Deep Blue Sea 9

Capítulo 9

Amanda perdió el habla bruscamente, las palabras de Ava llegaban como una invitación, o quizás no, pero para ella que llevaba toda la noche batallando contra sus impulsos era justo lo que le hubiese gustado escuchar en ese momento. Todo su cuerpo estaba tenso de necesidad insatisfecha, la ropa lastimaba la piel sensible y se aferró al vaso de wiskey para no extender los brazos y arrastrar a Ava con ella cuando claramente se la podía imaginar desnuda y excitada sobre su cama. Sus hormonas gritaron y se lanzaron de fiesta. “!Orden por favor!,” que ya no era una adolescente pero su cuerpo reaccionaba como el de una. No ayudaba el hecho de que podía percibir la tensión de Ava, consciente de que el ambiente relajado había cambiado. La joven no la miraba pero los cambios sutiles en su respiración, el sonrojo en sus mejillas la delataban. No le sorprendería si alguna estallaba en combustión interna con toda la electricidad que chispeaba a su alrededor y cosquilleaba en su piel.

Finalmente sus miradas se encontraron y el escalofrío que se deslizó por su columna como una serpiente, la impulsó de golpe hacia Ava. Todas las alarmas se dispararon en su cabeza. Cerca, estaba demasiado cerca, lo suficiente para que el perfume suave de Ava embotara sus sentidos y el calor de su cuerpo elevase la temperatura automáticamente. No había manera de que pudiese salir de allí sin antes probar esos labios. Como si leyera en sus pensamientos, el pecho de Ava se alzó en un suspiro y los entreabrió para ella. Vodka y naranja, todo impactó en su rostro, invitando a beber directamente en ellos.

Ava ni siquiera fue consciente de cuanto se había inclinado hacia Amanda, sumergida en la oscuridad tentadora de esos ojos. Sus labios se entreabrieron anticipando la caricia de una mirada azul que la devoraba con un brillo determinado y cargado de deseo, una mirada que se cruzó directamente con la suya esperando una señal para avanzar, o el rechazo para detenerse. “!No!” fue el grito frustado en sus pensamientos y todo su cuerpo hizo eco en el. Había esperado demasiado. Lo necesitaba, de una vez necesitaba probar los labios de Amanda y conocer el sabor de sus besos.

Alzó una mano temblorosa y acunó la mejilla en el rostro de Amanda con una caricia suave, percibiendo el estremecimiento bajo la punta de los dedos. Fue un alivio saber que no estaba sola en aquel caos de sensaciones y sentimientos. La piel caliente y sonrosada bajo el tacto, el cuerpo de Amanda tenso, su mirada fija en ella, era una mujer tan hermosa, tan intensa y apasionada que podía reírse a carcajadas de su tan temible apodo. La Reina de Hielo no le iba en lo absoluto, no cuando el fuego abrasador de su mirada podía derretirle la piel. Extendió el brazo para dejar el vaso sobre la mesita, sin perder un segundo el contacto visual, insegura y excitada, acortó la distancia breve entre ellas y rozó sus labios contra los de Amanda.

Efímero, como el aleteo de una mariposa con la probabilidad de provocar una tormenta en la habitación, o quizás al otro lado del mundo. El contacto envió un latigazo de placer por todo su vientre hasta más allá en el sur. Ambas contuvieron el aliento, pero eso no la detuvo en lo absoluto. Presionó una segunda vez más confiada y a punto de perder el control sobre sus impulsos, incluso se atrevió a delinear el labio inferior con la punta de la lengua, humedeciéndolo, lo que causó que su acompañante inerte inspirase bruscamente. Amanda le permitía tomar la iniciativa y el control porque así lo había prometido, pero el azul en sus ojos se asemejaba a un mar embravecido por un huracán. La estaba empujando al límite y lo deseaba, danzar con ella en la pasión que prometía su mirada. Sonrió saboreando la victoria.

Amanda estaba muy cerca de perder la cabeza. Ava jugaba con su cordura y ella se lo permitía, encendiendo su cuerpo con cada roce de labios, estaba tan tensa que aunque quisiera no podría moverse. La deseaba tanto que temía dar rienda suelta a sus deseos y no poder detenerse. La agonía era exquisita, dolorosa y una tortura, la clase de placer que no había sentido en mucho mucho tiempo, o que quizás nunca había sentido en lo absoluto. Y eso era suficiente para que su cerebro enviase una señal de pánico. Algo así podía ser tan placentero como destructivo y ella no tenía la voluntad para detenerse. Cuando la lengua de Ava acarició sus labios, Amanda perdió el control de sus emociones. La sonrisa de Ava fue todo lo que necesitó para avanzar. El vaso de wiskey vacío cayó sobre al alfombra olvidado, cuando utilizó la mano libre para rodear la nuca desnuda de Ava y atraerla en un gesto posesivo.

Fue un beso que demandaba y conquistaba a la vez, fue ella alimentando las llamas que ya ardían sobre la piel y explorando cada centímetro de una boca y unos labios suaves y rellenos que se deshacían entre los suyos como el chocolate más exótico y decadente con un toque de vodka. Y no era la única exigiendo. Ava sostenía su rostro entre ambas manos, acariciando con su lengua la suya cuando salieron al encuentro en perfecta sincronía y sin intimidarse por el ritmo hambriento y demandante del beso. ¿Por qué debería cuando eso era exactamente lo que había deseado? No fue una sorpresa cuando Amanda cayó de espaldas sobre el brazo del sofá, soportando el peso del cuerpo femenino que se amoldaba sobre el suyo perfectamente. Ava tomaba el control y Amanda contuvo la carcajada de satisfacción, embelesada por tanta pasión y entrega. Por primera vez no le importaba ceder porque recibía de igual manera y la sensación era increíble. Tomar y dar, sin temor, sin ser un juego de dominación y si de placer mutuo.

Ava no apartaba las manos de su rostro y Amanda tenía las suyas enredadas en el cabello rojo y sedoso que ahora se esparcía suelto por la espalda y el rostro de ambas. Cada una aprovechaba el aire en el breve instante en que sus labios se separaban para unirse nuevamente pero sin abandonar el contacto y fue acuerdo mutuo cuando el beso remitió a un ritmo profundo y perezoso. En ese instante fue todo sensaciones, el roce húmedo cada vez que invadían el espacio de la otra, alguna mordida juguetona o la caricia a la línea de los dientes que en más de una ocasión terminaba en otra mordida traviesa. Las caderas de Ava entre sus piernas, pelvis con pelvis, las puntas endurecidas en los senos que rozaban contra la tela y arrebataban suspiros de necesidad y gemidos. Podían percibir el fuego ardiendo bajo la piel, la llama intensa y constante que las consumía en un calor lento, cuando antes las había azotado con un hambre voraz. El reflejo de sus propios deseos.

Ava fue la primera que perdió la batalla contra sus pulmones y quebró la unión para inspirar profundo y recobrar el sentido. Temblaba de pies a cabeza y estaba segura que si intentaba ponerse de pie, caería al suelo. Era lo más cerca que había estado un beso de provocarle un orgasmo. Sin aliento apoyó la frente contra la de Amanda, su respiración cálida impactando contra su rostro y maravillada por lo que acababa de ocurrir. Todavía sentía las corrientes ligeras de placer eléctrico que partían desde sus labios hacia todo su cuerpo y se concentraban en ciertos lugares específicos.

-Por dios Amanda.- susurró sin palabras y por primera vez la mujer no tuvo que agregar.

-Sabias palabras.- logró contestar en voz baja y grave.

Ambas rieron sin la menor intención de apartarse. Sus cuerpos aún vibraban por la intensidad de los besos, pero de alguna manera supieron que en ese momento no llegarían a nada más. Eran sensaciones y descubrimientos demasiado abrumadores y cada una necesitaba tiempo para asimilarlo, sin embargo, no tenían que renunciar a la cercanía, ni a la calidez de los cuerpos unidos. Amanda extendió los brazos hacia la espalda de Ava y los mantuvo allí en un abrazo y caricias suaves por la extensión de la columna. Caricias tiernas, otra novedad. Ava por su parte, alzó la mirada oscurecida aún por el deseo, un reflejo de la suya y con el pulgar acarició el labio inferior de la mujer que yacía con ella.

-Sabía que te sentirías así, suave, como el Velvet.- susurró, en su opinión, el postre más exquisito del mundo.

-Hum,..¿Velvet? Me gusta, ¿es tu postre preferido?

-Sí, me encanta.- Amanda sonrió traviesa, imaginando todas las cosas que se le podían ocurrir con Velvet.

-Entonces me siento honrada de que te provoque pensamientos tan dulces.- una risa divertida –Seré tu postre todas las veces que quieras. Siéntete en la libertad de venir y probar…- dejó la frase inconclusa y esbozó una sonrisa sugestiva. Ava se inclinó para robar otro beso con una sonrisa y después se refugió en el arco del cuello y en el abrazo de Amanda donde se sentía segura.

-Lo haré.- fue una certeza, tanto como el reconocimiento de que ahora que había probado sus besos bien podía declararse adicta a ellos.

Inconscientemente se acomodaron de manera tal que Amanda no tuviese que soportar todo el peso de su cuerpo, pero sin perder el contacto y la comodidad. La avalancha de sensaciones las había agotado emocionalmente y entre el ritmo de las respiraciones pausadas y la calidez de los cuerpos entrelazados, se deslizaron en un sueño profundo que no se interrumpió hasta que Rosa las encontró a la mañana siguiente. Amanda fue la primera en reaccionar y regresar poco a poco a la consciencia, no estaba en su habitación y la presencia de un cuerpo a su lado la desconcertó por un instante hasta que recordó la noche pasada. El beso de Ava.

Por primera vez en mucho tiempo amanecía con una mujer a su lado, nunca pasaba la noche, evitando la incomodidad de la mañana siguiente y trazando el límite de lo que sería la relación. Sin compromiso. Una noche, un beso y Ava habían bastado para romper todas sus reglas. Observó a la pelirroja dormida entre sus brazos, relajada completamente lucía incluso más joven y vulnerable, además de muy hermosa. Si bien lo que más le cautivaba eran sus ojos verdes como la esmeralda más pura, el rostro era exquisito, de ángulos delicados, nariz pequeña, un mentón desafiante y unos labios ligeramente rellenos y rojos como dos pétalos de una rosa, apetecibles y adictivos como había comprobado la noche anterior.

Sin querer resistir la tentación, se inclinó y los rozó despacio, como respuesta recibió un suspiro y la mujer más joven se aferró más a su cuerpo como si eso fuera posible. Amanda esbozó una sonrisa y se aventuró una segunda vez con un beso más exigente que le ganó un pequeño gemido y las piernas de Ava se entrelazaron a las suyas. La sonrisa traviesa se amplió, por un despertar así quizás valdría la pena amanecer cada mañana. Un pensamiento desconcertante pero igual de satisfactorio. Le encantaba Ava en todos los sentidos, aunque la intimidaba el hecho de que estuviese tan dispuesta a olvidar sus muros de defensa con ella.

La primera señal de cuanto continuaba cambiando fue que aceptó comenzar la relación entre ellas conociéndose y para eso inevitablemente Ava entraría en su vida de muchas maneras que no podía prevenir. Fue la tentación de los labios que presionaron sobre los suyos que la sacó de los pensamientos y Amanda accedió a la demanda gentil de Ava que profundizó el contacto. Como era de esperarse la chispa entre ellas encendió el calor nuevamente y se entregaron a un beso profundo e intenso que las dejó sin aliento. Finalmente Ava abrió los ojos, brillantes y cargados de emociones que nublaron la realidad por un instante. Estaba entre los brazos de Amanda y había despertado con sus besos. Se sentía tan bien que asustaba.

-Hey.- fue el saludo tímido, ¿qué más podía decir?

-Buenos días.- respondió Amanda con una expresión relajada y en parte divertida -¿Estás bien? – preguntó. A pesar de lo que habían compartido eran experiencias nuevas para Ava.

El tono de preocupación en la voz de Amanda la hizo sonreír, sabía lo que le preocupaba y por qué. Pero lo que estaban compartiendo era algo que Ava deseaba y que en ese instante la hacía feliz.

-Perfecta, es una manera en que podría despertar todos los días.- comentó en broma y medio en serio, cuando la expresión de Amanda se transformó supo que había cometido un error. Sabía que sus palabras insinuaban compromiso, aunque no las había dicho con esa intención. Intentó corregirlo pero el beso sorpresivo se lo impidió. Otra vez quedaron sin aliento y Amanda la miraba con una intensidad que no sabía interpretar. Las siguientes palabras las sorprendieron a ambas.

-Eso…lo podemos arreglar.- una promesa y el brillo de una esperanza mal oculta en los ojos de Ava, envió una oleada cálida al corazón de Amanda. Ella también podría acostumbrarse a eso.