Dedicatoria

Para un cornudo que soñaba con que a su mujer la follara un masajista.

Dedicatoria

Para un cornudo que soñaba con que a su mujer la follara un masajista

Te arrastro contra la pared, como si te cacheara, como si fuera un policía que te va a registrar. Apoyas las palmas de las manos. El cuerpo hacia atrás. La cabeza entre los brazos. Las piernas algo separadas. El pelo cae tapándote la cara. Flexiono tu tronco unos cuarenta y cinco grados. Ni mucho ni poco.

Sólo te rozo dibujando tu contorno con las yemas de los dedos. Blusa. Falda. Fuera bolso. Fuera cartera con tu documentación. Todo lo arrojo al suelo. Sigues teniendo unas manos cálidas. Suaves. Deliciosas. Siento el tacto de tu anillo de casada en la mano. Te la aprieto contra la pared. Que se te clave, que te roce.

Me sitúo detrás de ti y me entretengo. Eres mía. Puedo disfrutar de ti. Tú sólo vas a sentir diez dedos bajando y subiendo por tu cuerpo. Tal vez por tu piel desnuda.

Te incomoda, te pone nerviosa. Estás acostumbrada a ser tu quien lleve la batuta. De vez en cuando arranco algún suspiro. Y algún escalofrío de tu piel. En cuanto mis dedos se pasean por tu nuca sé lo que pasa. Te conozco muy bien. No necesito mirarte para saber que se te pone la piel de gallina. Me acerco tras de ti.

Esperas que me roce. Esperas sentirme en tu espalda. Esperas que mi polla se restriegue obscena e impaciente tus nalgas.

Pero no llega el roce, no llega el contacto. No sé si te impacientas. Sé que te desconcierta. Mi aliento te cosquillea la nuca. La oreja. Tu punto débil. Pero mi cuerpo aun no se ha juntado al tuyo. Susurro lascivamente arrastrando cada letra: ¡Zorra!.

Aun no te he tocado los pechos. Ni las nalgas. Ni la parte interna de tus muslos. Ni tu sexo. Sólo estoy jugando con tus hombros, con tu nuca, con esa zona de tu cuello que te relaja tanto...

Las manos descienden hasta tus caderas. Saco los faldones de la blusa. Ascienden de nuevo. Al llegar a tus axilas te harán alguna cosquilla.

Sientes el aire en tus riñones. Descubro la espalda levantando más la blusa. Mi mano se interna. Se engancha con el sujetador. Tienes los ojos cerrados. Mi mano extiende tus lágrimas. Sé qué lloras de vergüenza, de auténtica vergüenza. La humillación de saber que no estás atada, ni siquiera sujeta... pero que no puedes irte.

Estas poniendo los cuernos a tu marido, le quieres pero también quieres esto. Me dices que lo necesitas, que...

Te corto en seco. ¿Qué pretendes? ¿Justificarte? Eres una cerda, so puta. Te revienta que te lo diga, por eso lo hago. ¿Una tortura? ¿Soy cruel? ¿Te lo parezco? No me cabe la menor duda, pero es lo que tú me has pedido so puta.

Sin previo aviso, bruscamente, pongo una mano en tu pecho. Te encoges, te retuerces. Como si hubieras recibido una descarga eléctrica. Evitas el contacto de mi mano. Ni la muevo. Tú sola vuelves a colocar el cuerpo en la misma posición. Acomodas tu pecho en el seno de mi mano. Mueves suavemente tu cuerpo para recibir alguna caricia de mi mano inmóvil. Quieres sentir cómo te toca las tetas un extraño.

Es la lucha del quiero y no quiero. Sabes de antemano que está perdida la batalla.

Te sobo a conciencia los pechos. "Me gustan tus tetazas, so puta" -digo magreándolas groseramente. Los pezones duros y excitados presionan la tela. Se notan perfectamente. No necesito pellizcarlos para ponerlos de punta, pero lo hago, me da igual. Lo hago una y otra vez. Me gusta retorcerlos entre mis dedos aunque esté la tela de por medio. Gimoteas. Una mano aprieta con fuerza tu seno, la otra tapa la boca. No quiero que nos oigan. Aprieto con todas mis fuerzas. Cambio una y otra vez de pecho. Estrujo tus senos. Luchas, te retuerces tratando de escapar del dolor. Te tengo bien sujeta. Casi inmovilizada.

  • ¿Quieres que te reviente tus tetazas, so puta? -Increíble. Gimoteando asientes con la cabeza- ¿Te gusta zorra? -de nuevo asientes.

Con la palma de la mano golpeo tus pechos colgantes. Varias veces. Cada vez un poco más fuerte. Los gemidos de placer se mezclan con los de dolor. Ya me cuesta trabajo distinguirlos.

  • ¡Qué ganas tenia!... Hacía años que no exprimía las tetas de una buena puta casada... ¿Cuántos te lo habrán hecho, so guarra?

Vuelvo a situar tus manos contra la pared. Te has movido un poco. Te recoloco. Inclino algo más tu cuerpo. Suelto algún botón de la blusa. Uno de los pechos quedará libre. Al aire. Otro pellizco en el pezón. Te lo has ganado.

  • Estás ridícula, guarra -sollozas.

Las manos descienden por tu espalda. Me agacho. Agarro tus pantorrillas y sigo hasta llegar a tus pies. Te fuerzo a espatarrarte un poco más. Asciendo. Meto las manos por los laterales de tu falda. Paso las manos por delante. Tu tripita. Esperas que el destino de mis caricias sea por fin tu coño.

Agarro los elásticos de las bragas. Tiro hacia arriba. Sé que te presionan los labios. Tu coño mojará las bragas. Con el índice recorro los contornos de las bragas por tus ingles. Se te salen los pelillos. Sigues teniendo el potorro muy peludo... Me alegra, pienso sin decírtelo.

Levanto la falda. Acaricio las nalgas con las bragas apretando, dejando su marca en tus glúteos. Un azote. Muy sonoro, pero de los que no duelen. Muy, pero que muy despacio bajo las bragas hasta las rodillas. Las dejo ahí unos instantes. La goma te presiona y estrangula un poco la piel.

Las subo un poco, te fuerzo a separar los muslos. Así el elástico te presionará más. No lo hago por el dolor. Casi es una leve molestia. Lo hago para que te sientas más humillada.

Sí, zorra, estás con las bragas medio bajadas, con tus agujeros expuestos, preparada para ser follada. Y la goma de las bragas te lo recuerda constantemente. Repliego la tela de la falda y la enrosco sobre tu cintura. No quiero desnudarte. Es más humillante así, medio vestida.

Tu culito al aire. ¿Lo sientes? ¿No? Otro azote con la mano.

Te hago inclinar un poco más tirando de los riñones hacia atrás. Tu coño está asomando por debajo, los hinchados labios que no me he molestado en tocar. Sigues vestida, la blusa descolocada, un pecho por fuera, el otro apretado, casi estrangulado por el sujetador. Sólo un botón ha cedido.

El cinto fuera. Lo paseo por tus nalgas. Entre tus muslos. Un escalofrió te recorre. Lo intuyes. Al rozar el coño jadeas. La boca entreabierta. Aprieto el pecho que está fuera del sujetador. El oprimido ni le hago caso. Por el momento. Ya le llegará su hora. Palpo lascivo tus nalgas.

  • Buen culo... sí señor... ¿lo tienes muy follado? -No contestas a mi grosera pregunta. No la repito.

El cinto cruza tus nalgas. De derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Más que por el dolor es por la sorpresa. Te incorporas tapándote las nalgas con las manos. Tus pechos bailan. Uno, el apretado te duele. Vuelvo a azotarte. Tratas de protegerte. Te giras. Ahora el cinto golpea tus muslos. Lo haré hasta que vuelvas a ponerte tu solita como estabas. Gimes. Sollozas.

Palpo tus pechos. Por fin libero al otro. Abro bien la blusa. Les dejo que caigan. Me sitúo a tu derecha y muevo tus hombros. Se bambolean. Me burlo de ti.

  • Zorra, mira como te bailan las tetas.

Recojo el cinto sobre mi muñeca. ¿Lo ves? Un pequeño cintazo sobre un pecho. Doy la vuelta por el otro lado. Otro cintazo. Los pezones siguen estando excitados.

  • ¡Qué puta eres! -Me preguntas en voz baja, casi murmurando- ¿Qué? ¿Que quieres saber lo que te voy a hacer?

  • Por favor -insistes.

¡Qué poca paciencia! Ni te respondo. Como si no te hubiera oído te mando colocar las manos en la nuca. Alza los brazos. Así tus pechos me quedarán completamente expuestos.

Sitúo la mano en su base. Los sopeso. Los hago botar en mi mano. Es divertido. Me gusta como suena. "plas", "plas". De vez en cuando les doy un suave cintazo. Luego los llevo a la boca. Les chupo. Los muerdo. Te los dejo llenos de saliva.

Te ordeno cerrar los ojos, así no sabes que pecho recibirá el golpecito. Te colocas resignada. No te has dado cuenta que sigues con las piernas abiertas y separadas. Yo si conozco tu postura... Y cuando menos lo esperes el cinto golpeará tu coño, sentirás el cuero en el clítoris, entre tus labios.

Con una mano sujeto tu pecho y te distraigo. Justo lo que esperaba: has dado un saltito hacia atrás. Es divertido. Sonrío malicioso tras mis gafas oscuras. Sabes que lo voy a volver a repetir.

Vuelves a preguntarme qué voy a hacer contigo. Lo suplicas cuando dejo que mis dedos se enreden en tu tupida mata de vello y tiro con fuerza hasta acercarte a mí. Por primera vez te beso la boca.

  • ¿Tú qué crees que voy a hacerte, so puta?

Tú misma lo vas diciendo: Sabes que volverás a casa follada, puede que sodomizada… y desde luego te vas a comer mi polla. Contabas con ello. Me describes hasta cómo me lo harás. Mientras te pellizco el clítoris me prometes me la vas a lamer desde el capullo hasta el ojete, me das tu palabra de que tu lengua se detendrá en los huevos... Me prometes tus mejores caricias... esas que le das a tu marido con cuenta gotas...

El cuero sigue acariciando la parte interna de tus muslos.

  • ¿Es lo que quieres? -me preguntas casi llorando.

Ni te contesto. La verdad es que no tengo ni idea de qué voy a hacerte. Sólo sé que volverás humillada como nunca hubieras soñado. Pero no te lo digo claro. Pides que te desnude. Un cintazo en las dos nalgas.

  • Zorra, ¿te gusta exhibirte? ¿verdad, puta? –y un cintazo-. Vuelve a ponerte como antes, apoya bien las manos en la pared. Levanta el culo, guarra. Quiero que te cuelguen esas tetas de zorra. Separa bien las piernas. Quiero tener ese coño de puta bien abierto.

Mis órdenes son rápidas. Cargadas de despotismo, hasta con cierto tono de desprecio. Siempre recargadas de insultos. Pero las obedeces. Las acatas sumisamente. Tu misma, apoyada tan sólo con una mano, me abres y separas los labios de su sexo. Bruscamente meto mis dedos en él. Cálido, mojado. Tal y como yo esperaba. Me encanta. Pero me lo callo.

Zorra, es enorme -te grito-. ¡¡¿Pero cuántos rabos te han metido, puta?!! -empujo con más fuerza- ¡¡Estás tan follada que seguro que te entra toda la mano!!

Tu quejido, tu grito de dolor, tu gemido de excitación... Ya es imparable. Me basta un mínimo movimiento. Un pequeño vaivén y todo tu cuerpo se convulsiona. El orgasmo puede contigo.

Necesitas apoyar tu cabeza entre los brazos. Tiro de tu pelo y te levanto. Hago que tus pechos se restrieguen contra el gotelé de la pared mientras te sigo insultando y metiendo mis dedos en el coño. Empujo, los hago girar. Cada vez más fuerte. Casi te levanto del suelo. A veces te tienes que poner de puntillas. No paras de gemir. No chillas, aúllas como una verdadera puta.

Jadeante, echa un ovillo te quedas tirada en el suelo. A mis pies. Recojo el dinero. Cuento los billetes. Pagas bien so puta. Te dejo allí en la habitación. Tirada. Extenuada de tanto placer.

Mientras pido un taxi pienso cuanto daría por poder ver tu cuerpo desnudo. Esas nalgas enrojecidas... tus tetas colgando, meneándose al ritmo de cada embestida... ¡Qué delicia!... no sabes cómo me gustaría ver tu cara, tu carita de puta... pero sobre todo, no sabes lo que daría por poder follarte...

¡Ah! ¿No sabías que en el accidente no sólo perdí la vista?

Zatoichi, el masajista ciego.

perverseangel@hotmail.com & undia_esundia@hotmail.com