Deep Blue Sea 19

Capítulo 19

Cuando Ava despertó sola en la cama encontró una nota con las indicaciones del día. Pasar tiempo con su bebé, no trabajar y al parecer tenía una cita al spa, con maquillaje y peluquería incluidos. ¿Qué se traía entre manos Amanda? No es que fuese a protestar por las atenciones, pero las sorpresas siempre la incomodaban un poco, más cuando implicaban salir y ser acosada por reporteros y preguntas indiscretas. Por otro lado, cualquier duda de que Amanda tuviese alguna reserva de mostrarse con ella desaparecía. La mujer tenía la cualidad de no necesitar palabras para acallar las inseguridades, pequeños gestos como ese, en el momento indicado, despejaban las dudas.

Se aseó y cambió para salir en busca de su hijo, a quien probablemente Rosa estaba malcriando como cada mañana. El pensamiento la hizo sonreír, cuando más temprano escuchó a la mujer hablando monerías a través del monitor, su manera de decirle que podía dormir un poco más. Hablando de dormir, era la segunda noche que Amanda dormía a su lado y enrojeció de imaginar a que conclusiones había llegado Rosa y el resto de las personas que trabajaban en la mansión. Bah, como si no estuviera ya en la portada de cada maldita revista en el país. Sacudió la incomodidad que le provocaba saber que no tenía, ni tendría vida privada y se prometió disfrutar del día.

Rosa no sabía nada sobre la sorpresa y aunque supiera, tampoco le iba a dar detalles. Ava se entretuvo con Sebástian y conversando con la mujer hasta que el chofer se presentó para llevarla al spa, según porque tenían el tiempo contado. La trataron como una reina y bendijo a Amanda por la idea de un masaje que la relajó hasta casi quedarse dormida. Al parecer lo iba a necesitar. La transformaron de pies a cabeza hasta que no se reconoció a sí misma, el evento al parecer era por todo lo alto y ella cada vez más nerviosa. De regreso a la casa Amanda no apareció, Rosa le dijo que estaba tomando un baño y que fuera a vestirse, que todo estaba en su habitación preparado. Y claro que lo estaba.

Un vestido espectacular que hacía juego con sus ojos y un conjunto de joyas que si no se equivocaba, pertenecían a una de las colecciones de Amanda. Si antes estaba nerviosa, ahora tenía un nudo en el estómago. No obstante, se puso el magnífico vestido y las joyas que resaltaron exquisitas en la palidez de su piel, lo siguiente… ¿Dónde estaba Amanda? Necesitaba hablar con ella antes de poner un pie fuera de la casa. Decidida fue a buscarla a su habitación pero no la encontró, atravesó el pasillo y comenzó a descender las escaleras cuando la vio al pie, de espaldas, conversando con Rosa. Entonces Amanda se volteó y sus ojos se encontraron.

Como siempre, no fallaba en robar todo el aire de la habitación, ¿o era el de sus pulmones? Con su presencia. La vio esbozar una sonrisa encantadora y feliz y supo que sus argumentos habían desaparecido. No pretendía protestar por nada y arruinar esa expresión de felicidad en su rostro, además de que la manera en que la miraba con pura adoración, que quería captura para siempre. Ava se detuvo un escalón más arriba y la observó con atención. Se veía muy elegante, sexy e imponente, la sensualidad en Amanda estaba en cada movimiento como si hubiese nacido con ella, era natural. Llevaba el cabello recogido en una cola alzada y sencilla, pendientes de diamante discretos y un traje de mujer muy casual y fashion con un lazo abierto en el cuello. Una imagen arrebatadora, excepto por…

-¿Estás descalza? – inquirió al ver los pies desnudos y las uñas delicadas pintadas de rojo. Amanda ni tomó en cuenta el comentario -¿Amanda? – comenzaba a preocuparse cuando la miraba con expresión de no estar en ese mundo -¿Estás bien? – le tomó el rostro entre las manos.

-No.- susurró la pelinegra, aquello parecía grave –Es que…creo que estoy en el paraíso porque he visto un ángel.- agregó con efecto dramático, Ava parpadeó sin poder creerlo.

-Tonta, pensé que era algo serio.- le golpeó el hombro ligeramente y recordó la razón por la que estaba allí -¿A dónde vamos? Preparaste todo sin decirme una palabra Amanda.- no quería sonar como un reproche y le encantaban sus detalles, pero le había incomodado un poco el que ni siquiera se hubiese molestado en llamarla y avisarle. Entendía que estaba ocupada y con exceso de trabajo, pero, ¿ni un minuto? Admitía que parte de su irritación tenía que ver con el hecho de que despertó sola y Amanda no le había dedicado ni un segundo del día. Al instante se sintió como una malagradecida, el spa, el vestido, las joyas, demostraban todo lo contrario. Cuando miró a la pelinegra creyó ver algo de arrepentimiento en su mirada –Amanda, me encantan las atenciones y las sorpresas cuando vienen de ti. Pero a veces me conformo con una llamada y escuchar tu voz en el día. Gracias por esto, de verdad. No quiero arruinarlo.- dijo con una sonrisa y aunque no la vio muy convencida tampoco lo rebatió. De pronto Amanda pareció recuperar la compostura.

-Te ves hermosa, dije la verdad cuando te comparé con un ángel.- muy cursi y a pesar de eso Ava sonrió como una tonta y se sonrojó.

-No me siento yo.

-Eres tú.- desvió la mirada hacia el collar de diamantes y los pendientes –Se ven exquisitas en ti.- el juego lo acompañaba un brazalete pero decidió que no lo llevase. Quería sus manos completamente libres para algo más.

-¿Son tuyas cierto?- preguntó Ava acariciando el collar, Amanda asintió –Tus diseños transforman a cualquier mujer.

-No.- intervino rápidamente. El “cualquier” no le gustaba como adjetivo –No eres cualquier mujer, eres mi prometida.- y lo dijo con una seriedad y convicción que la estremeció. Como si realmente lo creyera y no fuese una propuesta con intereses –Ya me has dicho que sí y a pesar de las circunstancias, quiero hacerlo real.- continuó Amanda y descendió la mirada. Era el momento decisivo, donde, o corría lejos y negaba que las mariposas en su estómago no significaban nada, o se lanzaba de lleno de una vez por todas –Eso, quiero que sea real.- repitió la palabra no por seguridad, al contrario, necesitaba reafirmarlo y que la mujer frente a ella lo creyera. Extendió la palma, mostrando la cajita negra de terciopelo que llevaba quemando su bolsillo toda la tarde –Yo…- la abrió con manos temblorosas –Quiero más, si lo aceptas.- concluyó nerviosa bajo la mirada fija de la pelirroja.

¿Y ahora qué?¿Debería haberse puesto de rodillas? Después repasó sus palabras mentalmente y reprimió la irritación cuando nada en el discurso, de tres oraciones, para proponerse, ni una vez dio paso al “sí, acepto.” Y con el silencio de Ava comenzó a ponerse más nerviosa. ¿Y si había cometido un error revelando sus sentimientos tan rápido? Valeria le aseguró que la quería de verdad. ¿Que la detenía del sí? Valeria también le dijo que prestara atención a los sentimientos de Ava y allí estaba, otra vez arrastrándola en otro de sus impulsos. Cuando alzó la mirada se encontró con unos ojos verdes sorprendidos y cristalizados por las lágrimas sin derramar.

Reflejaban una mezcla de inseguridad, temor, esperanza y felicidad. Ava deseaba un futuro con ella, una familia y Amanda descubrió que todo lo que Ava quisiera, lo iba a tener. No porque le interesaran las cosas materiales, sino porque le hacía desear exactamente lo mismo. Amor y familia y eso Ava tenía que escucharlo antes de aceptar nada más. Miró la cajita todavía abierta en su mano extendida, entregaba una parte de ella allí, se sentía vulnerable y expuesta, sin palabras para expresarse pero no le importaba. Ella no importaba. Buscó los ojos de Ava transmitiendo la seguridad que ambas necesitaban, por mucho que sus nervios estaban a punto de saltar de la anticipación.

-Puedo esperar, si necesitas tiempo yo…- un dedo sobre los labios la silenció, nada estaba saliendo como planeó.

-¿Es real? – la voz de Ava tembló. Cualquier otro asumiría que preguntaba por la esmeralda, pero no, Amanda estaba consciente de que nada, excepto su respuesta interesaba en ese momento.

-Todo lo real que se siente.- respondió con el corazón desbocado, sabía que esas palabras y ese momento cambiarían su vida. Tomó la mano de Ava y la llevó a su pecho donde retumbaba el latido, la palma cálida se mantuvo allí, sintiendo –Lo hice para ti.- comenzó a explicar –Apenas tenías unos días en casa, revisaba los diseños y era el único anillo de compromiso. Llevaba un diamante pero imaginé tus ojos, como combinarían con una esmeralda y el color negro con tu piel. La imagen se quedó y lo transformé. Creo que de alguna manera proyectaba un futuro contigo aún, sin ser consciente.

-¿Es de tu nueva colección? – preguntó Ava impresionada, el anillo era precioso. Negro completamente, con diamantes pequeños a cada lado de la banda y coronado con una esmeralda de un verde muy similar a sus ojos. Puede que Amanda nunca pudiese ser capaz de decir las palabras, pero momentos como ese y la mirada cargada de anhelos y deseos, bastaba para que Ava tuviese el valor de decirlo por las dos. Pero antes la sorprendió una vez más.

-No, es único, no quise incluirlo.- suspiró agotada, cuando todas las emociones se arremolinaban así no sabía cómo contenerlas. Quería ser feliz y quería que Ava fuese feliz, amarla y demostrarlo, encontrar las palabras que necesitaba para decirlo, porque no admitiría dudas entre ellas. Y también temía a su incapacidad de aceptar la felicidad y vivirla, de lastimar a la mujer maravillosa frente a ella, que estaba convencida que a veces no merecía.

-Amanda.- la suavidad en el tono de Ava la obligó a mirarla, eso y las palmas delicadas que encerraron su rostro.

-Lo hice otra vez, ¿verdad? Arrastrarte en mis cosas sin tomar en cuenta lo que sientes.- preguntó derrotada y Ava sonrió.

-Es cierto que pasas como una tormenta, arrasando todo.- dijo y el cuerpo se tensó en sus manos –No, mírame.- la mantuvo en el lugar cuando quiso apartarse y la besó con suavidad –Entraste así a mi vida y me lo has dado todo, seguridad, felicidad y no pienso cambiarlo por nada, porque eres así. No necesitas palabras para hacerme sentir especial.- respiró profundo –En cambio yo, es la única manera que tengo. No dudes ahora, no de ti, mucho menos de mí, te quiero Amanda y más que eso.- Ava se detuvo cuando dos ojos azules la miraron abiertos de par en par.

-¿Me quieres? – la pregunta implicaba tantas respuestas que Ava simplemente se quedó en silencio, observando las emociones en el rostro de la mujer. Incredulidad, asombro, esperanza y una pincelada de dolor que la enfureció. Alguien le había hecho daño en el pasado, todas las señales que necesitaba estaban ahí y en ese instante le gustaría tenerla delante para sacarle los ojos.

-Por supuesto que te quiero Amanda, o nada ni nadie me hubiese convencido de aceptar lo que me has ofrecido.- le acarició la mejilla –Quiero quedarme, quiero hacer todo contigo y quiero llevar ese anillo, que sea real.- extendió la mano y esperó. Amanda que todavía la miraba embelesada, reaccionó lo suficiente para deslizar el anillo en el dedo apropiado. Se veía precioso y más que eso, simbolizaba que Ava era suya. La emoción apenas si le permitía hablar, así que se contentó con deslizar los brazos alrededor de la cintura pequeña y abrazarla. Ava le correspondió al instante con una sonrisa e igual de emocionada. No quería arruinar el momento llorando, estaba feliz, como nunca se sintió en su vida, llena de sueños y en los brazos de la mujer que amaba. Se echó a reír y la abrazó con fuerza –Te quiero Amanda.- reservaría las palabras mayores para el momento indicado, aunque no estaba segura de cuanto más podría contenerse –Y mucho más.

Después de compartir el abrazo unos minutos, se apartaron para terminar de arreglarse y salir, con Amanda insistiendo que sería una sorpresa y Ava recordándole que necesitaba zapatos. Ni que decir que cuando Valeria llegó en la limusina iban atrasadas. No comentó nada sobre el anillo, pero si sonrió cuando Amanda entrelazó su mano con la de Ava y comenzó a jugar con la joya distraída. Ava y Valeria intercambiaron miradas, una soñadora, la otra divertida por la escena, aunque si era honesta, la felicidad que irradiaban ambas mujeres le causaba algo de envidia y tristeza. Cuando la limusina se detuvo Ava estaba tensa. Había reporteros, muchos y ruidosos a la entrada del lugar que identificó como una galería de arte famosa. Cuando Valeria salió de primera se alborotaron con preguntas y flashes, sobre todo porque sabían que Amanda la acompañaba siempre.

Dentro del auto la pelinegra presionó ligeramente la mano de Ava y sonrió a modo de disculpa. No podía cambiar el mundo en que vivía, pero no la dejaría sola y ella tenía que aprender, porque esa sería su vida de ahora en adelante. Con un suspiro adoptó la postura elegante que tantas clases de etiqueta le inculcaron y aceptó la mano de Amanda que ya había salido y la esperaba junto a la puerta. Apenas asomó la cabeza las luces la cegaron y el ruido fue ensordecedor. No esperaban su aparición eso era evidente, pero eso no impidió los comentarios y preguntas indiscretas a medida que avanzaban por la alfombra y subían los escalones. Amanda no contestó nada y tampoco posó para las fotos levando del brazo a ambas mujeres. A la mañana siguiente estaría en cada revista del país. Para cuando llegaron a la entrada Ava estaba tan tensa que le dolían los músculos del cuello, la espalda y la mano con que se había aferrado a Amanda.

-Lo siento, ha sido una locura.- se disculpó, la próxima vez se tenía que pensar mejor las salidas como esa.

-Tendré que acostumbrarme, es tu vida y no va a cambiar.- respondió siendo razonable e intentando relajarse. Soltó la mano de Amanda cuando se percató que casi le había quebrado los dedos y con una sonrisa aceptó el brazo que le brindaba, mientras Valeria se adelantaba a saludar conocidos –Me has traído a una exposición de arte.

-Te dije que nuestra próxima salida oficial era para cambiar tus conceptos de arte moderno.- le recordó Amanda y ella se echó a reír.

-Muy segura de ti misma, ¿no?

-Digamos que esta artista es especial. Si alguien puede causarte una impresión es ella.

-Interesante, vamos entonces que ahora tengo curiosidad.- admitió Ava y la pelinegra sonrió ganando la primera batallita de su guerra muy privada –No luzcas tan satisfecha contigo misma, la noche es joven.

-Por eso, estoy ansiosa por escucharte decir que tenía razón.- y entre risas se adentraron en la multitud.

Llegar a un cuadro de la exposición probó ser casi una misión imposible. Ava perdió la cuenta de cuantos artistas, músicos, actores y políticos había conocido, la sonrisa complaciente estaba a punto de quedársele permanente. Por supuesto que ignoró las miradas de envidia, otras curiosas y la que no podía faltar de quienes habían visto las fotos, lujuria. Para crédito de Amanda que se mantuvo con un brazo posesivo alrededor de su cintura, nunca permitió preguntas personales en cada presentación y controlando los impulsos de insultar a más de uno cuando notaba las miradas sobre Ava. Estaba claro que su aparición había generado comentarios y más de una mujer notó el anillo en el dedo, como si fuera posible no hacerlo, resaltaba contra la piel de porcelana y la esmeralda resplandecía, igual que su portadora.

Cuando se libraron de varias personas y se acercaron al primer cuadro Ava se quedó sin habla, era impresionante, pero antes de que pudiera comentar un nuevo llamado las interrumpió. Se mantuvo en silencio, pero la similitud del momento con lo que recordaba de sus padres le provocó una sensación desagradable. El objetivo de aquellas presentaciones era socializar y para quienes se movían en esferas altas, ganar nuevos favores. Sintió el beso en la mejilla de Amanda que se apartó con un “lo siento,” y fue a reunirse con dos hombres a unos pasos de ella. Se sentía como una esposa adorno, era de las situaciones que a veces ponían a prueba su decisión. Decidió concentrarse en el cuadro que era magnífico.

Representaba el contorno de una mujer dormida de espalda, de hecho, solo esa parte ocupaba toda la atención y también el diseño de un tatuaje intrincado en toda su extensión. El colores de la piel eran tan exquisito, un dorado bronceado suave que casi no resistió la tentación de extender la mano y tocarla. El artista era increíble, de eso no tenía dudas y su musa también, si es que existía la modelo. Solo tenía ojos para Amanda pero la mujer en el cuadro evocaba una atracción distinta, primaria, visceral y no le importaría terminar entre las sábanas con ella. Soltó una risita sonrojada.

-Y al final tendré que darle la razón.- habló para sí misma negando derrotada –Nada mal.

-¿El cuadro o la mujer? – preguntó una voz ligeramente grave a su lado, sobresaltándola.

-Ambos.- contestó sin dudarlo –Parece real y ella…es como si pudiera…- se detuvo percatándose de que hablaba con una desconocida.

-¿Tentarte? – terminó la mujer y no pudo más que asentir –Te comprendo.- dijo esbozando una sonrisa y sus ojos brillaron al recorrer el cuadro -¿Es tu primera vez aquí?

-Sí, mi…- se detuvo cuando no encontró la palabra adecuada para referirse a Amanda, ¿novia?¿prometida? Vaya laguna –Pareja, insistió en cambiar mi perspectiva del arte y aquí estoy.

-¿Amanda? – inquirió la otra con una sonrisa y Ava hizo lo que pudo por controlar los celos. Con su mala suerte era una de las ex, o de las futuras zorras que intentarían meterse en la cama de su prometida y francamente aquella mujer la hacía sentir insegura. No era muy alta pero si hermosa, con unos ojos de un azul claro y limpio, no más bonito que el de Amanda por supuesto, pero que en conjunto, con el cabello rubio ondulado, la piel de porcelana y una voz seductora, presentaban un desafío difícil. ¿Dónde estaba Amanda cuando la necesitaba?

-Sí, la misma.- respondió con educación y la rubia se echó a reír.

-Cuando se propone algo puede ser cabeza dura.- continuó con una sonrisa divertida y disfrutando de como los ojos de la pelirroja se estrecharon con expresión tensa. Típico de Amanda, dejar a la chica sola como un corderito en medio de una manada de lobos –Oh, disculpa mi falta de educación.- extendió la mano –Clarke Griffin, un placer.- Ava abrió los ojos en reconocimiento y con las mejillas rojas, podía no saber nada de arte pero el mundo entero conocía a la renombrada artista y ella que calificó una de sus obras con, “no está nada mal.”

-Ava Brenner.- respondió al saludo –Lo siento, no quise ofender tu obra, créeme que me impresionó muchísimo.- dijo dividida en querer corregir la mala impresión y la duda de si estaba fraternizando con una posible rival.

-No te preocupes, fuiste sincera. Soy capaz de interpretar cuando alguien admira de verdad mi trabajo.- respondió quitando importancia al asunto.

-Es magnífico. Tienes mucho talento y una musa muy especial.- señaló al cuadro -¿Es una modelo? – preguntó refiriéndose a la figura en el óleo.

-No precisamente, pero si existe y es definitivamente mi musa.- la respuesta cargada de afecto y devoción fue suficiente.

-Oh por favor Griffin. Después de tantos años, ¿no te aburre utilizar la misma línea cursi? – se escuchó la burla de Amanda que se detuvo a su lado y abrazó a la rubia –Ha pasado mucho tiempo.- le regaló un beso en la mejilla y miró a su alrededor -¿Dónde está esa maldita?

-Justo aquí, observando como manoseas a mi esposa.- respondió una tercera mujer apareciendo casi de la nada. Los ojos de la rubia resplandecieron mientras que la castaña alta de ojos verdes y Amanda, intercambiaron una mirada seria y retadora antes de echarse a reír y saludarse con un abrazo.

-Es como si no hubieran madurado nada, lo juro.- comentó Clarke a la pelirroja –Estudiamos juntas en la universidad, conocí a Lexa por Amanda, eran un par de dementes, bueno, un trío de dementes porque falta una.

-¡Hey rubia!, no me difames.- regresando junto a Ava, rodeó su cintura con el brazo y la acercó –Creo que llegué un poco tarde a las presentaciones pero, esta es Ava mi prometida.- dijo con orgullo y una sonrisa de felicidad genuina que provocó triple saltos al corazón de Ava.

-¡Woah! – exclamó Lexa y abrió los ojos -¿Compromiso?¿Dónde?¿Cuándo?!Diablos! Hemos estado esperando este anuncio casi tanto como un nuevo libro de Harry Potter, aunque me conformo con las nuevas películas…- la rubia intervino rápidamente.

-Lexa amor, enfócate en que Amanda se ha comprometido.- la mencionada y hasta Ava tenían sonrisas en los labios, Lexa se aclaró la voz.

-Lo que quiero decir es, felicidades.- corrigió ante la mirada atenta de su esposa y Amanda imitó el sonido de un látigo burlona –Y lindo anillo.

-Gracias, fue un regalo de Amanda.- Clarke frunció el ceño examinando la joya.

-No lo reconozco de ninguna colección.

-Es porque no está, ha sido un diseño único y exclusivo.- contestó Amanda presumida.

-Aww, mírala, con regalitos para la novia y toda orgullosa.- siguió Lexa provocando, de jóvenes se habrían lanzado la una sobre la otra en una pelea estúpida. De adultas y responsables (dudosamente), insultos y burlas era lo más lejos que podían llegar sin que les jalaran las orejas como niñas pequeñas. A esas alturas Clarke y Ava se mordían la lengua para no soltar una carcajada. Amanda lejos de molestarse se echó a reír entre dientes.

-Lo dice la que tiene el culo al aire en cada óleo, porque su mujer tiene una mente pervertida.- contra atacó sin importarle el lenguaje vulgar, Lexa se encogió de hombros, contra eso no tenía defensa.

-Ustedes no evolucionan.- comentó Valeria llegando al grupo, ella ya había saludado a la pareja –La prensa tendrá un día de fiesta si las escuchan. Al menos por esta noche, intenten comportarse como las adultas que son.- las regañó a ambas que rodaron los ojos bufando.

Ava si estaba teniendo un día de campo. La exposición era maravillosa y los amigos de Amanda muy familiares y amigables, pero toda su atención se la llevaba la pelinegra. Aquella era otra faceta para descubrir, bromista, mucho más natural y juvenil, más libre. Una ventana al pasado del que conocía muy poco y quería saber todo.

-Y pensar que cuando se reúnen las tres son lo peor.- comentó Clarke y Ava notó la tensión sutil en Valeria. ¿Las tres? Dirigió la mirada interrogante a la artista rubia –Ontari.- le aclaró y comprendió el cambio de su amiga –Que debe estar por aparecer. Lo siento Val.- le dijo cuando vio la mueca incómoda de la mujer que se encogió de hombros quitando importancia al asunto.

-También es tu amiga, pero me hubiese encantado que te ahorraras la invitación a la zorra que trae del brazo.- masculló bebiendo de su copa y lanzando miradas asesinas a un punto de la multitud.

-Ok, no ha sido una elección de acompañante inteligente.- admitió Lexa cuando miró –Pero han pasado algunos años, si cambió podemos darle una oportunidad.

-Claro, ¿no deberías darle una oportunidad a Finn? – respondió Valeria con una sonrisa irónica, cada vez estaba más frustrada y enojada. Lexa se tensó visiblemente y no respondió –Eso supuse, así que mejor callada.- así las encontró la nueva pareja cuando llegaron a saludar, de entrada se supo que la combinación no sería nada buena y que 8 años no habían cambiado mucho.