Deep Blue Sea (I)

Capítulo 1

Amanda Daynes observó a la mujer que se acercaba a través de los cristales en la Sala de Conferencias. Delgada, pálida, de cabellos rojo fuego y los ojos verdes más impresionantes que había visto en su vida. El Vicepresidente de la compañía familiar, Design Daynes, Thomas Jeffrey, la hizo pasar. Los hermosos ojos verdes expresaban confusión y cansancio, ¿sabría por qué estaba allí? Amanda se caracterizaba por confiar en su instinto, en los negocios, con las personas, era fría y práctica e implacable. Y estaba allí para encontrar al culpable de las pérdidas de dinero y lo haría.

Durante varios meses después del infarto de su padre, Amanda había tomado el mando, llevaba toda su vida estudiando y preparándose para heredar el negocio familiar, al menos la parte que era su derecho, aunque había tenido éxito en los suyos propios, pero le disgustaba las condiciones en que se había producido. Por las pérdidas inexplicables su padre estuvo tan estresado durante meses que su cuerpo se rindió. Amanda no lo supo hasta que fue demasiado tarde, por eso el castigo para el ladrón sería incluso más severo. Mientras Ava Brenner tomaba asiento frente a ella, su instinto le decía que no era la persona que buscaba, aunque si la culpable más obvia, al menos en papeles.

Un desconocido instinto de protección apareció de improvisto, a pesar de la gravedad de la situación le causaba rabia que tanto Ava como su padre hubiesen sido víctimas de la ambición ajena. En ese momento no se podía permitir confiar en nadie, a pesar de que le costaba creer que la joven contadora hubiese desviado varios millones de dólares en cuestión de meses, tendrían que demostrar su inocencia. Su pasado lo delataba, tenía muchas deudas de hospitales, a simple vista el motivo parecía el crímen perfecto, si no fuese porque en efecto, eso era lo más sospechoso. La pobre contadora endeudada que robaba para pagar las deudas, quien había trazado el plan no eran tan inteligente como quería aparentar, pero con todos los papeles firmados por Ava Brenner y las transacciones autorizadas por ella iba a resultar muy difícil encontrar el rastro verdadero.

Se dedicó un instante a observarla, tenía ojeras y un profundo agotamiento en la mirada, las manos entrelazadas en el regazo para mantener la compostura pero el modo en que fruncía los labios delataba el nerviosismo. Apenas a un metro de distancia apreciaba la piel blanca y suave, los rasgos finos y unos labios rellenos y apetecibles. Incluso bajo el traje se apreciaba una figura delgada pero con curvas en los lugares apropiados. Extrañamente lo que más le atraía era el aire de inocencia y vulnerabilidad que la rodeaba, también cabía la posibilidad de que estuviese fingiendo, ¿pero con qué propósito? Si estaba al tanto de la magnitud de los hechos nada la iba a salvar de la cárcel.

-Buenos días señorita Brenner, me alegra que haya podido asistir, sé que ha estado ocupada.- dijo Amanda con frialdad, que la joven le provocara sensaciones que no podía controlar, no quería decir que las fuese a demostrar -¿Sabe por qué la hemos citado? – la pregunta quedó en el aire y si fue posible, Ava palideció aún más.

Ava había escuchado los rumores semanas atrás, desde que el presidente se había retirado y los motivos de ese hecho. Alguien estaba robando a la compañía, no mucho después también se escuchó que la hija de Harold Dayne había tomado el mando y se llevaba a cabo una investigación buscando al culpable. Ava tenía días preocupada y con un nudo en el estómago. Las transferencias de dinero se manejaban en su departamento y alguien debió autorizarlas, pero todavía no habían presentado acusación a nadie, lo cual era un alivio y una tortura a la vez.

Esa mañana apenas si puso un pie en la oficina, cuando su supervisor le informó sobre la reunión con la nueva Presidenta a quien no conocía. Según era parte de la rutina entrevistar a todos, pero no pudo evitar los nervios, necesitaba el trabajo desesperadamente, tenía pocos ahorros y con su nueva situación no podía quedarse sin trabajo. Suplicaría si fuese necesario, por otro lado, no sabía que esperar. Los comentarios sobre la nueva Presidente no era alentadores. Había despedido a varios desde su llegada y decían que la mujer se asemejaba más a un témpano de hielo que a un ser humano y apenas entró al salón tuvo la oportunidad de comprobarlo.

La mujer que la observaba era increíblemente hermosa, de piel blanca, cabellos negros ondulados y unos ojos azules, claros y despejados como el cielo, inteligentes y muy fríos, que la estudiaron detenidamente hasta que prácticamente la hizo sentir expuesta y vulnerable. Le produjo escalofríos, había algo más en su mirada, pero desvió el contacto al instante. Entonces su voz rompió el silencio, indiferente, como la apariencia que proyectaba y Ava sintió temor por primera vez. Algo le decía que de aquella entrevista podía salir muy mal. Como pudo, reunió las palabras necesarias para contestar.

-¿Por la investigación? Se me ha dicho que es parte del proceso.- contestó nerviosa.

La expresión del Vice-Presidente fue lo primero que anunció la gravedad del problema, la de Amanda en cambio se mantuvo hermética, aunque no le quitaba los ojos de encima. Ava no se atrevió a preguntar pero…?sería posible que la estuviesen considerando como sospechosa o culpable? El corazón se le detuvo en el pecho.

-Thomas, déjanos a solas.- pidió Amanda al instante.- El hombre la observó, primero con sorpresa, después indignado, pero obedeció sin mediar palabra. Esperó hasta que se hubo marchado, se puso de pie, llenó un vaso de agua y lo depositó frente a la joven que palidecía. Se veía enferma y Amanda se preocupó –Bebe.- fue una orden.

A juzgar por la reacción Amanda sospechaba que había llegado a la conclusión de por qué estaba allí, habían descubierto sus artimañas, pero no le gustaba suponer, así que regresó a su asiento y esperó en silencio. Quería creer en su inocencia y el pensamiento la sorprendió, nunca le interesaban los problemas ajenos, ni los casos de caridad. ¿Entonces?¿Por qué reaccionaba así con ella? Bien podía estar fingiendo. Por el momento prefería no buscar respuestas que le entorpecieran el camino. Un minuto después la observó asentir en silencio, como si hubiera tomado una decisión y buscara el valor para comunicarla. Amanda siguió el movimiento de sus labios cuando los humedeció con la punta de la lengua, completamente distraída. Entonces alzó la mirada y la encaró, había fuego en sus ojos de esmeralda, tal vez no fuese tan indefensa como aparentaba.

-¿Me consideran sospechosa? – preguntó de pronto.

-En este instante todos lo son.

-Cada centavo que he ganado en mi vida ha sido honesto y con trabajo.- sintió la necesidad de aclararlo, aunque no sirviera de nada, para su sorpresa la Presidente asintió, ¿le creía?

-Quiero que vea algo señorita Brenner y que sepa, que el hecho de que estemos aquí, representa una oportunidad.

-¿Oportunidad para qué? – preguntó desconcertada y con el temor frío recorriendo su cuerpo.

-Lea por favor.- le indicó una carpeta frente a ella.

Y lo hizo, pero nada la preparó para lo que iba a encontrar en esa carpeta. El dinero, las transacciones, las firmas, las autorizaciones, enormes cantidades designadas a empresas pequeñas, que más tarde se identificaron como fantasmas. En total, 20 millones de libras esterlinas perdidas y en cada traspaso estaba su nombre, su sello y no tenía que ser detective para saber lo que significaba. Las pruebas estaban allí y todo apuntaba a que la ladrona, había sido ella.

-No.- la negación se escuchó como un sollozo, un gemido de súplica.-Aquello no podía sucederle a ella. Dejó los papeles sobre la mesa mientras luchaba por respirar, iba a desmayarse y las lágrimas le nublaban los ojos –Yo no…yo no…soy una ladrona.- se ahogaba con sus propias palabras, a través de las lágrimas vio una figura borrosa acercándose.

-Debes respirar profundamente, vamos, inténtalo.- le sorprendió escuchar un tono suave, casi hipnótico y su cuerpo respondió a la sugerencia, incluso antes de que la asimilara.

Amanda Daynes se había sentado frente a ella y estaba inclinada hablándole, tan cerca que percibía el aroma a cítricos de su cabello, ¿o era su perfume?¿Y por qué se tomaba el tiempo para ayudarla a calmarse, cuando ella era la culpable de que la Empresa estuviese en problemas?

-¿Tienes idea de cómo pudo suceder algo así? – le preguntó Amanda, Ava la miró con sorpresa.

La actitud de la Presidenta la sorprendía y más el hecho de que a pesar de todo, su cercanía le provocaba sensaciones que desconocía, pero que culpaba a la situación del momento.

-No, es obvio que lo autoricé yo. A simple vista son presupuestos inofensivos.- pero que sumando eran una suma astronómica desviaba durante meses –Fueron mis primeras asignaciones, recién voy a cumplir cinco meses aquí.

Amanda asintió, cada vez era más obvia la pantalla para inculpar a la joven. Recién llegada, inexperta y allí el ladrón había cometido un error. Al menos dos de los traspasos correspondían a fechas anteriores a un mes, cuando Ava todavía no estaba contratada. ¿Cómo no se había percatado de eso? “Porque estaba ocupada admirando a la bella jovencita,” le contestó una vocecilla malvada en su cabeza. En parte, pero el error se debía a una falta de información, inadecuada en la persona que se suponía, era responsable por llevar la Empresa, la mano derecha de su padre, su primo Andrew Daynes.

-¿Tienes idea de por qué alguien querría inculparte? – le preguntó de pronto, Ava relamió sus labios, lo cual provocó ciertos impulsos en Amanda y negó al instante.

-Solo tengo cinco meses en el trabajo y en la ciudad, a menos que rechazar invitaciones a tomar café sea un crímen.- contestó con ironía, era bueno saber que no había perdido el sentido del humor –Soy inocente, lo juro, a pesar de todo esto.- señaló los papeles –Jamás le he robado.

Por alguna razón no procesó las declaraciones de inocencia y si el hecho de reconocer que Ava pudiese tener alguien en su vida. La verdadera pregunta era, ¿por qué le interesaba algo así de una desconocida? Sabía la respuesta y prefirió ignorarla antes de decir o hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. Ava Brenner le atraía, más que eso, deseaba protegerla lo cual le servía de absolutamente nada y complicaba más la situación. Por otro lado, no sabía de ella, en el informe que recibió no decía que estuviese recién llegada a la ciudad, ni a su trabajo y eso la irritaba. ¿Por qué a cada paso se encontraba todo a medias e incompleto?

-Comprendo, pero confío en que usted lo haga también, no puedo ignorar los hechos.

Ava alzó la mirada, lo comprendía pero le resultaba difícil pensar con la lógica, cuando toda su vida se desmoronaba y no sería ella quien sufriría más con las consecuencias.

-¿Iré a la cárcel??Perderé mi trabajo? – indagó aun conociendo la respuesta.

-A la cárcel no, ninguna prueba es concluyente para pedir un arresto, pretendo llegar primero al fondo de este asunto. En cuanto al trabajo, lamentablemente no puedo mantenerla empleada mientras corre la investigación.

De todas las noticias fue el golpe más duro y Ava lo encajó como pudo. No iría a la cárcel, así que podía buscar otro trabajo al instante, por suerte había pagado la renta de ese mes y con sus ahorros podía sobrevivir otro. Asintió parpadeando para contener las lágrimas.

-Si puedo retirarme, iré a recoger mis cosas.

-Adelante.

El impulso de ir tras ella y consolarla fue tan grande que Amanda se aferró a la silla. En el pasado se había metido en más de un problema por la misma razón y eso era suficiente para mantenerla en su sitio. Recogió los papeles y se marchó al despacho pensativa. La pantalla del robo era una chapucería, una distracción, lo problemático eran las cuentas donde se había transferido todo el dinero, imposibles de rastrear. Todas eliminadas y el dinero desaparecido, culpar a Ava resultaba demasiado evidente, se sentía como una burla directa y probablemente lo fuera. En cuanto a la señorita Brenner, sus pensamientos desembocaban en ella cada vez, estaba intrigada, quería saber mucho más y no tenía paciencia para esperar un informe.

Tardó exactamente 30 minutos en resistir sus impulsos de buscarla, pero ya se había marchado, el portero del edificio le indicó que había salido 5 minutos atrás en dirección al metro. Buscó su dirección en la base de datos y condujo el Maseratti por las calles atestadas calculando que llegaría aproximadamente junto con el metro. No se equivocó, cuando giró en la calle hacia el modesto barrio con apartamentos antiguos y descuidados Ava cruzaba la calle hacia uno de ellos. No era el lugar donde una mujer que había robado millones estaría viviendo. Amanda se detuvo cuando ella entró al edificio y se apresuró en seguirla. El interior lucía igual de descuidado, las escaleras estrechas y desgastadas, no tenían elevador así que comenzó a subir, apenas había alcanzado el primer piso cuando escuchó una conversación.

-¡Señorita Ava! Estuve intentando comunicarme con usted. El plomero ha venido porque su piso está inundado.- era la voz de una señora mayor, amable y preocupada.

-¿Cómo? – la de Ava rayaba la desesperación –No puede ser.

-Una tubería rota, llevará un par de días arreglarla, ya sabe cómo es.- por segunda vez en el día Amanda escuchó el mismo gemido ahogado, ahora se sentía doblemente culpable. Despedida y sin techo donde pasar la noche –Le he dicho que puede quedarse aquí mientras.

-Oh no, no podría, usted está enferma, ya hace suficiente por mí, buscaré un hotel.- negó Ava más serena.

-Pero, ¿y Sebástian?¿Qué sucederá cuando deba trabajar?

¿Sebástian? Otra punzada de irritación llegó hasta Amanda, ¿quién demonios era Sebástian?¿Un perro, un gato?

-No se preocupe por eso, tendré tiempo de cuidarlo ahora.- la escuchó responder y subió los escalones necesarios para observar la escena sin ser vista.

-Está bien, pero ya sabes que si necesitas ayuda puedes traerlo.

-Lo sé, gracias. ¿Le importaría cuidarlo un poco más mientras recojo algunas cosas y busco un hotel?

-No, en lo absoluto, ya sabes que me encanta tenerlo en casa.

De pronto se escuchó un quejido y ambas mujeres desaparecieron en el interior del departamento. Movida por la curiosidad, Amanda terminó de subir y se asomó disimuladamente por la puerta abierta. La escena la dejó paralizada. Ava sostenía en sus brazos un bebé pequeño, de algunos meses, de cabellos castaños y con unos ojos verdes tan impresionantes como los de su madre. Porque no existía otra opción, tenía que ser su hijo y la expresión de ella hacia el pequeño era de puro amor y devoción. La rabia hacia quien la había inculpado aumentó considerablemente, Ava era una mujer adulta, pero pensar que podían haber privado a ese bebé de su madre injustamente, le hizo hervir la sangre.

Depositó el bebé en una sillita y se despidió con un beso, a juzgar por las condiciones como vivía, dudaba que recibiera ayuda del padre y recién la despedía. ¿Cómo iba a mantenerse? Retrocedió justo a tiempo para ocultarse, se sentía como una intrusa y la villana, por lo que no le llevó más de un segundo en tomar una decisión y tocó la puerta en el departamento de Ava.

El peso del mundo le había caído sobre los hombros en cuestión de horas. Acusada de fraude y con posibilidades de ir a la cárcel, despedida, sin un techo donde vivir y sin dinero suficiente para rentar un hotel, pagar una niñera y poder buscar un nuevo trabajo. El departamento estaba hecho un desastre, inundado completamente así que solo quedaba hacer las maletas y componerse por Sebástian. Era un niño muy sensible y no quería alterarlo con sus preocupaciones. Abrumada se tomó un minuto para recostarse en el sofá, cuando unos toques suaves en la puerta la distrajeron. Estaba agotada pero aun así se puso de pie y abrió para llevarse la impresión del siglo cuando Amanda Daynes apareció en el umbral.

-¿Pero…qué…cómo?¿Qué hace aquí?¿Cambió de opinión sobre enviarme a la cárcel? – fue lo primero que dijo sin pensar y al instante se arrepintió. Amanda permanecía estática en la puerta y su expresión no había cambiado en lo absoluto –Lo siento.- se disculpó avergonzada.

-No, no estoy aquí por esos motivos. Veo que he llegado en mal momento.- observó el piso empapado.

-Una tubería rota.- suspiró doblemente apenada, Amanda con su elegancia y aire refinado, desentonaba completamente –Te invitaría a pasar pero…no estoy segura de que sepas nadar.- ¡Una broma, le estaba haciendo bromas a su ex –Jefa en medio de semejante caos! –Perdón.

-¿Te disculpas siempre de todo? – preguntó Amanda extrañamente el comentario la divertía, era espontánea y fresca, a pesar de todos los problemas se mantenía firme.

-No, sí, a veces.- contestó nerviosa, la intimidaba y la impresionaba en partes iguales y de una manera inquietante y no todo se debía a la situación del fraude.

Era la forma en que la miraba, con esos ojos azules impresionantes, parecía como si fuera capaz de ver a través de sus secretos, de sus defensas, hasta el deseo más profundo y eso la asustaba y la intrigaba.

-¿Has llamado un plomero? – preguntó Amanda sorprendiéndola, su vecina lo había hecho, asintió.

-Tardarán unos días.

-¿Y mientras? – indagó sin confesar que sabía la respuesta. Dudaba que pudiese pagar un lugar cómodo para un bebé y eso la preocupó, un sentimiento que parecía ser una constante desde que la conoció.

-Un hotel supongo.- intentó parecer natural, pero en sus ojos se reflejaba preocupación.

Amanda estaba a punto de hacer una pregunta imprudente, cuando de pronto estalló el llanto de un niño, Sebástian. Sin dudarlo Ava se disculpó y cruzó el pasillo hacia la puerta donde la anciana aparecía con el bebé en brazos. Solo se calmó cuando ella lo tomó y comenzó a arrullarlo.

-Tiene algo de fiebre, es por los dientes.- aseguró la señora mirando a Ava y Amanda alternativamente.

La expresión de Amanda era de total seriedad y Ava casi adivinó lo que estaba pensando. ¿Cómo podía cuidar de un bebé en esas condiciones? Sin casa, sin trabajo, en un hotel que no podía permitirse pagar, su peor secreto y el mejor guardado, le aterrorizaba que pudiesen quitarle a su pequeño. Cuando pensaba que la estaba juzgando, Amanda la sorprendió aún más.

-Te ayudaré a empacar lo necesario, conozco un lugar donde puedes alejarte y además puedes trabajar y cuidar de tu bebé.- a diferencia de otros momentos, aquella no era una decisión tomada por el impulso, estaba consciente de lo que hacía y por qué. Quería a Ava Brenner cerca, donde pudiese observarla, conocerla y no podía dejar a un bebé a su suerte. La vio abrir la boca para protestar y esgrimió el argumento más sólido –Piensa en él, no es una situación donde puedes permitir el azar.

Ava no encontró una razón para rebatirle. Todo era demasiado bueno para ser verdad, demasiado preocupante. ¿Cómo confiar en la mujer que la había despedido y que podía enviarla a la cárcel? Lo peor era que lo hacía, confiaba en ella y sabía que estaba siendo sincera, tampoco le sobraban opciones. Le ofrecía techo y trabajo, a ella y a Sebástian, no podía darse el lujo de rechazar ninguno aunque después tuviese que pagar las consecuencias.

-No…- iba a decir que no creía que fuese buena idea, pero la mirada severa de Amanda la detuvo, ¿realmente sería tan egoísta de someter a su bebé al estrés de sus problemas, cuando tenía la solución? No, no lo era, por él caminaría sobre brasas calientes si se lo pedían –Está bien, pero cuando el departamento esté listo regreso de inmediato y voy a buscar otro trabajo.- dijo intentando mantener el control de la situación sin mucho éxito.

-Como prefieras, ahora sugiero que empaques lo necesario para marcharte.- le irritaba la testarudez de Ava, aunque la comprendía, ella tampoco tendría razones para confiar y mucho menos como se dieron las cosas.

-Debería aceptar la ayuda de su amiga señorita Ava. La buena voluntad es algo escaso en estos días.- habló la señora sin percatarse de la tensión.

Amanda asintió ligeramente, Ava suspiró rendida y regresó al departamento lleno de agua con Sebástian en brazos, quería gritar de frustración. El universo estaba al parecer en su contra. Para completar, Sebástian comenzó a llorar otra vez, Ava presionó los labios contra la frente del pequeño, tenía fiebre. Agotada y desesperada caminó despacio y con cuidado hacia la cocina, solo para descubrir que ya no tenía jarabe, había olvidado comprarlo. Se tragó el sollozo de impotencia e intentó poner al bebé en la sillita a pesar del llanto.

-Sebástian por favor, solo será un momento.- le suplicó, pero un bebé de 6 meses con malestar no podía comprender el alcance de sus problemas, mucho menos pagar por ellos.

Amanda apareció de pronto a su lado, sobresaltándola, había olvidado que estaba allí. Le extendió los brazos y antes de que Ava pudiese reaccionar, Sebástian se había ido con ella, al instante dejó de llorar y se limitó a observarla atento. No podía culparlo, ella impresionaba a todos con su belleza y esa aura de seguridad y autoridad que la hacía resaltar y ni siquiera un bebé era inmune a eso. Por un instante observó con horror como se llevaba las manitas a la boca y las limpiaba sobre el carísimo traje de su jefa, ese era el momento en que todos se deshacían de los bebés, en cambio Amanda, curvó los labios en una leve sonrisa, parecía relajada y cómoda, como si fuese natural para ella tener niños todos los días en brazos. Se percató que no sabía nada ella, ¿tendría hijos, esposo?

-Tengo sobrinos pequeños.- dijo Amanda viendo su expresión confusa –Haz las maletas, yo me ocupo.

-Pero…tu traje.- alcanzó a decir apenada.

-Es un bebé, se espera que ensucie todo a su paso.- respondió con descuido, su voz también parecía tener un efecto hipnótico, a juzgar por la expresión de total adoración en el rostro de su hijo, Ava no salía del asombro.

-Nunca lo vi comportarse así, no se lleva bien con desconocidos.

-Se me dan bien los niños, ve ya, necesitamos hacer varias diligencias en el camino y no quiero que se haga tarde.

Sin más opciones Ava obedeció y se fue a preparar las maletas con todo lo necesario, casi veinte minutos después y de lo más intranquila por el silencio total en el departamento, regresó a la sala para presenciar otra escena aún más desconcertante. Sebástian profundamente dormido en brazos de Amanda, quien estaba acomodada en un sillón hablando por teléfono, al parecer dando ciertas indicaciones. Como si hubiera advertido su presencia, terminó la llamada y se volteó hacia ella.

-Está agotado por la fiebre. ¿Todo listo? – cuando Ava asintió, acomodó al bebé en la sillita y bajaron al auto, una vez todo listo y a punto de marcharse, Ava se percató de algo.

-¿A dónde vamos?¿Dónde me voy a quedar? – debía estar loca para irse así, por un instante el temor y las dudas la asaltaron. ¿Y si no era más que una estrategia de Amanda para obtener información?

-A mi casa.- fue la respuesta que recibió, cuando ya era demasiado tarde para reaccionar y negarse –Trabajarás conmigo en algo importante para la compañía y no te preocupes, te pagaré el mismo salario y beneficios.

Ava ni siquiera podía procesar la primera parte, mucho menos la segunda. Iba a vivir con ella, en su casa, bajo su mismo techo y una sensación parecida a la excitación la estremeció. ¿En qué demonios estaba pensando al confiar así? Bien podía secuestrarla, aunque en alguna parte de su mente reconoció que probablemente, eso fuese un poco exagerado. Amanda Daynes la ponía nerviosa con una simple mirada, se sentía segura a pesar de todo y la sorprendía a cada paso. La mujer era un misterio y de pronto, Ava quiso descubrir todo sobre ella. ¿Otra vez? Cada vez se le parecía más al cuento de la Caperucita…y la loba feroz. “Tonterías,” estaría solo unos días, en los que debía concentrarse en cómo conseguir arreglar su departamento y un trabajo para mantener a su pequeño seguro.

-Gracias por hacer esto.- dijo de pronto, a fin de cuentas, ayuda era ayuda, sin importar de donde viniera.

-Aún no me agradezcas nada, dicen que soy egoísta y no hago nada sin un motivo oculto.- contestó Amanda y no había nada de broma en su comentario.

-¿Tienes un motivo oculto? – preguntó Ava, lejos de temor sentía curiosidad y esa otra sensación parecida a la euforia antes de la aventura. Si no tenía cuidado con el lobo feroz…

-Quizás.- fue la enigmática respuesta de su acompañante, que le dedicó una mirada que no supo descifrar.

-“Caperucita, viene el lobo.”- se repitió la frase en sus pensamientos como un mantra –“La loba Ava, la loba,”- porque a eso se asemejaba Amanda, a una loba al acecho de su presa, esa precisamente, era la sensación que sentía cuando la miraba con aquellos ojos, azules, profundos y oscuros, como el misterioso océano.