Deja que te coma el tigre
Y de pronto me devolvio la vida que se me habia ido tras el amor de mi vida
Ya había pasado un año y medio desde la muerte de Alex, muchas cosas habían cambiado desde entonces, yo seguía viviendo en el departamento que hasta el ultimo día compartí con el, había terminado mi carrera, seguía trabajando mas por mantenerme ocupada que por necesidad, y claro, también por prescripción medica del psicólogo que me había recomendado mi amiga Adriana después de lo sucedido con mi prometido.
Ya tenia un par de meses buscando una opción para cambiar de trabajo, en la casa de inversión donde trabajaba desde que estaba estudiando ya no me sentía a gusto, si bien era un excelente lugar para trabajar y me gustaba muchísimo lo que hacia, el hecho de que mis compañeros me trataron con “compasión” ya me estaba hartando.
Ya había asistido a varias entrevistas en muy diversos empleos, pero en ninguna había tenido éxito, sabia que no era falta de capacidad, quizá y mas probablemente, de experiencia; hasta que un día recibí un correo electrónico como respuesta a una solicitud enviada por el mismo medio. La cita era para un miércoles a las cinco de la tarde así que argumente una cita con un cliente para salir de la oficina y presentarme puntual.
Aquella tarde llegue a mi cita en uno de los edificios mas conocidos de la ciudad, un complejo de oficinas en las que se aglomeraban todas las áreas administrativas de las diferentes empresas de un ilustre y acaudalado ciudadano que bien podría decirse era dueño de más de la mitad de la ciudad.
En la recepción me indicaron que tenía que subir hasta el octavo piso, que ahí me atenderían. Al salir del elevador, una chica muy sonriente me recibió y me anuncio con sus jefes, Sebastian y Manuel, con quienes me entrevistaría.
La oficina era amplia y había dentro varios escritorios, aunque la mayoría se veía que no ocupaban. En una oficina privada al fondo que mas bien parecía una sala de juntas se encontraban los dos jóvenes, hasta ahí me acompaño Lucy, la secretaria, los chicos me saludaron y dieron paso a la entrevista de trabajo.
Los dos eran muy simpáticos, aunque a todas vistas bastante desorganizados, a pesar de eso fungían como encargados de un cantabar de reciente apertura perteneciente al dueño del edificio, ellos mismos se describieron como chicos de fiesta y calle, les gustaba su trabajo, pero no les hacia tanta gracia ocuparse de la oficina, lo suyo era estar en el cantabar atendiendo los pendientes y siendo su imagen publica, así que necesitaban un administrador general que estuviera en la oficina para que ellos reportaran los inconvenientes y todo aquello que no podía resolverse desde fuera.
Parece que les caí bien desde el principio, así que tras una entrevista de no mas de veinte minutos en la que cada uno atendió diferentes llamadas en su celular, me dijeron que quedaba contratada, que el proceso tardaría algunos días por que debía cumplir con algunos exámenes médicos y papeleos, pero que si quería y podía desde el lunes podía empezar a trabajar. Llamaron a Lucy, le pidieron que me acompañara a recursos humanos y que hiciéramos una lista de todo lo que a las dos nos hiciera falta para mi incorporación el lunes, después los dos se fueron y me quede sola con la secretaria.
Los siguientes tres días fueron de papeleo aquí y allá, tenia que dejar documentos y someterme a algunos exámenes médicos antes de ingresar a mi nuevo trabajo, pero también tenia que cerrar mis asuntos en la casa de inversión, visitar a todos mis clientes y presentarles a quien, a partir del lunes, seria su nuevo asesor financiero. Creo que todos quedamos complacidos con mi salida de la casa de inversionistas, por un lado mis superiores veían mi salida como una oportunidad para mi de crecimiento, mis compañeros como un jugoso y fácil negocio, ya que entre ellos se repartirían a mis clientes ya que por el monto y grado de especialización de sus operaciones no podían designárselos a un novato y para mi fue llenar mis pulmones de aire fresco y limpio de toda la compasión que les inspiraba a mis compañeros.
Mi nuevo trabajo era muy diferente al anterior, me integre a la dirección del negocio y junto con Sebastian y Manuel, tenia carta abierta para actuar conforme a mi me pareciera correcto, lo único que nos pedía el dueño era que su negocio le reportara ganancias y si podíamos hacerlo crecer, mejor, el no lo dejaba todo a nosotros. Fue así como durante una junta para revisar como iba el negocio, decidimos entre los tres que era momento de buscar alguna estrategia para atraer más clientes.
Tras semanas de intenso trabajo y quebradera de cabezas, llegamos a la conclusión de hacer diferentes promociones durante la semana, un concurso de canto para aficionados y difundir todo por radio, y esa decisión, la de hacer campaña en radio es la que nos lleva a lo verdaderamente interesante de esta historia.
Buscamos la estación de mayor difusión entre los jóvenes a los que iba dirigido nuestro negocio y el horario mejor posicionado en la misma, así dimos con el programa de Héctor “El Tigre” Galarza, un locutor muy seguido por jóvenes de un muy amplio espectro de edades y que, según nos mostraron mediante graficas los ejecutivos de la estación, vendía lo que se le ponía en la voz, así que nos decidimos por hacer los promocionales en su horario. Los ejecutivos también nos propusieron que alguno de nosotros tres, o alguien a quien contratáramos, asistiera a “entrevistas” para anunciar las promociones, que eso hacia que las personas se sintieran más cercanas al producto o servicio que se anunciaba. Quedamos en que así lo haríamos. Después en una junta en la que casi mato a mis compañeros se decidió que seria yo quien asistiera a esas entrevistas.
Y por fin llego el día de mi debut en radio, estaba tan emocionada con eso que hasta les avise a mis amigos para que me escucharan, si, parecía niña con juguete nuevo, aunque también estaba más que nerviosa, en la vida me había imaginado hablando en una cabina de radio.
Y ahí estaba yo, con mi traje sastre de falda color azul, sentada en la sala de juntas de la radiodifusora con Sebastian y Manuel en compañía de un ejecutivo de la estación, detallando algunos asuntos y esperando a que Héctor Galarza apareciera por la puerta para llevarme hasta mi destino.
Tres golpes en la puerta y mi corazón comenzó a latir con mas fuerza que nunca, al abrirse le dio paso a un hombre enorme, sin exagerar, y es que el locutor debía medir cerca de dos metros y era muy corpulento, era como ver un refrigerador aproximarse hacia ti. Al verlo no tuve dudas de porque le decían “El Tigre” ni de porque tenia tan buena química con sus radioescuchas, sobre todo las mujeres, y es que era completamente seductor. Enorme como ya lo dije, tenia una cabellera abundante, negra, pero con muchísimas canas para un chavo de no mas de veintiséis años, y no solo su cabellera era abundante y canosa, el vello corporal también lo era, un hombre de pelo en pecho que se le escapaba por la camisa y que no hacia mas que darle la apariencia de un enorme tigre blanco. Vestía muy casual, llevaba lentes oscuros y un inseparable rosario que se perdía entre el vello de su pecho y la tela de la camisa.
- Buenas tardes, me dijeron que me esperaban para acompañar a un nuevo anunciante.
- Héctor, siéntate por favor un momento, te presento a los señores Sebastian y Manuel y la señorita Paola, representantes de el “CANTASHOW BAR”
- Buenas tardes, Héctor Galarza, para servirles.
- Bueno, la base de la entrevista es la que te hice llegar ayer, no se si necesites algo mas.
- No, solo saber quien me acompañara a cabina.
- La señorita.
- Perfecto, no es por nada, pero me gusta mas invitar mujeres a la cabina que a hombres, espero no se moleste nadie, bueno si no tienen dudas o inconvenientes, pasemos a la cabina.
Nos levantamos todos, yo estaba evidentemente nerviosa, Héctor se puso junto a mi y tomándome del hombro me indico que saliéramos, avance titubeante a su lado rumbo a la salida. Antes de entrar a la cabina que se encontraba en la planta baja, se quito los lentes oscuros y guiñándome un ojo se dirigió por primera vez en exclusiva a mí.
- Tranquila, me dicen el tigre, pero no como.
- Es que, nunca he entrado a una cabina de radio.
- Ah, bueno, no te preocupes, tampoco comen ahí dentro, todo será muy fácil, ya veras, y bueno, en vista de que no me temes a mi, si no al micro, déjame que yo te cuide de el.
- Gracias.
Le regale una sonrisa a cambio de la suya, y entre tomada de su mano a la cabina, un espacio pequeño y acogedor que seria nuestro primer refugio.
- Bueno, siéntate, ¿quieres que te pida algo de tomar?
- Así esta bien, gracias.
- Bueno, de todas formas aquí hay botellas de agua, ya que si quieres algo más, no dudes en decirme.
- Gracias, eres todo un caballero.
- Nombre, de nada, OK, comenzamos a trabajar, dame unos minutos en lo que saludo a mi auditorio y regreso contigo.
- OK.
Ere fabuloso verlo y escucharlo hablar, fue entonces que encontré la razón del por que tenia tanto éxito, realmente ponía su corazón en las palabras, su buena vibra y toda su energía. Tras iniciar su programación habitual, Héctor me explico un poco de todo lo que había en la cabina y lo que el hacia, después saco unas hojas donde estaba la entrevista que habíamos ideado mis compañeros y yo.
- Bien, ¿tú conoces la entrevista?
- Si, yo participe en la elaboración.
- Perfecto, eso ayuda mucho, bueno mira, la tomaremos como base, pero tengo que decirte que entre menos parezca que leemos, mejor, así que solo será una guía, no importa si improvisas un poco, tu tranquila, además, tienes una voz hermosa, a juego con tus ojos, y todo lo demás.
- Gracias.
A cada momento me sentía mas segura con el, y también mucho menos intimidada por el hecho de hablar para un muy amplio auditorio.
- Bien, después de este corte mando dos canciones seguidas, después, tú decides, mando a comerciales, o entramos.
- Entramos.
- Bien, esa es la actitud.
Llego el momento, el me anuncio como una gran amiga que les llevaba una sorpresa y la entrevista fluyo como si en verdad se tratara de una conversación entre amigos de toda la vida, con la pequeña diferencia de que mas de una vez volteábamos a ver el guión.
- Eh, felicidades, ni se noto que casi te me desmayas antes de entrar, esto es lo tuyo guapa.
- Gracias, pero aun tengo el corazón a mil por hora.
- Tranquila, es mas, mira, se que tal ves no te ayude para ahorita, pero te invito a desayunar el sábado, ¿Cómo ves?
- Pues, si por que no.
- Bueno, me dejas tu teléfono, para marcarte y ponernos bien de acuerdo.
- OK.
Saque una tarjeta de mi bolsa y se la entregue no sin antes apuntar mi celular personal y el numero de mi casa atrás, inmediatamente saco su cartera para guardarla y entregarme un papelito con su celular apuntado.
- Por si eres de esas personas que no contestan números desconocidos.
- Gracias.
Salimos de la cabina, ya me esperaban Manuel y Sebastian afuera. Nos despedimos muy cordialmente y me fui de regreso a la oficina.
Espere pacientemente su llamada el miércoles por la noche, y el jueves completo, pero no fue hasta ya entrada la noche del viernes cuando mi celular sonó anunciando una llamada entrante de “el tigre”, así fue como lo había incluido en mis contactos.
- Hola.
- Hola, ¿es el celular de Paola Rodríguez?
- Si, ¿eres Héctor?
- Si, hola, perdón por llamarte hasta ahora, pero es que estuve un poco ocupado y la verdad, no me animaba del todo, no se, siento que me vas a terminar diciendo que no.
- ¿Me veo tan mala onda?
- No, no es eso, es que, bueno, ya, perdón, me estoy comportando como un tonto. Supongo que si aceptas, mejor dime, paso por ti, o prefieres que nos veamos en algún lugar.
- Bueno, creo que primero, tengo que decirte que encantada iré contigo a desayunar mañana, después, estoy acostumbrada a que si me invita un hombre, pasa por mí, así que te doy mi dirección.
Quedamos en que estaría en mi casa a las nueve de la mañana, el lugar lo elegiría el y seria una sorpresa. He de confesar que esa noche dormí con una gran sonrisa en los labios.
La mañana del sábado me sorprendió tomando un baño, quería estar lo mejor posible para mi cita con Héctor, unos jeans de súper moda, camiseta básica roja y una chamarra de piel hacían el juego perfecto con unos altísimos zapatos rojos. El cabello en una coleta y un maquillaje discreto le dieron el toque final a mi look aquella mañana.
Justo estaba en los últimos toques del maquillaje cuando el timbre sonó, era el, con una puntualidad inglesa que me sorprendía. Al abrir la puerta lo recibí con un beso en la mejilla.
- Hola, pasa, voy por mi bolsa y nos vamos.
- Hola, gracias, te espero.
- Siéntate, no me tardo.
Cinco minutos mas tarde ya estábamos en su auto rumbo al centro de la ciudad.
- Te voy a llevar a uno de los más tradicionales restaurantes de la ciudad, bueno, tú sabes, yo no soy de aquí, pero en lo particular me encanta.
- OK, yo voy a donde tu me quieras llevar.
- ¿Segura?
- Por lo menos… en este momento.
Dejamos el auto a unas cuantas cuadras del lugar y llegamos caminando, durante el trayecto el se fue aproximando mas a mi hasta que por fin se decidió a tomarme de la mano. Entramos al lugar, que por cierto ya estaba un tanto lleno, Héctor pidió una mesa al fondo, en una esquina, lo mas escondidaza posible.
- Es que no quiero que nos molesten, tu no sabes, pero, bueno, tampoco es por alardear, pero es que nunca en ninguna ciudad había yo tenido tantas fans, y bueno, creo que cuando estoy con alguien es una falta de respeto mía tener que desatenderla para atender a estas niñas.
- No hay problema, este bien, en la mesa que tú prefieras ahí estaremos.
Durante el desayuno cada uno le contó al otro un poco de su vida, la suya mucho mas llena de aventura que la mía, si, era cierto que me llevaba un par de años, pero en su haber había mas de treinta trabajos diferentes en igual numero de ciudades, algunos en radio y otros en televisión.
- Entonces, ¿ese departamentito tan lujoso lo heredaste de tu prometido?
- Si, así es.
- Por un momento pensé que me acababa de topar con una niña de papi que trabajaba por hobby, y disculpa por pensar eso de ti, no hay razón para hacerlo, tu historia demasiado trágica.
- Pues si, muchos tienen esa impresión cuando me conocen, y bueno, no están tan alejados, la verdad no trabajo por necesidad, mi prometido, como te dije, me dejo en una inmejorable situación económica, pero necesito mantenerme ocupada o terminare suicidándome o volviéndome loca, ¿comprendes?
- Claro. Sabes, eres una mujer extraordinaria, recuperarte de eso, no debió ser nada fácil, y ahora sonreír con tal franqueza, menos.
- Gracias.
Continuamos el desayuno entre comentarios un tanto superfluos la mayoría respecto al trabajo que estaríamos realizando en el radio durante un par de meses. En mas de una ocasión durante nuestra platica alguna chiquilla y otras no tan chiquillas se detenían un momento frente a nosotros como preguntándose si aquel hombre era el que las mantenía pegadas a la radio durante las tardes, dándose por vencidas en sus intentos de reconocerlo al darse cuenta que el no les ponía ni la mas minima atención.
Antes de pedir la cuenta fui al tocador a retocarme el maquillaje y el peinado, realmente la estaba pasando bien con Héctor. Cuando regresaba pude ver como un grupo de adolescentes lo habían abordado en la mesa y ahora el posaba con cada uno para ser fotografiado con celulares y les regalaba un beso en la mejilla. Cuando llegue me miro entre apenado y preocupado.
- Bueno, niñas, si ya no falta ninguna, las veo después, ahora tengo cosas que hacer.
Me tomo de la mano y salimos del lugar sin más.
- Disculpa, es a lo que me refería cuando llegamos, no me molesta tener fans, es parte de mi trabajo, pero creo que para mis acompañantes puede resultar difícil de entender.
- No te preocupes, solo tengo una duda, ¿pagaste la cuenta?
- Jajajajaja, no te preocupes, en cuanto vi a estas niñas tan decididas pedí la cuenta y la pague.
- Jajajajaja, OK.
- ¿Te llevo a tu casa?
- Si, y te invito un café, o algo mas fuerte si tu lo prefieres.
- Me encanta la idea.
Regresamos a mi departamento, había algo que me hacia aferrarme a su mano, aunque el tampoco parecía tener intención de soltarme.
- ¿Te sirvo café, o prefieres otra cosa?
- El café esta bien, aun es temprano.
- OK, regreso en un momento.
- ¿Puedo acompañarte?
- Claro.
En la cocina Héctor se sentó en un banco y se quedo contemplando cada uno de mis movimientos, podía adivinar su mirada sobre mi cuerpo y me hacia sentir deseada, como hacia mucho no me sentía.
- ¿Lo tomamos aquí o en la sala?
- Aquí, pero siéntate a mi lado, ¿si?
Deje las tazas en la mesa y me senté en un banco que Héctor acerco a el. Tomamos el café en silencio, el me miraba insistentemente a los ojos y yo, coqueta, le sostenía la mirada por un momento y después la retiraba con una picara sonrisa de por medio. De pronto el me tomo por la nuca y me acerco a su rostro, yo le permitía todo sin poner la mas minima resistencia, y justo cuando podía sentir su aliento tan cerca de mis labios que me era difícil distinguir entre su aliento y mi perfume, sonó el timbre.
- Perdón, voy a abrir.
- Si claro.
Me levante presurosa y corrí hasta la puerta principal, al abrir vi a mis amigas Danna y María.
- Hola Pao, ¿Cómo estas nena?
- Bien gracias, ¿y ustedes?
En eso salio Héctor de la cocina.
- Bueno Pao, nos vemos el miércoles.
- Si, claro, nos vemos el miércoles.
- Con permiso señoritas, que tengan un excelente día, te marco después linda, hasta luego.
- Adiós.
Y con un beso en la mejilla se despidió de mí.
Pasaron dos semanas en las que solamente nos vimos en la estación, aunque las llamadas y los mensajes fueron constantes, pero sin tocar el tema del beso que casi nos dimos.
Era la cuarta semana con la campaña en radio y los resultados eran visibles, el lugar se abarrotaba cada semana y las promociones eran todo un éxito, pero cada semana era lo mismo, anunciábamos que en la mención de que eran amigos de “el tigre Galarza” obtenían una ronda gratis de bebidas, pero al llegar todo preguntaban por Héctor, quien no estaba en el lugar, así que se decidió que esa semana tendría que invitarlo en vivo al cantabar.
- Pues mira, esta semana tenemos una súper promoción, a las primeras veinte mesas reservadas por amigos tuyos, les vamos a regalar la primera ronda de la noche, ¿Qué te parece?
- No pues perfecto mi Pao, ¿pero nada mas veinte?
- OK, mira que sean veinte para todos los días de este fin, pero con una condición.
- ¿Cuál preciosa?
- Te quiero ver un día de este fin en el cantabar.
- Jajá, eres una tramposa, ¿me quieres ver o quieres que te acompañe?
- Bueno, bueno, acompáñame.
- OK hermosa, ahí nos vemos el viernes, pero que conste que no lo hago por estar a lado de una mujer tan bella como tu, no, nada mas lo hago por mis amigos, jajay.
- Ajajá, OK, conste, si no llegas te cobramos a ti todos los consumos.
- Ajajá, claro preciosa, claro.
Cuando terminamos la mención y salimos de la cabina, me tomo por de la mano y se quedo mirando mis ojos muy fijamente.
- ¿Paso por ti o nos vemos en el bar?
- ¿Si vas a ir?
- Claro, pero contigo.
- OK, pasa por mí.
- ¿A las diez esta bien?
- Diez y media.
- OK, te veo en tu casa.
- OK.
Nos despedimos con un caluroso abrazo y un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios.
Nunca antes se me había hecho tan largo el tiempo que hay entre el miércoles por la tarde y el viernes por la noche como aquella vez.
Para esa noche elegí un vestido de una sola pieza, de escote muy modosito, pero que dejaba al descubierto mas de la mitad de mis muslos, en color verde esmeralda el cual combine con zapatos de altísimos tacones en color nude, el cabello suelto y súper lacio y el maquillaje mucho mas cargado de lo que acostumbraba para el trabajo.
Cuando sonó el timbre yo ya estaba más que lista, así que con mi pequeña bolsa en mano, salí al encuentro de Héctor.
- Hola.
- Hola bonita, luces… espectacular.
- Gracias, ¿quieres tomar algo antes de irnos?
- No, mejor cuando te traiga de vuelta.
- OK.
Salimos del edificio y Héctor ya me llevaba tomada de la cintura, la sensación era maravillosa, después de tanto tiempo por fin me sentía completamente protegida, como cuando mi difunto Alex me llevaba entre sus brazos por la calle. Ya en el auto y de una manera muy sensual, cada que movía la palanca de velocidades podía sentir el roce de su mano en mi pierna, yo solo sonreía de manera discreta y no hacia nada por alejarme, al contrario, poco a poco me fui acercando más. Poco antes de llegar al bar, Héctor ya no quitaba su mano de mi muslo mas que para cambiar de velocidad.
Al llegar había una fila considerable esperando entrar, así que le pedí que se quedara en el coche y baje para decirle al capitán de meseros que habíamos llegado, que me abrieran la puerta trasera; regrese al auto y le indique a Héctor que condujera hasta la calle de atrás, ahí dejaríamos el auto y evitaríamos a la gente de la entrada.
El pasillo del trasfondo estaba plagado de puertas y, a esa hora, de gente, así que entramos caminando de prisa guiados por el capitán de meseros intentando no interferir en el camino de ninguna de las personas que deambulaban por ahí haciendo su trabajo.
Al poco rato ya estábamos dentro de la fiesta que el barcito era en viernes por la noche, en el reservado VIP y saludando y mandando besos al auditorio después de que el animador anunciara la llegada de Héctor “El Tigre” Galarza.
Casi una hora de firmas de autógrafos, fotos y besos repartidos entre los asistentes fue lo que tuve que esperar sentada a solas en una mesita del fondo entreteniéndome sola con mi bebida, hasta que por fin mi tigre se pudo zafar de las consecuencias de su insipiente fama local.
- Bueno, al fin, creo que para eso que viste era para lo que me querían aquí.
- Si, algo hay de eso.
- ¿Y mi sonrisa favorita?
- Perdón, es que, ah, bueno no era la idea que tenia de esta noche.
- Pero de aquí hasta que tú quieras, me tienes por completo en tus manos…
Nos quedamos mirando fijamente, el de pie frente a mi, apoyando una mano en la mesa, yo sentada en un banco alto, con un vaso entre las manos y las piernas cruzadas, mirando hacia arriba y contagiándome poco a poco de de su sonrisa.
Deje el vaso en la mesa y cambió el contenido de mis manos por la que el tenia libre, con la otra acaricio mi mejilla y fue todo. Sin palabras habíamos hecho un pacto que duraría por lo menos esa noche.
Llame al capitán de meseros y enseguida nos acompaño hasta la puerta del pasillo por el que entramos. Salimos prácticamente corriendo, el me llevaba de la mano, sin tomar las precauciones de cuando entramos. Apenas sentimos el aire fresco de la noche sobre la piel, Héctor me abrazo con todas sus fuerzas y levantándome un poco del suelo me beso con toda la ternura de la que era capaz pero al mismo tiempo con la intensa pasión que solo un hombre como el podía imprimir a una muestra de amor como aquella.
Fue solo entonces que entendí que si bien Alex había muerto y una parte de mi corazón lo había seguido, el resto de mi seguía viva, en este mundo y con enormes deseos de ser seducida, amada.
Sentí mis pies sobre el suelo, abrí los ojos y los de Héctor estaban fijos en mí, sus brazos me aprisionaban y su agitada respiración se confundía con la mía, me tomo de la mano firmemente y me llevo hasta el coche.
Me abrió la puerta muy caballerosamente y deposito un suave beso en mis labios antes de cerrar la puerta. Al entrar me beso de nuevo apasionadamente mientras sus manos acariciaban mi cuerpo sobre la tela del vestido.
- ¿Me acompañas?
- A donde tú quiera.
- ¿Segura?
- Completamente.
- Perfecto.
Puso en marcha el vehiculo y su mano fue a parar a la piel desnuda de mi muslo junto a la palanca de velocidades. No hablamos, su mano acariciaba mi pierna y nuestras miradas se cruzaban de vez en vez de cómplice y picara forma. Cada luz roja de un semáforo servia para besarnos, para acariciarnos cada vez mas íntimamente, para ir preparando el terreno para lo que venia.
Llegamos a su casa, apenas entramos cuando sus brazos me rodearon por la espalda, sus labios se perdieron entre mi cabello y se fueron directo sobre mi cuello y el lóbulo de mi oreja, podía sentir claramente su cuerpo pegado al mío y su calor inundando mi ser.
- Espera.
- ¿Segura que quieres que me espere?
- Es que, hace tanto que yo no…
- Tranquila… deja que te coma el tigre…
Cerré los ojos y deje que mi cuerpo se posara suavemente en el suyo, sus labios seguían jugando en mi cuello, mi respiración se agitaba cada vez más y mis fuerzas me abandonaban lentamente. El me tomo entre sus brazos y me llevo cargando hasta el sofá, sentí como su calor cubrió por completo mi cuerpo y sus manos acariciando mi espalda mientras su aliento me embriagaba de placer.
- Despacio… por favor…
- Tranquila, tenemos todo el tiempo del mundo… tu déjate llevar… bésame
Me perdí en su cuerpo, cerré los ojos y me abrace y deje que me llevara a donde deseara.
Mi vestido desapareció de mi cuerpo dejando al descubierto un lindo juego de lencería de encaje negro cubriendo solo un poco de mi piel. El se levanto y me cargo en sus brazos.
- No esperaras que nos quedemos toda la noche en el sofá… es excitante, pero incomodo, si se tratara de un par de horas estaría bien… pero no te dejare ir hasta que el sol no aparezca de nuevo.
No dije nada, me acurruque en su pecho y deje que me llevara hasta su cama. Con los ojos cerrados aun, pude sentir como me depositaba suavemente sobre la colcha entre muchos cojines, respire profundo y abrí lentamente los ojos, intente ponerme en pie, pero el me lo impidió con su mano.
- No corazón, no, espera, tu no te muevas, yo soy el que se va a comer a la palomita.
Sus manos acariciaron mis pies y los llevaron hasta su boca que empezó a besar y jugar con su lengua en mis dedos, me hacia cosquillas y me generaba sensaciones que hacia mucho tiempo no tenia. Fue subiendo poco a poco por mis piernas y justo cuando llego a mi monte de Venus me beso por encima del encaje de mi tanga. Yo me estremecí y el lo sintió, no pude evitar tomar su cabeza para evitar que se quitara de ahí, pero el lo hizo muy suavemente.
- Esta ansiosa, tranquila, goza, disfruta de cada movimiento como yo voy a disfrutar de cada centímetro de tu piel.
Siguió subiendo por mi cuerpo besando cada espacio de mi cuerpo, acariciando mi cintura, entibiando con su aliento mi esternón, sus manos diestramente desabrocharon mi sostén y mis senos quedaron a la total disposición de su boca. Su lengua recorría el contorno de mis pezones cada vez mas duros mientras los dedos de su mano derecha ya buscaban en las profundidades de mi sexo con maestría sin igual al tiempo que me despojaba de la tanga. Yo solo podía acariciar su cabello y su espalda.
Siguió subiendo, ya podía sentir su pene recorrer mi cuerpo a medida que subía, beso mi cuello, mi barbilla, mis mejillas, mis ojos, mi frente, hasta que por fin deposito el beso mas intenso que hasta ese momento había sentido en mis labios.
Se levanto rápidamente dejándome sin la protección de su cuerpo, desnuda sobre la cama, ansiosa de mas, levante mi dorso y vi. como se quitaba la ropa lo mas rápido que podía, su pecho se me revelo inmenso, mas de lo que parecía con la camisa puesta, y de entre sus piernas que parecían columnas de un edificio griego, su pene se alzaba enorme, largo y grueso, digno del semental que estaba por montarme.
- Deja que te coma el tigre…
Fue entonces que se tendió sobre mi cuerpo, ahora si sin medir caricia alguna en otra zona de mi cuerpo que no fueran mis senos y su pene se acomodo entre mis piernas.
Fue entonces cuando recordé lo que es tener un hombre a lado, lo que es vibrar y estremecerse entre los brazos del cuerpo ajeno, recordé como se siente la sangre correr por el cuerpo y el corazón agitarse dentro del pecho, recordé como es que tu piel arda en llamas de las cuales no te quieres liberar y recordé que solo el liquido ardiente emanado del cuerpo del hombre puede controlar aquel ardor que proviene del vientre.
Y fue solo entonces, después que el tigre sacio su hambre en mi cuerpo, que yo reviví, si, por que yo me había muerto en vida, por que Alex se había llevado con el toda la pasión y toda la energía de mi cuerpo con el a la tumba, y todo eso me lo regreso el tigre en una noche.
La mañana me sorprendió sola en una cama de matrimonio, cubierta por unas sabanas de seda azul eléctrico que quien sabe cuantos cuerpos antes y después del mío cubrirían. Me levante y me cubrí con la camisa que Héctor había dejado en el piso de la habitación, no había ruido alguno que me ayudara a descubrir donde estaba el, así que decidí buscarlo por la casa.
Todo estaba tal y como lo habíamos encontrado la noche anterior, todo, menos el. Entre a la cocina y encontré el desayuno preparado y servido junto a una nota.
Pao, disculpa por no esperar a que despertaras pero tuve que salir casi de urgencia, no te preocupes, cosas del trabajo, desayuna y por favor cuando te vayas, cierra bien, en la maceta de la entrada hay una llave, déjala ahí de nuevo, gracias. Besos.
No había mucho que pensar, todo estaba claro, yo había resucitado, pero solo para convertirme en una más de la larga lista de conquistas de “el tigre”, pero en realidad aquello no me importaba.
Tome la taza de café, respire profundo y brinde por el, por el hombre que me trajo de nuevo a la vida, luego me vestí y me fui de su casa, tiempo después, también me fui de su vida.