Déjame contarte algo...(parte 1)
Hay cosas que tengo en mí y que deseo compartir ¿te animas?
(Ha pasado años desde la última vez que escribí un relato, espero poder reflejar mejoras y madurez narrativa con respecto a mis primeras entregas, agradeceré los comentarios y tomaré en cuenta los consejos y críticas alturadas)
Me llamo Tatiana y tengo 25 años. Te explicaré cómo soy en términos sencillos: "soy de nadie. Libre y autónoma". Si eres un machista, probablemente lo primero que pensarás de mi es que soy una zorra más, y claro, para ese tipo de idiotas, que venga una mujer y haga las cosas por sí misma y sobre todo decida lo que hace con su cuerpo (y con cuántos) les facilita la lengua para llamarle "zorra" de inmediato. Pero no me importa, yo paso de cabrones machistas que piensan que pueden meter la verga en donde quieran y sentirse reyes, para mí un verdadero "macho" es ese hombre que hará gozar hasta el infinito y no me juzga por nada de lo que soy. Por ejemplo si me ves en estos momentos, de mi boca entra y sale una deliciosa tranca. Mi amante de turno blanquea los ojos y acaricia mi cabello producto de la increíble mamada que le estoy propinando.
A él no le importa qué o quién soy, ni a mi mucho menos la marca del anillo que les queda a los casados que lo esconden para ligar, pues luego del polvo que echaremos, él se irá feliz a su casa y yo me quedaré feliz reposando en mi cama hasta recuperar mis fuerzas. Pero si quieres conocerme mejor entonces tienes que seguirme a todos lados. Ahora debo alistarme para el trabajo. Soy contadora y el sueldo es bueno para una soltera sin carga alguna. Me doy un baño rápido y puedes imaginarte mi cuerpo, tengo unas tetas medianas y firmes, un culo respingado y una piel morena que me ha costado esfuerzo adquirir. Pero llevo prisa, el metro es puntual y no puedo perderlo pues no me gusta llegar tarde, soy responsable de mi trabajo y de mis actos.
Genial, como siempre el metro rebosando de gente a esta hora, trataré de acomodarme como sea. Estoy pegada de cara a la ventana, hace calor a pesar de q acabo darme un buen baño y huelo riquísimo.
¿Pero qué? Siento una mano temblorosa tocarme de rato en rato las nalgas, usa el movimiento del metro como finta pero es evidente su intención; es algo común que en los transportes públicos que van repletos ocurran estas cosas y si los encaras siempre ponen de excusa que no pueden evitarlo ya que viajan como sardinas enlatadas.
Amigo lector ¿crees que me molesta? La verdad es que no. A pesar de que sé lo que hace, hay que tener valor para hacer algo así en público, además lo hace con bastante cuidado, me acaricia el culo suavemente pues ya notó que no opongo resistencia. De todos modos no he volteado, mi cara sigue pegada al cristal de la puerta viendo todo pasar a velocidad, no deseo arruinar el erotismo y la fantasía del momento que ha ocasionado esta arriesgada persona.
¿Y ahora qué? Ha dejado de acariciar mis robustas nalgas (que se ven maravillosas encajadas en la tela de la falda de mi uniforme ejecutivo) y está poniendo un dedo en el centro de mi culo y…¡me encanta! Con esto ya está más que seguro que le dejaré hacer lo que quiera el resto del trayecto y, como era de esperarse, ha pegado su bulto en mi culo. Frota su paquete el cual siento endurecido en mis nalgas, mi cara se ha pegado tanto al cristal que mis labios dejan la huella del labial en él.
Estoy pasándola bien con mi atrevido atacante, pero estoy llegando a mi destino. Apenas se abre la puerta salgo como el rayo, no volteo de todos modos, en eso siento una mano tomarme del hombro y una respiración agitada que me dice “¿puedo acompañarte?”. Volteo a verle por primera vez e inesperadamente se trata de un jovencito de unos 20 años, es guapo y apenas más alto que yo. Me sorprendí porque esperaba encontrarme con la cara adusta y la experiencia de un hombre maduro, pero como dice mi madre “la juventud de ahora…”. “Debo ir a trabajar, lo siento”, le respondo. “Dame sólo unos minutos” insiste él poniendo cara de niño bueno, lo cual me derritió. Ante mi falta de respuesta, tomó de mi mano y me jaló sin decir más, de repente me ví “secuestrada” en un baño del metro que estaba en construcción, al parecer los obreros estaban en la hora de almuerzo y no vendría nadie.
No había vuelta atrás ni tiempo que perder, me coloqué en cuatro apoyada en uno de los lavados, él comprende la situación y escucho el típico sonido del cierre al bajar y la correa y el pantalón que caen al suelo. Luego siento la textura de la tela de mi falda acariciar mis muslos y mis nalgas, pues él la está subiendo dejando al descubierto mi culo que fue lo que atrajo su atención momentos atrás. Hace a un lado mi tanga negra, pasa sus dedos palpando mi evidente humedad y siento la cabeza de su gladiador abriéndose paso entre las paredes de mi coño. Estaba húmeda desde lo del metro así que empuja y entra con facilidad. Ahora empieza el típico sonido del choque entre su pelvis y mis nalgas y de mis gemidos y los suyos. Aprieto el frio mármol del lavado que me sirve de apoyo y subo la mirada hacia el espejo, ahí me veo con una semi sonrisa de placer, en esos momentos puedes decirme “zorra” porque mi expresión parece la de una; y también veo a al niño con cara de ángel embistiéndome con los ojos cerrados. Vuelvo a bajar la mirada y veo mis manos apoyadas y mi reloj que adorna mi muñeca derecha, llevo 10 minutos de atraso. “Cariño, no quiero ser aguafiestas, pero de irme ya”, le digo entre gemidos. Creo que lo comprendió porque abrió los ojos y también mis nalgas, vio mi agujerito y se excitó tanto que sus embestidas se volvieron feroces, en ese momento tuve un gran orgasmo, casi al unísono él sacó su verga vaporosa de mi coño y me bañó las nalgas con su espeso semen. Tan grande fue su orgasmo que tuvo que sentarse, yo aproveché para limpiarme (siempre llevo pañuelos tissue conmigo por diversos motivos), me acomodé lo que había que acomodar e intenté salir de nuevo como el rayo, en ese momento él me preguntó por mi nombre y me pidió el número, pero yo tuve que regresarlo a la realidad diciéndole “en este juego las reglas principales son sin nombres y sin números, cielo”, luego salí. Me regañaron por llegar media hora tarde.
Tengo mucho por contar ¿deseas seguir conociendo más de mi?