Deep Blue Sea (VII)
Capítulo 7
Hola! Me disculpo la tardanza para quienes siguen la historia. Este será el capítulo 7 el anterior el 6 pero se me fue un error en los números romanos xD
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“Conocerse.” Los días que siguieron hicieron todo lo posible por aferrarse a la palabra. La última conversación que habían tenido sobre el tema aclaró muchas cosas, pero también dejó otras en el limbo. No tuvieron demasiada oportunidad de momentos a solas, entre las auditorías que Amanda prácticamente revisaba a solas, a veces llegaba muy tarde, como otras no lo hacía. Ava se mantenía concentrada en su trabajo, extrañando la presencia de Amanda, contando las horas del día y los minutos para el momento en que compartían el informe diario sobre sus progresos y a la espera de cualquier indicio por su parte, cualquier señal que quebrase la quietud educada que se había establecido entre ambas.
A veces la sorprendía con la mirada azul intensa sobre ella cuando explicaba el informe y cada vez la dejaba con la palabra en la boca y un insistente hormigueo por todo el cuerpo. Pero nada más. Ava se sonrojaba, medio sonreía y continuaba con el monólogo, sin siquiera estar segura de sí Amanda la escuchaba o no. Decidió ser más valiente y propiciar los acercamientos con excusas tan tontas, como pedirle que le aclarase alguna duda. Entonces Amanda rodeaba el escritorio del despacho y se inclinaba a su lado para mirar la pantalla del pc, mientras su aliento cálido golpeaba la piel sensible en el cuello de Ava y enviaba oleadas de calor por todo su cuerpo. Solo el titubeo de Amanda y en ocasiones el ligero temblor de su voz, le indicaba que aquellos acercamientos la afectaban tanto como a ella. ¿Entonces por qué no la besaba?
Más de una vez había fantaseado con sentir un beso sobre la piel e inclinaba inconscientemente el cuello, exponiéndolo a merced de sus labios y la caricia nunca llegaba. Cada vez estaba más sensible y susceptible a todo lo que tenía que ver con Amanda y si a eso agregaba la frustración sexual entre tanto calor y excitación, estaba a punto de agarrar una pulmonía. También sabía que la única culpable de su estado era ella misma. Amanda había puesto sus cartas sobre la mesa y esperaba por su decisión. Era su turno y no es que estuviesen jugando al póker como para no descifrar lo que se gritaban en cada mirada. Francamente, había llegado al punto vergonzoso donde despertaba medio desnuda y gimiendo, en más de una ocasión, el nombre de Amanda en sueños. ¿La habría escuchado alguna vez? Si fue así jamás lo demostró. Ella tenía la decisión en las manos y era momento de dar el paso de una vez por todas.
Entre la presión de la Empresa y la incertidumbre de su relación con Ava, Amanda juraba que al menos una docena de músculos y tendones en su cuerpo estaban a punto de quebrarse. Se sentía como una jodida cuerda de un violín afinado, excepto que a ella nadie le pasaba ni un dedo. Fue el primer pensamiento ridículo del día y la reacción inesperada fue la carcajada que le salió del alma y le hizo vibrar el cuerpo, un cambio agradable para variar. Era eso o salir, desnudarse y rozarse contra un árbol como los osos. Otra carcajada, la tensión, el cansancio y el estrés le estaban pasando factura, estaba a punto de volverse loca. Cada encuentro con Ava le provocaba un pequeño infarto, iba a desarrollar hipertensión siendo tan joven por su culpa.
No tenía claro si lo hacía a propósito o no, pero cada vez que le tocaba acercarse a revisar cualquier tontería de los malditos informes, se imaginaba a si misma lamiendo una porción generosa de piel en el cuello de Ava. Tantos años leyendo fantasía vampírica y solo ahora llegaba a comprender lo que sentía Drácula al respecto. Le tocaba huir a la ducha fría, un maratón al gimnasio y a sus propias caricias, repitiéndose a sí misma que en la fantasía existían vampiros vegetarianos. Y seguro que era un asco. Se cubrió el rostro con una mano y ahogó un suspiro cansado, el celular sobre el escritorio de su oficina comenzó a sonar y contestó al instante.
-Papá, ¿cómo estás? – saludó despejando la voz de cualquier rastro de cansancio.
-De maravilla, disfrutando de unas vacaciones obligadas.- respondió el hombre con humor, en el fondo se escuchó el murmullo de una voz femenina, Amanda sonrió a medias –Laura te envía saludos.
-Gracias, lo mismo para ella. Disfruta de tus vacaciones papá, no son obligadas, sino merecidas y necesarias.
-¿Tú estás bien? – la voz preocupada de su padre.
-Perfectamente.- nada más lejos de la verdad.
-Nath me llamó ayer.- comentó como si nada, Amanda se tensó, se suponía que su padre debía alejarse de todo lo que le hacía daño –Me comentó que tienes una amiga en casa a quien estás ayudando.- curiosidad simple en el tono, pero ella iba a matar a su hermano.
-Sí, eso hago, ayudarla con algunos problemas.
-Hija…- el tono paternal la ablandó –No necesito que me ocultes las cosas, estoy de vacaciones, pero no para vivir ignorante de lo que ocurre en sus vidas. Te cedí el control porque confío en ti y créeme que duermo mucho mejor y no me preocupo, ni me estreso. Pero si lo hago cuando me dejas al margen.- le advirtió y fue un regaño justo, tenía que admitirlo. Siempre fue una persona privada y su familia aprendió a mantenerse aparte y confiar que tomaba las decisiones adecuadas con su vida. –Ahora cuéntame, quien es esa joven, también me dijeron que es muy hermosa.- Amanda suspiró resignada, de nada servía ocultar las cosas a su padre. Lo cierto era que ella estaba sentada allí, tomando decisiones y soportando la presión y también necesitaba un poco de apoyo y consejo. Su padre siempre le había dado eso y en ese instante lo necesitaba como hija.
-Sí, es muy hermosa.- aceptó, no tenía idea de cuánto sabía su padre sobre el tema. Maldito Nathaniel y su mala costumbre de ser inoportuno, o quizás oportuno. Le contó todo sobre Ava, excepto lo relacionado con la compañía porque no quería arriesgarse a que su oficina estuviese intervenida, pero al menos sí pudo desahogarse con respecto a lo que sentía.
-¿Conocerse? Vaya, eso es diferente.- reconoció su padre sorprendido -¿Estás lista para algo así? -¡Dios! Se sentía como una adolescente, frunció el ceño.
-Quizás, no sé…eso creo.- un suspiro –Es complicado papá.
-Sé que ella es la chica acusada de robo.- le soltó de pronto –Estás preocupada por el conflicto de intereses, pero no se trata de la compañía, sino de ti.- Amanda abrió la boca y la cerró de pronto ¡Lo sabía! Nathaniel era hombre muerto –Es inocente según Nath, ¿Qué te preocupa entonces?
-Es una caja de Pandora, no puedo poner mi posición aquí en riesgo, no puedo poner todo el trabajo de tu vida en riesgo.
-Amanda, el trabajo es importante, pero no lo es todo. No pierdas una oportunidad verdadera, lo demás saldrá a la luz por si solo.- le respondió sabiamente, se escuchaba tranquilo y relajado, todo lo contrario a ella –Prométeme, que si vale la pena harás lo correcto con la chica.
-No puedo predecir el futuro papá, haré lo mejor para todos.
-Y para ti también espero.- la conversación terminó sin más presiones y Amanda lo agradeció enormemente. Nathaniel se las iba a pagar todas juntas, ¿por qué tenía que entrometerse en su vida?
Decidió irse temprano para llegar a tiempo a la cena, ver a Ava y pasar un rato con Sebástian le alegraba el día y mejoraba considerablemente su dolor de cabeza. Tardó casi una hora en llegar a casa y no fue para encontrar la tranquilidad que necesitaba. Cuando abrió la puerta, dejó el maletín ejecutivo a un lado y se acercó a las voces que provenían del salón familiar al fondo de la casa.
Cuando Amanda apareció en la entrada del salón el corazón de Ava se desbocó en una carrera por la meta. Había llegado temprano para la cena, como prometió que haría cada vez que fuese posible. Se veía cansada y la tentación de levantarse y abrazarla fue tan intensa que casi se puso de pie en un salto, de no ser porque los dos niños se abalanzaron sobre ella. Tyler y Daniela, de 5 y 3 años respectivamente, sus sobrinos, hijos de Nathaniel, que los observaba desde un sillón y Andrea, Andy como cariñosamente la llamaban, sentada junto a Ava.
-¡Tía! – exclamó Daniela corriendo hacia ella, seguida de su hermano. Amanda se arrodilló para quedar a su nivel y enrollar uno en cada brazo.
-¡Vaya, si cada vez están más grandes! – exclamó fingiendo sorpresa, a pesar de que los había visto la semana anterior. Evidentemente adoraba a sus sobrinos, lo que explicaba su experiencia con niños y el trato con Sebástian.
Ava esbozó una media sonrisa sin apartar los ojos de la escena donde Amanda reía y bromeaba con ellos y tuvo que reconocer, que cada faceta que lograba descubrir en la intrincada personalidad de la mujer, le gustaba mucho más que la anterior. Cuando apartó la mirada, fue para encontrarse con una Andrea muy sonriente.
-Es una tía consentidora, demasiado.- le dijo la mujer, pero Ava se sentía como si la hubieran descubierto en una travesura y solo atinó a esbozar una sonrisa de disculpa.
-Hola Andy.- la saludó Amanda desviando su atención -¿Y esta sorpresa? – preguntó todavía con un niño a cada lado.
-Rosa me prometió que no tendría que cocinar esta noche, además, tenía curiosidad por conocer a la chica misteriosa de la que tanto hablan.- contestó con humor y muy relajada, obviamente no existían celos verdaderos –Para que ustedes dos la cuiden tanto, tiene que ser alguien especial.- Ava enrojeció y pidió en silencio que la tierra se la tragase. Amanda esbozó una sonrisa divertida, hasta Nathaniel se unió a la ronda, pero ella solo tenía atención para una persona en ese instante en que sus miradas se cruzaron.
-Lo es, ¿por qué crees que la tengo raptada en el castillo de mármol? – bromeó refiriéndose a la mansión. El comentario quedó en el aire sorprendiendo a los adultos presentes. Ava abrió los ojos en sorpresa, no se lo esperaba. Con algo tan simple había admitido su interés por ella públicamente, frente a su familia y lejos de sentir pánico, el nudo que tenía en el pecho, se deshizo. La verdad ya estaba fuera, así que le mantuvo la mirada serena y esperó.
Aturdida, Ava parpadeó varias veces ante el llamado de Andrea. El ruido de la conversación se fue de pronto y solo las palabras de Amanda rebotaban en su cabeza. Le había lanzado la pelota a su tejado, una vez más, reconociendo frente a su hermano y esposa que tenía un interés especial en ella, el suficiente para involucrar a su familia. Y Ava estaba en blanco, sorprendida y con todas las defensas abajo. Amanda esbozó una sonrisa satisfecha y después de besar a cada niño en la frente, se acercó a la cesta donde jugaba Sebástian. El bebé la reconoció y se agitó entre sonrisa y ruiditos húmedos.
-Eh tú, hola.- acarició los mechones de cabello rubio castaño del bebé. En poco tiempo había desarrollado un cariño y un vínculo inusual con el niño, que le recordaba de cierta forma a su niñez, aunque él no estaba solo. Ava lo amaba con tanta devoción que nunca notaría las carencias de tener un solo padre –Necesita un cambio de pañales.- arrugó la nariz cuando le llegó el olor penetrante –Vamos.- hablaba con el bebé, obviando al resto de los presentes que la miraban incrédulos y sorprendidos –Ya regreso.
-Iré contigo.- se ofreció Ava de inmediato, todavía estaba algo aturdida. Cuando ambas abandonaron la habitación, Andrea miró a su esposo con un gesto de desaprobación.
-Tú hermana está enfada contigo y con razón porque te equivocaste. Entre esa chica y ella hay más que una atracción.
-Sigue sin ser buena idea Andy.- protestó.
-Y ese no es tu problema, no la presiones Nathaniel, déjala en paz.
-Papá está feliz por ella.
-Con más razón. Amanda es una mujer adulta que toma sus decisiones y si resulta un final feliz, no querrás eso en tu consciencia.
Ava caminaba detrás de Amanda hacia la habitación de Sebástian y no se atrevía a romper el silencio, no después de lo ocurrido en el salón. Pero se había prometido a si misma armarse del valor y dar un paso hacia la decisión que debía tomar.
-¿Cómo fue el día de hoy en la oficina? – preguntó para romper el hielo.- Amanda se tomó su tiempo para entrar, acomodar a Sebástian en el cambiador y buscar el arsenal para limpiarlo. Dejó la chaqueta sobre un sillón y se aplicó a la tarea.
-Agotador, estresante, el nivel de tensión está al máximo. Hoy se pelearon por un sobre de azúcar.- comentó con una media sonrisa –Ya me he ganado unos cuantos apodos.
-No me lo puedo imaginar.- ironizó Ava, tenía una cierta confianza que surgía en momentos como esos.
-Sí lo haces, apuesto que escuchaste más de uno.
-Tal vez.- Amanda alzó una perfecta ceja negra en señal de que no le creía –Está bien, si escuché algunos.- se rindió Ava.
-Adelante, quiero escucharlos.- Ava se percató que todo el asunto la divertía más que enojarla, así que fue por lo fácil para no cruzar aguas pantanosas.
-Tirana es el más común. La bruja de Blancanieves, Maleficent.
Por suerte no te gustan los chismes de pasillo.- la acusó Amanda entre risas, usando toallitas para limpiar –Ese último me agrada.
-No me gustan los chismes, yo solo escucho.- se defendió –Además, tengo la impresión de que no te importa en lo absoluto y hasta te divierte alimentar la fama.
-De eso soy culpable.- contestó Amanda con una sonrisa traviesa. Lo cierto era que sí, a veces lo disfrutaba un poco. Mordió el labio distraída mientras terminaba de cambiar al bebé, tenía una idea rondando en la cabeza, pero no podía decidir si era del todo adecuada considerando las circunstancias –Estaba pensando.- hizo una pausa indecisa, sin mirarla directamente –Que llevas encerrada aquí quien sabe cuánto, trabajando y eso no me parece saludable. Abrieron un nuevo restaurante italiano que me gustaría probar y pensaba que podías acompañarme y así te distraes un poco.- finalmente alzó la mirada, habían decidido conocerse y entre cuatro paredes sería imposible -¿Qué dices?
-¿Hmm? – completamente distraída con el gesto de Amanda y sus labios, Ava se encontró sorprendida. Un segundo atrás había pensado en un beso, en que esos labios se veían tan suaves, sin poder evitarlo se sonrojó –Perdón.- una sonrisa de reconocimiento curvó los labios de Amanda. Detalles como ese le alegraban el día, el hecho de que Ava se fijara en ella, develando un poco de sus propios deseos. Últimamente no habían intercambiado más que comentarios de trabajo y tenía la intención de cambiar eso.
-Perdonada.- respondió con un toque de diversión –En resumen, te invito a cenar mañana en la noche, comida italiana. Es momento de que bajes la torre Rapunzel.- fue una broma mientras tomaba a Sebástian en brazos –Este Príncipe ya está listo.- Ava se había quedado en silencio observándola. Le maravillaba con la dulzura que trataba a su hijo, con verdadera preocupación y naturalidad, el niño atraía completamente su atención cuando estaban juntos y eso le calentaba el corazón con afecto y admiración hacia Amanda -¿Ava? – unos ojos increíblemente azules la miraron interrogantes. Inspiró profundo antes de lanzarse de hacer la pregunta. No podía esperar más.
-¿Es una cita? – un arranque de valentía basado en el deseo y la esperanza de que en efecto, fuese una cita. Su primera cita.