Del chat a la cama
Como hombre casado, me es complicado encontrar mujeres para irse a la cama conmigo, pero desarrollé un método y así logré ligarme a varias hermosas minas que aceptaron acostarse conmigo.
Sentado en medio de ese apartamento alquilado, sobre un cómodo sofá, con las piernas abiertas, yo mismo no podía creer en lo que estaba pasando.
Arrodillada frente a mí, estaba Cecilia, una atractiva abogada a la que había conocido por el chat. Ella me estaba haciendo una mamada de campeonato. Su cabeza subía y bajaba mientras su boca tenía atrapada mi verga. De vez en cuando ella me dirigía una mirada lasciva mientras se dedicaba concienzudamente a su labor.
Lo mejor de todo, es que la había conocido una semana atrás. Antes de eso nunca había cruzado palabra, y en ese momento la tenía completamente dedicada a proporcionarme un placer que yo pocas veces había experimentado.
Pero debo empezar por el principio. Mucho antes de siquiera empezar a usar el chat como el medio de ligue más eficiente.
Yo me casé joven, con mi novia de la secundaria. Giselle es una buena mujer, de buen culo y tetas atractivas. Es alta y con un sentido de la moda muy agudo. Pero en la cama es fría, en realidad es un completo desastre. Quizás la culpa es mía pues no insistí en que me haga sexo oral. De la cola ni hablar. Todos mis intentos de desflorarle el ano, han acabado en un completo fracaso. Hasta le hice un beso negro un par de veces que ella disfrutó, pero no pasamos a mayores.
Como iba diciendo, me casé muy joven. Ella se embarazó y nuestros padres hicieron cuestión de estado. La boda fue apresurada para que no se note su embarazo. Nuestras familias nos ayudaron para adquirir una pequeña casita. Tuve que dejar de estudiar para empezar a trabajar en dos trabajos de medio tiempo.
A los dos años de nacido nuestro primer hijo, ella quedó embarazada nuevamente. Con dos chamacos a cuestas, la situación se puso color de hormiga. Nuevamente nuestras familias nos ayudaron y las abuelas se turnaban para cuidar a los nietos. Así ella pudo empezar a trabajar.
Poco a poco logramos una posición económica holgada. Nos compramos un auto y empezamos a disfrutar de unas vacaciones familiares.
Sin embargo, en todos esos años, nuestra vida sexual pasó de rutinaria a simplemente inexistente. Para Giselle le bastaba un polvo rápido un fin de semana cada mes o cada dos meses. Mientras yo quería sexo a cada rato. Obviamente que no éramos compatibles.
El divorcio no estaba dentro de mis planes. Tuve que recurrir a la masturbación y a visitar a prostitutas con las cuales tenía sexo apresurado y sin emociones. Pronto dejé de visitar los prostíbulos pues me parecían de lo más aburridos.
En el trabajo empecé a salir con Nilda, una ingeniera bajita y con cara de mamona. Con ella tuve un tórrido romance que duró dos años. Empezamos a tener encuentros apasionados y sin compromiso. Pero luego el fuego se fue apagando y ella empezó a pedirme que me divorcié. La cosa se complicó y tuve que cortar con ella.
Solo nuevamente, tuve que regresar a la masturbación y a visitar esporádicamente a una que otra prostituta con la cual tenía sexo sin el menor entusiasmo.
Así que navegando una noche por internet empecé a entrar a chats de cibersexo. La mayoría eran varones y travestis buscando sexo rápido. Yo simplemente pasaba horas ahí tratando de conocer mujeres, que eran de lo más escasas.
Fue entonces que desarrollé un método que me fue dando resultados poco a poco. Al principio no era gran cosa, pero finalmente logré afinarlo y obtuve rotundos resultados. Claro que no me tomó un mes ni dos. Fueron muchos meses de ensayo error que dieron sus frutos de manera extraordinaria. Como muchos saben, la realidad suele superar a la ficción.
Cecilia era una muestra del éxito de mi método. Ella no era la primera ni la última con la cual tenía sexo sin compromiso. La había conocido en una de las entradas a ese chat. La encontré en el momento preciso y coincidimos en nuestras necesidades. Ella tenía años con un novio que ya había pedido su mano, pero no ponía fecha de boda. El sexo se había enfriado y ella no se decidía a romper el compromiso por el qué dirán. Las familias de ambos eran de clase alta y el escándalo estaba asegurado si es que terminaban.
Así que ella entraba de vez en cuando a esos chats para conocer algún degenerado que la calentase y la hiciese masturbarse mientras lo leía. Nunca había pasado más allá. Yo fui el primero en gozar de ese escultural cuerpo totalmente dispuesto a gozar de sexo apasionado sin mayor interés detrás.
Claro que no todas las mujeres con las que acabé en la cama eran tan hermosas como ella. Pero con todas tuve sexo solo por el placer de tenerlo.
Así que iré relatando mis aventuras y a los interesados, proporcionarles desinteresadamente mi método, para que lo validen y lo utilicen en sus prácticas sexuales.
Yo también me la pasaba masturbándome viendo videos porno en internet, pero decidí pasar a la acción y los resultados fueron más que promisorios.