Dejándome hacer

Son cosas que no se preparan, surgen de pronto, y sin sentir nunca atracción por otros hombres, te ves gozando de las caricias y el sexo con alguien desconocido.

DEJANDOME HACER

Me encontraba solo y aburrido en la habitación del hotel, en uno de tantos viajes que me tocaba hacer, con toda la tarde libre sin saber adónde ir.

En estos casos, me gustaba ir al spa, si el establecimiento disponía, para hacer tiempo y relajarme antes de la hora de la cena, y eso hice en esta ocasión.

El vestuario de hombres era mas bien chico, dos hileras de taquillas pegadas a la pared y un banco entre ambas, para poder cambiarse mejor. Estaba vacío, imagino que a esa hora media de la tarde la gente estaba aun en sus ocupaciones, con poco tiempo para perder.

Me estaba descalzando cuando entro otro hombre, mas o menos de mi edad, saludando y sentándose al principio de la bancada. Me fui quitando la ropa tranquilamente, nunca he tenido problema en mostrarme desnudo, incluso mas bien, soy un poco exhibicionista, y me gustaba que me mirasen.

Desnudo completamente, me di cuenta de que mi compañero me miraba, no descaradamente, pero si con la vista casi fija, como de reojo, mientras se cambiaba lentamente. Tarde un poco mas de lo habitual en ponerme el slip, y con la toalla en la mano, salí hacia las piscinas.

Bueno, no tardo en seguirme, y casi acompañarme según iba recorriendo las instalaciones, raro era que no coincidiéramos en el spa o la piscina caliente, y así paso el tiempo que yo me daba para poder regresar a la habitación, y cambiarme para la cena.

El vestuario seguía tranquilo, totalmente vacío, y me pude duchar tranquilamente, sin prisa en un amplio espacio embaldosado que estaba en el centro de las cabinas individuales, y con la toalla en la mano fui hacia las taquillas para vestirme. Entonces apareció mi compañero de antes, y le perdí de vista en las duchas, mientras me secaba tranquilamente junto al banco.

Tuve la sensación esa que a veces te entra de que alguien te mira y allí estaba, al principio del pasillo, disimulando pero sin perder detalle de cómo me frotaba con la toalla. Me quede desnudo, buscando entre mi ropa mientras él avanzaba hacia mí. Podía haber elegido pasar por el otro lado del banco, pero decidió por el mas estrecho.

Me dio como un escalofrío, un calor extraño, nunca he estado con un hombre y siempre he pensado que nunca sería capaz de tocar o dejarme tocar por otro, pero me quede como paralizado, caliente por lo que iba a ocurrir y cuando sentí su vientre rozarse con mi culo descaradamente al pasar y noté claramente el pelo áspero sobre mi piel, mi polla saltó de golpe, denunciando mi estado de excitación.

Me vestí despacio, dejando que me observase a su gusto, pero sin volver la cabeza para mirarle, y me marché de allí con un hasta luego inexpresivo.

Le di mil vueltas esa noche, hasta que casi de madrugada conseguí dormir y por lo menos acabé con una conclusión: necesitaba saber que se siente al estar con un hombre, dejarse tocar y acariciar, sentir sus manos y su cuerpo sobre el mío, y volver a notar esa sensación de lo prohibido, el morbo de lo desconocido, y me prometí que si volvía a ocurrir lo de la tarde, intentaría provocar el encuentro.

La mañana y el trabajo enfriaron un poco mi alocada idea y me di cuenta de lo absurdo de mis pensamientos nocturnos, así que por si acaso el desconocido de ayer tenía la misma idea o plan de volver al spa, adelanté la hora de asistir a mi rato de relajamiento, recogí la toalla, y entré en el vestuario, vacio de nuevo como ayer.

Un liguero chapoteo a mi lado me avisó de que alguien mas acababa de entrar en la piscina: era el mismo hombre de ayer. Esta vez me saludó, casi como un amigo y se puso a nadar a mi lado. Instantes después estábamos charlando tranquilamente apoyados en el borde de la piscina, contándonos cosas de nuestros trabajos y viajes, y de lo relajante que resultaba huir de todo en aquel ambiente húmedo y cálido.

Era un tío educado y agradable y resultaba ameno en sus anécdotas y conclusiones, y apenas me di cuenta de que se rozaba con frecuencia conmigo hasta que sentí su mano en mi espalda al decir no se qué y querer reforzar sus argumentos con gestos. El tema era los spas nudistas o mas bien, como él opinaba, que debería ser opcional estar desnudo o no, a voluntad.

  • A mi no me importaría, la verdad, le repliqué, aunque nunca he estado desnudo con mas gente, ni siquiera en la playa.

-Y no te gustaría? Me contestó… o te daría corte?

  • No, en absoluto, no es algo que me dé vergüenza.

Bajó su mano por mi espalda hasta rozar el elástico del slip. Yo le deje hacer con una media sonrisa, como para demostrar que no me importaba, y él siguió, metiendo la mano por dentro de la prenda, acariciando y sobando mis glúteos. Me vino todo el calor del mundo a la cabeza. Medio aturdido aun, salí despacio de la piscina, con el bañador a medio bajar y sin mirar atrás, entré en los vestuarios.

Nadie, como la tarde anterior. Me despojé el slip al llegar al centro de las duchas y no volví como de costumbre a entrar en ninguna cabina: allí mismo, como ayer, empecé a enjabonarme en mitad del chorro de agua, observando de reojo como se acercaba, mientras se bajaba el bañador y totalmente desnudo se acercaba a mí.

Me quitó el jabón y suavemente me fue frotando y extendiéndolo con las manos, tocando todo mi cuerpo, y yo quieto, nervioso, dejándole hacer y disfrutando de algo impensable para mí casi el día anterior. Sentía su pecho pegado a mi espalda y poco a poco el cilindro duro y ardiente apoyado en mi culo, bajando entre mis muslos, apareciendo por delante, junto a mi polla, que ya no podía mas de puro goce.

Cuando su mano agarró mi pene con fuerza mientras se apretaba contra mí, moviendo las caderas solté un chorro infinito y mi mente se nubló al notar sus convulsiones y el semen vertido entre mis piernas, testigo del placer que sentía y del que me había proporcionado a mí.