Déjame verte la polla, por favor
Sorprendo una conversación entre mi mujer, que es sicóloga, y una clienta, cuyo marido tiene orgasmo precoz y está frustrada. Consigo su teléfono y me presentó en su casa, la seduzco con facilidad y la someto a mis caprichos. Una historia verdadera.
Soy un hombre de 50 años al que le encanta el sexo y el morbo, como a casi todos, claro. Esta historia comenzó en mi casa, donde mi mujer, Alicia, que es sicóloga, recibe a mucha gente. Una tarde me dijo que iba a acudir una madre de un alumno del colegio en el que ejerce. Me pidió que no asomara mucho la cabeza, que no quería verme por el medio poniendo la oreja. La hice caso a mi manera. Me instalé en la habitación de al lado de su despacho ojo avizor, desde allí se escucha casi todo y por un ventanuco se divisa algo, soy un cotilla, vale, lo reconozco. Llegó una señora que aparentaría unos cuarenta y cinco años, normalita, no era un bombón, un poco regordeta, con un buen culo y unas tetas apetecibles, eso sí. Me dediqué a oír lo que decían y me fui poniendo cachondo con la conversación.
-Estoy muy nerviosa y como desesperada –le explicaba a mi mujer la madurita, que se llamaba Aurora-. Quizá el comportamiento extraño de mi hijo se deba a mi actitud en los últimos tiempos.
-¿Y por qué está nerviosa?
-Es difícil explicar-respondió Aurora.
-Tómese tiempo, yo la escuche, hable con toda confianza –la animaba Alicia.
-Estoy cada vez más frustrada sexualmente. Mi marido…
-¿Qué le pasa a su marido?-preguntó Alicia.
-Mi marido es ultrarrápido- respondió Aurora.
-¿Orgasmo precoz…?-diagnosticó Alicia
-Más que eso, sólo con arrimarse a mí se corre, es desesperante, una frustración, llevamos toda la vida así. Nunca me ha follado bien, esa es la realidad.
-Algo habrá hecho si tienen dos hijos.
- Cuando me la ha metido, que casi nunca le da tiempo a hacerlo porque se desparrama antes, ha durado unos segundos, visto y no visto, un desastre –se quejaba Aurora.
-Eso tiene muchas soluciones, hay sexólogos que les pueden ayudar.
-Él no quiere ir a ninguna parte, se pone como loco y hasta agresivo cuando hablo de su problema, que como comprenderá también es el mío.
-¿Y el sexo oral?
-Nada de nada. Él es muy escrupuloso, dice que le da asco, que eso es antinatural. Yo no insisto, porque soy una mujer muy religiosa, me resigno.
-¿Y manualmente?-siguió preguntando Alicia.
-A veces me ha masturbado, muy mal, eso sí, porque es un fracaso en todo, no aprueba ni una asignatura en el sexo. Llevamos un año que casi ni lo intentamos porque él se desasosiega y ni se le pone dura, acaba frustrado y medio llorando. Ya no sé qué hacer –decía Aurora, muy compungida.
-¿Y no ha tenido ninguna aventura extramatrimonial, Aurora?-preguntó Alicia.
-No, no, ya le digo que soy muy religiosa y si Dios lo ha querido así, me tendré que aguantar. Pero cada vez tengo más tentaciones. Cuando voy por la calle me sorprendo mirando las braguetas delos hombres, imaginándome como tendrán la polla. El otro día vino un fontanero a casa y me quedé mirando el bulto que tenía, que me parecía mucho mayor que el de mi marido. Es desesperante. Me siento sucia, tengo fantasías con los hombres que pasean a mi alrededor. Me veo acariciándoles la polla, y siempre me las imagino grandes, mucho más grandes que la de mi marido, que es un alfeñique. Me mortifican estas fantasías que cada vez son más frecuentes.
-¿Sólo ha tenido relaciones con su marido?
-Sólo.
-¿Y no ha visto a más hombres desnudos?
-No.
-¿Ni en alguna película porno?
-Sólo vi una hace mucho tiempo, pero me parecía todo un montaje. Las pollas de los protagonistas eran el doble que las de mi marido. Eso no es normal.
-No te creas. Si vieras la de mi marido no te sorprenderían las películas, porque no desmerece a la de los mejores actores del porno-le dijo muy sonriente mi mujer a Aurora, presumiendo de mi polla, que de verdad reconozco que ya causaba sensación en el vestuario del equipo de fútbol en el que jugaba a los quince años. “La tienes como un negro, Arturo, que barbaridad”, decían entre risotadas. “Vas a asustar a las tías”. Y me quedé con ese apodo por el tamaño de mi polla: el negro. Una vez, una chica, se quedó impactada al verme desnudo: “Pero me vas a meter todo eso”, me dijo.
-¿Su marido la tiene muy grande? –preguntó Aurora, muy interesada, con un morbo especial por saber más sobre precisamente mi polla.
-Mi Arturo tiene una tranca monumental y le encanta follar. Se le ocurren las cosas más extrañas, es un guarro, un pervertido de los pies a la cabeza. Le encanta el sexo oral, y es un experto, tiene obsesión por comerme el culo.
-¿Le come el culo? –preguntó muy alarmada Aurora.
-De arriba abajo. Me lo come y me lo folla con su pollón inmenso, es una bestia.
-Ya me gustaría que mi marido tuviese la mitad de pasión que el suyo, pero si Dios lo ha querido así.
-Todo tiene arreglo, Aurora, no te resignes. Tienes que venir un día a la consulta con su marido, o acudir a un sexólogo. No se rinda.
-Lo intentaré.
La conversación tuvo la virtud de ponerme como un burro, cachondo como una bestia, vale, lo que soy. Me subía por las paredes al escuchar a aquella hembra frustrada, yo tenía que darle lo que necesitaba. Empecé a buscar métodos para tirarme a aquella madurita a la que se le iban los ojos detrás de las pollas de sus vecinos. Lo primero que hice fue rebuscar en el archivo de mi mujer hasta encontrar el teléfono de Aurora. No hubo problemas, tenía hasta una ficha de la mujer. Dejé pasar unos días mientras perfeccionaba el plan que se me había ocurrido. Cuando lo tuvo, la llamé por teléfono. Le dije que era un vendedor de aspiradoras y que quería hacerla una demostración en su casa. Ella dijo que no, que no quería aspiradoras. Le expliqué que yo ganaba una comisión sólo por hacerle la presentación sin ningún compromiso y que me recomendaba Laura, su sicóloga. Al escuchar el nombre de mi mujer, cambió su negativa y aceptó una cita.
-Lo hago por la sicóloga, que se porta muy bien conmigo, pero no quiero ninguna aspiradora –cedió Aurora.
-Ya verá como le gusta la mía –le dije mientras me acariciaba la polla al otro lado del hilo telefónico.
-El viernes a las 10 de la mañana después de haber dejado a los niños en el colegio, estaré libre, te espero sola en casa.
-Perfecto –le dije.
“Está en el bote”, pensé. Ese viernes me vestí de una manera particular. Me puse unas mallas blancas de mi mujer que me quedaban apretadísimas, les hice un agujerito en la parte de delante, justo a la altura de la polla. Yo tengo unas piernas musculadas del gimnasio, unos muslos poderosos y fuertes. Pese a mi edad, estoy en forma. Mi paquete se trasparentaba y se exhibía en todo su volumen, amenazaba con hacer estallar las mallas. Me puse una cabecera de chándal larga de uno de mis hijos que me llegaba hasta el muslo, no quería dar la nota por la calle. Así me presenté en casa de Aurora. Llevaba una cinta de video de una presentación de aspiradoras que me había dejado un vendedor amigo.
-Hola, pasa, pasa –me saludó Aurora
-Soy Raúl, qué tal.
Me llevó al salón, ella vestía muy recatada, una falda negra, casi hasta la rodilla y una blusa roja de manga corta. Era verano.
-Si no te importa me quito esta cabecera del chándal, porque vengo del gimnasio y hace un calor terrible.
-Vale, vale, como estés mejor.
Me quité la cabecera y me agache a poner la cinta. Llevaba una camiseta de tirantes para resaltar mi musculatura. Cuando me di la vuelta ella se fijo en el paquete, en mi polla grande y fuerte apretada por las mallas. Era inevitable. Yo hice como si nada. Seguí hablando y me quedé medio sentado en el brazo de uno de los sofás para que se notara más mi bulto, que empezó a crecer. Ella no quitaba la vista, estaba sorprendida.
-Es que vengo del gimnasio y me han excitado tantas chicas con culos apretados y fuertes de chicas jovencitas, el tuyo tampoco está mal, lo reconozco.
-No le consiento que me hable así.
-Es la verdad, Aurora, tienes un culo para estar una hora chupándolo antes de meterle un buen pollazo.
-Tú estás loco –me dijo Aurora, muy sorprendida por mi vocabulario soez.
En la cinta un tío presentaba la aspiradora y a mi la polla se me iba poniendo dura y yo la dejaba que formase una tienda de campaña con la malla, ella miraba y miraba sin atravesarse ni a despedirme ni casi a moverse. A ella empezaba a excitarle la situación y lo que estaba viendo. En un momento determinado me removí la polla con la mano para colocármela y saque la puntita por el agujero que había hecho en la malla. Ella tenía los ojos relucientes.
-Es que estas mallas me aprietan y casi se me sale…¿te gusta?
-¿El qué?
-La polla, claro…¿No te gusta?
-Yo soy una mujer casada, no te consiento…
-Si quieres te la enseño un poquito más.
Abrí más la malla por el agujero que le había hecho y dejé la cabeza de mi polla al descubierto. Ella abría mucho los ojos.
-Si quieres te la enseño entera. Está deseando verte.
-¿Ver el qué?
-Ver ese culo espectacular que tienes, estando ahí sentada no te lo puedo ver bien y me encanta, me gustaría comérmelo, ese ojete maravilloso que tienes se merece que mi lengua lo recorra.
-Cómo te atreves –ella decía una cosa pero su cuerpo le pedía otra.
-¿Por qué no te das una vueltecita y me lo enseñas? Pero antes trae la mano que te voy a dar un premio. Me senté a su lado, le cogí la mano, la metí por debajo de la malla y la agarré a mi polla.
Dio un respingo al sentirla fuerte y palpitante.
-No hagas eso.
-¿Por qué? ¿No te gusta?
-Sí, no, no sé. Porque soy casada.
-No le decimos nada tu marido, no te preocupes.
Ella seguía agarrada a mi polla.
-Ahora tienes que darme mi premio.
-¿Qué premio? Te levantas, te das una vueltecita y me enseñas ese culazo, estoy seguro que mi polla te lo agradecerá. Venga, guapa, date una vueltecita con el culo en pompa.
-Pero yo…
-Venga, guapa, que mi polla espera, está loca por arrimarse a ti.
Tenía una lucha consigo misma, pero yo no quería solo follármela, sino vivir el morbo de irla llevando a la máxima excitación. De repente, se levanto, se dio una vueltecita.
-Despacito, guapa, muy despacito. Y ahora, sin falda…
-No , no . Es demasiado. Dejémoslo.
Me levante, la abrace por la espalda, la arrime la polla y se la restregué por el culo. Ella se dejaba hacer. Me separé.
-Ahora, sin falda –insistí.
Se quitó la falda, llevaba unas braguitas blancas, no muy sexys.
-La próxima vez que venga te voy a traer una ropa interior que te va a gustar.
-Deberías irte, esto no puede continuar.
Pero no se movía del sitio, yo ya le tenía puesta la polla en el culo, justo entre los dos carrillos y me restregaba contra sus bragas.
-Ahora te voy a meter el dedo en el culito –le decía yo al oído-. Voy a acariciar tu espalda, mi mano llegará a tu rabadilla, mi dedo corazón irá haciendo surcos lentos hasta llegar a tu agujerito y ahí se va a mover muy lentamente, a continuación mi boca bajará por tu espalda, mi lengua chupara tu rabadilla y luego meteré mi lengua un poquito en tu culo. Me encantan los culos, Aurorita. Dime que quieres que te meta la lengua en el culo.
-Ahh, yo no.
-Y luego voy a poner esta polla, que es el doble que la de tu marido y voy a restregarla por tu rabadilla y por el culo, de arriba abajo, arriba y abajo, y tú te vas a mover para sentirlas en el medio de tu culito.
Entonces no se pudo contener más, demasiada frustración acumulada, muchos deseos insatisfechos, y explotó.
-Sí, sí, por favor, házmelo, házmelo.
Mi mano acariciaba su culo, mi dedo se movía en círculos, cuando le movía la polla por la raja del culo se derretía.
--La tienes muy grande, mucho más que mi marido –gemía Aurora
-¿La quieres ver bien?
-Sí,sí, por favor., enséñamela.
-¿Te la quieres comer entera?
-Sí, sí, déjame comerme la polla, lo haré como te guste, por favor, necesito una polla como la tuya.
Yo me había sentado en un sofá, con las piernas estiradas y ella estaba de rodillas admirando mi polla, subyugada, la vi metérsela en la boca con deleite, golosa como ninguna, disfrutando de aquel momento. Fue una chupada monumental, la tía llevaba siglos deseándola.
-Come, come, Aurorita y dime que te encanta.
-Sí, sí, me encanta, déjame chuparla màs.
-Y los huevos también, Aurorita, me gusta que me coman los huevos.
-Lo que tu quieras, lo que quieras.
-Te has ganado una comida de chocho, Aurorita.
-¿Me lo vas chupar? A mi marido no le gusta.
-Un día te diré mi opinión de tu marido, pero ahora vamos a olvidarnos de él. Te voy a chupar el chochito hasta que grites como una loca y luego te voy a follar como nadie lo ha hecho hasta ahora.
-Sí, sí, hazlo, hazlo, quiero que me folles y me folles, por favor, fóllame.
Me la lleve a la cama. Mi lengua empezó de arriba abajo. Tenía unas tetas grandes con unos pezones marrones que se le endurecieron enseguida mientras mi lengua los recorría.
-¿Te gusta que te coman las tetas?
-Mucho, mucho, sigue chupándomelas, cabrón, lo necesito.
El dedo corazón de mi mano derecha acariciaba su clítoris, tenía el chochito encharcado mientras mi lengua recorría su ombligo. Mi lengua era una tea ardiente cuando llegó a su monte de Venus.
-¡Ay, ay, me corro, me corro, sigue, sigue, cómeme, cariño, cómeme entera, soy toda tuya, harè todo lo que me digas, lo que quieras.
Mis labios aferraron su clítoris con suavidad, lo recubrí de besos, mi lengua recorrió sus labios mayores, me comí sus flujos, su clítoris vibró cuando mi lengua repiqueteaba sobre él.
-Esto es maravilloso, ay, ay, no pares nunca, estoy en el cielo de los orgasmos, nunca había estado aquí, ay, ay.
Ella gemía y gemía y mi polla quería ya su recompensa, pero quise seguir explicándola cada paso para que se relamiera antes de disfrutarlo, para darle más morbo a la situación.
-Ahora te voy a meter la polla.
-¿Toda entera?
-Hasta el final. ¿Quieres que te folle, Aurora?
-Sí, sí, follame, fóllame, fóllame, lo estoy deseando.
Yo le había puesto la polla sobre su chochito, la movía sobre su clítoris como si fuera el dedo corazón de mi mano, la pajeaba con la polla, la hacía recorrer su chochito, de arriba abajo, muy suavemente, ella lloraba y tenia los ojos en blancos.
-Métemela, métemela, por favor.
-Quiero que lo desees como nunca, que lo desees con todas tus fuerzas.
-Ay, ay, métemela ya, métemela ya.
Mi polla estaba en las puertas de su chochito, allí la hice permanecer un buen rato, ella seguía gimiendo.
-Fóllame, fóllame, por favor.
-Dime que vas a ser mi putita.
-Sí, sí, lo que tú quieras, voy a ser tu putita. Ay, ay, métemela.
Entonces empujé con las caderas y mi polla se fue abriendo camino en su chocho chorreante. Se la fui metiendo muy lentamente.
-Qué grande, que grande, la siento dentro de mí.
Empecé a galopar y a galopar, me movía vertiginosamente, uno-dos, uno-dos.
-Sigue, sigue, Ayyyyy, ayyyy, cielo, sigue, sigue, no te pares, que bien.
Yo me movía frenéticamente y ella se contorsionaba para sentir la polla en todo su esplendor.
-Así, así, por favor, no pares nunca.
Me empleé como nunca, resistí como un campeón. Ella se corrió como una loca, descomunalmente. Cuando creí que estaba del todo satisfecha, mi polla descargó su líquido blanco y caliente, como cañonazos después de la batalla.
-Ha sido maravilloso –me dijo Aurorita.
-Ha estado bien. Pero me he reservado ese culo grandioso que tienes para la próxima vez que nos veamos. Ya se me ocurrirá la mejor forma de estrenarlo.
Pero esa es otra historia que os contaré otro día si esta os ha gustado.
Se admiten comentarios, sugerencias, ideas, propuestas, estoy a vuestra disposición.