Degeneración, etc.
Estaba esperando en el bar, cuando distinguí a las dos hermanas que llegaban ya, cogidas de la mano.
Soy Héctor y tengo 50 años. Llevaba unos meses con mi novia de 25 y ella ya estaba coladita por mí, así que había llegado el momento de hacer algunas variaciones en la relación. Estábamos en la mesa de un bar tomando unas cañas, como todas las tardes.
-Lola, yo sé que me quieres por encima de todo.
-Claro, cari. Haré cualquier cosa por ti.
-Pare empezar, estoy harto de la ropa que te pones a diario cuando quedamos. A partir de ahora, nada de pantalones. Llevarás faldas cortas. Tus piernas se merecen ser exhibidas.
-Ay, mi amor, no te pongas así. Llevaré faldas cortas, no hay problema. Y gracias por valorar mis piernas, Héctor.
-Así me gusta. Pero no he acabado. Lo mismo que para tus piernas te digo para tus tetas. Se acabaron las prendas holgadas. Tienes unos melones que no luces lo suficiente. O te abres bien el escote, o si llevas algo sin escote que sea bien ceñido.
-Qué burro eres, tesoro. Mis melones, como tú los llamas, son demasiado grandes para ponerlos en evidencia, qué vergüenza...
-¿Pero te estás oyendo? ¿No acabas de decir que harás cualquier cosa?
-Perdona, es que me da un poco de apuro, pero no te preocupes. Mira, me desabrocho dos botones de la blusa, ¿así mejor?
-Ni se te ocurra volver a llevarme la contraria.
-No, mi amor, no lo haré más. Te obedeceré en todo, lo juro.
Al día siguiente volvimos a vernos en el mismo bar. Lola acudió con una minifalda de vértigo y un jersey de punto fino ajustado a las tetas. Había cumplido.
-Hola, mi amor, no sabes la cantidad de hombres que me han dicho cosas por el camino. Vengo toda acalorada de la vergüenza.
-A mí eso me da igual. Lo importante es que has obedecido y has venido guapísima. Así me gusta.
-Gracias, mi vida. Tú también estás muy guapo y te adoro.
Lola era una joven vital y sencilla, además de estar buenísima, y mi actitud cada vez más firme le atraía mucho. Continué por ese camino.
-Vas a hacer una cosa, ahora mismo. Te metes en el baño, te quitas el sujetador y el tanga y vuelves con ellos en el bolso.
-Pero con la ropa que llevo se me va a marcar todo... Perdona, ahora mismo lo hago, cari.
Mi dulce novia volvió del baño, y efectivamente, sus melonazos se marcaban a la perfección, destacando sus pezones bajo la tela.
-Asi estás mucho mejor. A partir de ahora, nada de ropa interior.
Estábamos sentados uno junto al otro, y unté mi dedo en su coño con disimulo, para luego dárselo a chupar. Ella me sonreía de reojo.
-Me estás poniendo muy cachonda, Héctor. Eres el diablo en persona.
-Eso te pasa por ser tan obediente. ¿Vas a seguir siendo mi niña cumplidora?
-No lo dudes, mi amor.
-Para rematar tu nuevo vestuario, estará bien que lleves tacones altos y medias hasta medio muslo. Ah, y te recogerás la melena en dos coletas.
-Pareceré una puta, Héctor...
-No, en eso te equivocas. Parecerás y serás mi puta.
-Dices unas cosas que... bueno, tu puta, eso está mejor, sí. Me gusta así, no una puta cualquiera sino la tuya.
-Más te vale. Mañana vienes con tu hermana pequeña y le contamos todas estas novedades. Hace tiempo que no veo a la niña.
-Pero Cintia tiene clase mañana por la tarde, no podrá venir...
Lancé mi primera bofetada a la cara de Lola. Su actitud no podía quedar impune. El ruido del bar impidió que nadie se diera cuenta. Ella se quedó por un momento paralizada, pero su cara de asombro pasó a otra más relajada.
-Perdona, Héctor. Traeré a la niña, no sé qué me ha pasado.
Lola tenía entornados los ojos y se relamía la boca, en el lado donde había recibido la hostia. Era evidente que, tras la sorpresa del momento, había sentido placer.
-Y que venga vestida según mis gustos, aunque espero que no haga falta decirte estas cosas.
-No, mi amor, ya sé cómo eres. A Cintia le gusta vestir con poca ropa, está en la edad, no te preocupes. Además, le hará ilusión saltarse las clases, pero sobre todo que la hayas llamado, no sabes cómo habla de ti...
-Perfecto. Te acompaño un rato.
Salimos del bar. Lola caminaba acurrucada en mí, amorosa como siempre. Le hablé al oído mientras le agarraba del culo.
-Entonces, mi zorra, ¿qué te ha parecido mi bofetón?
-Ay, Héctor, por un lado supongo que está mal que me pegues, pero me ha dejado una sensación muy buena, como de saber quién soy para ti, mi amor. Me encanta que me trates así, no te enfades.
-No me enfado y me alegro de que te guste, mi puta. Vamos un momento a ese rincón, que tengo que descargar.
Las calles estaban ya oscuras. Lola subió a un peldaño y me ofreció su culo. Gracias a la minifalda y la ausencia de ropa interior, la operación fue sencilla. Mientras me la follaba, le dejé rojo el culo a base de azotes. Luego se arrodilló para limpiarme la polla con su boca.
-Hasta mañana, Lola, mi amor. Me ha gustado mucho este polvo. Con los tacones será más fácil todavía.
Un nuevo día. Estaba esperando en el bar, cuando distinguí a las dos hermanas que llegaban ya, cogidas de la mano. En cuanto vi sus cuerpos, tan adorables pero tan distintos, tuve una erección. Ambas vestían parecido, según mis indicaciones. Lola era el modelo clásico de puta de lujo, con sus coletas y el resto. Cintia, tan pizpireta como siempre, arrastró a su hermana de la mano cuando me vio. Su sonrisa iluminaba su aspecto: el de la niña de 18 que era, preparada para convertirse en mi aliada. Lanzó a mis brazos su pequeño cuerpo adorable aún en crecimiento, sólo cubierto por un top y una mini.
-¡Hola, señor Héctor! ¡Mi hermana me ha dicho que quería usted verme, y que me vistiera así, qué divertido!
-Hola, pequeña Cintia. Siéntate, quiero contarte una cosa.
Lola y Cintia se situaron frente a mí, al otro lado de la mesa.
-Resulta que he decidido que tu hermana va a lucir este aspecto a partir de ahora.
-Jo, qué bien, señor. Lola está guapísima así. Yo quiero ser como ella en todo. He venido sin braguita, ¿le parece bien?
-Claro, monada. Era parte de mis órdenes. Lola, ¿qué le has explicado a Cintia?
-Todo lo que me dijiste, cari. Que tengo que arreglarme como ahora, que querías que la trajese a ella igual, que soy tu puta...
-Muy bien, ¿y qué te parece, Cintia?
-Genial, pero no entiendo lo de que mi hermana es una puta. Ella no es eso, ¿verdad?
-No, dulzura. Ella no trabaja con el sexo, si te refieres a eso. Ella es mi puta porque me obedece en todo.
-Pero ayer me contó estas cosas y luego en la cena vi que llevaba puesto un tanga. Se le salía por detrás del pantalón del pijama...
-¿Es verdad eso, Lola?
-Sí, mi amor. Pensé que era mejor así, con nuestros padres delante, para que no hicieran preguntas. Ten en cuenta que ese pijama es casi transparente, y ya tenía bastante con no llevar sujetador...
-Eso es verdad, señor. Papá le miraba todo el rato las tetas, y mamá estaba muy callada.
-Todo eso me da igual, señoritas. Lola me juró que me iba a obedecer y no lo ha hecho.
-Lo siento, Héctor. No volverá a pasar.
-Me voy a asegurar de ello, Lola. Cintia, ¿querrás ayudar?
-Claro, señor. Lo que usted diga.
-Pues te nombro vigilante de tu hermana mayor. Ella te contará cada día lo que debe hacer y tú te encargarás de que cumpla.
-No le fallaré, señor.
-Muy bien, pues asunto solucionado. Como compartís habitación, todo será más sencillo.
-Señor Héctor, ya sé que su novia es Lola, pero yo quiero también obedecerle a usted en todo, ¿puedo?
-De acuerdo, tu hermana es mi puta y tú serás mi putita.
-¡Viva! Me encanta este juego, señor.
-Venga, Lola, dale un abrazo a tu hermanita, esto es el principio de una hermosa historia.
Las hermanas se fundieron en un cariñoso abrazo, mientras mi polla estaba a punto de reventar. Las dos deseaban complacerme, y el abrazo superó un punto la cualidad de fraternal, por su intensidad y duración. Con sus cuerpos entrelazados, me miraban como buscando mi aprobación. Las cosas me estaban saliendo muy bien. Ya en la calle, cada una se puso a un lado junto a mí. Yo llevaba a Lola del culo y a Cintia de la mano.
-Señor, ¿hoy tiene órdenes para nosotras?
-No molestes a Héctor, hermanita, si quiere decir algo ya lo dirá...
-Cintia no me molesta, mi puta. Lo que quiero es que os llevéis bien entre vosotras. Venid.
Abracé a las dos, besando a mi novia en la boca. Cintia, en su inocencia, agarró una teta de Lola, mientras mi mano acabó comprobando que la niña, efectivamente, no llevaba braguita. Le acaricié el coño mientras entrelazaba mi lengua con la de su hermana.
-Señor, me hace usted cosquillas ahí abajo.
Mi putita estaba sintiendo placer entre sus piernas por primera vez. Lola se alarmó un poco.
-Héctor, no quiero que hagas daño a Cintia. Todavía es casi una niña y me tienes a mí para esas cosas.
-¿A qué te refieres con hacerme daño, Lola? El señor sólo me está acariciando y es muy rico... Además, ayer me contaste que te dio una bofetada y te pegó en el culo, y que te había gustado mucho.
-Pero eso son juegos de mayores, hermanita.
-Ya, y yo no soy un bebé, ya tengo 18. Además, recuerda que soy tu vigilante. Lo ha dicho tu novio.
-Lo he oído y lo acepto así, pero eso no significa que tengas que comportarte como si tú fueras también su novia.
-Lo haré si el señor lo ordena. Quien decide es él, ¿verdad, señor Héctor?
Yo estaba encantado con la conversación de las hermanas y las dejaba hablar mientras las mantenía pegadas a mí.
-Mi orden de hoy es que no discutáis. Os acabo de decir que quiero que os llevéis bien siempre. Cintia es casi una niña, pero ya le están creciendo las tetas.
-¿Ves, Lola? El señor me sabe valorar. Héctor, si usted quiere puede pegarme a mí también, como a su novia.
-Claro, mi putita, todo llegará. Ahora prueba a poner tu lengua con las nuestras, así.
La criatura unió su boca a la mía y la de Lola, en su primer beso de adulta. SIn despegar mis labios de los de las dos, llevé la mano de Lola al coño de Cintia para que la masturbase. Cintia babeaba de gusto. Acerqué su manita a mi paquete.
-Lola, sigue frotando así a la niña. Cintia, sácame la polla.
Ya era de noche de nuevo. Las calles vacías albergaban una escena maravillosa. Cintia estaba aprendiendo de golpe un montón de cosas. Arrodillada en la acera, ya tenía mi polla en la boca. Luego le indiqué que la metiera en el coño de su hermana, perfectamente accesible gracias s sus tacones. Me acabé corriendo dentro de mi puta, mientras besaba a tornillo a mi putita y le torturaba sus pezones en desarrollo.
-Ya has visto cómo me follo a tu hermana, Cintia.
-Ha sido genial, señor. Y eso de apretarme las tetitas me ha gustado mucho también.
-Ay, cariño, estás hecho un conquistador. Ya te dije que Cintia bebía los vientos por ti. Si es que eres el mejor.
Las dos zorras se arreglaron la ropa. En el último tramo en que las acompañé, deje claras algunas cosas más.
-Bueno, preciosas. Ahora a casita, con vuestros papás. En vuestra habitación, siempre desnudas y cariñosas. Dormid juntas, masturbaos, jugad todo el tiempo. Quiero fotos. Y tú, Cintia, ya sabes: a vigilar a Lola, no vaya a ponerse ropa interior o, pero aún, pantalones, jajaja.
Esa noche recibí un montón de imágenes de mis putas jugando juntas. En la última se les veía abrazadas, a punto de dormir. Un mensaje acompañaba a la foto:
-Buenas noches, cari. Cintia también te echa de menos. Papi y mami han discutido. mañana te cuento.
De nuevo en el bar, un día más. Mi novia va perdiendo la vergüenza y ya aparece uniformada de puta, taconeando firme, sin importarle las miradas de los otros.
-Hola, mi amor. Tengo un montón de cosas que contarte.
-Dime, mi puta.
-Resuta que ayer, cuando llegamos, nos cambiamos y nos pusimos a cenar con papá y mamá. Como no nos dejas llevar pantalón, usamos unos camisones antiguos. El mío casi no me lo puedo poner, de pequeño que me quedaba. Mis tetas estaban a punto de romperlo. Estábamos cenando y papi me dijo que lucía muy bien así. Entonces mami se enfadó mucho. Luego se fueron gritando a su dormitorio y oímos que papi le decía a mami que se callara. Cintia y yo nos metimos a jugar desnudas en nuestro cuarto.
-Curioso, curioso. Y esta mañana, ¿cómo ha ido la cosa?
-Ha cambiado todo un montón. Mamá estaba relajada y sonriente, y además llevaba un camisón parecido a los nuestros, que le sienta de maravilla. Y todo el rato servía a papá las cosas del desayuno, le limpiaba con la servilleta...
-Está claro que han pasado una buena noche.
-Eso creo yo también. Papá ha puesto a mamá en su sitio y ella está encantada. Bueno, sigo. Entonces papi nos ha dicho a Cintia y a mí que no nos preocupásemos por la discusión de anoche, y que todo estaba arreglado. Ya sabes cómo es Cintia: se ha puesto muy contenta y ha ido a abrazar a papi. Mami me ha abrazado a mí, y luego nos hemos juntado los cuatro. Ha sido precioso.
-¿Y a tu padre se le ha puesto dura?
-Eso es, qué listo eres. Estaba sentado en su silla, con nosotras tres abrazándole. Cintia seguía montada en su regazo y al notar el miembro duro de papi, se ha apretado más aún contra él. Yo he puesto mis tetas ante la cara de papi, acercándome a besar a mami, y claro, las tetas de mami también han acabado junto a las mías.
-Vaya escenita familiar. ¿Pero tú has besado a tu madre en la boca?
-Sí, he empezado con un piquito, pero eso no es todo. Papi se ha empezado a frotar contra Cintia y hemos acabado besándonos los cuatro, chorreando saliva.
-Cuánto amor. Y vaya cambio el de tus padres, ¿no?
-Sí, mi vida. El caso es que después de besarnos así, con las manos de papi recorriendo nuestras tetas y nuestros culitos, él ha mandado a mami a fregar y a mí a recoger la mesa, mientras Cintia seguía amorosa en sus brazos. Entonces ha sido cuando la niña, aún frotando su cuerpecito en la polla dura de papi, ha sacado su lengua de su boca y te ha nombrado.
-¿A mí? ¿Qué tengo yo que ver con todo eso?
-Ha dicho que papi era muy cariñoso, como tú.
-Pero eso es terrible, qué niña tan inconsciente. Tu padre me querrá matar.
-Qué va, nada de eso. Él ha estado pensando un poco y te ha invitado a cenar esta noche en nuestra casa. Luego se ha ido a trabajar, Cintia a su colegio, mami ha seguido con sus cosas de casa y yo me he metido en mi cuarto.
-¿A cenar esta noche? Pero ahora tus padres saben que he sido cariñoso con Cintia, y tendiendo en cuenta cómo os habéis dado cariño esta mañana los cuatro, eso es, sin duda, una información peligrosa para mí...
-Me parece que te equivocas, tesoro. Cuando mami ha entrado a limpiar mi habitación, hemos hablado un rato. Me ha contado que anoche papá le estuvo follando y pegando y que ella disfrutó como nunca. Luego me ha dado las gracias por vestir tan provocativa, porque eso había desencadenado todo. Yo le he explicado que lo hacía porque tú me lo habías ordenado, además de estar siempre desnuda en la habitación.
-¿Entonces estabas desnuda?
-Sí, y mami al oír mi historia se ha desnudado también. Ha dicho que si en esa habitación había que estar sin ropa, ella se unía a la costumbre. Luego me ha besado con pasión, agarrándome las tetas, y se ha ido a continuar limpiando la casa.
-Inaudito. Tu madre se conserva perfecta, me hago a la idea de cómo luce desnuda. Pero tu padre no sabe nada de mis aventuras contigo y con Cintia, o al menos no conoce los detalles como tu madre.
-Otra vez te equivocas. Al mediodía, en la comida, todos hemos hablado, Cintia incluida. Tú y tus hábitos sois bienvenidos en mi casa. Ya no hay secretos. Y creo que papi te reserva alguna sorpresa. Vamos, se acerca la hora de la cena.
-Espera, espera, mi puta. Hoy tenía una orden nueva para ti.
-Perdona, mi amor. Dime, haré lo que quieras.
-A partir de ahora debes llamarme de usted, como tu hermanita. Y como no podía ser de otra manera, el tratamiento es de amo.
-De acuerdo, mi amo. La verdad es que me daba envidia que Cintia le tratase así y yo no.
Llegamos a la casa familiar. El padre nos abrió la puerta y me estrechó la mano, mientras Lola se iba a su cuarto.
-Hola, Héctor. Anoche se me ocurrió invitarle a cenar y creo que fue una buena idea, sobre todo tras escuchar a mis hijas este mediodía.
-Gracias, espero que todo esté bien.
-Mejor que eso, ya verás. Cariño, ven a saludar al señor Héctor.
La esposa se acercó hasta nosotros y me dio un par de besos. Se había arreglado para la cena y lucía tan puta como sus hijas, con un vestido minúsculo que le dejaba al aire la mitad de las tetorras y los muslos torneados.
-Bienvenido a nuestra casa, señor. Siéntase como uno más de la familia. Enseguida estará la cena. Maridito, tómate algo con nuestro invitado en el salón.
-Gracias por la acogida a los dos. Sofía, estás preciosa esta noche.
El padre se puso a charlar conmigo mientras nos bebíamos unos licores que nos sirvió Sofía.
-Bueno, Héctor. Ya sabrá que estoy al corriente de sus actividades con mis hijas. Lo primero que tengo que decir es que le doy la enhorabuena. Desde que le conozco, como novio de Lola, me ha caído usted muy bien. Y parece que Cintia también le quiere mucho.
-Sí, es una niña adorable...
-Y virgen. Es una virgen adorable. Pero hablemos de Lola. Mi hija mayor va mostrando sus encantos por la casa, según las órdenes de usted, y eso ha derivado en ciertos cambios familiares recientes, sobre todo en la actitud de Sofía, mi esposa. Digamos que ahora es para mí lo mismo que Lola para usted, una hembra a mi servicio.
-Algo de eso me ha contado Lola, sí. Me alegro de haber desencadenado algo que le beneficia, señor.
-Me beneficia y mucho. Ahora mi esposa y mis hijas se comportan con más afecto conmigo, y me veo rodeado en casa de tres preciosidades que no dudan en lucir sus cuerpos para mí, con ropas más que ligeras. Le debo a usted mucho, Héctor.
En ese momento aparecieron las hermanas. Cintia se había puesto una minicamiseta sin tirantes y un pequeño volante en el escote. Bajo su ombigo al aire, una minifalda a juego y los tacones. Lola, que ya había llegado a casa conmigo vestida a mi gusto, volvió a lucir uno de sus modelos de puta, esta vez conjuntado con el de su hermanita.
-Papi, Héctor, ¿estamos guapas?
-Claro que sí, hijita. Lola y tú sois un par de bombones.
Nos sentamos los cuatro a la mesa, servidos por Sofía.
-Bien, señor Héctor. He pensado que mi esposa está capacitada para servirle igual que a mí. Es mi primer regalo de la noche. Sofía, demuestra a nuestro invitado que tengo razón.
Sin más, la madre de mi novia se arrodilló entre mis piernas bajo la mesa y se metió mi polla en la boca, mientras los demás seguíamos cenando.
-Gracias, señor. Su esposa me la está chupando magníficamente.
Lola se mordía los labios encantada, e intervino:
-Mi amo, me gusta que disfrute de la boca de mami, igual que ayer con la de Cintia.
-Desde luego, sois tres chupapollas excelentes. Anda, mi puta, cómesela a tu padre. ¿No le importa, señor?
-Al contrario, Héctor. Llevo un montón de tiempo deseándolo, pero no se había dado la feliz circunstancia.
Sofía y Lola continuaban sus trabajos. Cintia se dirigió a mí.
-Señor Héctor, papi pega a mami y usted pega a Lola. Yo soy la única que me quedo sin probar eso, y a ellas les gusta mucho.
Miré al padre, que me devolvió la mirada con un gesto de aprobación. Cogí a Cintia del cuello y le arreé su primer bofetón. Esa niña se había estrenado conmigo ya en los besos húmedos y en las felaciones, y ahora disfrutaba de su debut siendo hostiada.
-Guau, gracias, señor. Porfi, otro, porfi.
La cena estaba prácticamente terminada. Me levanté de mi silla, dejando a Sofía babeando bajo la mesa, y empecé a azotar a la niña, bajándole la camiseta, en sus tetas, su cara y su culo. El padre bombeaba la boca de Lola con más ahínco.
-Ahí tiene su segundo regalo, Héctor. Será un placer entregarle también a mi hija pequeña.
Cintia no cabía en sí de gozo, a juzgar por su expresión de niña ilusionada. Le metí la polla en su coñito virgen de un solo golpe, y emitió un grito de satisfacción mientras me la follaba sentada en la mesa y recibiendo mis golpes. Su madre se acercó para ofrecerme sus tetazas, que mordí mientras me corría en las entrañas de Cintia, y su padre hacía lo mismo en la garganta de Lola.
-Héctor, mi amo, le agradezco que sea tan generoso conmigo. He disfrutado de la polla de mi padre en mi boca y espero que usted lo haya pasado bien con la felación de mi madre y desvirgando a la niña.
-Claro que sí, mi puta. Señor, creo que estas tres cerdas merecen ser bien regadas ahora, como broche de oro.
El cabeza de familia sonrió y se levantó para proceder al bautizo de orina de las putas. Las tres se juntaron en el suelo, abriendo sus bocas ante los dos chorros para tragar, y luego nos limpiaron con sus lenguas entregadas. El matrimonio se quedó abrazado, mientras yo me retiraba con Cintia y Lola a su habitación.
A la mañana siguiente volvimos a reunirnos en torno a la mesa para desayunar. Las hembras llevaban las tetas fuera, y nosotros las pollas.
-Señor, mi marido me ha ordenado que ponga también mis otros dos agujeros a su disposición. He pensado que le gustaría usarlos, acompañado de mis hijas.
-Me parece bien, Sofía. Eres algo mayor para mí, pero te conservas perfecta y tu actitud es excelente.
El marido se fue al trabajo y me dejó con las tres hembras. La pequeña Cintia estaba rellena como un pavo de mi semen, tras la noche con ella y mi puta Lola. De estar coladita por mí había pasado a ser una niña cien por cien dependiente, que necesitaba mis hostias y mi polla para vivir. Mientras, mi novia optó por emputecerse al máximo para mí, en vista de que su hermana le estaba quitando protagonismo. La madre se arrodilló ante mí.
-Señor Héctor, como sabe, mi marido me ha entregado a usted por completo. Ahora que él no está, he de decirle que soy suya desde que ayer me puse entre sus piernas. Creo que el padre de estas dos preciosidades ha cometido un error, y ahora las tres le pertenecemos.
-Mi amo, mami tiene razón. Papi ya no tiene nada que hacer con nosotras. Supongo que Cintia está de acuerdo.
-Yo sólo quiero que el señor Héctor me clave su polla y me pegue sus hostias. No deseo nada más en la vida.
En vista de la situación, alquilé un taxi al aeropuerto y los cuatro cogimos un vuelo a la otra parte del mundo. Comenzábamos una nueva etapa vital.
El coste de la vida en nuestra nueva ubicación era mucho más bajo. Ello me permitió alquilar una casa con jardín para instalarnos allí como una familia rica de extranjeros. Para la vecindad, Sofía era mi esposa, y Lola y Cintia mis dos hijas. De puertas adentro, la madre sólo era una criada aún follable; mi antigua novia seguía siendo la puta entrenada que me obedecía en todo; y la niña pasó definitivamente a ocupar el puesto de favorita, más aún con el cuerpazo que se le puso en pocos meses, incluidas dos tetazas fenomenales.
Sus roles en la casa quedaban claros, aunque las tres ya me llamaban amo y respondían a mis órdenes por igual. Lo mejor de todo, para mí, era que ellas estaban felices con la nueva vida en esos lejanos contornos y me lo transmitían con sus actitudes cotidianas en todo momento. Había pasado poco tiempo desde que eliminaron de sus vidas a su marido y padre, pero mi presencia poderosa no les hacía acordarse de él ni por un momento. Conocer a Lola había sido un hito muy importante en mi vida, y ella era consciente.
-Amo, parece mentira cómo ha cambiado todo. Hasta hace poco, yo no era más que una chica normal y ahora soy una esclava feliz. Nunca imaginé que las cosas se desarrollaran así. Y menos aún que se involucraran mi hermanita y mi madre, que vivía triste y olvidada.
-Ha sido consecuencia del amor y la belleza. Yo detecté que estabas loca por mí y decidí aprovecharlo, empezando por cambiar tu modo de vestir. Si a eso unimos que tuve la suerte de que la niña hermana de mi pareja también estaba enamorada de mí...
-Es verdad, amo. Al principio me daba vergüenza lucir mi cuerpo, y creía que Cintia no estaba preparada, pero usted supo ver nuestras aptitudes.
-Y no olvides que Sofía no estaba en mis planes y ahora es la mejor criada del mundo...
-Cierto, amo. Lo de mami fue muy rápido y sorprendente. Me alegro mucho por ella.
Una exultante Sofía, ataviada con un uniforme mínimo de criada francesa, entró a la habitación sonriendo feliz y trayendo la correspondencia.
-Amo, ¿desea tomar algún aperitivo mientras charla con Lola?
-No, mi cerda. Podéis retiraros las dos. Y cuando venga Cintia del instituto, me la preparas rápido, Sofía.
Miré una carta que venía de mi país. Era de padre de mi novia, que había conseguido seguirnos el rastro y me contaba algunas novedades:
"Estimado Héctor: me llevé una sorpresa, primero algo desagradable, cuando comprobé que usted se había marchado con mi esposa e hijas. Tardé unos días en recomponerme, pero le adelanto que a día de hoy las cosas están bien. Mi secretaria me consoló ante la pérdida y ahora vive conmigo, dócil como un corderito. Espero que todos estén bien. Le escribo para contarle que, casualmente, conozco al embajador de allí. Él está al tanto de lo sucedido y les recibirá en su palacio cuando deseen. Un abrazo."
Ensimismado en la lectura, no reparé en la presencia de Cintia, que me estaba abriendo la bragueta. Mi niña adorable ya había sido adornada con su plug anal favorito, el del diamante rosa, y llevaba su cadenita colgando con pinzas de los pezones.
Su pequeño capricho diario era recibir mis bofetadas al llegar del instituto, antes de beberse mi meada. Mientras se relamía, me fijé en que alguien se movía al fondo del cuarto.
-Amo, hoy he venido con Dora, una compañera de clase. Es la hija del embajador. Me ha dicho que quería conocer a mi familia.
La nueva niña se acercó. Llevaba un vestidito ligero estampado. Era negra como el tizón, de la edad de Cintia, y se chupaba su dedito apretando el brazo en su pecho, dejando una teta en cada lado. Había estado viendo cómo trataba a su amiga y me miraba con sus grandes ojos.
-Buenos días, señor. He venido con Cintia, espero que no le moleste.
-Caro que no, preciosa. ¿Qué te ha parecido verme con ella haciendo estas cositas?
-Para mí todo eso es nuevo: primero la criada le ha puesto esas cosas en las tetas y el culo, y luego usted le ha pegado y ha hecho pis en su boca. En mi casa no pasa todo esto...
-¿Pero qué has sentido al verlas?
-Me parece que Cintia está contenta, así que está bien, claro.
-Esa es la actitud. Ven junto a tu amiguita.
Dora se arrodilló con Cintia y mi putita le indicó que le estirase de la cadenita. Dora lo hizo, deformando los pezones de su amiga, y poniéndomela dura.
-Lo haces muy bien, Dora. Anda, quítate ese vestido. He notado que tienes unas tetas gigantes para tu edad.
-Sí, señor, mire. En clase todos se burlan de mí por eso. Menos mal que Cintia también las tiene enormes.
-Son fenomenales, pequeña. Quítate también la braguita y no te vuelvas a poner otra sin mi permiso.
-Así lo haré, señor. ¿Me puede pegar a mí tambien? Es para probar...
El bamboleo de las tetas gigantes de la niña negra al ser azotadas me provocó una erección mayor y enfundé mi polla con la cabeza de Cintia.
-Entonces tú vives en la mansión del otro lado de la carretera, ¿no es así?
-Si, señor. Mi padre, como le decía, es el embajador. Mami entró a su servicio cuando tenía mi edad y luego quedó embarazada de mí.
Mientras escuchaba la historia de esa nena, me seguía follando la garganta de mi putita. Estaba a punto de cambiar la polla de boquita cuando entró Lola, simulando su condición ante Dora pese a la escena con Cintia.
-Papá, perdona que te moleste. Acabo de leer la noticia de que la mansión del embajador se ha derribado, matándolo a él y al resto del servicio.
-Eso es terrible: precisamente esta niña es su hija. ¿Qué más se sabe?
-No hay más noticias. Pobre niña, ven conmigo, te acompañaré al lugar del accidente.
Acabé eyaculando en el estómago de Cintia, tan a gusto como siempre pero pensativo. ¿Qué ocurriría ahora?
Mi criada Sofía me vistió y salí a conocer los hechos de primera mano. La casa estaba en ruinas, y la madre de Dora había sobrevivido, aunque algo malherida. Su hijita había ido al hospital con mi puta Lola. Antes de acercarme por allí, hice algunas gestiones para asegurarme el puesto del muerto. Luego entré en la habitación, donde Ramona, la herida, dormía velada por su hija y mi puta.
-Hola, ¿cómo va todo?
-Hola, papi. Ramona se pondrá bien, pero creo que mientras debemos hacernos cargo de Dora.
-Por supuesto, así será. Además, voy a ser el nuevo embajador. Dora, considérame tu padre a partir de este momento.
-Gracias, señor. Cuando mami despierte se pondrá muy contenta.
Miré a la enferma con más detenimiento. Era una joven negra preciosa, y las sábanas dejaban entrever que con un cuerpo espectacular. Antes de irme, dejé claro a las dos despiertas cómo estaba la situación.
-Lola, no es necesario que disimules con Dora. Eres mi perra y yo intuyo que la niña ya sabe a qué me refiero con eso.
-Sí, señor, en mi casa papi era el amo de mami.
-Muy bien, perciosa. Además, Lola, a esta niña tetuda le encanta que le pegue; hace un rato me lo pedía por favor.
-Eso le pone las cosas muy sencillas, amo. Dora puede ser su perrita también, igual que lo somos mamá, Cintia y yo.
-Claro, Lola, mi cerda. De eso se trata.
-Seré lo que usted quiera, señor. Y mami, cuando despierte, lo entenderá.
Volví a casa, a esperar la llamada del ministro. Mi criada Sofía me pasó el teléfono.
-Sí, señor ministro. Confíe en mí. Las cosas seguirán igual por aquí. ¿Ya ha pensado en la nueva ubicación de la embajada? Ah, muy bien, sí, sé cuál es el edificio. Estaré a la espera de sus noticias. Hasta pronto.
El ministro conocía el país y había dado orden de comprar el palacio más lujoso de la capital, que había tenido distintos usos y ahora estaba reformado como local de moda. En pocos días, volvió a ser una residencia palaciega con todo tipo de lujos. Ramona se recuperó y vino a vivir con nosotros. Era una joven negra no sólo estupenda de aspecto, con unas tetorras de infarto, sino también perfectamente educada en la esclavitud.
-Señor Héctor, le estoy muy agradecida por acogernos a mi hija y a mí en su familia. Sé que disfrutará más con Dora que conmigo, pero sepa que estoy a su disposición para ser usada en cualquier momento.
-Muy bien, esclava. Que la fiesta continúe.
Me sentía un hombre generoso, por acoger en mi palacio a la negra Ramona, igual que accedí a llevar conmigo a Sofía, o a seguir usando a su hija Lola, pese a contar con Cintia y con Dora, tan tiernas. El destino me había compensado con creces mis actos de bondad.