comprendió todo.
Hazme terminar con tu boca. – dijo con su respiración agitada, él sonrió, una sonrisa sincera, en ese momento los dos dejaron de lado las máscaras, el odio, todo, se entregaron al placer, si a ella le gustaba algo él lo hacía con devoción, con cuidado, desde allí todo era al ritmo de Mía, desde ese momento solo existía para llenarla, se llenaban mutuamente, él con ella y ella con él.
Al fin dejó de sentirse vacío.