DÉJÀ-VU (Primera Parte)
Te despertaste pensando si había sido un sueño, o si en realidad eso pasó...
DÉJÀ-VU
Te despertaste pensando si había sido un sueño, o si en realidad eso pasó...
Viste a un costado, aún estás sobre la cama, y ves su nuca, él está de espaldas a ti, lo quieres abrazar, pero no quieres despertarlo, te levantas con cuidado, sin encender la luz, cierras con cuidado la puerta del cuarto, vas a la cocina, pones la cafetera, y buscas algo para preparar el desayuno.
Mientras está el café, vas al baño, te cepillas los dientes, y vas armando el rompecabezas de lo que pasó anoche y cómo llegó ese sujeto a tu apartamento.
Saliste del trabajo, fuiste a un bar, bebiste un vaso de bourbon, después otros dos, no querías llegar sin compañía a casa, lo viste, o parece que lo viste, tenía una chaqueta de cuero negra, eso lo recuerdas bien, unos jeans azul claro y el cabello rubio y rizado, algo hirsuto, bajo la chaqueta un suéter gris, pegado al cuerpo, un cinturón negro de cuero y botas negras de campaña, pero no recuerdas mayor detalle.
Te preguntó si tenías encendedor, porque el suyo se le había quedado sin bencina, le extendiste la mano con tu encendedor encendido y lo volviste a guardar en el bolsillo derecho inferior de tu abrigo.
Luego te preguntó cómo te llamabas, y le evadiste la respuesta diciendo que los nombres no importaban para ese tipo de situaciones.
Él colocó su botella de cerveza vacía sobre la barra y pidió un bourbon, se presentó, pero no hiciste caso de su nombre, no te interesó.
Sus ojos verdes grisáceos te llaman mucho la atención, sus cejas, un poco más oscuras que su cabello, bastante pobladas y gruesas, además de las pestañas, que parecen de muñeca, enmarcan muy bien esos ojos, su nariz, perfectamente perfilada, como si se la hubieran hecho en quirófano, sus labios, con ese arco de cupido perfecto, gruesos, bien definidos, esa hendidura en el mentón, que siempre has considerado atractiva, mandíbula cuadrada, cubierta por una barba de unos 4 días, lo cual sumado a su estatura, aproximadamente 1.95 metros, su espalda muy ancha y los brazos que se notan fácilmente debajo de la chaqueta bastante bien trabajados, le habrían hecho parecer un hombre muy atractivo, si te fijaras en los detalles.
Sales del baño, cubriendo tu cuerpo con una bata de baño, él aún está en el cuarto, tomas unas rebanadas de pan, las colocas en el tostador, y buscas en la nevera mermelada, mantequilla de maní, queso cheddar, saltan los panes del tostador, y los untas, como siempre, media rebanada con mermelada, media con mantequilla de maní, pero que no coincida una con la otra, el queso irá en el medio, como siempre.
Tomas una taza, la clientas bajo el chorro de agua, te sirves el café, y te sientas a desayunar, pero recuerdas que hay alguien, de quien no sabes nada, no tienes idea de cómo llegó allí, y que eventualmente tendrá hambre y saldrá a comer.
Le haces un emparedado solo con mermelada y queso. Puede ser que sea alérgico al maní, ya que no lo tocó en el bar, pero ese detalle escapa a tu memoria.
Ahora sí, te dispones a comer, pero recuerdas que dejaste tu teléfono sobre la mesa pequeña de la sala, cargando, apagado para que no te molestaran, sobre todo tu ex, que no deja de llamar los viernes por las noches, para recordarte que un viernes se conocieron y que lo pasaron genial en un bar, se fueron a su apartamento y ahí empezó un espiral tóxico a más no poder, recuerdas momentos gratos, son muchos, sí, pero pesan más los pocos donde te hizo sentir tal necesidad de matarlo, pero entrabas en conflicto te educaron con preceptos muy católicos, como la culpa, remordimiento, no desobedecer los mandamientos de Dios.
Y te preguntas: ¿Dónde estaba Dios cuando me hizo mentir? ¿Dónde estaba Dios cuando tuve que robar para poder darle un gusto de demostrar ante sus ojos que era capaz de hacer lo que fuera, lo que me pidiera, cuando quisiera, para mantenerlo contento? El teléfono puede esperar, estás disfrutando tu desayuno.
Terminas de comer, lavas tu plato, tu taza, todo lo que utilizaste para preparar los emparedados, el tuyo y el de ese sujeto que ni idea tienes de quién es, ni cómo llegó ahí.
Tomas una bandeja, dispones el plato, la taza de café, un platico debajo de ella, sacas un cuchillo de mesa, lo colocas sobre una servilleta, y caminas con la bandeja lista hasta la habitación, él aún está ahí, no ha salido de la habitación, recuerdas que saliste de la habitación, fuiste al baño, de ahí a la cocina, y antes de ir al baño, colocaste, con cuidado una cuchara de metal, haciendo equilibrio sobre el pomo de la cerradura, con la intención de que se cayera y te enteraras si se abría la puerta.
Retiras cuidadosamente la cuchara, entras y está de espaldas a la puerta, cuando despertaste, estaba de cara a la puerta, y saliste sin verle a la cara, entonces en tu pensamiento te tranquilizas, porque está vivo, no es un cadáver del cual vas a tener que deshacerte, probablemente con algún ácido en la tina del baño.
Carraspeas y dices:
Buenos días...
Se vuelve hacia ti, te observa por unos segundos, suficientes para que se acelere tu pulso, y sonriendo, cierra los ojos apretándolos, mientras bosteza y estira sus brazos hacia la cabecera, ves cómo se contorsiona bajo las sábanas, su pecho, con un piercing de acero en cada tetilla, bastante velludo, cuyos vellos se extienden por todo su abdómen, una cadena de acero que le cuelga del cuello con un anj de acero, sus bíceps bastante desarrollados, sus brazos con tatuajes que representan geroglíficos, y ves que tiene una erección descomunal, fácilmente se puede decir que son unos 22 cm y grueso como una lata de RedBull, pero eso no lo sabes, èl flexiona y estira sus piernas y luego, como quien hace abdominales, se sienta apoyando la espalda contra la cabecera de la cama, se estruja los ojos con las manos, y se las pasa luego por las comisuras de los labios, para decirte:
Buenos días cariño...
Te he traído el desayuno, come y te vistes, que necesito salir, hay cosas que no puedo dejar de hacer, y necesito que salgamos juntos. Esa es tu respuesta.
Que buen detalle, generalmente, yo despierto, salgo de la habitación y me voy, pero después de lo de anoche, imaginé que por lo menos tendríamos otra sesión de sexo. Parece que tanto tú como yo disfrutamos muchísimo lo que hicimos, o al menos esa era mi apreciación. Corrige si estoy equivocado.
Tú vas seleccionando lo que te vas a poner para salir y le dices: Sí, es cierto, fue muy bueno, pero como te dije, debo hacer algunas cosas, en realidad, no sabes de lo que habla.
Pero... ¿Más tarde podemos vernos? De pronto en el bar nuevamente, o aquí, te esperaría en la entrada del edificio, de verdad me gustaría que se diera otra vez lo de anoche, para mí fue algo muy distinto. Además, tú no me viste como lo hacen otras personas, que sólo ven un hombre joven, atractivo, con el que pueden pasar un buen rato y luego adiós. Tu viste algo más, y lo sé, lo siento, de lo contrario, habría salido de aquí muy temprano.
Ya casi terminaste de vestirte, pero te falta algo, y no quieres que él lo vea, tu arma, no es bueno que sepa que guardas un arma de fuego en casa, eso podría resultar muy mal. Anoche la dejaste en una gaveta de la consola de la sala, bajo el espejo, junto al perchero y ahí colgaste tu abrigo, encima de la consola dejaste las llaves del apartamento y las del auto. Recuerdas eso, pero no que él la haya visto.