Del odio a la envidia 5 (Fin)
Cuando acabo el diario empieza una nueva vida para mi
Mi madre no dejaba de sorprenderme, podría creerme todo pero el que tuviera sexo con una mujer era algo que jamás lo hubiera pensado de ella. Lo más extraño es que leyendo, yo misma me había imaginado en las escenas y me resultaban excitante.
Al pasar la página, el diario estaba en blanco, fue una pequeña desilusión pues me lo estaba pasando bien, aunque realmente no tuve mucho tiempo para lamentarme ya que sonó el timbre del apartamento; coloqué rápidamente el diario en su sitio y me apresuré a abrir la puerta. Eché un ojo por la mirilla primero, no fuese a ser alguien inesperado, por suerte era mi novio, lo que me alegró especialmente. Abrí rápidamente dejándolo pasar y cerré la puerta, me miró con una sonrisa y le correspondí sin darme cuenta de que sonreía porque estaba con la camisa entreabierta y en ropa interior. Sin duda aquello le debió confirmar mi mensaje, antes de darle tiempo a asumirlo me abracé a él dándole un apasionado beso, que se transformó al instante en un tórrido morreo, él por su parte comenzó a pasar sus manos por mi espalda hasta mi trasero, al que apretó fuertemente. Yo correspondí llevando la mía a su paquete, estaba vigorosa, menos mal porque deseaba su polla más que nunca.
Cuando me cansé de tanto beso, lo agarré por un brazo y me lo llevé al salón, lógicamente no se resistió y me siguió como un perro llevado por la correa; al llegar a la altura del sofá, me giré y me dejé caer sobre él sin dejar de sonreír. Abrí mis piernas ansiosa, al instante captó el mensaje, se arrodilló delante y sin pensarlo separó mis braguitas dejando mi sexo al descubierto, con su bello púbico recortado y unos labios pequeños y deseables, nunca se cansaba de decirle lo mucho que le gustaba. Un placer intenso me recorrió de arriba abajo nada más sentir su lengua entre mis labios vaginales, era imposible no excitarse porque siempre sabía como comerme el coño, la movía de con mucho ritmo haciéndome gemir cada vez que pasaba por mi clítoris, mis trabajos manuales previos me pasaron factura y por desgracia no pude disfrutar mucho tiempo de su lengua porque en seguida llegué a un magnífico orgasmo, lo llevaba retrasando tanto tiempo que fue increíblemente intenso. Me incorporé resoplando todavía, pude ver sus labios mojados con mis abundantes flujos, me miró inmóvil esperando, lo besé apasionadamente mostrando mi gratitud por hacerlo de nuevo tan maravillosamente.
Ahora le tocada disfrutar a él, me levanté y lo empujé sobre el sofá, le desabroché los pantalones bajándoselos torpemente hasta los tobillos como si fuera primeriza. Por fin podía verla, estaba erecta, a decir verdad tenía una buena polla pero nunca había presumido nada entre mis amigas, no fuese a ser que a alguna le entrara ganas de probarla, sobretodo un par de ellas que era bastante zorras. Me lancé a chuparla por completo dejando un rastro de saliva a mi paso, me resultaba deliciosa, debido al tamaño no me era sencillo meterla dentro de mi boca, aún así me encantaba presionarla con mis labios y sentir como se deslizaba presionando mi lengua; sobretodo hoy que estaba muy caliente. Moví la cabeza de forma salvaje, escuchaba el sonido de sus gemidos que eran más fuertes de lo habitual, eso me llevó a tal estado de locura obsesiva que aumenté el ritmo cada vez más. Casi sin darme cuenta me había metido casi toda su verga, estaba disfrutando pero era el momento de sentirla en otra parte del cuerpo.
Éramos jóvenes por lo que era obligatorio para nosotros usar protección para evitar sorpresas posteriores, ya habría tiempo de hacerlo de otra forma. Se mantuvo sentado y después de ponérselo me coloqué sobre sus piernas, como si fuese a montar a caballo; aprovechó para llevar sus manos a mi camisa terminando de desabrochar los botones mientras yo situaba su glande en la entrada de mi vagina. Justo en el momento en que agarraba con fuerza mis pechos dejé lentamente caer la cintura un poco. Solté un pequeño grito, me era imposible no soltarlo cada vez que su capullo abría al máximo mi sexo como un ariete. Me apoyé en el respaldo inclinándome hacia delante dejando mis pechos a la altura de su boca, de inmediato comenzó a mordisquear los pezones con fuerza. El juego con mis pezones unido al leve balanceo hacía que estuviera cada vez más húmeda por dentro. Él por su parte, también se excitó más lamiendo mis tetas y escuchando mis suaves gemidos, lo sabía porque su miembro palpitaba dentro de mi. Poco a poco comenzó a mover su cintura haciendo sus penetraciones algo más profundas.
Mordía mis labios saboreando el placer cuando el ritmo se volvió frenético, me agarró por las caderas con fuerza e hizo un movimiento brusco hacía abajo, abrí mi boca soltando un grito por lo inesperado, mi vagina se dilató dejando paso a su miembro hasta el fondo de mi coño. Ahora era él el que con sus brazos marcaba el ritmo, no tardé en jadear como una loba en celo. Deseaba seguir presa del goce del momento, pero en su mente había otra idea, se detuvo y me sentó en el sofá. Volvió a penetrarme profundamente después de quitarme las bragas, en ese momento le rodeé la cintura con mis piernas aprisionándolo como un pulpo a su presa, entonces acompañé con mis movimientos bruscos los suyos. Nunca me había excitado tanto, mis flujos salían resbalando por mis nalgas con cada embestida, no pude aguantar pese a a intentarlo, grité fuertemente mientras mi cuerpo experimentaba un orgasmo inigualable que me elevó hasta el mayor éxtasis que había experimentado. Por su parte seguía golpeándome como un martillo sin piedad llevado por la locura, nunca lo había visto como ahora, quise decirle que parara, que no podía más pero solo me salían gritos de la boca. Finalmente quería correrse, aliviando mi sensible vagina, pude ver como se quitaba el preservativo con furia y me apuntaba a la cara, ya me había bañado en alguna ocasión y ahora tampoco me importaba; cerré los ojos y me preparé para recibir sus chorros de esperma.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando a la fuerza me metió el glande en la boca, nunca había hecho nada sin mi permiso, traté de retirar la cabeza pero fue imposible porque la sujetaba firmemente, empecé a notar su semen sobre la lengua mientras escuchaba sus fuertes gemidos, me sentí forzada y humillada, me vino a la mente la misma sensación que mi madre había escrito en el diario cuando estuvo con el juez, por extraño que pareciera también me resultó de lo más excitante. Cuando acabó, su esperma llenaba mi boca, me levanté y fui al baño corriendo, al regresar estaba en sofá exhausto, le reñí por lo que acababa de hacer sin mi consentimiento, aunque por dentro deseaba que lo repitiera en más ocasiones, después recogimos y nos fuimos.
Desde aquel día dejé de tener relación con mi padre y con mi madre, por supuesto cambió, volvimos a ser como antes. Siempre aproveché sus viajes para ir a su casa a seguir leyendo su diario, a veces sola y en otras ocasiones llamaba a mi novio, no sé que tenía el diario, pero aquellos siempre eran los mejores orgasmos. Las historias de mi madre nunca dejaron de darme envidia.