Déjà Vu
Tras un tiempo de complicidad dan rienda suelta al deseo carnal.
El gris de la mañana no apagó en nada el rojo que encendía su sed de carne palpable desde hacía tiempo; ese tiempo cómplice de juegos verbales, juegos carnales, juegos…prohibidos.
Al verlo traspasar la puerta de cristales, yendo al encuentro de su mirada, se estremeció levemente.
-Es mucho más atractivo de lo que parecía, pensaba mientras él se acercaba con paso decidido y una gran sonrisa.
-¿Sabes?, pase lo que pase después, habrá sido un placer haberte conocido, le dijo dándole dos besos.
-Y habrá sido un placer compartido, dijo ella, besándolo a su vez.
-¿Desayunamos?, propuso él. Vengo desmayado y así malamente voy a dar la talla, decía sin parar de reír.
-No te apures, si con poco voy, decía ella sacando punta.
Reían como ríen los amiguitos chicos cuando hacen alguna travesura, no los pillan, y la recuerdan cuando vuelven a juntarse.
-Un café rápido y te llevo, dijo ella.
Una mesa, dos cafés, y una forma como otra de seguir una charla como viejos conocidos.
- ¿A qué hora es tu reunión? preguntó ella.
-En realidad…., no hay tal reunión, estoy aquí por y para ti, espetó él.
Sintió como sus piernas temblaban y el color subía a sus mejillas.
-Te estás ruborizando, observó él, acariciando sus mejillas y estaría bien que me dijeras si el calor que sube a tus mejillas llega a otras zonas de tu cuerpo.
-Miénteme y dime que deseas comprobarlo, dijo ella.
-Te mentiré diciendo que no lo deseo y meteré mi mano bajo tu vestido para demostrarte que lo deseo.
Aún no había terminado de decirlo y ya su mano buscaba bajo su vestido; aún no había terminado y ya el cuerpo de ella se tensaba como arpa que espera la caricia de los dedos.
Instintivamente, al sentir la presión de su mano en su sexo, cruzó las piernas para no dejarla escapar.
-Bésame, pidió.
Fue rápido el encuentro de sus bocas; como rápida fue la mano de ella llegando a su entrepierna para comprobar la dureza de su sexo. Intentaba bajar la cremallera de su pantalón cuando le dijo:
-Vámonos o no seré dueño de mis actos.
Su hotel estaba en el mismo aeropuerto. Tras confirmar la reserva y recoger la llave, se dirigieron al ascensor. Al cerrarse las puertas, sus cuerpos chocaron cual romper de olas contra los acantilados, con violencia. Se devoraban, sus manos desesperadas, vertiginosas, apartaban ropas buscando la carne tanto tiempo deseada. Y la carne se hizo verbo y el verbo fue lujuria…
-Te voy a follar aquí mismo, le dijo al tiempo que apretaba su cuerpo contra el espejo del ascensor y arrancaba su minúsculo tanguita de hilo.
Ella había pasado una de sus piernas por su cintura dejando caer su cuerpo contra el espejo para recibir la animal embestida de la que acababa de ser objeto su sexo y que provocó un grito que hizo que él volviera a arremeter aún con más fuerza mientras aprisionaba sus pechos. En ese momento, se abrió la puerta del ascensor.
Con sus ropas, malamente recompuestas, entraron en la habitación y no llegaron ni a la cama; allí mismo, en la cómoda que había en la entrada, dispuesta con un gran espejo que llegaba hasta el suelo, la sentó, alzó sus piernas para que abrazaran su cintura y sin mediar palabra, la penetró.
Ella se agarró a su cuello y se fundieron en un largo, apasionado y carnívoro beso. Su cuerpo convulso por las embestidas de las que estaba siendo objeto; los gemidos se escapaban de su garganta y él parecía volverse loco con cada uno de ellos aumentando el ritmo y la profundidad de las embestidas. En una de ellas, ella gritó y agarrando su trasero para detener las embestidas, atinó a decir:
-Diossss, creo que me acabas de meter hasta los testículos. . Quédate quieto, no te muevas, quiero sentirte fuerte en mis entrañas, no te muevas, no te muevas.
-Estoy tan burro que creo que ahora mismo podría llenarte sin moverme.
Hizo que el cuerpo de ella apoyara en la pared y sin sacar su sexo de ella, empezó a masturbarla. Rápidamente, ella empezó a retorcerse y a jadear, su cara desencajada mostraba el intenso placer que estaba experimentando.
-Vas a correrte así, ahora, vas a correrte así, le decía él.
-Quiero que lo hagas conmigo, dijo ella. Podrás? Podrás hacerlo sólo sintiendo las contracciones que me estás provocando?
No contestó, pero un alarido inundó la habitación que empezaba a oler a mar.
-Dónde has estado hasta ahora? Preguntó sellando sus labios.
-En tus más oscuras fantasías, respondió ella.
Pasó un rato hasta que sus cuerpos se desenredaron, se dirigieron al baño y terminaron de desvestirse. Se disponía ella a entrar bajo la ducha cuando la atrapó entre sus brazos besándole el cuello.
-Tienes una espalda que me vuelve loco, decía agarrado a su pecho.
-Si me sigues reteniendo lo pondré todo perdido; mis piernas se están empapando.
Dándole la vuelta, hizo que se acodara en el lavabo, separó sus piernas y hundió su cabeza en su sexo empapado por los fluidos de ambos. Su hábil lengua lo recorría todo y el cuerpo de ella volvía a ser mar brava buscando la roca contra la que rompía una y otra vez. Sentirla así, hizo que su sexo fuera recuperando dureza.
-Méteme los dedos, gritó ella, méteme los dedosssss.
Sin dejar de lamer su sexo, colocó sus dedos a modo de horquilla, metiendo dos en su vagina y uno en su ano.
-Más fuerte, más fuerteeeeee, dame másssssssssss.
La dureza de su sexo era ya más que palpable cuando se levantó y separando sus nalgas arremetió contra su cuerpo.
-Ahora vas a ser mi yegua sin domar, dijo a la imagen que devolvía el gran espejo que había delante del lavabo.
-Móntame, cabalga, rómpemeeeeeeeeeeeeeeeeee, gritaba ella fuera de sí.
-Romperte será pocooo, te voy a dar hasta pasarte de lado a lado, asíiiiiiiiiiii, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Fue una cabalgada frenética, sin control. Sus nalgas estaban tan abiertas y su ano tan dilatado que el sexo de él entraba y salía bestialmente.
"Él disfrutaba viendo su cara desencajada en el espejo, sin dejar de bombear, una y otra vez. Agarraba sus pechos con fuerza con la doble intención de pellizcarle los pezones y, al mismo tiempo, poder imprimir más fuerza a sus embestidas.
Ella, fuera de sí, seguía pidiendo más...y más. Cada vez con la voz más entrecortada.
- ¿Es así como te lo habías imaginado?, le preguntó él entre jadeos.
- Síiii, no dejes de follarme...quiero sentirte dentro, muy dentrooooo, gritaba ella.
- ¿Serás mi putita durante el día de hoy
- Ufffffff, síiiii… seré lo que quieras si me sigues follando así, contestaba ella a duras penas.
Esas palabras hicieron que él se encendiera aún más, si cabía. Subió una rodilla de ella, de lado, sobre la encimera de mármol. Tenía una visión perfecta de su culito totalmente abierto y a su coño que se deshacía en jugos.
- Tócate, frótate, córrete como nunca, le dijo al oído sin dejar de taladrarla ni un solo segundo.
Ella comenzó a frotarse, a golpearse con la palma de la mano, a pellizcar su clítoris mientras intentaba agarrarle los huevos.
Notaba cómo se tensaba hasta el último de sus músculos. Él, sabiendo lo que estaba a punto de ocurrir, la agarró fuertemente por la cintura a la vez que le daba algún que otro cachete en sus nalgas que comenzaban a ponerse rojas.
-Vamosssss, córrete conmigo, zorrita, vamossssssssssssssssssssss, siéntelaaaaa.
A ella le faltaban manos, no sabía qué hacer, se frotaba, se pellizcaba los pezones, lo agarraba fuertemente por los huevos.
- Ohhhhhhhhhhh...Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhh...me corrooo...me corrooooooooooooooooo, gritaba notando cómo las convulsiones la inundaban como un tsunami.
Él, al notar su culito contraerse, con los huevos doloridos por los apretones de ella, estallo entre alaridos en lo más profundo de ella. Disfrutando de la sensación que los espasmos de ella le provocaban en su aún dura polla.
Ambos, con piernas temblorosas, se miraron a los ojos a través del espejo.
La cogió suavemente por el pelo y le giró un poco la cabeza para lamerle la boca, aún temblorosa.
- Mmmmmmm… eres fantástica, le dijo mientras su polla se escurría lentamente de su culito que seguía contrayéndose."
Él entró en la ducha, sentándose ella en el wáter para dejar fluir todo lo que llevaba dentro. Nunca se había sentido tan llena y la calidez de su semen saliendo de su interior, aún por su vagina y abundantemente por su ano, provocaba en su sexo contracciones insospechadas; cual perra en celo, sin dejar de mirar como salía todo de su interior, usaba sus manos para darse más placer y su cuerpo, volvía ya a estremecerse.
Al abrir la puerta, allí la vio, encendida y masturbándose como una posesa.
-Ven aquí, vamos, ven aquí, te voy a dar lo que necesitas putita insaciable.
Sudorosa, sus muslos llenos de semen, entró en la ducha y dejó que él la masturbara con el chorro de agua acabando exhausta en sus brazos.
Lavó y secó con mimo todo su cuerpo y la llevó a la cama; ella busco su boca, su lengua recorría sus labios y lo besó tiernamente.
-Necesito tiempo, le dijo él; una pena que no tenga dos pollas para poder saciarte.
Los ojos de ella se encendieron; imaginarse penetrada por dos pollas al unísono provocó el estremecimiento de su cuerpo y él lo percibió. Se levantó de la cama y empezó a vestirse.
-Vamos a salir, le dijo, quiero que te vistas.
Sin replicar, se levantó y se vistió. Ya en el ascensor, sin dejar de observar la gravedad de su gesto, preguntó la razón de su salida, a lo que él respondió que algún día su curiosidad le iba a deparar grandes sorpresas. Lo que ella no sabía es que aquel día iba a ser uno de ellos.