Déjate llevar

Una amistad llena de bromas, de dobles sentidos y de tensión sexual. El Entrenador, un amigo, me hizo experimentar varias cosas tras un pequeño accidente.

Sonó el despertador a las 7:15. No sé en que manual de iniciados al Boxeo ponía que había que pegarse un puto madrugón para correr antes. Quería ponerme en forma, pero no ir hecha una zombi. Sin embargo mi nuevo entrenador personal, un amigo que conocía hace unos meses, me lo había dejado muy claro. "A las 7 y media te espero en la puerta."

Mi entrenador personal... que bien sonaba joder. Recordar como le quedaba la ropa de deporte hizo que de repente madrugar fuese una maravilla, por que iba a verle en unos minutos. Seamos sinceras, que sí, que iba por que quería empezar a cuidarme y estar mejor fisicamente, pero eso no quita el extra de llevar un caramelo delante. Y así corría yo. Como si fuese una niña pequeña corriendo detrás de una piruleta de cereza.

Bueno, al lío. Me levante de la cama como pude mirando con cara de pena a la perra... pena por que yo no podía dormir como ella. Fui al baño y me aseé, me lavé los dientes, me peiné y volví a mi habitación donde me enfundé las mallas, el top deportivo y las zapatillas de deporte. Comprobé que tenía el móvil cargado de batería, a veces poníamos música, y salí de mi casa con pocas ganas.

Pero ahí estaba él... 1,80 de altura, cuerpo atlético, muy músculoso que me hizo preguntarme cuanto pesaría, ni un gramo de grasa y todo puro músculo, el pelito revuelto, esa sonrisa que me hacía entrar en calor y alegraba mis madrugones suicidas y su ropa. ¿Pero por qué le quedaba tan jodidamente bien esa ropa? Ay señor, que calor para ser las 7 y pico y estar tan ligera de ropa.

Me dio un beso en la cara y su perfume me llegó hasta el fondo de mi alma. Olía tan bien que me dolía, me mareaba, quería perderme en el sueño otra vez impregnada de ese olor. Me sacó de mis pensamientos con un cachete en la espalda, diciendo un "vamos" muy alegre y activo. ¿Qué toma este tío para tener esa energía? Si estoy medio dormida aún.

Pero no tardé mucho en despertarme del todo. Bastó con quedarme un poco tras él para ver como se movía y los músculos de su cuerpo se tensaban con cada movimiento que hacía. Giró la cabeza y paró.

-A ver, ¿muy temprano aún? - Dijo sonriendo mientras me cogía del brazo. - Tenemos que calentar un poco antes de empezar seriamente, ya lo sabes, así que venga.

  • Frío – Sólo dije eso. Claro es que teniendo su mano tocándome y viendo como las venas de su brazo estaban a la vista dejando claro su forma física pues no me ayudaba mucho, y menos a estas horas y sin nada en el cuerpo, me iba a dar un algo muy chungo un día de estos. - Es que hace frío, ¿tú no tienes?
  • No – Negó y tiró de mi. - Venga, quiero ver como mueves el culo, que si no te me acomodas detrás y no te mueves.

Me sentía observada, lo cual no me ayudaba NADA. Ya de por si llevaba unos días muy tonta con él. Con él, con su olor, con su pelo, con su sonrisa, con su espalda que se tensaba al correr, sus brazos que se marcaban cuando cogía algo de peso, su....BASTA. Correr, hay que correr para poder empezar con el boxeo. El boxeo requiere prepararación, entrenamiento. Así me lo dijo él muy serio cuando le dije que queria ponerme más fuerte y aprender a defenderme de malos. Céntrate salida.

Después de unos minutos corriendo sentía que el corazón se me iba a salir por la boca y no era amor, era asfíxia. Si corría un poco más iba a caer redonda al suelo. Así que me paré con las manos apoyadas en mis rodillas cogiendo aire.

-Pero bueno, ¿Ya está? - Dijo sin dejar de moverse a mi lado. - Pensaba que tendrías más aguante.

-Lo tengo, pero en otros ámbitos. - dije ironicamente. - Es que llevo mucho sin correr y estos días íbamos mas despacio.

-Es que si siempre vamos lentos no te acostumbrarás nunca. Y esto es el calentamiento de la clase, en el gimnasio son más duros ya lo sabes.

  • Ya lo sé, pero...¿Cómo tienes tanta enregía? No eres de este puto mundo. Apenas son las 8.

-Costumbre supongo. Vamos.

Volví a iniciarme y cogí un poco de ritmo. Ya si. Ahora si iba yo en mi salsa corriendo y disfrutando del paisaje, que no era el parque por el que corríamos, sino su cuerpo, por que ahora él iba delante. Así es un incentivo para correr, claro que si, así soy capaz de llegar a China corriendo.

Tan atenta estaba yo del monumento que se movía al ritmo de piernas delante mía que yo gilipollas de mi pille una piedra, me tropecé y me doblé el tobillo cayéndome contra todo el suelo de cara. Genial, esto iba a ser un incentivo precioso.

-¿Estás bien? - Vino hacía a mi en cuanto me quejé. - A ver.

-Me he tropezado. - Dije secamente muerta de verguenza. Dios mio que manos, si es que casi no pienso en el dolor mientras me toca. Ay... que bien huele. - Me duele.

-Tendrás una fractura. - Metió sus brazos bajo mis piernas y me cogió, al más puro estilo oficial y caballero. Estaba ya pensando como romperme algo el próximo día. - No hagas esfuerzos te llevaré al banco.

Madre mia que cuello, ahora verlo más de cerca, tan marcado tan... varonil. Me iba a morir. Debería estar rabiando del dolor, no pensando con los bajos, pero es que esto merecía eso y más. Me sentó en un banco del parque, esperando ver si se me pasaba, pero eso no tenía pinta de pasarse. Así que terminé en urgencias donde me dijeron que tenía un esguince de tobillo y que tenía que estar en reposo.

Tres días corriendo, tres días entrenando en un gimnasio con gente que parecía que me veía como si fuese un extraterrestre y el cuarto acabo en urgencias. Pues si que tenía esto buena pinta, nótese la ironía. Se empeñó en llevarme a mi casa, y meterme en la cama. Le dije que no que estaría bien, pero como vivía sola no me dejó, me dijo que necesitaría ayuda.

Cuando llegamos todavía estaba en peligro de volver a caerme por las muletas. No estaba mi casa lejos del hospital, así que fuimos a pie y yo a la pata coja con él a mi lado soltando bromas que, en otro momento, me habrían molestado, sin embargo me hizo reír.

Me las quitó de las manos y me volvió a coger en brazos para subir las escaleras hasta mi piso, por que ese día el ascensor también decidió averiarse. Todo parecía estar en mi contra ese día. Todo menos él. Quizás lo único bueno que sacaba de todo esto era que tenía más contacto con él del habitual y que estaba tan pendiente de mi que me lo quería comer... entero.

Me dejó en mi cama deshecha, y me acordé de mi madre. "Siempre tienes que hacer la cama por si acaso pasa algo", pero es que claro, ¿quién iba a pensar que me iba a acompañar un maromo a casa?, nadie. El caso es que pareció darle igual, me dejó allí y fue en busca de una botella de agua y me la dejó en la mesita, me acomodó en la cama y se me quedó mirando.

  • ¿Qué? - dije sin entender por qué me miraba así.
  • ¿Tendrás que cambiarte, no? - Claro, contigo aquí y ya me muero de verguenza hoy. - Puedo ayudarte a sentarte y me salgo.
  • Vale. - Dije roja como un tomate. - Abre el segundo cajón de esa cómoda y dame una camiseta de minnie que hay ahí.
  • ¿Minnie? - Se aguantó la risa.
  • Me gusta minnie, ¿qué pasa? Tu...dámela. Es como un vestido.

Se levantó y fue a coger lo que le pedí, me lo trajo y se salió de la habitación cuando me sentó en la cama.

Me costó un poco quitarme los pantalones pero no iba a pedirle ayuda para eso. Y cuando por fin me puse la camiseta que me llegaba hasta los muslos a forma de vestido le grité que podía pasar.

-Ohh que monada. - dijo riéndose de mi. - ¿Ya está bien la nena?

-No. Quiero matarte. - A polvos, pensé.- Gracias por acompañarme.

Se puso a mi lado y se quedó mirándome fijamente. Por un momento el corazón me latía muy deprisa,y creía que en cualquier momento me iba a desmayar.

-Oye... - Tragué saliva.

-¿Qué?

-Ya hay que ser torpe para hacerse una fractura con una piedra.

Quise estrangularlo. Pegarle un mordisco y quitarle esa sonrisa que tiene. Le di un manotazo y él me lo devolvió tirándome en la cama. Cayó sobre mi y nuestros pechos se pegaron tanto que casi sentíamos el uno el latir del otro.

La respiración se agitó, de ambos, y sin saber cómo sus labios estaban rozando los míos. Me quedé estática, sin saber como reaccionar, y con un nudo en el estómago que no supe como calificar. ¿Miedo? ¿deseo? ¿nervios?. Durante unos segundos de intenso roce sentí sus labios sobre los míos. Cálidos, suaves, apetecibles... pero no pude responder a eso.

Se dio cuenta y se apartó, haciendo una mueca humorística con la que salía de cualquier situación, lo cual me facilitó las cosas a mi. Pero estaba bloqueada y él lo sabía. Le gasté varias bromas para comprobar que nada había cambiado y así fue. Antes de irse de mi habitación se acercó a mi cama. Había estado toda la mañana conmigo, ¡incluso me trajo de comer!.

No sé aún por que pero le cogí de la parte superior central de la camiseta y le acerqué a mi boca, besándole por sorpresa, lo que él me correspondió ¡y de buena gana!.

No se cuanto estuvimos así, besándonos como posesos en celo, pero cuando se apartó me entró la risa, y eso se lo contagié también a él. Tras la risa sin sentido se marchó, dejándome la cabeza hecha un puto lío y sin saber como continuar aquello.

Hablé con Tatiana, mi amiga y ella, como siempre, me dijo lo que sabía ya. Que me lanzara a por él como si fuese una loba. Si fuese por ella el primer día ya me tendría que haber bajado las bragas y entregárselas como ofrenda, que lo hubiera hecho pero no era plan. Pero claro, alguien que se pasa el día más salida que el palo un churrero qué me iba a decir... aunque en el fondo pensaba lo que decía, no os creáis, se preocupaba por mi y sólo buscaba mi bienestar, el cual por cierto descubrí que empezaba con él.

Estaba más aburrida que una ostra, sin poder moverme y sin salir de esa cama, así que como pude fui por un libro y me entretuve un rato leyendo. Después cambié a la tele pero no había nada interesante y acabé quedándome frita a la hora de la siesta. Me despertó el móvil, y antes de mirar ya imaginaba quien era, o mi amiga o él. Me alegró saber que era él y no la pesada de mi adorada amiga para decirme si me lo había tirado ya. ¡Que presión por dios! Y que razón llevaba la jodía. Porque sí, en el fondo ella Tatiana tenía razón y estaba deseando acostarme con él, pero algo no me dejaba. Y ahora mi pie tampoco colaboraba.

  • ¿Como te encuentras, coja?
  • Mejor. - Pensando en ti, capullo. - Creo que mañana tendrás que seguir sin mi.
  • Lo superaré. - Puso voz dramática. - Aunque no te librarás de mi.
  • No puedo ir contigo. - Mi voz interior y Tatiana, en mi mente, resonaba con las palabras "que vaya a casa" susurradas como si fuese una película en la que el demonio está en tu oreja.
  • ¿Y no me vas a invitar a tu casa? Que rápido te desprendes de tu entrenador. - Fingió sentirse dolido.
  • Sabes que puedes venir cuando quieras. - y quedarte toda la vida si quieres. En mi cama para más señas.

No pude dejar de pensar en él, y no por que desde que colgué me tirara hasta la noche hablando por mensajes, no, sino que no podía quitármelo de la cabeza ni mientras cenaba, lo cual casi me hace matarme por el camino. Y el olor... por que cojones tendría ese olor en mi cuerpo. Olía a él, y tan bien... que quise meterme en una bolsa hermética para conservarlo para siempre.

Me costó horrores dormir. El dolor del pie era lo de menos, es que no paraba de pensar en ese beso. Por que no era un beso, era EL BESO, como me había dicho Tatiana por la noche cuando hablamos. Era la señal que esperaba.

Me tomé lo que me mandaron en el hospital para el dolor y eso me dejó inerte. Muerta. Drogada totalmente. Así que cuando me desperté lo hice por que el timbre de mi puerta estaba sonando y yo aún estaba despegando un ojo. Grité que quién era desde la cama y me iba a dar algo cuando lo oí a él. ¿Pero qué hora es? Miré el móvil y vi que eran las 9:30. Me hablaba a través de la puerta diciéndome que no hiciera esfuerzo y fuera con cuidado. Me sorprendió notarme mucho mejor.

Cuando abrí la puerta se me quedó mirando, aguantándose la risa.

  • ¿Qué? - dije sin saber de que se estaba partiendo. - ¿Qué pasa?
  • Tu pelo. ¿Te has peleado con alguien esta noche?

Me miré en el espejo de la entrada y me quería morir. Estaba completamente bufada y su risa se me contagió. Le invité a pasar y se sentó en el sofá. Traía un paquete de la pastelería que dejó en la mesa.

  • Supuse que no habías desayunado. - Destapó el paquete. - Y como ahora estás malita habrá que mimarte.
  • Oh dios... - dije cuando vi los bollitos de crema y chocolate. - ¿Para esto estoy yendo a correr?
  • No. estás yendo a correr para estar conmigo. - Mierda, me había calado parte del motivo. - Es broma, pero por una vez...

Eso creía él, que era broma. Me metí uno de los bollos de chocolate en la boca y casi gemí del gusto, todo esto bajo la atenta mirada de él que parecía disfrutar mirándome. Cuando acabé no me quitaba los ojos de encima. Y pareció que entendió mi cara de interrogación, por que me dijo un "nada, es que eres guapa hasta así". ¿Así cómo? Pensé. Pasó su dedo por mi boca, llevándose el chocolate que me había limpiado de los labios y se chupó el dedo. Algo que me puso tensa, muy tensa, dejándome totalmente descolocada.

Me ayudó a levantarme y me llevó a la cama, pese a mis esfuerzos por no acostarme, por que tampoco tenía dos piernas menos, sólo era un esguince. Pero nada, acabé en la cama y una cosa llevó a la otra y cuando menos me lo esperé sentí su mano por mi muslo, subir bajo mi super camiseta de minnie.

El pulso se me aceleró, la respiración me salía a destiempo y sentía un nudo en la garganta que me hacía palpitar cada rincón de mi cuerpo, rincones muy muy íntimos y escondidos. Su olor me embriagaba, me estaba llegádo al fondo de los pulmones y por momentos sentía que o le olía o me asfixiaba. Me quedé quieta, viendo como llevaba él el momento, recordando los consejos de Tatiana. "Déjate llevar". Y me dejé. Me tumbó y se puso a mi lado, mirándome, y acercándose cada vez más hasta que sus labios rozaron mi cuello y un escalofrío me recorrío todo mi ser.

Su mano ascendía desde mi muslo hasta la cintura, y de ahí a mi culo, metiéndose por la braguita y acariciándome los cachetes. Di un respingo, y me siseó que me calmara. Asentí, sin poder dejar de besarle, buscando su boca, su lengua, sus labios... Seguía subiendo su mano hasta llegar a mi pecho donde me agarró uno y con un dedo me rozaba el pezón, poniéndolo más dudo aún. La camiseta me sobraba y me la sacó despacio y con cuidado dejándome sólo con las braguitas debajo de él.

Él seguía vestido, y muy muy guapo con su ropa de deporte. Se quitó las zapatillas con los pies, y se puso de rodillas encima de mi para quitarse la camiseta, momento que yo aproveché para meter las manos bajo ella y acariciarle el pecho, subiendo conforme lo hacía la tela. Suspiré cuando note su torso duro, fuerte, suave.

Mis ojos se desviaron hasta su cintura, más abajo, hasta centrarse en su erección que se notaba a través del pantalón.

La cara me ardía, estaba nerviosa, excitada y no sabía si esconderme o decirle que hiciera conmigo lo que quisiera. Pero no hizo falta, él habló por mi. "Shhh, yo voy a cuidarte princesa" y sonó tan bien que me lo quise creer, al menos en ese momento.

Entrelazó sus manos con las mias, mientras estaba sobre mi y no dejó de besarme, despacio, saboreando mi boca, pegando su pecho al mio, ambos desnudos, y notando su erección en mi vientre.

Me solté de él y agarré su cara moviendo mis manos hasta su pelo, metiendo los dedos entre sus mechones y agarrando su cintura con una de mis piernas. La otra no la podía mover, maldita.

Sus manos recorrían mi cuerpo, agarraban mis pechos de una manera que creía morirme de deseo, una de sus manos me soltó y siguió bajando, hasta llegar a mis braguitas e introduciendo su mano en el interior de ella. Apreté los muslos por inercia, nerviosa, pero cuando noté sus caricias tan delicadas me relajé y me dejé llevar.

Su boca abandonó la mía, dejando un camino de besos conforme bajaba. Mi cuello nuevamente acogía sus labios, para poco después, dejarlos marchar por mi pecho, deteniéndose en mis pezones duros que se estremecian bajo la humedad de su lengua. Un calor intenso me invadía entre los muslos, su mano no dejaba de acariciarme y su boca no dejaba de bajar.

Agarró las braguitas con sus manos y levanté las caderas para facilitarle el trabajo. Me desprendió de ellas y ahora estaba totalmente desnuda frente a él. Me sentía indefensa, nerviosa y muy muy expuesta. Siguió con su boca por mi cintura hasta llegar a la parte más íntima de mi. Me miró con dudas pero, no supe que hacer y simplemente me dejé llevar presa de la situación, los sentmientos y el deseo.

Gemí cuando su lengua se coló en la zona más sensible, me arqueé cuando con ella subía y bajaba por mi sexo y sus manos agarraban las mías contra la cama, evitando que pudiera tocarle. Hundía su cara entre mis muslos y la visión desde mi perspectiva era tan excitante que sentía que iba a morir de placer ahí mismo. Me miraba mientras exploraba con su boca mi sexo y por un momento abandonó una de mis manos para llevar la suya hasta mi entrada. Primero un dedo, despacio, abriéndome para él, poco a poco iba metiéndose en mi y adueñándose de cada centímetro de mi cuerpo.

La sensación no podía ser más erótica y placentera, cerré los ojos y me mordí el labio mientras me movía bajo él con mis caderas lo poco que podía. No pude aguantar mucho más esta tortura placentera y simplementeme me corrí mientras él ejercía presión con su boca en mi sexo. Agitada y sofocada respiraba con dificultad. Se incorporó y me miró, quitándose los pantalones que aún llevaba, comprobando que debajo de ellos no llevaba nada.

Se posicionó entre mis piernas y se colocó en mi entrada. Poco a poco entró en mi, llenándome por completo y haciéndome sentir plena. Agarró mis muñecas a la altura de mi cabeza y poco a poco iba entrelazando los dedos con los míos, mientras me besaba de una forma como si quisiera trasmitirme algo a traves de nuestras bocas, ¿un sentimiento? A día de hoy no lo sé, pero fue la mejor sensación que había sentido nunca.

Sus embestidas, tan delicadas como placenteras y sensuales me estaban llevando al séptimo cielo. Perdí la noción del tiempo, me olvidé de mis miedos, mis temores y de todo, sólo existíamos él y yo. Nuestra respiración, nuestros cuerpos, nuestras ganas. Noté como se aceleraba su respiración contra mi boca, como jadeaba mientras entraba y salía de mi, y como sus músculos y su cuello se tensaban para lo que iba a venir. Iba a aquitarse, pero algo me hizo apretarle entre mis piernas, suplicando con mis ojos que no se moviera nunca de ahí. Y así, entre embestidas sentí como se corría dentro de mi y como nuestros gemidos se entrelazaban con nuestras lenguas.

Cuando se apartó y se puso a mi lado me abrazó desde atrás y así, en esa posición, me quedé dormida y no se ni cuanto tiempo, sólo se que las palabras de Tatiana resonaban en mi cabeza como una canción pegadiza "déjate llevar".

Fin.