Degeneración parte 2

Continuación del relato Degeneración. La caudilla bárbara Grelya sigue usando a placer a sus cautivos, esta vez le tocará a la princesa Ylva ante la negativa del rey a pagar rescate sin pruebas de su hija.

Grelya, la bárbara se levantó feliz después de mucho tiempo. El sexo que tuvo con el muchacho y la captura de la princesa levantaron su ánimo.

Atrás quedaban los aciagos días de asaltar desgraciados viajeros y alguna caravana. La recompensa por la princesa y los dos caballeros sin duda haría mejorar la posición de su partida de guerreros, y tal vez podría verse libre al fin de su obediencia al chamán.

Se vistió en silencio contemplando al escudero mientras dormía, su entrepierna se humedeció sola al pensar en todo lo que haría con él. Esa sí había sido una buena partida de caza, le gustaba aquel chico, era diferente de los salvajes que comandaba. Estaba cansada de la soledad y de los torpes hombres que dejó entrar en su cama. Enseñaría a ese chico, sería su amante.

Tuvo que contenerse a la fuerza para no arrancarse la armadura y follar con él en ese mismo momento. Había aprendido a ser paciente, los mejores bocados eran aquellos que se tomaban despacio, no había ninguna prisa.

Salió de la tienda con el amenazante yelmo puesto de nuevo teniendo cuidado de no despertar al joven. Los dos guardias de la entrada se pusieron firmes y saludaron a su caudillo.

Caminó con lentos pasos haciendo crujir la nieve con sus pesadas botas, Kongoba se reunió con ella y le informó con voz grave.

-             Señor el rey no ha dado crédito al mensaje, exige pruebas de la captura, dice que no habrá oro a menos que tenga garantías de que su hija vive.

-             ¿Qué hay de los caballeros, pagarán sus familias?- inquirió Ylva.

-             No, señor. Se han negado, dicen que están muertos, que es un ardid. Ningún caballero de Lor se dejaría capturar y menos con su princesa cautiva.

El caudillo rió con ganas- Sí que tienen en alta expectativa a sus caballeros, parece ser que Lor es un reino duro al negociar. Ese rey los tiene bien puestos, me gusta. Pero habrá que darle un escarmiento, tendrá su prueba. Tráeme a los caballeros.

La joven princesa tenía los ojos rojos de llorar toda la noche, apenas consiguió dormir, sentía un miedo paralizante en todo el cuerpo. Los llantos de sus caballeros tampoco habían ayudado a calmarla. Ni siquiera la habían atado por no considerarla ninguna amenaza. Se sentía culpable por las muertes y aterrada por su destino. Se levantó de la cama de pieles y caminó por toda la tienda tratando no pensar.

De repente se abrió la entrada, junto con el frío entraron el caudillo seguido de dos de sus maltrechos caballeros y otro enorme bárbaro, Kongoba.

-             Buenos días princesa- habló el líder con un atisbo de humor en las palabras- al parecer vuestro padre no sabe valorar mi reclamación en su justa medida. Exige pruebas y las tendrá, en cuanto a tus valientes caballeros tampoco parecen reconocerlos a menos que sean cadáveres. Necesito que escojáis a uno de los dos. Solo hace falta uno para llevar las pruebas, elegid.

-             ¿Qué, qué le pasará… al otro?- inquirió la joven casi sin voz.

-             Morirá- respondió el caudillo.

En ese momento los dos hombres se lanzaron a los pies de la princesa llorando y suplicando por sus vidas, Kongoba reía viéndolos.

-             ¡Por, por favor no podéis hacer eso! ¡No puedo elegir algo así, sed clemente, perdonad sus vidas!- suplicó la princesa mientras acariciaba las cabezas de ambos intentando calmarles en vano.

-             Algún día seréis reina y tendréis que elegir muchas más muertes, empezad hoy, no lo demoréis.

Las palabras del jefe se quedaron pendiendo en la mente de la aterrorizada chica. Y entonces pasó algo tan rápido que pilló por sorpresa incluso a los bárbaros. Uno de los caballeros rodeó a la joven e hizo una presa con el brazo en torno a su cuello.

-             ¡Ahora vamos a negociar de nuevo bastardos, si no queréis que muera haréis lo que yo os diga!- gritó el caballero mientras la chica gritaba y se retorcía bajo su presa.

-             ¡Pero qué haces Lovar! ¡Es tu princesa!- le recriminó el otro caballero aun postrado.

-             ¡Cállate estúpido, no pienso jugarme el pellejo por esta zorra!, quiero un caballo con provisiones y otro…-jamás llegó a acabar la frase.

La empuñadura de la daga aserrada del caudillo sobresalía del ojo ensangrentado del caballero. El lanzamiento había sido rápido y certero. Cayó hacia atrás llevándose consigo a la princesa al suelo. Frenéticamente intentó deshacerse de la presa del caballero muerto, unas fuertes manos la liberaron y la levantaron, se echó a los brazos del caudillo llorando, que era quién la había levantado.

-             Kongoba que saquen el cuerpo y llévate a éste, prepara un caballo para él, será quién lleve las pruebas.

Pasó un rato largo hasta que se quedaron a solas y la princesa se recompuso dándose cuenta de a quién estaba abrazando, se desprendió y se tiró en la cama.

-             ¿Por qué lo hizo…? , era su princesa, quería salvarle…- gimió desconsoladamente de nuevo- ¿por qué le habéis matado, por qué me pedísteis elegir algo tan horrible…?

Grelya se quitó el casco y suavizó su voz. – Porque el mundo en que vives es y será así niña, los hombres quieren vivir por encima de todo, solo ante la muerte podemos mostrar nuestra verdadera lealtad. Debes acostumbrarte a la traición.

Los azules y enrojecidos ojos de la princesa se encontraron con los de la bárbara y no encontraron desdén sino una profunda tristeza. Eso y el hecho de ver que era una mujer la dejaron enmudecida.

-             Siento que hayas sufrido ese ataque, ha sido un descuido de mi guardia. Ahora escucha princesa Ylva, tu padre no cree que te tengamos prisionera. No toleraré que ningún hombre dude así de mí, ni siquiera un rey. Hoy perderás tu virginidad y enviaremos tu sangre en una prenda para que el mismo sacerdote de la corte verifique que es tuya.

Ylva perdió el color de la cara mientras se levantaba apresuradamente.- Po…por favor, no lo hagáis, mi padre os pagará cualquier rescate, cómo princesa debo llegar vírgen a mis esponsales, os lo ruego señora. ¡Tomad mi sangre de un corte en mi piel!

La sonora bofetada que la bárbara le dio hizo que la joven se callara de inmediato- Harás lo que te ordene puta, es mi voluntad y capricho que pierdas tu pureza hoy y por mí. Oh, sé que molestará a tu padre y es por eso que hoy te follaré. Cuando regrese quiero que estés desnuda y dispuesta para mí.

Se marchó en dirección a la entrada sin esperar respuesta dejando estupefacta a la princesa, ¿iba a perder la virginidad con una mujer? Cayó de rodillas y se puso a rezar.

Bajo órdenes del caudillo se instaló alrededor de la cama de la princesa un dosel de seda improvisado de tal forma que toda la tienda estaba a oscuras salvo la propia cama, de la que pendía una lámpara de aceite en el techo. Aparte de evitar el frío y ofrecer un ambiente más cálido para la joven, también cumplía la función que Grelya deseaba, y no era otra que la de observar a la chica sin que ella se diera cuenta. Nada se veía fuera del dosel, solo dentro.

Seguía temblando y por supuesto no se había despojado del vestido, estaba acurrucada sobre sí misma en el cabecero de la cama. La bárbara que ya estaba desnuda caminó sin apenas hacer ruido hasta uno de los postes que sostenían la tienda y estaba más cerca de la cama. Allí habían atado desnudo al escudero, tal como ella ordenó, las manos a la espalda, una gruesa mordaza en la boca y una venda que tapaba sus ojos. El joven respiraba con nerviosismo ante su situación y la incertidumbre de lo que iba a suceder. Maldijo mentalmente el haber dormido tan profundamente, debió haberse despertado antes de que fueran por él, debió hacer algo en lugar de dejarse vencer por el sueño…

Una mano le acarició el pecho, se puso tenso y todos los pensamientos se detuvieron en su mente. Una voz le tranquilizó susurrante, la voz firme y a la vez sensual de su captora.

-          Gar, mi escudero. Hoy voy a seguir con tu entrenamiento, tu lección será aprender a mirar lo que deseas sin reprimirte y dejarte llevar por lo que anhelas. El sexo no conoce barreras y hoy lo descubrirás: vence al honor, a la amistad, al amor, a la familia, a la religión, todo lo que piensas que ha de contenerte hoy se derrumbará. Ahora te quitaré la venda.

Cuando cayó la tela vio ante sus ojos y a través del dosel a su princesa, miró a los lados, pero el resto era oscuridad. Grelya acariciaba sus testículos desde detrás y sus firmes pechos le aguijoneaban la espalda suavemente en contraste con la dureza del poste al que estaba atado.

-          Quiero quitarte la mordaza y te pido que no hables ni grites, no por mí, sino por ella. Voy a tomarla Gar y no podrás hacer nada, salvo mirar. Si rompes el silencio la turbarás aún más. Voy a llevarla a un mundo de placer, como a ti. Está a punto de perder su virginidad, es un momento que dicen ha de ser hermoso para una mujer.

Deshizo el nudo y cayó el grueso paño al suelo. – Yo jamás pude tener ese momento, me violaron, ese fue mi comienzo al sexo, sin amor ni amabilidad. El chico se quedó mirándola sin saber qué decir, aquella mujer le provocaba confusión, deseaba abrazarla, tomarla, enfrentarse a ella, ayer era su enemiga y hoy seguía siéndolo… Y sin embargo, sin embargo le contaba ese detalle tan personal.

-          Lo siento- susurró él al fin. Se miraron y ella le besó sin mediar palabra. Juntaron sus bocas, sus lenguas se encontraron. En ese momento de pasión ni siquiera recordó que era cautivo de aquella guerrera, ni que tenía prisionera a la princesa, ni que era su enemiga. En ese momento solo pensó en ella como mujer. Fue un largo momento, como si ambos hubieran podido romper un tabú, sin reprimirse, sin recriminaciones…

Y como empezó, cesó. Grelya se apartó de él mirándole fijamente - Ella tendrá suerte de que sea yo quién la inicie, créeme. Mira y goza escudero.

Del dosel emergió el poderoso y a la vez sensual cuerpo de la guerrera, Ylva la contempló, iba totalmente desnuda y llevaba un bulto en la mano. Sus inocentes ojos recorrieron aquel cuerpo fuerte y hermoso a la vez, lleno de cicatrices, unos pechos firmes y grandes y un pubis libre de vello. Pensó en las ocasiones que ella misma se miraba al espejo y se avergonzó ante la comparación con aquella altiva mujer que sin pudor alguno se exhibía ante ella. Retiró la vista al recordar su posición y educación.

-          Sois una desvergonzada, no tenéis moral- le dijo con todo el orgullo que puedo reunir.

-          No tengo ninguna niña, en mi mundo eso es debilidad, y tú eres tan puta como las demás mujeres, hoy mismo te darás cuenta. Desnúdate- la forma en que la miró aquella norteña pelirroja le dejó bien claro que no iba a tolerar pataletas ni palabras, era una orden.

La princesa se levantó despacio apartando la vista de esa odiosa mujer y comenzó a quitarse el vestido, todas las prendas cayeron una a una ante la mirada lujuriosa de Grelya que no quitó ojo de su presa mientras se acomodaba junto a las almohadas.  Quedó desnuda por completo, tapándose con pudor los pechos y su sexo, cerrando los ojos con furia.

-          Muéstrate zorra, quiero verte y da vueltas despacio. La chica bajó los brazos lentamente y dejó a la vista un manjar exquisito. Una joven de la casa real de Lor, de piel rosada y atributos no tocados ni degustados aun por nadie.

Grelya sonrió complacida mirando en dirección al poste oculto a la vista tras el dosel, sin duda el chico no podría apartar la vista de ese espectáculo. Nada tan delicioso como pervertir a aquellos dos espíritus inocentes, iba a gozar con eso.

Gar no podía dejar de mirar a la princesa desnuda y no pudo evitar recordar aquellas ocasiones que se masturbó pensando en ella, en su aroma… Y también recordó cómo se flageló a si mismo por aquellos pensamientos indignos e impuros. Pensó que en realidad miraba para vigilar a su princesa, pero su miembro le decía la realidad. Su polla se puso tiesa y no dejo de mirar alternativamente a las dos y especialmente a la bárbara, su lucha interna prosiguió apenas unos minutos, le palpitaban las sienes y el corazón desde el beso de aquella mujer y poco a poco cesó el tormento interior y se dejó llevar por sus impulsos y miró sin vergüenza alguna.

La bárbara se levantó y la detuvo cogiéndole del mentón – Voy a tomar tu virginidad Ylva, pero lo haré de la forma más placentera posible, no te haré daño, créeme. Si te montara uno de mis hombres lo pasarías mal y correrías el riesgo de criar un bastardo. ¿Estás de acuerdo?

La chica asintió por toda respuesta intentando contener las lágrimas. Grelya la atrajo para sí y la abrazó consolándola, la princesa se abrazó a ella notando sus pechos contra los de aquella mujer, olía como un hombre, a cuero y sudor, pero era agradable y aquel tacto, su piel no era tan suave como la suya, pero sí como el de otra mujer. Notó las manos de ella acariciándole el cabello, la espalda, el culo. En sus brazos se sentía segura, era más alta que ella y mucho más fuerte, sin darse cuenta sus manos también la exploraron a ella, cada cicatriz, su cabello rojizo, aquellas cachas duras. Las formas de otra mujer eran tan agradables al tacto… Se empezó a dejar llevar. La bárbara comenzó a besarla y la princesa respondió efusivamente.

Aquella chica era todo cariño y ardor, como una joven amante. Grelya se dejó llevar también, ambas cerraron los ojos y se abrazaron con pasión. La bárbara le mordía el cuello, la hacía jadear y comenzaron a excitarse magreándose sin cortarse ya. Esa chica estaba sedienta de sexo y se entregaba a ella en cuerpo y alma.

Los ojos de Gar veían por primera vez cómo dos mujeres se tomaban y no pudo pensar que hubiera algo tan hermoso de contemplar en el mundo. La belleza de ambas juntas entrelazadas, besándose, tocándose… Si existían diosas en la tierra el escudero creyó que las estaba viendo en ese preciso momento. Era algo distinto, sensual, diferente al ardor de un hombre y una mujer… Y su miembro le dolía ya de tan gruesa que se había puesto contemplándolas. Anheló gritar pidiendo que le soltaran para unirse a ellas o al menos masturbarse y contemplarlas. Sí, eso último era exactamente lo que quería, espiarlas y no intervenir, darse placer tocándose y verlas… Se sintió tremendamente sucio por ese pensamiento, pero la excitación acallaba todo lo demás.

¿Cómo podía su princesa entregarse al enemigo de esa forma? Sus caballeros habían muerto por ella y ahí estaba gozando con la líder. De alguna manera perversa ese pensamiento contradictorio le dio un cosquilleo indescriptible y placentero, un morbo aun mayor que le excitaba más al verlas juntas.

Las amantes ya se habían tumbado para gozarse mutuamente y sin prisas. La bárbara comió a la princesa con ansias, la espalda, los níveos pechos haciéndola gritar de placer, lamió su clítoris llevándola al delirio y le enseñó los placeres del ano, pese a que ella se resistió al principio. Su lengua penetró el apretado ano y lamió su culo internamente mientras sus manos manoseaban sus tetas y clítoris alternativamente. La chica no podía estarse quieta del placer que sentía, se había tocado por supuesto, pero sentir todas aquellas cosas con otra mujer era maravilloso.

Tras un intenso orgasmo Ylva quedó tomando aire bocarriba mirando a la bárbara - Quiero complacerte – dijo sonriendo con timidez y las mejillas arreboladas.

Gateó sobre ella y se dedicó a comerle las tetas sin prisa a la bárbara, mientras ella la cogía de la cabeza y la guiaba- Eres una pequeña mamona princesa, sigue chupando.

Aunque debería haberle molestado, el insulto hizo que el coño le palpitase más aun, pero mordió traviesamente a Grelya, cuando llegó al sexo de la bárbara esta se levantó. Has de comerme de rodillas y yo de pie, pequeña puta, muéstrame como me lo comes.

Ylva cada vez estaba más excitada, jamás había comido a una mujer, ya había probado el pecho y ahora sería un coño. Olía fuerte, pero le apetecía probar, quería hacer gozar a aquella mujer, como ella le había hecho disfrutar antes, quería agradarla.

Comenzó unos tímidos lametones a los muslos y fue aproximándose al empapado coño de la bárbara, empezó a lamer inexpertamente los labios, metió la lengua, el clítoris… Poco a poco fue aprendiendo lo que le gustaba a Grelya. Esta le cogió del pelo y le hizo comer más profundo. Mientras hacía esto miro hacía Gar con descaro- Eres una auténtica furcia princesa, no sé cómo pudieron aguantar tus hombres sin follarte, sin duda eran todos maricones. La provocación lejos de molestar al escudero hizo que se excitara más aun e inconscientemente dejó que el poste se situara entre las cachas de su culo y empezó a frotarse con el despacio.

La guerrera no pudo resistir más y tiró a la princesa en la cama, esta se quedó mirándola ansiosa mientras se toqueteaba el clítoris. Se hincó de rodillas sobre su cabeza- Sigue comiéndome puta, lo haces genial, quizás me quede contigo solo por lo bien que comes el coño, cómeme el culo ahora, vamos.

La princesa obedeció la orden sin rechistar lamiendo y mordisqueando el culo de su captora, lamiendo el ano y probando el fuerte sabor del culo, tan diferente al sabor del coño. Todo era nuevo para ella y cada vez quería más y más. Grelya gozó con la lengua de la chica y no pudo contenerse por más tiempo, se volteó y le dio a comer su coño, solo que esta vez ella era quién marcaba el ritmo, la chica se dedicaba únicamente a lamer mientras ella la cogía del cabello y se follaba su cara. Con un grito prolongado la bárbara se corrió en la cara de la princesa.

Cuando se levantó la chica seguía caliente y quería más aún. Grelya supo que era el momento, abrió el bulto que llevaba consigo al principio. Ylva la miró desconcertada. Parecía ser un cilindro de madera tallada acoplado a unas correas- ¿Qué es eso?- inquirió inocentemente.

-          Esto es un consolador Ylva, con esto te voy a hacer mujer hoy. Se abrochó las correas a los muslos y caderas, cuando se levantó la princesa observó con sorpresa que la guerrera parecía tener un falo.

Grelya dejó que se acercara, que lo tocara, que se familiarizara con aquel objeto nuevo. Le fascinaba la ingenuidad con que la princesa iba asimilando todo. Se sentía como una madre que le enseñaba a vivir. Ahora disfrutaría de montarla. En el poste Gar ya solo miraba aquel objeto fálico que colgaba de la bárbara. Supo que así es como le tomaría a él, por un instante y aunque lo negaría para sí mismo, sintió envidia de la princesa.

CONTINUARA…