Deep Blue Sea 8
Capítulo 8 (el verdadero)
Amanda parpadeó sorprendida. Eso no se lo esperaba. Había disfrazado las intenciones en la petición para no presionarla ni preocuparla, pero lo cierto era que estancada entre cuatro paredes, el estrés, el trabajo y manteniendo la distancia con Ava estaba a punto de volverla loca. No obstante, se había prometido a sí misma que solo avanzaría cuando Ava tomase la decisión o la iniciativa. Y allí estaba la oportunidad. Consideró la respuesta un momento.
-¿Quieres que lo sea? – preguntó, las únicas palabras que le parecían seguras y sin asumir nada. Sebástian balbuceaba y sostenía su cabello, ajeno a la tensión, Amanda le sostuvo la mirada a la joven. Había anhelo, de algo y también temor, quizás era demasiado pronto para ella –Ava, tienes que ayudarme aquí, no sé lo que piensas si no me lo dices. Pediste conocernos, no te estoy presionando y la cena no tiene segundas intenciones ni compromisos. Será lo que quieres que sea. El inicio de algo o simplemente la salida de dos amigas.- por mucho que quisiera lo contrario.
Perfecto. Ava se sentía nueve variedades de estúpida. “!Por favor! Que no se puede ser tan cobarde en la vida.” Pensó irritada consigo misma. No desvió la mirada cuando respondió, a pesar del calor que le cubría las mejillas.
-Me…gustaría que lo fuera, como parte de…conocernos.- sugirió finalmente y ambas respiraron profundo.
Amanda esbozó una sonrisa tan sincera y alegre que iluminó todo su rostro y sus ojos y dejó a Ava hipnotizada. “Vaya, es preciosa.” Por eso no se percató que Amanda había dado un paso hacia ella y de la cercanía, hasta que unos ojos azules estuvieron a centímetros de ella. Sebástian gorjeó de alegría y ambas sonrieron, hasta que Amanda alzó la mano y con el dorso de sus dedos acarició la piel sonrojada, inconscientemente, Ava se inclinó al toque.
-Nunca he conocido a una mujer que se sonroje como tú.- comentó en un susurro –Se te ve encantador, sobre todo si lo causo yo.- volvieron a sonreír -¿Estás segura sobre la cita?
Ava se estremeció ante los escalofríos calurosos, si es que eso tenía sentido, que la caricia de Amanda provocó por todo su cuerpo. Ella solo estaba segura de una cosa. De sentirse justamente así. Admiraba a la mujer frente a ella por muchas razones, profesionales, personales, pero para lo que sentía en su presencia, no tenía una sola explicación lógica. Con un suspiro tembloroso asintió.
-Sí, lo estoy.- aunque corría el riesgo de que le rompieran el corazón. Amanda tenía muchos encantos y Ava no hacía ningún esfuerzo por no rendirse a ellos. Los ojos azules se acercaron aún más, brillantes, el aliento cálido golpeó en su rostro y llegó la caricia de unos labios en la mejilla sonrojada. El corazón latió dolorosamente en su pecho y tembló cuando las chispas saltaron. Hasta la propia Amanda inspiró bruscamente ante el impacto de un roce sencillo. Había subestimado la atracción entre ellas. Por precaución y porque tenía el bebé en brazos, dio un paso atrás.
-Entonces una cita será.- murmuró Amanda cuando encontrar la voz, aunque su cuerpo estaba lleno de sensaciones. “!Joder!¿Cómo iba a sobrevivir si Ava decidía que solo podían ser amigas? Siempre le quedaba mudarse a otro planeta.”
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El estilo del restaurante era elegante e informal, una mezcla de tradición y modernidad con vistas increíbles hacia el río y la ciudad. Llegaron cuando el sol se escondía completamente y el cielo se tenía de rojos, naranjas y oscuridad, algo espectacular. Amanda había reservado y las esperaban a la entrada, un vallet se llevó el auto y un recepcionista confirmó el nombre sonriente. Ava estaba nerviosa, muy nerviosa, consciente de como atraían las miradas a medida que avanzaban entre las mesas y más que eso, del calor suave que desprendía la mano de Amanda apoyada en la parte baja de su espalda mientras la guiaba.
Tarde se había percatado de las repercusiones que su cita podía tener, su acompañante no era una desconocida al ojo público y así lo fuera, su belleza y elegancia eran suficientes para atraer cada par de ojos en el lugar, como de hecho hacía. Además, era una cita, su cita con Amanda Daynes. No era solo que atraía las miradas, sino también lo que comentarían al respecto. Después de una búsqueda curiosa en la web, descubrió que no era tímida ni ocultaba sus preferencias. De su brazo siempre colgaban mujeres hermosas y sofisticadas, actrices, modelos, abogadas, nada como ella. No tardarían en especular si era su nueva amante. La llegada a la mesa la distrajo de los pensamientos nada apropiados para una cita, la propia Amanda apartó la silla para que tomara asiento y después se ubicó frente a ella, admirando la vista que ofrecía la ciudad.
-Es impresionante.- comentó de pronto Amanda. La verdad es que estaba tan nerviosa como su acompañante. Una sensación ajena ya, lejana, que se remontaba a su juventud cuando alguna vez sintió algo semejante en sus primeras citas.
-Sí, es hermoso.- coincidió Ava, cambiando la mirada hacia el perfil de Amanda. Por mucho que el atardecer sobre el Thamesis era una vista digna de óleos y fotografías, ella no podía apartar la mirada de la mujer. ¿Qué había dicho sobre los encantos? Amanda se giró de pronto atrapándola.
-Hermosa es una palabra que yo usaría para describir otras cosas. Dijo mirándola, fue un cumplido atípico, pero sincero. “Dios, suena a línea barata para conquistar en un bar. Cierra la boca Amanda.”
No es que lo pudiera evitar. Ava estaba impresionante en un vestido negro muy sencillo, de tirantes finos y un escote discreto que revelaba la piel pálida y sedosa en la curva sus pechos y hombros. Un poco más y había estado a punto de babear sobre ella cuando Ava bajó las escaleras en la mansión. Vergonzoso. Ahora, los tonos rojos que se reflejaban a través del cristal encendían el cabello recogido en un moño alto y los mechones sueltos al azar, maquillaje ligero, unos ojos verdes expectantes y labios rojos y rellenos de los que nunca se podría saciar si tenía la oportunidad de probarlos.
-¿Amanda? – la llamó Ava por tercera vez. Amanda la miraba como si fuera su cena y no de la que estaba en el menú. El deseo estaba claramente reflejado en sus ojos azules y su cuerpo respondió al impacto con una sensación agradable y cálida y más sonrojo. Amanda parpadeó saliendo del trance, no se disculpó por admirarla, pero tampoco dijo nada al respecto, la tensión estaba allí y era suficiente para que ambas fueran conscientes de la presencia de la otra. Ava agitó ligeramente el menú –No tengo idea de que ordenar.- suspiró, mejor se acostumbraba a vivir permanentemente con las mejillas encendidas.
-Perdón, es que las vistas son irresistibles.- contestó sin pensar. “!No más líneas baratas!.” Ava sonrió y negó con humor, no le sorprendía el coqueteo y el hecho de que la halagaba la hacía sentir muy bien. Decidió seguir el juego y olvidar las preocupaciones, ella había pedido una cita, con todas sus consecuencias.
-¿Intentas envolverme en tus encantos? – dos podían jugar ese juego.
-¿Está funcionando? – una sonrisa juguetona y sorprendida.
-Quien sabe.- contestó con la inspiración de valentía que la había llevado a pedir una cita. No tenía idea de cómo coquetear con nadie, aunque de eso dependiera su vida y era cierto, pero los comentarios juguetones con Amanda le salían naturales y tener a la mujer intrigada le gustaba. El camarero salvó la conversación sirviendo el vino –Confiaré en ti para elegir.- respondió para Amanda cuando el hombre preguntó por la orden de la noche.
Al inicio degustaron los platos en un agradable silencio. La conversación comenzó a fluir fácil y Amanda mantuvo la actitud conquistadora en el límite, no era una cena para seducir a la amante de turno y llevársela a la cama por mucho que lo deseara. Entre copas y varios originales, los temas fueron muchos. Descubrieron que tenían la lectura en común, música, películas, opiniones muy parecidas en diversos temas y en otros no tanto. Ava escuchó atenta la historia sobre sus inicios en el diseño de joyas, como a pesar de su juventud Amanda había levantado su propio negocio desde cero, con el dinero que le había dejado su madre como herencia. Solo en uno de los pasatiempos favoritos de Amanda no estuvieron de acuerdo, por no decir que estaban en lados opuestos.
-No lo comprendo. No encuentro sentido a un montón de colores al azar.- rebatió Ava y Amanda negó sin poder creerlo –Menos pagaría miles de libras por algo así. Es ridículo.
-No puedo, simplemente no puedo permitir que pienses así. El arte es expresión de emociones, de sensaciones, ¿cómo no puedes comprender eso? –parpadeó incrédula.
-Cuando tiene sentido sí, lo aprecio.
-Con sentido significa que debe tener una forma concreta, que sea agradable para tus ojos y lo entiendas. ¿No?
-Exacto.
Exasperada, Amanda dejó salir algo parecido a un gruñido.
-Decidido. Nuestra próxima cita será a lugar donde pueda convencerte de lo contrario.- afirmó Amanda. Demasiado tarde para evitar el comentario, se encontró con la mirada divertida de Ava.
-¿Próxima cita? – repitió la joven evidentemente complacida, fue el turno de Amanda para avergonzarse y sacar el pie de donde lo había metido.
-Lo siento, me dejé llevar por el debate. No tiene que ser una cita, una salida al museo está bien.- esbozó una sonrisa nerviosa. Esa última sensación era demasiado familiar en presencia de Ava, que ladeó ligeramente la cabeza.
-Será interesante.- concedió emocionada aunque tuvo cuidado de no revelarlo –Pero te advierto, fui campeona de debates en la Universidad.- la desafió.
-Ah, una chica a la que le gusta los retos y la polémica.- Amanda la picó.
-Eso parece.
Intercambiaron sonrisas, conscientes de la familiaridad y la diversión de la que disfrutaban cuando estaban juntas. Se deslizaban con cautela en una amistad que florecía, combinada con una atracción que ya no era desconocida y que habían asumido aunque ninguna estaba segura sobre el final de la historia, disfrutaban el momento. Compartieron un rato más y Amanda pidió la cuenta, sin poder evitar las protestas de Ava a la cual ignoró tranquilamente.
-La próxima salida corre por tu cuenta.- fue la respuesta de Amanda, segura de que por tal de llevarle la contraria, Ava no fallaría en su próxima cita.
Si lo hubiese planeado no le resultaba mejor. La noche fue perfecta, la conversación natural y amena, con algunos cumplidos que causaron el sonrojo de Ava para su disfrute. Pero mayormente fue una fuente de conocimiento en lo referente a la mujer que le gustaba. Capturó algunos gestos y detalles de los que no se había percatado, por ejemplo, dos hoyuelos que se formaban cuando Ava sonreía y que solía morder la comisura de los labios cuando estaba nerviosa. Lo cual estuvo haciendo toda la noche para tortura de Amanda, eso y limpiar los restos de salsa en sus labios con la punta de la lengua. En una de esas oportunidades, se había pellizcado con fuerza cuando el deseo de saltar sobre la mesa y besarla con salsa y todo casi le ganó la batalla.
Por supuesto que no fue muy buena ocultando la reacción al respecto y Ava terminó riéndose en su cara. De hecho, tenía la impresión de que la joven comenzaba a ser consciente del verdadero poder que sostenía entre ellas y disfrutaba provocándola. Mientras llegasen al final de esas provocaciones, Amanda estaba dispuesta a jugar y saborear cada minuto. El auto ya las esperaba cuando salieron y Amanda distraída en la conversación y sus propios pensamientos, no se percató del paparazzi que enmarcaba su salida desde el otro lado.
No era muy tarde cuando llegaron a la mansión en completo silencio y penumbras. Rosa estaba a cargo de Sebástian y probablemente ambos dormían ya. Su hijo fue lo primero y con Amanda siguiendo sus pasos visitaron la habitación del bebé por unos minutos. Todo tranquilo.
-Todavía es temprano, podemos tomarnos una copa en el salón.- sugirió Amanda. Ava estuvo de acuerdo, ninguna quería terminar la noche aún. Y a Ava le gustaba la compañía de la mujer más de lo que había aceptado, pero de todas formas, ella había acordado en lanzarse a la aventura. Ya abajo, en una enorme habitación con bar y mesas de juego, Amanda se permitió un vaso helado de Doble Black y esperó por la elección de su acompañante.
-En realidad no bebo alcohol.- dijo con una media sonrisa.
-¿Estás bromeando? – la sonrisa arrepentida de Ava respondió en silencio –Cuantas virtudes.- fue la respuesta entre sarcástica y divertida de Amanda –Al menos esta noche acompáñame. ¿Una excepción?- Ava pensó que ya hacía demasiadas excepciones en su vida cuando se trataba de Amanda.
-Sorpréndeme.- se rindió y su acompañante sonrió victoriosa.
-¿Suave o fuerte?
-Como esta noche es una excepción, escoge algo que crees que me gustará. Algo que te guste a ti. Como un niño con un nuevo reto, se frotó las manos para agregar dramatismo al momento y con la risa de Ava en el fondo, preparó tres dedos de Grey Goose saborizado en naranja y dos cubitos de hielo. Con una sonrisa desafiante se lo extendió a su invitada que no pudo contener la risa, mientras Amanda se dejaba caer a su lado en el sofá expectante.
-¿Vodka?¿Tienes intenciones de embriagarme? Que sutil para la primera cita.- fue la broma de Ava. En el vaso no había lo suficiente para causar ese estado, pero teniendo en cuenta su falta de costumbre si que podía desinhibirla un poco y eso nunca era buena idea.
-¿Eres una ebria feliz? – rió Amanda.
-Habladora.
-Hum…Interesante. Tomo nota.- una sonrisa sensual y cargada de malicia curvó sus labios –Es tentador sí, pero prefiero que la persona esté en control de sus sentidos cuando…”!Whoa!” – se detuvo de golpe, demasiado directo el comentario aunque fue inútil porque la frase inconclusa dejaba el significado bastante claro –Creo que mejor me callo ahora.
Ava la observaba en silencio con una expresión seria. Ciertamente no necesitaba embriagarla para llevarla a la cama, pero no se lo iba a decir, aún no. En cambio, se concentró en probar la bebida sin desviar la mirada. Estaba haciéndolo a consciencia y bajo sus propios términos y Amanda necesitaba saber eso. Si decidía terminar ebria y en su cama, sería por decisión propia.
-Yo también lo preferiría.- comentó casualmente y en un tono ligero mientras sorbía otro poco del vodka que incendiaba su garganta. Palabras simples que tuvieron el efecto de una bomba en la habitación.
El aire se cargó de una tensión insoportable en cuestión de segundos y cada vello en el cuerpo de Ava se levantó. Sentía la mirada de Amanda sobre la piel caliente, una mirada oscura como un cielo lleno de tormentas, igual de peligrosa. Claramente Amanda había reaccionado a su comentario, una prueba más de la atracción tan intensa entre ambas. Se atrevió a mirarla y lo que vio reflejado en sus ojos la estremeció como una hoja temblorosa arrastrada al viento.
“!Dios!” deseo, puro y simple, algo primitivo y básico como el impulso de arrastrarla hacia una cama y hacerla gritar de placer. Era la promesa que bailaba en sus ojos. Y todo su cuerpo hormigueaba de anticipación. El calor se acumuló en su vientre y entre las piernas humedeciéndola. Increíble como una sola mirada podía excitarla como una adolescente, de hecho, con toda honestidad podía decir que jamás un hombre le había provocado algo semejante. Se quedó inmóvil, a la espera, Amanda estaba rígida a su lado y se asemejaba mucho a una pantera a punto de saltar sobre su presa, hambrienta.