Dedicado a Dania

Segunda parte de mi primer relato, las cosas siguen bien para nuestro detective.

(dedicado a Dania)

(Segunda parte)

Me parece que no tienes frío, dijo mientras sonreía, mirándole aquel bulto que tendía a sobresalir por el filo del calzoncillo .

Ni tu tampoco, reclamó nuestro valiente detective, que se acercaba tímido a oler su entrepierna . – Sabes?, te voy a ser sincero, soy un auténtico novato con las mujeres, confesó cabizbajo a su amante, mientras con una mano se tocaba la entrepierna.

Lo sé chaval, desde el momento en que no me metiste mano en el ascensor, me di cuenta. Pero tranquilo, dijo susurrante y sensual , yo te enseñaré a dar y, (se acercó a su pene erecto, lo sacó de su ultima prisión, y lo besó) sobre todo, recibir placer carnal.

Comenzó el momento esperado por el; su sueño mas ansiado; él, sentado, abierto de piernas, totalmente desnudo, y ella en el centro de sus ilusiones; solo veía su melena, y un vaivén ardiente, que electrificaba su cuerpo. Lo había pensado mil veces, y esta era la primera vez; su pene no aguantaba más, y ella, experta en las artes amatorias, lo supo. Paró bruscamente, dejando a nuestro héroe de la noche totalmente erecto. Se levantó y, con rabiosa celeridad, se denudó. No completamente, sino dejándose, perfectamente, en una desnudez ambigua: liguero, sujetador y su mirada sensual.

Te deseo, repitió nuestro galán

Lo se, dijo ella arrodillándose de nuevo ante el .

Vuelve a hacer eso, dijo entrecortadamente, mientras ella, volvía a introducirse e la boca su aparato .

Era una experta, calentaba el ambiente con tan solo su respiración entrecortada. No acertaba a introducirse toda esa carne en la boca. Ella se aplicaba en cada arremetida, y en cada una de ellas, el se revolvía, con un gesto de placer sumo.

A punto de estallar el, tras mas de quince minutos de acción sin pausa, ella se levantó, apartó lo apartó a un lado y se tumbó en la cama, mostrando por primera vez su entrepierna totalmente. Ya saben como eran sus piernas; la música surgió de nuevo, el no sabia bien si en su cabeza o en el tocadiscos, pero de nuevo oía de fondo a una diva del blues. Se encendió el segundo cigarrillo de la noche, se acomodó y le mostró a nuestro amigo, la zona erógena que ella quería que el recorriese con su lengua: su cuerpo. Su entrepierna no estaba rasurada, era más bien, un claro ejemplo de ilustración de diccionario de lo que sería un monte de Venus. Sin llegar a ser abundante, el vello aparecía moreno, oscuro hasta de pensamiento, y eso a el le encantaba .

Hazme feliz, dijo con un poco de sorna, y se mostró bien a nuestro joven inexperto .

Se incorporó en la cama, y con su lengua, mantuvo un roce con sus pezones por encima del sujetador. – Quítamelo si tanta ilusión te hace- dijo ella. El la miró a la cara fijamente, y mientras ella daba una calada a su cigarrillo el bajó a su vientre, mullido, especial; con su mano izquierda, rozaba su pubis, mientras que con la otra manoseaba uno de sus pechos. Su lengua se centraba en su ombligo, y poco a poco bajaba hasta encontrarse con los primeros pelitos, seña de que había llegado la hora de ser "un buen amante de película".

El primer gemido de ella le hizo dar el paso. Introdujo la cabeza en su entrepierna y con su lengua apartó todo lo posible hasta llegar, a la zona imposible: su sueño, placer en forma humana, que al dar un lengüetazo se revolvía en la cama, sin cortarse a la hora de exclamar placer.

Sigue mi amor, me estás matando, que bien lo comes!- esa expresión rompió un poco la escena, cosa que a nuestro chaval, le dio vida; creía que ya estaban los dos a la misma altura, por lo que cogió confianza y siguió investigando con su lengua cada vez mas experta. Quería saber, hasta donde llegaría su vagina, y se encontró con el final. Ambicioso y enardecido, erecto y seguro de si mismo, lamió más aun, encontrándose con otro pequeño agujero .

Sube arriba cariño, señaló su clítoris y casi le aplastó la cabeza contra su pubis cuando el dio el primer roce con su lengua .

Ella se dio cuenta de que había llegado el momento, el placer le recorría todo el cuerpo y ya iba siendo hora de que aquel chaval aprendiese a hacer feliz a una mujer como ella totalmente.

(Continuará)