Del chat a la realidad

Conozco a un hombre en el chat y mi primera visita a su casa

Como tantas veces estaba aburrido en casa, solo, caliente, con ganas de jugar un poco. Mi mujer acababa de irse y yo me senté delante del ordenador.

Empecé a buscar porno, me gusta sobre todo ver cámaras web en tiempo real, puse unas y empecé a buscar algo que me pusiera a tono, encontré a dos trans que se estaban comiendo enteras y me empecé a tocar. No podía dejar de mirar aquellas pollas y me moría por comerlas una y otra vez. No era capaz de pensar en otra cosa, cada vez me tocaba mas y me imaginaba chupando igual que aquellas chicas…

Abrí una nueva pestaña en el navegador y busque el chat de chueca Galicia, me puse un Nick que dejara claro que buscaba discreción y tenía poca experiencia, CasadoCurioso, y entré en la sala.

Había poca gente, y poco movimiento pero decidí dejarlo abierto mientras buscaba fotos en otras salas…

De vez en cuando, alguien me abría privado, la mayoría directamente preguntaban cuánto me medía, a los cuales les cerraba inmediatamente; alguno empezaba con un tímido hola y tras un rato de “conversación” aburrida, nos despedíamos amablemente.

Hasta que apareciste tú, desde el primer momento parecías diferente, llevaste el ritmo de la conversación sin dejarme perder la atención y me pareciste diferente. Hablamos de muchas cosas, de todo un poco pero también, como no, de lo que buscábamos. Teníamos los mismos gustos, tú eras mayor que yo, 56 años, yo tenía 45. Divorciado y con bastante experiencia; muy peludo. Vivías en Santiago, a una hora de mí y me dijiste que te encantaban los besos, empezar con calma, sentir a la otra persona. Entendí que no quería perderte al salir del chat, y te pedí si podíamos seguir en contacto por Skype. Ni siquiera respondiste, me mandaste tu dirección y te agregué al instante.

Tan solo un hola y ya respondiste y, en ese momento, supe que iba a pensar en ti constantemente. Ya tenía que salir, se nos había ido la mañana entera y había que volver a la realidad. Nos despedimos y quedamos en volver a hablar al día siguiente.

Hablamos durante semanas, planificamos una y otra vez como conocernos, pero no había forma de encontrar un hueco en el que conocernos…

Pero finalmente encontré un sábado en el que mi mujer trabajaba por la tarde y yo no, era el momento de poder dar rienda suelta a nuestras fantasías.

Le contacté por Skype y quedamos en el parking del centro comercial que habíamos mencionado muchas veces. Quedaban tres días pero mis nervios ya habían hecho acto de presencia, me tranquilizó y seguimos hablando esos días de qué hacer y cómo iba a ser el primer beso. De empezar despacio, de qué pasaba si no nos gustábamos… parecíamos dos adolescentes ante su primer novio y nos reíamos al darnos cuenta.

Llegó por fin el sábado, y salí camino de Santiago, estaba nerviosísimo, pero el deseo lo vencía todo. Me puse un tanga rojo como te había prometido y me subí al coche.

Sobre una hora más tarde, llegue al parking. Me conecté a Skype y te pregunté dónde estabas, me diste las indicaciones, bajé del coche y me dirigí hacia ti. Allí estabas, esperando y mis nervios subían cada vez más al acercarme.

-          Hola

-          Hola – respondí lleno de nervios.

-          Qué hacemos? Tomamos un café?

-          Sí, pero en tu casa – respondí.

Y nos fuimos hacia su casa, hablando como dos amigos que hace tiempo que no se ven, nerviosos como dos adolescentes ante su primera vez. Llegamos al portal y la espera del ascensor se hizo eterna, mientras subíamos noté tu mano tocar mi culo, te miré, me sonreíste y la parada del ascensor rompió nuestra escena.

Al abrir la puerta, te echaste a un lado para que yo entrase antes y mientras miraba la entrada oí cerrarse la puerta a mi espalda. Me giré, me acerqué a ti y mirándote a los ojos te dije:

-          Y ahora qué?

Aún no había terminado la pregunta cuando tus labios se unieron a los míos en nuestro primer beso…

-          Esto es en lo que habíamos quedado, no? – me dijiste.

Y volviste a besarme, esta vez durante más tiempo. Yo seguía nerviosísimo pero poco a poco fui respondiendo a tu beso, y nuestras lenguas empezaron a jugar sin saber bien en que boca estaban… Nuestras manos empezaron a recorrer al otro, y noté tu erección en mi entrepierna. Me aparté y te dije:

-          No te apetece un pitillo?

Sonreías…

-          Claro – y agarrando mi mano fuimos hacia la habitación de fumar de la que tantas veces me habías hablado.

Vi tu sillón. Ese en el que me contabas que solías sentarte, encender un pitillo y pensar en mí y en el día en el que por fin nos conociésemos. Pero ese día había llegado…

Te pedí que te sentaras, que encendieses un cigarro y me separé de ti. Me fui hacia el otro lado de la sala y empecé a desabrocharme muy despacio la camisa, cuando estaba suelta me di la vuelta y dejé caer mi pantalón

-          Ummmmm – dijiste al ver mi culo en tanga – veo que cumples tus promesas.

Me quité por completo los pantalones y me giré.

-          Me gusta como te marca el tanga, ven – me dijiste mientras me acercaba y tu boca golosa empezó a recorrer mi polla sobre el tanga mientras tus manos apretaban mi culo una y otra vez.

-          Te gusta? – te pregunté mientras me separaba de nuevo.

-          Mucho – respondiste mientras veías como me arrodillaba delante de ti.

Abri tus piernas y solé el botón de tu pantalón, agarré tu polla aún dentro del calzoncillo y te miré con una sonrisa. Tú seguías fumando y acerqué mi boca a tu polla y la recorrí sobre el calzoncillo, la metí en la boca y noté como una marca aparecía en la tela, no podía más, la quería toda y te bajé el calzoncillo y los pantalones. Te levantaste un poco para facilitar que salieran y volví a por mi premio.

Agarré tu polla muy firme y empecé a pajearte, gemías, me decías lo mucho que te gustaba, lo bien que lo hacía y yo, intentaba repetir lo visto tantas veces en vídeos; saqué mi lengua y recorrí tu polla con ella, al llegar a la punta me vovlió loco aquel olor y el sabor a precum. No pude parar, me la metí en la boca y empecé a subir y bajar, me agarrabas el pelo, acariciabas mi cabeza mientras yo disfrutaba del sabor de tu polla, del morbo de saber que me estaba comiendo una polla y haciendo disfrutar a un hombre como la putita que me sentía. Seguí así un rato y me avisaste que no podías aguantar más, que parara un poco. Subí despacio por tu vientre, tu pecho hasta llegar a tus labios que volví a saborear. Me acerqué a tu oreja, te di un pequeño mordisco y te susurré muy bajito:

-          La quiero toda para mí

Repetí el camino con mis labios pero esta vez descendiendo por tu pecho y volví a tu polla que seguía roja y llena de precum. La saboreé despacio y volví a recorrerla con mi lengua. Empecé a alternar el recorrerla con mis labios, con tragármela hasta donde podía, pero tener un polla en mi boca me volvió loco y cada vez la dejaba más tiempo dentro. Después de un rato me avisaste de nuevo:

-          Me voy a correr.

No te hice caso y seguí haciendo eso que tanto me gustaba hasta notar el primer trayazo en mi garganta, no paré, lo quería todo y a ese trayazo le siguieron varios más. Yo seguí a lo mío, notaba tu leche salir por las comisuras de mis labios pero no paré hasta que me apartaste. Subí a tus labios y te besé con tus restos aún en tu boca.

Tras unos besos, te miré y te dije:

-          Y el café que me habías prometido? – nos reímos, nos abrazamos y nos besamos de nuevo.

-          Ven – me dijiste y fuimos hacia la cocina.

-          Voy a vestirme – dije mientras volvía a por la ropa.

-          Noooo – gritaste – Aún no hemos acabado y me pone mucho verte en tanga – me diste una palmada en el culo y volviste a agarrarlo como al principio.

Me acercaste a ti, me besaste y apoyaste contra la puerta. Empezaste a besar mi cuello, mi pecho, te recreaste en los pezones y seguiste bajando. Apartaste el tanga y empezaste a comerme la polla, yo estaba a mil. Agarraste mi culo y separaste mis nalgas, sin dejar de comerme la polla empezaste a jugar con un dedo en mi culo, me volviste loco, notaba que me iba a correr, te avisé y tú tampoco paraste. Subiste a besarme lleno de leche, adoro ese sabor, adoro tu lengua, te adoro.

Los dos necesitábamos descanso y nos sentamos a tomar el café, charlamos como buenos amigos, nos tocábamos como adolescentes, un beso de vez en cuando nos hacía ver que no éramos propiamente amigos y así estuvimos un rato hasta que decidimos que podíamos volver a sentirnos… Pero esa es otra historia.

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