Dejándome convencer, de paseo

Alberto siempre me convence de experimentar nuevas sensaciones llenas de placer; y yo me dejo arrastrar, no importa hasta donde me quiera llevar, todo lo viviré para complacerlo y darnos mutuamente más y más satisfacciones

Dejándome convencer, de paseo

Esa noche que me llevó nuevamente al cine, experimenté uno de los mejores orgasmos de mi vida; Alberto dejó que me penetraran y tocaran dos hombres que me hicieron vivir algo nunca antes realizado; al llegar a casa, Alberto no me dejó llegar a la alcoba; en la sala me tomó de la cintura y me acercó para besarme con mucha pasión y deseo desenfrenado, me desnudó en segundos y me inclinó sobre un sofá y me penetro por el ano con furia, me hizo tener dos orgasmos seguidos, fueron gritos de pasión que retumbaron en toda la casa; luego de venirse dentro de mí, me volteó y me mordió los pezones mientras que con sus manos apretaba los senos como si quisiera arrancarlo; eso me volvió a calentar, apretaba su cabeza contra mi pecho, mordía suave y luego duro los pezones que estaban tan grandes y erectos por tanto placer recibido; no pude aguantarme más y bajé a darle una de las mejores sesiones de sexo oral de su vida, me metí todo su pene en la boca, sentía como llegaba bien profundo en mi garganta, no me importaba las arcadas que me venían, quería darle tanto placer como él me había brindado.

Esa noche fue totalmente descontrolada, llegamos a tener tantos orgasmos; a la mañana siguiente, después de habernos quedado dormidos en la sala, nos despertamos decididos a continuar experimentando situaciones tan excitantes como la de anoche.

No había transcurrido una semana cuando Alberto me propuso que fuéramos de paseo con alguien para disfrutar del sexo sin restricciones; me dijo que él ya tenía un candidato, que lo había conseguido en una página de contactos; entonces le dije que como haríamos, que me daba un poco de miedo con alguien desconocido; él me dijo que iría a conocerlo él solo, para saber quien era y si estaba acorde como las foto que le había enviado a su correo, me la mostró y se veía a un hombre de unos treinta años, poco más; también se veía un pene bastante grande; Alberto me dijo que ese era el requisito que había puesto en la página de contactos: “ Se busca hombre serio en Bogotá bien dotado, para darle placer a mi esposa, escribir con fotografía reciente, que se vea todo ”; después de escribirse correos con ese hombre, Alberto programó una reunión en un centro comercial para conocerlo y quedar de acuerdo como sería el encuentro de los tres.

Alberto me contó que se conocieron, tomaron una café y le propuso que nosotros iríamos a Melgar, nos alojaríamos en un hotel de ese municipio veraniego cerca de Bogotá y allí llegaría Carlos, como se llamaba aquel hombre, me dijo Alberto que era igual que en la foto, un poco delgado pero bien presentado, que además tenía algo de experiencia en tríos HMH, que tenía un par de parejas de esposos amigos que a veces lo llamaban para que los acompañara en sus fantasías; en fin era el indicado.

Cuadramos todo para ese sábado y temprano nos fuimos para Melgar, el viaje dura algo más de dos horas; no puedo negar que estaba bastante nerviosa, aunque algo de tranquilidad me daba que seguramente no habría nadie conocido en ese lugar; nos hospedamos en el hotel por el fin de semana, el hotel era muy bonito, tenía excelentes habitaciones, todas con balcón hacia la plaza o hacia la piscina; contaba con servicio de restaurante, sauna, turco, gimnasio, un pequeño centro de almacenes en la entrada.

Alberto me confirmó que Carlos ya venía de llegada, salimos a caminar para tranquilizarnos un poco, Alberto también se veía algo ansioso, tomamos unos jugos de frutas y nos besamos dulcemente, Alberto me propuso que al llegar Carlos al hotel, él bajaría a recibirlo y lo llevaría a la habitación en donde yo los esperaría con un pequeño vestido que me había regalado para la ocasión; paseamos un rato y al medio día volvimos al hotel, subimos al cuarto y me bañé bien todo el cuerpo, estaba nerviosa pero muy excitada; mi esposo me observaba mientras yo me aplicaba crema por todo el cuerpo, yo lo miraba de lado y lo veía super excitado pero muy nervioso; así desnuda como estaba me acerqué y lo bese para tranquilizarlo, yo que estaba temblando, pero en fin tratamos de calmarnos los dos, Alberto me besó con mucha fuerza, me apretó las nalgas y me dijo: Dentro de poco vas a estar así con Carlos, te vas a sentir muy satisfecha.

Me puse un pequeño tanga que él me sugirió, pero me dijo que no usara sostén, igual no pensaba hacerlo, luego me puse en pequeño vestido, era de un color primaveral con estampado de flores muy acorde con el lugar en donde estábamos, era algo corto, apenas cubría mis nalgas, pero me encantaba como me quedaba y sobre todo, los ojos que puso Alberto a verlo sobre mi cuerpo, me dijo que estaba “divina”.

Timbró el teléfono de mi esposo y me dijo que Carlos ya estaba en recepción; bajó rápidamente, yo me puse unas sandalias de tacón alto, me miré en el espejo y quedé muy satisfecha con mi imagen, me peiné un poco, me iba a sentar cuando escuché que llegaban, me quedé de pie en medio de la pequeña habitación; Alberto entró en compañía de Carlos, era más alto de lo que creí, tenía el pelo algo largo y un poco crespo, delgado, casi como Alberto, no pude reprimir mirar su entrepierna, fue un reflejo que rápidamente corregí y lo miré a sus ojos; él se dio cuenta y sonriendo se acercó y me besó en la mejilla, luego tomando una de mis manos que estaban inertes en mi costado, me la estrechó fuerte, sentí su energía y su calor, creo que me mojé un poco; Alberto dijo que fuéramos a almorzar al parque central.

Al salir del hotel, Alberto me acercó hacia Carlos, empujando suavemente de mi espalda, yo lo miré de forma interrogativa y me dijo al oído que fuéramos conociéndonos, él se quedó tras nosotros, caminamos lentamente, Carlos a mi lado y Alberto atrás, Carlos también estaba un poco nervioso, me miraba y miraba a mi esposo, luego entendió lo que Alberto quería y se me acercó más, me tomo de la cintura y empezó a hablar como si todo fuera de lo más normal, me preguntó algunas cosas de nosotros y luego me hizo preguntas sobre mí, mientras su mano en mi cintura la movía suavemente, me apretaba y me soltaba como haciéndome sentir su calor y su cuerpo junto a mí.

Llegamos aun restaurante que escogió mi esposo, tan pronto nos ofrecieron la mesa, Alberto nos dijo que nos sentáramos los dos juntos y él se acomodó al frente, una vez sentados nos ofrecieron la carta, Alberto se levantó y nos dijo que iba al baño; yo sabía que quería dejarnos solos; apenas se fue, Carlos volteó hacia mi y me dijo que le encantaba lo que veía y más lo que se imaginaba y puso su mano sobre mi muslo que al estar sentada, el vestido se había subido más de la cuenta; yo temblé al sentir su mano en mi pierna, bajé mis ojos a esa mano que me acariciaba, no quería verlo directamente, me sentía cohibida y a la vez excitada; Carlos sintió mi pasividad y empezó a recorrer su mano por mi muslo, suavemente arriba y abajo; y me preguntó si alguna vez habíamos realizado algo así; le contesté que nunca, mirándolo a los ojos, él sonrió y siguió preguntándome más cosas sin quitar su mano que me quemaba.

Vi cuando Alberto venía del sector de los baños, caminaba muy lentamente, viendo debajo de la mesa como Carlos me acariciaba, sabía que eso le gustaba e involuntariamente abrí más mis piernas sin importarme que Carlos lo sintiera como una invitación; mi esposo se sentó frente a nosotros y nos preguntó si ya habíamos decidido que comer, Carlos le dijo que él ya sabía lo que quería desde que me vio; todos reímos por su ocurrencia y pedimos los platos; almorzamos rápidamente, yo porque tenía mucha hambre, pero estoy segura que ellos dos por querer llegar pronto al hotel.

De regreso al hotel caminamos por otro sendero más largo con el fin de hacer mejor la digestión, Alberto estuvo en todo momento caminando detrás de nosotros, unos cuatro o seis metros detrás, quería que nosotros nos sintiéramos solos; igual me gustaba lo que sentía, parecía que yo iba acompañada por ese hombre como si fuera mi novio o mi esposo, me sentía tranquila mientras me abrazaba por los hombros y me pegaba a su pecho, sentía su piernas rozando mis muslos, me calentaba saber que muy pronto me poseería; al caminar por un pequeño callejón lleno de flores a los dos lados, Carlos me acercó y me dio un beso en la boca, me sentí extraña pero me gustó, le devolví el beso sabiendo que a mi esposo le excitaría, abrí mi boca para recibir su lengua y sentí que me la metía bien adentro, aprovechó para abrazarme muy fuerte y alcancé a sentir su erección, lo que sentí me impactó, estoy segura que era algo enorme; volteé  a mirar a mi esposo y estaba muy atento a mi reacción, me envió un beso desde la distancia, estábamos muy ansiosos.

Llegamos al hotel y subimos inmediatamente a la habitación, yo estaba nerviosa imaginando como sería de grande ese pene, en la fotografía que Alberto me mostró se veía grande aunque no estaba en erección, pero lo que sentí cuando me besó y abrazó era de susto, quería verlo ya; pero tan pronto entramos Carlos nos pidió permiso de utilizar el baño para darse una ducha; no sé cuál estaba más nervioso, mi esposo o yo; le pregunté que hacíamos mientras el se duchaba, mi esposo me dijo que él se sentaría en la silla y que yo lo esperara sentada a un lado de la cama, que él quería ver como Carlos me quitaba el vestido; Carlos salió desnudo, con una toalla a la cintura, yo inmediatamente bajé mis ojos a su entrepierna, se veía un gran paquete aunque no había señas de una erección; nos miró primero a mi y luego a mi esposo como pidiendo indicaciones, Alberto me señaló con su mano abierta como invitándolo a que me tomara, Carlos se me acercó, me puso de pie, me besó en los labios, yo temblé por sentir su cuerpo desnudo junto a mí, me tomó el rostro con sus dos manos y me inclinó la cabeza para besarme con más pasión, yo abrí la boca para entregarme; no sabía dónde poner mis manos y finalmente las llevé a su cintura, sentí su piel y acaricie su espalda, bajé las manos y llegué al borde de la toalla, y subí rápidamente, no quería que pensara que quería quitársela, que estaba ansiosa de verlo completamente desnudo.

Estuvimos besándonos un largo rato, yo cada vez me sentía más intranquila, no me atrevía a mirar a mi esposo, acariciaba la espalda de Carlos, sin apretarlo mucho, sentí que se pegó mas a mi cuerpo, sentí crecer su pene junto a mis piernas, él bajó sus manos por mi espalda y acarició mis nalgas por encima del vestido, sentí como me humedecía, me apretó más contra él y sentí una vez más su enorme pene junto a mi muslo, se sentía muy grande, muy duro y muy caliente; Carlos subió sus manos a mi espalda y bajó la pequeña cremallera para aflojar mi vestido, volteé a ver a mi esposo, era el momento que quería ver y estaba apretando su pene por encima del pantalón, tenía los ojos que echaban chispas de la emoción; Carlos tomó el vestido de los laterales en mis hombros y lo bajó lentamente, acompañó la caída del vestido sin soltarlo, cuando su rostro pasó cerca de mis desnudos senos se detuvo y le dio un beso a cada uno, me puso los pezones muy duros, mis piernas temblaron y mi tanga se mojó más aún

Me ayudo a levantar mis pies para despojarme del todo del vestido y me dejó allí parada, se levantó y mirándome a los ojos tomó su toalla de la cintura y la aflojó dejándola deslizar de manera casi teatral, sabía que yo estaba muy deseosa de verle y no quitaba su mirada de mis ojos; no podía aguantar más bajé mis ojos y quedé congelada….

Nunca me había podido imaginar algo así, su pene no era grande, era enorme, muy grueso pero sobre todo su cabeza, su glande era demasiando grande, estaba erecto pero caía por el peso, no podía apartar mis ojos de eso, sus testículos en cambio no eran muy grandes, eran de igual tamaño que los de Alberto; Carlos tenía el abdomen muy plano y sus muslos eran gruesos, tenía la cadera pequeña pero firme, pero ese pene era para no dejar de verlo; él me tomó de la cintura y me llevó hasta la cama, me sentó y nos fuimos acomodando acostados a lo largo, uno al lado del otro, yo no dejaba de verle el pene, Carlos llevó sus manos a mis senos y comenzó a tocarlos suavemente, eso hizo que yo reaccionara, y llevé mi mano a su pecho, le acaricié todo el pecho con miedo de bajar la mano hasta su cintura, él se acercó más a mí, me dijo: ¿Quieres tocarlo? Y llevó mi mano a su pene, no pude evitarlo, lo toqué y al contacto se movió endureciéndose más aún; lo acaricié con mucho cuidado, no se porqué pero era algo que asustaba, lo fui tocando cada vez más, llevé mi mano hasta los testículos, lo toque y se movieron dentro de su saco, llevé mi otra mano para tocarlo con las dos, lo apretaba cada vez más quería sentir que era real, lo tocaba y apretaba más y más mientras Carlos me besaba y acariciaba los senos, luego llevó su boca a la mía y me besó, fuertemente, acariciando con su lengua las  encías y mis mejillas por dentro, jugaba a no dejar quieta mi lengua, abría y cerraba sus labios, me apretaba los senos y pellizcaba los pezones, me estaba llevando a una locura de pasión y deseo.

Me acordé de mi esposo y volteé a mirarlo, él estaba levantado de la silla, se había desnudado sin darnos cuenta, tocaba su pene que estaba super erecto, le hice seña para que viniera hacia nosotros, quería sentir su pene en una mano y en la otra el monstruo,  pero me negó con la cabeza, él solo quería ver; entonces me volteé hacia Carlos y lo besé con más pasión si se puede, el me abrazó y me acomodó de espaldas, y bajo por mi pecho, besándome los senos, chupando los pezones, besándome mi abdomen, sabía a donde quería llegar y abrí mis piernas para recibirlo, pero él no me besó la vulva, siguió hacia mis muslos llegando hasta los pies, no se si Alberto le dijo sobre mis puntos débiles pero me chupó uno a uno los dedos de mis pies, me enloqueció de placer, sentía que me vagina chorreaba, cerré mis ojos, quería disfrutar del orgasmo que me llegó, abrí mi boca en busca de aire, mi respiración se hizo forzada, Carlos me besaba los dedos mientras acariciaba todo el pie, me tembló todo el cuerpo con ese increíble orgasmo; me siguió besando los pies hasta que me relajé nuevamente, luego subió hasta mi vulva, me abrió con sus dedos los labios y entró en mi vagina con su lengua, recorrió todo el interior, besó mi clítoris y me encendió nuevamente, empecé a respirar profundamente, él se dio cuenta que estaba lista y se incorporó, yo lo miré con susto y deseo, miré a mi esposo, Carlos también lo miró, era como si le pidiera permiso, Alberto se masturbaba rápidamente; y entonces lo sentí, me empujó fuertemente su glande contra mi mojada vagina, sentí que era imposible que entrara, era algo que tapaba todo mi pubis, estaba muy caliente, me quemaba y  mis flujos no hacía más que encender la llama, apretó más y nada, sentía la presión sobre esa zona, empujaba todo mi cuerpo hacia arriba; entonces Carlos entendió que sería muy difícil así, me abrió bien las piernas, las acomodó sobre sus hombros, sentí pavor, me tomó de los hombros para que no siguiera subiendo sobre la cama, acercó su pene, Alberto también se acercó, quería ver mas cerca ese acontecimiento, sentí que mi vagina estaba todo lo más abierta posible, sentí su glande tratar de entrar, quería que lo metiera, abrí lo que más pude mis piernas, sentí que algo me taponó y aplastó el clítoris abrió mis paredes hasta el extremo y sentí que las fuerzas me abandonaban, no creo que me desmayara pero el dolor me dejó tiesa, sentí que me rasgaba.

No se cuanto duré en esa posición, sintiendo que no podía moverme, sentía que estaba atorada por la vagina, llevé mi mano a esa zona y sentí que tan solo había entrado una parte del glande, quería que me la metiera toda pero era imposible, Carlos estaba también muy quieto, él sabía que así era como debería pasar, poco a poco nos relajamos, entonces, cuando sintió que estaba acostumbrada a su tamaño, empujó con fuerza y grité con todas mis fuerzas, me penetró, sabía que algo rompió, mis gritos seguían saliendo de mi boca sin control, Carlos levantó sus ojos para mirar a mi esposo como preguntándole si eso era normal, si esos gritos eran una señal para detener todo, Alberto sonrió dándole algo de tranquilidad, yo lo miré con susto pero mi esposo me sonrió también, verlo complacido me tranquilizó un poco aunque el dolor seguía sintiéndolo, le dije a Carlos que se quedara quieto, él me miraba con los ojos muy abiertos, también estaba asustado, su glande había traspasado la frontera y gran parte del tronco me taponaba la vagina, traté de levantar mi cabeza para ver, faltaba aún mucho pene por entrar, Carlos se acercó a mi boca y empezó a besarme, la posición en que me tenía era un poco incómoda, pero yo prefería así que moverme para experimentar más dolor.

Me besó con mucha ternura, tratando de relajarme, su lengua jugaba con la mía, me acarició los senos, los apretaba un poco y me fui excitando nuevamente, empezó a moverse con cuidado, sentí como se deslizaba hacia afuera, le dije que no lo sacara porque eso me dolería mucho, me tranquilizó besándome, empezó a meterlo otra vez, entró más, sentí un poco de placer después de tanto dolor, lo metió y lo sacó varias veces y de pronto, sin advertencia alguna, lo empujó hasta el fondo….Que sensación tan placentera, no sé si el dolor disminuyó o solo era que el placer lo rebasaba, me llegó un inmenso orgasmo, que me hizo tomarlo de las caderas y apretarlo contra mí, quería que me traspasara, quería sentirlo hasta donde nunca nadie me llegó, me sentía tan llena y a la vez tan necesitada de más, me besaba con ímpetu, me martillaba con su monstruoso pene, mis piernas en sus hombros parecían que no fueran mías, sentía en mis nalgas sus muslos apretándome, mi cabeza golpeaba la cabecera de la cama, me estaba empotrando y mis gritos no cesaban, cada vez que me empujaba sentía que choros salían de mi vagina, mojándonos, lubricándonos más aún, exploté de una manera desesperada, no se en qué momento Alberto se acercó a mi rostro para besarme, volteé mi cara para darle mi boca y con mi lengua agradecerle ese inmenso placer que convenció a recibir.

Ese día, ese placer nunca podré olvidarlo, Carlos me dio varios orgasmos más, en esa misma cama, en el turco mientras Alberto vigilaba que nadie se acercara, luego volvimos a la habitación y me hicieron el amor entre los dos, fue grandioso, terminada la tarde, Carlos debía regresarse a Bogotá, nos despedimos de él y seguimos disfrutando de ese paseo lleno de mucho placer.

En otra ocasión les contaré otros encuentros con Carlos, me fui acostumbrando a su tamaño y cada vez lo disfruto más.