Déjà Vu
Fue tan húmedo el sueño de Marie, que tan placentero fue convertir esa fantasía en realidad a través del sexo lésbico
Se estremecía, veía a alguien entre sus piernas, pero no podía identificar su rostro, sentía como su lengua se movía de arriba a abajo en su clítoris, como la tomaba de uno de sus senos como si de harina se tratase, a Marie le gustaba, se movía en su cama, sudaba, se sentía en el pico de una cordillera, empezaba a descender, a gritar de placer, llena de adrenalina.
Las gotas empezaron a caer por su ventana, afuera llovía, parecía que el cielo estaba roto, un fuerte trueno despertó a Marie, esta se estiraba agitada y recién despertaba volvía a cerrar fuertemente sus ojos para volver a conciliar el sueño, deseaba volver a sentir, volver a soñar, deseaba saber quién era la persona que estaba entre sus piernas, deseaba encontrar ese hermoso cabello castaño que se enredaba en sus piernas mientras gemía.
Tras cerrar los ojos en repetidas ocasiones y ver que no podía conciliar el sueño, decidí levantarme, el reloj marcaba las 6 de la mañana, mi clase de escritura empezaba a las 10, tenía tiempo para tomar un baño, desayunar, cuidar mis plantas y caminar hasta el edificio Quillivic, siempre me iba en bicicleta, pero esta vez tomaría una caminata de 25 minutos. Era un día frío, salí del edificio alrededor de las 8:30, haría unas cuantas paradas en mi parque favorito.
Marie era una chica preciosa, su piel era blanca, con frescos y finos labios, ojos color miel, y su cuerpo era delgado, pero traía magnetismo.
Al llegar al parque aproveche mi tiempo y saqué mi libreta, solía dibujar en ella, o escribir ideas para mis próximas columnas de opinión, sentía que unos ojos grises como la bruma se clavaron en mí, quise levantar la mirada pero me sentía intimidada, cargada de una poderosa energía, recordé inmediatamente el sueño que ya había comenzado a esfumarse pero contra todo pronóstico no deseaba olvidarlo, empecé a pensar cuando había sido la última vez que alguien me había dado un orgasmo o me había hecho sentir extasiada y sentí un poco de calor correr desde la planta de mis pies hacia mi sexo.
Volví a sentir aquella mirada, levanté la mía casi molesta hasta que la vi, era una chica que provocaba riesgo, sus ojos grises me miraban desde la banca que estaba situada a 8 metros de donde yo estaba, traía un cabello castaño precioso y agradecí a los astros no haberme ido en bicicleta ese día, cerré mi libreta casi inmediatamente, sentía que tenía una mirada impenetrable, pero empezaba a sentirme incómoda -acércate, habla con ella- me repetía a mí misma mientras sentía un ardor increíble con verla, pero no me atrevía a dirigirle la palabra, mire el reloj tratando de generar una excusa por el hecho de no haberme acercado. Eran las 9:30, no sabía cuanto tiempo había permanecido en el parque siempre se me pasaba volando, cosa que significaba que la extraña de ojos grises también llevaba observándome mucho rato.
Marie tomó sus cosas rápidamente y siguió con su camino, no quería mirar hacia atrás, pero el rostro de aquella chica no se le borraba por más que se alejara de ella. Entró al edificio y se dirigió como de costumbre al aula 502, la clase transcurrió con normalidad, sólo en ese momento Marie se había arrepentido de no tener su bicicleta con ella pues no pensó en el camino de regreso. El deseo que sentía Marie por llegar a su apartamento y masturbarse era intenso, durante la clase se atravesaba por su pensamiento su sueño, la chica, el placer, necesitaba llegar rápido.
Durante el camino Marie deseaba encontrar a la chica nuevamente, llevarla a la cama, besarla, contemplarla y poseerla. -Pero qué estoy pensando, como si esas cosas pasarán- se rio y saco sus llaves, entró afanosamente en su apartamento.
No espere a llegar a mi habitación, me estorbaban mis prendas, me las quite con ligereza y las iba dejando en el camino, me recosté en el sofá, estaba ardiendo, quería desnudarme por completo, mi mano empezó a bajar por mi cintura hasta llegar a mi sexo, me empecé a tocar el clítoris a tantear mi deseo y ver cuanto más soportaba sin tocarme sin descanso, la otra mano terminaba de quitarme la ropa, no dejaba de pensar en la chica, deseaba tenerla conmigo, explorar su cuerpo, estaba envuelta en un torbellino de lujuria.
En su afán por masturbase Marie no se percató de cerrar la puerta, la chica de ojos grises la había seguido, quería saber más de tal belleza, y ahí estaba ella mirando como Marie se introducía los dedos es la vagina repetidamente, estaba muda, sus pezones empezaron a ponerse duros, sentía calor, mucho calor y debía actuar rápidamente.
Sentí el golpe de la puerta, levanté la mirada, ahí estaba ella con su gabán, mirando asombrada mi desnudez, sentía como sus ojos corrían de arriba a abajo por mi cuerpo, me levanté del sofá y en un acto casi animal corrí a donde estaba ella, la tome de la mano -Ven para acá cariño- le dije casi en un susurro mientras mi vagina chorreaba y la despoje de su gabán, para mi sorpresa ella estaba desnuda, no llevaba bragas, no llevaba nada, por lo que mi cuerpo sintió un corrientazo que llegaba hasta mi clítoris con sólo mirar su hermoso clítoris asomado entre sus labios.
-No creo que esto esté bien, en realidad lo siento- me dijo mientras se inclinaba agitada por su gabán.
La tome de la mano y la acerque a mi cuerpo -Lamento que no te parezca que esté bien, pero me observabas en el parque, me seguiste hasta mi apartamento, ahora tendrás que ser mía- Le dije acalorada. Esa chica me estaba volviendo loca, quería morderle los pezones de una vez por todas. De hecho, fue ella quien se abalanzó fogosamente sobre mi boca parecíamos imanes, parecíamos piezas que encajaban perfectamente deseosas de placer y sensaciones.
Empezó a besarme el cuello mientras yo recorría su atlético cuerpo con mis manos, le apretaba los pezones y ella me mordía suavemente el cuello, el deseo no se hizo esperar, sentía como su respiración estaba agitada, y como nos fuimos acercando al sofá, en una sincronía de besos empezamos a toquetearnos, hasta que logre tumbarla en el sofá, ninguna decía palabra alguna, éramos presas del deseo.
Poco a poco ella fue abriendo sus piernas, señal clara para mí para bajar por su abdomen llenándola de besos, -Cómemela toda de una buena vez- me ordenó ansiosa mientras empujaba mi cabeza hacia su clítoris, empecé a provocarla, moviendo mi lengua de arriba a abajo, saboreando sus jugos, estaba empapada, arqueaba la espalda, yo chorreaba deseando rozar mi sexo con el de ella. Seguí probando todo su sexo, introduciendo mi lengua en su vagina, rozando su punto g y usando mis dedos para acariciar su clítoris, ella gemí cada vez más fuerte y yo no paraba de comerme su vagina, -No pares, no pares- me gritaba mientras temblaba y tenía su orgasmo, la chica se incorporó mirándome de manera maliciosa mientras se metía los dedos en la vagina para chupárselos después -lo haces maravillosamente bien, tú no te salvas, ven te hago disfrutar- me tomo del rostro mientras me besaba, recostándome completamente en el sofá me abrió las piernas y pasó su lengua por mi clítoris un par de veces mientras con su otra mano me tocaba mis senos -¡Déjà vu!- dije sorprendida, era ella la chica era ella quien me tenía jadeando en sueños y no iba a desperdiciar tal momento, sentía como mi clítoris palpitaba como subía y bajaba ardiente de placer, sentía sus dedos en mi vagina en una sincronía estupenda, estaba perdiendo la consciencia de tanto placer hasta que sentí que estaba encima de mí rozando su clítoris contra el mío, se movía estupendo, estábamos tan húmedas que sonaba como si de un charco se tratase, me perdí en el placer.
Marie cumplía su sueño, ambas gemían descontroladamente, se besaban, se tocaban, se hundían cada vez más en la lujuria. De ahí en adelante, así era como terminaban sus días cada vez que tenía clases de escritura.