Declaracion de intenciones...

Poco a poco me fui apagando y de aquella gestación de ilusiones pretéritas, sólo conseguí parir frustraciones.

Cada vez que aparecías, me dejabas preñada de ilusiones; tan sólo bastaba para ello tu presencia pues nunca confesé que te amaba y jamás pretendí creer que lo hicieras.

No lo sabías y punto.

Cada año por las mismas fechas… cada verano en el mismo lugar coincidíamos y eso nos unió.

Fuimos creciendo juntas, compartiendo experiencias mientras nos bebíamos la vida hasta emborracharnos de ella.

Desde los 8 años y hasta los 14, fuimos las mejores amigas; uña y carne… un binomio perfecto que disfrutaban juntas de las vacaciones estivales en el mismo pueblo.

Después llegó la pubertad, los chicos, las discotecas…el novio…el tuyo, por que yo ya había descubierto que el género masculino no  despertaba en mí el más mínimo interés.

Quizás la aceptación de que yo era diferente, o de que tú no eras igual - no lo se - fue lo que más me costó asumir.

Encajé con poca gracia la presentación oficial de tu prometido.

Eras joven aún…..teníamos muchos sueños por cumplir juntas y de pronto parecía que nada de aquello importaba.

Renuncié a ellos como renuncié a ti…por imposición.

Poco a poco me fui apagando y de aquella gestación de ilusiones pretéritas, sólo conseguí parir frustraciones.

No te culpé nunca. Jamás me confesé ante ti y jamás me diste pie para creer que pudieras estar interesada en mí de otra manera que no fuese amistosa.

Fuiste, sin  duda, la novia más hermosa jamás vista; la princesa de ensueño que todo príncipe deseaba. Aquel día, con  23 años tú  comenzabas una nueva vida y yo terminaba un sueño; tu corazón se llenaba de alegría y el mío quedaba destrozado de dolor.

Fui la dama de honor que requerías, por que por honor quise comportarme como una dama aun cuando mi alma bramaba  de amargura.

Nada quedaba por celebrar en mi corazón y sin embargo fue largo día de brindis destinados al tuyo.

Dolía tanta felicidad reflejada en tu rostro, tanto amor plasmado en esos ojos, tanta sonrisa brillante en esa hermosa boca…por que agonizaba sabiendo que no eran para mí.

Pero ahí estuve, manteniéndome en tu vida y  adoleciendo en secreto.

Llegaron después los niños. Dos preciosas criaturas iguales a ti; me pediste que fuese la madrina del mayor y acepté encantada y algo celosa por la felicidad que otra persona te aportaba.

Estuve igualmente en tu crisis matrimonial, haciendo de tripas corazón, animándote a intentar arreglar las cosas, cuando lo que deseaba era tenerte  entera para mí.

Te vi sufrir y sufrí contigo; pasamos juntas tu peor época y egoístamente confesaré que fue casi la  mejor para mi.

Me dejabas ocuparme de ti, te servia como apoyo y volvíamos a ser una sola en dos..

Y se te veía tan feliz!!!

Nunca…..jamás, podría haber sospechado lo que viniste a contarme; que te habías dado cuenta de tu bisexualidad y que desde hacía un tiempo salías con una mujer estupenda con la que habías decidido compartir tu vida.

Me partiste el corazón de nuevo…me sentí fallecer; entre sollozos agónicos te escribo esta carta, mi bien amada.

Cuando llegue a tus manos yo ya no estaré en este mundo, por que no quiero vivir si no te tengo, por que no me quedan fuerzas para hacerlo ni ganas para ver como de nuevo se esfuman mis sueños o como son vividos junto a otra persona ajena a mí.

Temo mucho más pasar de nuevo por lo sufrido, que sufrir mientras muero.

Te amo.