Decision acertada?

Nunca sabemos a dónde nos van a llevar las decisiones que tomamos. Siempre había sido un esclavo de lo que consideraba correcto, pero ya era hora de hacer lo que me pidiera el cuerpo.

Nunca sabemos a dónde nos van a llevar las decisiones que tomamos. Unas veces llevados por lo que creemos que nos conviene y otras por lo que en determinado momento nos apetece.

A mis 30 años podía decir que la vida me sonreía. Mi carrera profesional, siguiendo las decisiones que en su momento había considerado oportunas y convenientes, estaba casi en el tope de lo que podía llegar a aspirar, teniendo en cuenta mis orígenes humildes, aún a costa de dejar por el camino otros intereses que me hubieran llenado más.

Trabajaba como directivo medio en una gran empresa y mi imagen era impecable, cosa básica en el entorno laboral que me movía cuyos tintes conservadores eran más que evidentes. Ni que decir tiene que económicamente todo esto tenía su recompensa.

En lo personal, aunque mi familia no hacía más que recordarme que a los 30 aún no había encontrado mi media naranja, cosa que, sinceramente, no me importaba aún, todo era satisfactorio. Tenía una pandilla de amigos y amigas bastante numerosa y lo suficientemente heterogénea para que no me faltara con quien compartir cualquier cosa que me apeteciera, ya fuera deporte, cine, copas... y sexo, ya que varias amigas tenían una mentalidad, digamos, bastante abierta.

Como se puede ver, si a todo esto añadimos que me conservo estupendamente, no echaba en falta nada y mi vida era, a priori, envidiable.

Pero algo dentro de mi hacía que no todo fuera perfecto.

Si bien el sexo con chicas era satisfactorio y habitual, desde hacía un tiempo tenía la fantasía de tener sexo con una travesti. Era, sin duda, la mejor forma de probar el sexo anal, el cual en solitario llevaba un tiempo explorando, y no me tentaba en absoluto la idea de estar con otro hombre en una cama.

Era consciente de que meter a una transexual en mi mundo haría que todo él saltase hecho añicos, ya que a pesar de las fechas en que vivimos, nadie de mi entorno lo entendería y el talón de Aquiles era que había mucha interrelación entre los amigos y mi entorno laboral, con lo que afectaría a todo a la vez.

Igualmente, mi familia consideraría una vergüenza que su hijo estuviese con "eso".

Alguna vez consideré la posibilidad de acudir a una profesional, hubiera sido lo más "limpio" y poco comprometido, pero desde siempre había visto la prostitución como algo sucio y lo rechazaba de plano, por lo que desistí.

Durante todo este tiempo, seguí actuando como siempre, es decir, dejándome llevar por lo que consideraba lo correcto y mientras mitigaba las ganas de forma manual ayudado de diversos vegetales.

Tratando de obviar esto último, el resto de mi vida era satisfactorio.

Tras una época de mucho trabajo en la que apenas disponía de tiempo libre, animado por los consejos de una secretaria de la empresa y amiga vi necesario pasarme por una peluquería, ya que era cierto que tenía el pelo algo descuidado y la media melena que lucía no era precisamente bien vista en la empresa. El único problema era que ningún día podía salir a una hora en la que hubiera una peluquería abierta de las que frecuentaba.

Me acordé de pronto de Loli, una amiga del barrio donde me crié y de la pandilla de amigos de mis tiempos de instituto, con los que a veces, aunque pocas, quedaba para tomar algo y recordar viejos tiempos. Loli trabajaba en una peluquería la última vez que nos vimos y con suerte podría atenderme un poco más tarde.

La llamé y hablamos de muchas cosas y le comenté mi pequeño problema, a lo cual me dijo que no había ningún inconveniente, pero que había cambiado de peluquería. Antes trabajaba en una del barrio que con la crisis tuvo que cerrar pero ahora estaba en una más céntrica si bien, era menos convencional, según me dijo, por lo que podría ir incluso algo más tarde si me venía mejor.

Quedé con ella que al día siguiente, sobre las 8:30 de la noche, que era la hora de cierre, me pasaría a verla y me dio la dirección, que estaba cerca del barrio de Chueca, a lo cual no le dí la mayor importancia, más allá de las dificultades que tendría a la hora de aparcar.

Salí lo antes que pude de la oficina y pasadas las 8 y cuarto estaba en la peluquería.

El local era todo menos discreto. Colores chillones por aquí y por allá. Posters de películas de Almodóvar adornaban los escasos paramentos que no tenían espejos u otras decoraciones de dudoso gusto, pero muy en la línea de otros negocios de la zona, por lo que pude ir viendo.

A esa hora quedaba ya poca clientela, de hecho sólo una clienta, que estaba ya terminando, y la mayoría de los sillones estaban ya vacíos. Al fondo, entre un grupo de chicas que se afanaban en recoger pude ver a Loli, que acudió a recibirme nada más verme entrar.

Me hizo sentar en uno de los sillones que estaban más al fondo del local ya que así podrían apagar las luces más cercanas a la puerta y al ventanal desde el cual se veía la calle.

Mientras charlábamos un poco de cómo nos iba (hacía ya un tiempo que no nos veíamos) algunas de sus compañeras fueron despidiéndose y saliendo y en la peluquería nos quedamos, aparte de Loli y yo, la chica a la que estaban terminado de peinar y la que la peinaba.

Loli comenzó a cortarme el pelo y entre risas por anécdotas que estábamos contando pero haciendo alusión a mi pelo excesivamente largo para mi costumbre, dijo que se me podría hacer un corte femenino. Yo siguiendo la gracia le dije que si, aunque sabía que tras eso me lo dejaría como habíamos hablado.

Al cabo de unos minutos en los que no parábamos de hablar pude contemplar mi reflejo en el espejo y efectivamente, el peinado era 100% femenino. Mis facciones no son excesivamente duras, más bien al contrario tienen un pequeño toque andrógino, lo cual encanta a las chicas, por lo que con un poco de maquillaje esa cara podría haber pasado por la de una chica.

Mientras estábamos viendo mi imagen en el espejo y hablando de eso mismo, Loli recibió una llamada al móvil. Se apartó un poco de mí y vi que su cara se tornaba con un gesto de preocupación.

Se dirigió a mí para decirme que su hijo estaba con 40º de fiebre y su marido lo llevaba al centro de salud y ella tenía que salir urgentemente. Viendo que, tal y como tenía yo el peinado, no podía dejarme así, fue a hablar con su compañera que ya había terminado con la clienta y estaba en la trastienda. Al rato salió con el bolso y me dijo que Chus, su compañera, me terminaba de peinar ya que ella se iba. La deseé suerte diciéndola que no perdiera ni un minuto.

De no haber perdido el tiempo con lo del peinado femenino yo mismo la habría acercado al centro de salud ya que estaría más o menos presentable, pero de la guisa que estaba decidí que era mejor quedarme allí... como siempre, decidiendo lo más correcto.

Mientras Chus estaba aún ocupada me puse a pensar que debiera haber llevado a Loli aunque al día siguiente mi peinado no hubiera parecido correcto, y me sentí mal por ello. Sí, hacer lo que crees correcto esta bien, pero te lleva a veces a una vida llena de sinsabores y remordimientos, como era el caso.

Chus salió y antes de dirigirse a mí fue apagando las luces dejando sólo las de la zona en la que yo estaba y echó los cierres de la peluquería. Evidentemente, al ser ya pasada la hora del cierre y sólo estar yo dentro no tenía por qué tener abierto.

Una vez terminadas esas labores se dirigió a mi diciendo en un tono jocoso:

  • Bueeeno... aunque Loli se haya ido no te preocupes que yo te entiendo. Te voy a dejar preciosa.

Oí lo de preciosa pero no lo tomé en sentido literal sino como deformación profesional nada más. Dije un gracias muy parco y ella se puso tras de mi con un cepillo y unas tijeras dando ligeros retoques al peinado mientras conversábamos sobre lo ocurrido con mi amiga Loli. Chus me comentó que no era la primera vez y que estaban preocupados porque las fiebres de su hijo a veces eran muy altas.

Por mi parte, algo en el tono de voz

de Chus se me hacía extraño. Era alta, algo más de 1:75 aunque quizás llevase tacones que engañasen, y tenía una figura muy femenina, con unas curvas marcadas a pesar del pijama de la peluquería y un par de tetas más que apetecibles que en algún roce fortuito habían hecho que mi polla tomase un poco de consistencia, pero su voz era más gruesa de lo habitual y ciertos excesos en sus gestos femeninos me daban a entender que quizás no fuera todo lo mujer que suponía en un principio.

Sin duda, era algo que no sólo no me desagradaba sino más bien al contrario, y ya he contado mis reticencias, pero, y aunque fuera por una sola vez, me decía a mí mismo que por qué no.

Como tenía la cabeza agachada y el sillón estaba algo ladeado apenas podía ver como estaba dejándome, pero pasado un rato si que me pude mirar y el peinado era incluso más femenino.

  • Perdona, Chus -dije-, pero el peinado es... muy de mujer, no te parece?

  • Claaaro cariño -respondió con una sonrisa-, es lo que querías, no?

Chus se quedó con una expresión de estar intrigada al ver mi cara y yo me entretuve un rato mirándola también un poco perdido. No solo estaba buena sino que era guapa. Los labios ni finos ni extremadamente gruesos, sino muy apetecibles. Unos ojos verdes y serenos que con su tez morena hacían de ella una mujer guapa. Y en un vistazo rápido puede ver que se apreciaba ligeramente la nuez. Casi con toda seguridad era una transexual, y guapísima, por cierto.

  • Puessss -dije medio balbuceando-, en principio no.

  • No? -dijo Chus sin entender nada.

  • A ver, me ha dicho Loli que te terminase de peinar y el corte que tenías es, pues eso, de chica! - dijo tras una breve pausa.

En ese momento comprendí la confusión. Con las prisas Loli no la había comentado que me dejase un corte masculino ya que estábamos de broma.

  • Jaja... es que, bueno, era una broma, pero al final me lo tendría que dejar corto para la raya al lado.

  • Y masculino -apunté.

  • Vayaaaa!!! Pues perdona -dijo Chus algo azorada-, es que como no me había dicho nada y aquí no es extraño que vengan chicos así, que quieren dar un cambio a su imagen, pensé que...

  • Tranquila, perdonada -dije sonriendo.

  • Por que tu eres, -hice una ligera pausa- transexual, no?

  • Si, claro -respondió Chus con toda la naturalidad del mundo.

Había acertado! Y esa certeza hizo que mi pene de repente se pusiera en guardia. Me excitaba la idea de estar en la cama con esa chica tan guapa que cumplía con una de mis fantasías ocultas aunque de momento el sentir sus manos toqueteándome la cabeza ya me era agradable.

  • Lo siento por la confusión, pero quería un corte de chico.

  • Pues con un poco de maquillaje y un arreglito de las cejas estarías preciosa, en serio.

  • Tu crees? -pregunté extrañado.

  • Vamos! si sabré yo de esto -dijo segura de sí-. En media hora te dejaba hecha una señorita.

Yo antes había visto que la cara podría pasar por la de una chica pero seriamente no pensaba que fuera así, pero la seguridad de Chus me decía lo contrario.

Como no tenía nada que hacer y me agradaba estar con Chus, acepté el reto, siempre y cuando saliera de allí pareciendo un hombre.

  • Si después me dejas un peinado de chico, soy todo tuyo -dije sonriendo.

Los ojos de Chus se abrieron mostrando cierta satisfacción. Rauda, cogió un bote de laca y dio forma al peinado y después delineó un poco, pero no demasiado, mis cejas. Mientras hablábamos de lo que la había extrañado de que alguien como yo, vestido como iba, quisiera salir de allí transformado y ello nos llevó a más risas. Aunque me contó que casos mas extraños había visto.

Al rato me estaba maquillando sin dejar de alabar mis facciones. Por mi parte, la observaba con detenimiento y quitando varios detalles nimios, era en todo una mujer, y atractiva. A nivel personal incluso, era una persona muy agradable y risueña. Un encanto, en definitiva.

Como estaba de espaldas al espejo apenas podía ver lo que me hacía ya que ella tapaba el reflejo en otros espejos más lejanos. Cuando terminó, giró el sillón y me pude ver.

  • Uau!! -exclame- Que cambio!

  • Si, ya te dije, estas muy guapa -dijo Chus satisfecha con su trabajo.

Me hizo levantarme y me quitó la capa que me cubría para ver el conjunto. Pero bajo la capa estaba mi ropa con la que volvía del trabajo, es decir, un traje gris y ligeramente arrugado. Ya de pié vi que su altura era cercana a 1:80, ya que estábamos parejos.

  • Me dejas hacer una cosa? -preguntó con cierta picardía.

  • Hacer qué? -pregunté

  • Es sólo un capricho... así maquillada como estas, te pruebas mi ropa? porfa... Después te lo quitas, vale?

Parecía una chiquilla jugando y debido a lo a gusto que estaba con ella me dije a mi mismo que por qué no concederla el capricho.

  • Pero no sé si me valdrá -pregunté intentando disuadirla.

  • Seguro que si. Venga, por favor.

Accedí y me indicó que pasara a la trastienda. Ella iba delante de mi hasta que abrió una taquilla y mientras canturreaba divertida algo, para mí ininteligible, iba sacando varias prendas.

  • A qué esperas? Desnúdate -me dijo sonriente.

Yo a pesar de la vergüenza accedí y dándome la vuelta comencé a quitarme la chaqueta, la camisa y los pantalones. Al descalzarme me quedé únicamente con el slip.

  • Todo, todo -dijo-, o te da corte?

  • Puessss -respondí tímidamente-, un poco sí.

Me lanzó un tanga negro al tiempo que salía de la salita diciéndome que me cambiara y que en un instante volvía. Intentaba ponérmelo pero la situación estaba haciendo que me excitase un poco y me costaba meter mi polla bajo tan minúscula tela. Chus entró de improviso y se echó a reír viendo las dificultades que tenía para acomodar mi paquete en el tanga, ya que aunque yo estaba de espaldas a la puerta, mis gestos eran evidentes.

  • Ay!!! Hombres! -dijo-. Cuando quieras te enseño a colocarte la polla ahí dentro

  • No, déjalo -dije muerto de vergüenza.

  • Las medias no te las vas a poner que me puedes hacer una carrera en ellas -dijo-. Ponte el vestido.

Se trataba de un vestido negro de una pieza bastante ajustado y sin mangas, con los hombros al descubierto y con una falda que supuse no llegaría a la rodilla. Yo me quedé mirándolo sin saber como encajarlo en mi cuerpo. Chus vino hacia mí para ayudarme pero antes de terminar de subirme el vestido cogió un sujetador y se puso a colocármelo.

Yo estaba paralizado por la vergüenza pero sentir sus manos mientras me ajustaba el sujetador y posteriormente me iba colocando el vestido hizo que me excitase bastante. De suerte que no se me notaba apenas el bulto debido a la falda pero mi forma de comportarme creo que sí me delataba.

Hizo unas bolas de papel de secarse las manos y las colocó dentro del sujetador y ya por fin subió la cremallera trasera del vestido que me ajustaba mucho pero no me hacía mal cuerpo.

  • Así! ya nos falta poco. Bueno, a ver como se te da con esto -dijo cogiendo unos zapatos con un tacón bastante alto.

  • No me van a valer -dije.

  • Tampoco vamos a ir de compras o a pasear, es solo verte -dijo apagando mi leve protesta.

Me hizo sentar y me los puso y a pesar de que me apretaban ya que eran de un número menor al que suelo calzar, el que fueran muy flexibles y algo abiertos hizo que no fuesen inaguantables. Cogiéndome de una mano hizo un gesto para que me levantara pero lo hice con tanta torpeza que por poco no caí de bruces al suelo. Chus cogiéndome me sujetó y lo evitó pero haciendo que mi brazo fuese a dar contra sus pechos y notase perfectamente que estaban firmes pero no demasiado duros.

Cuando consiguió estabilizarme de pié se separó un par de metros de mí y al tiempo que contemplaba su obra cogió una torera gris y me la lanzó para que me la pusiera. Una vez me la puse, no sin dificultad ya que soy mas ancho de hombros, me hizo un gesto para que me volteara lo que pude hacer a duras penas.

  • Madre mía -dijo-, si yo fuera un hombre estaría tirándote los tejos!

  • Anda ya! -contesté-, no será para tanto.

  • En serio, créeme, estas muy bien.

Acercándose a mi me dio la mano y paso a paso nos acercamos hasta un espejo de cuerpo entero para que me viera. Y era verdad. El espejo me devolvía la imagen de una chica que, aun con algo de pelo en las piernas, estaba para un favor.

  • Pues tienes razón -dije-. Buen trabajo! Si no fuera por el vello en las piernas...

  • Eso te lo soluciono en un pis-pas -dijo emocionada.

  • Nooo, eso no.

Chus se acercó a mi poniendo sus manos sobre mis hombros y me dijo con un tono más bien meloso:

  • Pues es una pena... yo que hoy estoy en mi día lesbi...

Entre el tono empleado por ella, la excitación que ya tenía y que mis manos estaban a un palmo de sus pechos, las acerqué a éstos y poniéndolas sobre ellos dije:

  • Y es necesario que me depiles para poder tocarte esto?

  • Hummm -exclamó-, creo que puedo pasar sin depilarte...

Mis manos se movían amasando sus pechos mientras mi boca exploraba su cuello al tiempo que presa de la excitación que también ella tenía, dejó caer hacia atrás su cabeza.

Yo tomé este gesto como una aceptación de lo que vendría a continuación. Una de mis manos fue hacia su espalda y la dejé caer para sobar su trasero a placer. Chus mientras se pegaba a mí y sus manos abrazaban mi cuello apretando mi cabeza contra el suyo.

Poco a poco con mi boca fui buscando sus labios hasta que al encontrarlos nuestras lenguas comenzaron una competición de lucha libre. De pronto noté como una de sus manos agarraba mi paquete casi estrujando mis huevos. Era lo que me faltaba para que la polla se me pusiera a cien. Y su mano dio cuenta de ello, ya que sobre la tela del vestido comenzó a sobármela. A esas alturas estoy seguro que estaba fuera del tanga.

Chus echo abajo la mano para buscar mi polla por debajo de la falda y una vez la encontró la agarró de modo que me comenzó a masturbar.

Mis suspiros crecían a la par que mi excitación y ella dejó mi boca para ir poco a poco bajando hasta colocarse de rodillas frente a mí. Subió un poco la falda y al rato se metió mi polla en la boca mientras me agarraba de las pantorrillas.

La saboreaba como si se tratara de un caramelo pero pasado un rato comenzó a tragársela cada vez más dentro y a sacarla y metérsela de nuevo. Mientras no dejaba de mirarme con cara de vicio.

  • Joder, Chus, que bueno! Que gustazooo - la decía.

Después de esto seguí diciéndola más cosas, cada vez más calientes y eso la encendía más ya que succionaba y me lamía con más pasión cada vez.

Estaríamos así varios minutos hasta que notaba que, preso de la excitación, podría correrme.

  • Espera, espera -dije-. No quiero correrme tan pronto. Mejor nos desnudamos.

Chus se incorporó y se lanzó sobre mis labios. En su boca pude notar un sabor diferente al de antes... y es que no había parado de echar liquido preseminal.

Entre sobeteos mutuos nos fuimos desnudando. Yo quedé completamente desnudo y ella también a excepción de un tanga negro.

Mis manos paseaban por su cuerpo y en un par de ocasiones traté de quitarla el tanga pero parecía que ella me lo impedía.

  • Te da corte? Eso me decías tu antes -pregunté.

  • Pues... -hubo un rato de silencio antes de que me respondiera-. Si, un poco, igual tu... ya sabes, que tengo...

Tenía miedo por que al ver su polla yo me cortase pero desconocía que era algo que me atraía de ella. Yo para despejar dudas lancé mi mano bajo su entrepierna y pude, por primera vez, tocar la polla de una de estas chicas. Al contacto, y aunque la tenía escondida, pude notar como dió un respingo y la noté crecer un poco.

La cara de Chus cambió radicalmente y con una mirada pícara dirigió sus manos a sus caderas y se deshizo del tanga. Ante mis ojos saltó una polla de unos 17 centímetros (lo sé por que era igual que la mía, quizás algo más fina) que me apuntaba directamente.

Se la agarré con una mano y sin decir nada, al tiempo que la miraba a los ojos iba sobándola suavemente. Me estaba encantando la sensación de tener una polla en la mano, palpitando entre mis dedos y caliente, muy caliente.

Al rato se podría decir que la estaba masturbando. Sus gestos daban muestras de estar en la gloria, pero cuando me agaché y fui acercando mi boca a su pene la cara que puso de sorpresa fue increíble.

Con la lengua fui dando chupaditas suaves a su capullo hasta que terminé abrazándolo con mis labios. Yo no quitaba ojo a su cara y cuando hice esto cerró los ojos y la vi abandonarse al placer. Así pues, poco a poco fui saboreando su polla. El sabor no me desagradó en absoluto y pese a que todo esto era una auténtica novedad para mi, era algo que había estado deseando.

Mientras, una de mis manos jugueteaba con su escroto y la otra sobaba sus pechos. Chus había comenzado a mover sus caderas y literalmente, me estaba follando la boca. Como sus impulsos no eran excesivamente violentos, mis boca aguantaba perfectamente los envites.

Al igual que yo antes, Chus comenzó a decirme cosas guarras al tiempo que su excitación crecía. Tanto que en un momento dijo que se iba a correr. Yo no supe que hacer ya que dudaba si seguir agarrado a ese tronco y recibir una ración de leche, apartarme o incluso parar para que no se corriera aún. Debí poner tal cara de incertidumbre que ella misma sacó su polla de mi boca.

  • Vamos a esperar un poco. Vamos ahí -dijo señalando a un sofá.

Me incorporé y de la mano fuimos a sentarnos, no sin antes apartar cojines y capas de peluquería que lo cubrían por completo.

Ya sentados nos fundimos en un beso largo y húmedo.

  • No imaginaba que te gustase chupar una polla -dijo.

  • Ni yo -dije al tiempo que llevaba mi mano a su paquete-, pero eres muy excitante y me estaba llamando a gritos.

  • Pues me has puesto cachonda perdida. Tienes que comérmela después.

  • Y tu a mí, que lo haces de vicio -respondí.

Nuestras manos recorrían los cuerpos y nuestras bocas se paseaban por el cuello y pecho contrarios. Para permitir bajar un poco más nos colocamos enfrentados. De ahí a que estuviéramos en un perfecto 69 hubo nada.

De nuevo, con su polla en mi boca y la mía en la suya, nuestras manos sobaban a placer. Noté que uno de sus dedos se paseaba alrededor de mi esfínter jugueteando y yo traté de imitarla al rato, pero por mi torpeza, apenas ponerlo presioné lo justo para que la primera falange entrase en ella, que del respingo que pegó me clavó la polla en la garganta.

Cuando quise reponerme de la arcada que me vino pude sentir que uno de sus dedos me había invadido la entrada trasera. Tal y como me chupaba la polla y movía su dedo me estaba dando un placer indescriptible y dejándome llevar descuidé tanto la mamada como mi dedo en su ano, el cual dejé de mover. Pero ella seguía dándome caña animada por los suspiros que daba. Su mamada era más profunda al igual que su dedo entraba en mi más libre. Animado por las sensaciones que me venían, la pedí otro dedo más y en cuestión de un minuto tenía dos dedos en mi cuerpo que salían y entraban dándome gusto.

Tampoco descuidaba su polla ya que entre gemido y gemido mío saboreaba gustosamente, y así permanecimos dándonos placer mutuamente hasta que Chus, sacándose mi polla de su boca, sugirió que me pusiera a cuatro sobre el sofá.

El momento que tanto había ansiado había llegado. Por fin iba a probar los placeres anales con una polla de verdad. Aún así tenía ciertos nervios. Pero ella, consciente de esto, me tranquilizaba diciéndome lo bien que lo íbamos a pasar.

Al tiempo que yo me ponía en posición ella saco de un cajón un preservativo y se lo calzó. Me colocó a su altura y tras de mi me susurraba:

  • Tranquilo, relájate que vas a ver lo bien que lo pasas.

  • Si... pero no me hagas daño -decía lastimeramente.

  • Descuida, déjalo en mis manos... o en mi polla -dijo riendo.

Sentí como algo caliente se posaba sobre mi entrada trasera. Después de un instante, una leve presión hizo que su polla se abriera paso un poco. Sobra decir que hasta este punto no sentí ningún dolor. Fueron varios los empujoncitos que dio y poco a poco mi ano iba recibiendo su polla sin molestias hasta el momento. Veces antes yo mismo había jugado con vegetales de igual tamaño, e incluso algo mayores, y en esos momentos sólo había notado ligeras molestias, pero con la delicadeza con la que Chus me estaba ensartando conseguía que nada fuera molesto.

  • Si, culito, vete abriendo -me susurraba.

Sin darme cuenta todo su capullo y parte de su tronco estaban dentro de mi ya. Los empujones que daba eran algo más fuertes y aún así no notaba molestias. Tampoco placer, pero es que apenas se movía. Tardamos un rato más en que toda su polla estuviera dentro de mí. Llegados a este punto fue sacándola poco a poco para volver a meterla despacio. Unos minutos más tarde estos movimientos comenzaban a ser menos lentos y por mi parte comenzaba a notar un placer creciente.

De pronto Chus me dio una punzada y antes incluso de que yo emitiese un quejido se abrazó a mi quedándose quieta. Pero tras la pausa, de nuevo otra y lo mismo. Y otras más hasta que cada vez que se quedaba quieta yo echaba de menos su movimiento y trataba de moverme para que ella arrancase de nuevo.

Quizás era lo que ella estaba esperando, ya que de pronto comenzó a penetrarme rítmicamente y, como una explosión, el placer que comencé a sentir se disparó.

Mis gemidos daban buena cuenta de ello.

  • Ahhh, siii, dame, dame -decía.

  • Que culo más rico, voy a follarte duro.

  • Siiii, párteme en dos, joder! fóllame!!!

  • Te voy a dar mucha polla, mucha -decía Chus triunfante.

Sus manos me agarraban de mi cintura y me daba embestidas con fuerza, tirando de mi hacia ella. Yo me sentía un muñeco en sus manos pero disfrutaba como nunca lo había hecho.

De pronto una de sus manos me agarro la polla. Yo atiné a decirla que me dejase, que si me tocaba ahí me podría correr. Me hizo caso pero sacando su polla de mí me dijo que íbamos a cambiar de postura.

Se sentó en el sofá con su culo en el borde. Me hizo colocarme a horcajadas para que la cabalgara. Que sensación más maravillosa ver su pene enhiesto preparado para enseñorearse de mi ano. Frente a ella me senté y sin dilación me ensarté.

  • Joderrrr, que gusto!!!

  • Si, vamos, cabalga...

Me movía como loco arriba y abajo sintiendo placer a cada milímetro que entraba o salía de mi. Mi boca se dirigió a la suya y lamía sus labios al tiempo que su lengua jugaba con la mía. Sobaba al tiempo sus tetas y ella se convulsionaba a ratos y al ritmo de la cabalgada.

Tras un rato me separé un poco de ella, momento en el cual aprovechó para con una de sus manos agarrar mi polla. Mi nivel de excitación creció exponencialmente e hizo caso omiso a mis quejas por que me podría correr. Y, dicho y hecho. Un par de minutos más tarde no me pude aguantar y comencé a bañar su pecho y cuello con abundantes chorros de semen. Yo estaba desquiciado de placer ya que no hubiera imaginado sentir algo tan completo y ni de lejos era lo mismo que cuando jugaba en la soledad de mi habitación. Esto era distinto. Era tocar el cielo.

Cabalgué compulsivamente un rato más, logrando que también Chus se excitase mucho, pero se contuvo para decirme que quería correrse en mi cara.

Torpemente me incorporé y me puse de rodillas. Ella se quitó el preservativo y me ofreció su polla cual delicioso biberón. Poco tardé en saborear de nuevo ese tronco de carne. Mientras mis labios subían y bajaban, mi lengua recorría ávidamente su capullo buscando extraer de ella una corrida y, en lo posible, darla el placer que yo había sentido un rato antes.

Como Chus ya estaba previamente excitada no tardó mucho en dar señales de correrse. Me apartó la cara diciéndome:

  • Quiero ver como lleno de leche esa carita de puta.

  • Siii, riégame, dame tu leche.

En efecto, en mi cara quedaban restos de maquillaje, que no se como estarían a estas alturas del combate y mi peinado era netamente de chica. Si, tendría cara de una putita esperando a recibir su dosis de semen.

De pronto un chorro de semen impactó sobre mi mejilla. Los siguientes en mi frente y nariz. Los últimos sobre mis labios. Inesperadamente para mi, saqué la punta de la lengua para saborearlo y lo que probaba la verdad es que me gustó, así que saqué la lengua al completo para rebañar lo que me quedaba al tiempo que con la mano me llevaba el semen a la boca.

  • Así, así, las putas no dejan escapar nada -decía Chus.

Pero de pronto se lanzó a chupar ella su propia corrida al tiempo que con su lengua buscaba en la mía restos de su corrida. Los dos caímos abrazados sobre el sofá comiéndonos a besos sobándonos mutuamente. Calculo que así estaríamos cinco minutos si bien íbamos decreciendo en intensidad. Al final se trataba de cálidos besos, pero los dos estábamos a gusto así.

Esta deliciosa calma se rompió al comprobar Chus que el reloj marcaba algo más de las 10 de la noche. Pegó un salto alarmada por lo tarde que se nos había hecho. Por lo que decía entrecortádamente tenía que estar ya en casa para no sé qué, al tiempo que recogía el desastre que habíamos formado alrededor del sofá. Pero la cara que puso al darse cuenta que yo estaba con un peinado femenino y no podía salir de allí así fue un poema.

  • Joder, aún tengo que arreglarte el corte... venga, vamos corriendo al salón y siéntate en cualquier sillón.

Aún sin vestirme fui hacia el salón y me senté. Ella, desnuda tras de mí y a toda velocidad se puso a cortarme el pelo. Fueron excasamente seis deliciosos minutos en los que sus tetas se bamboleaban a placer y tras ese tiempo de nuevo lo que el espejo me mostraba era un hombre con peinado masculino. Claro que, un hombre con la cara maquillada y restos de semen. Menudo cuadro!

Me hizo pasar al baño para que me lavara un poco y como me costaba quitarme el maquillaje me tuvo que ayudar. Mientras me vestía con mis ropas ella lo hacía con las que me había puesto antes a mí, es decir, las suyas y entre tanto me contó, ya más tranquila, que había quedado en su casa a las 10 con una amiga para ver unos temas de las vacaciones que tenían pensadas en verano.

Los dos nos vestimos y adecentamos todo lo rápido que pudimos. La esperé observándola mientras ella terminaba de limpiar todo. Ciertamente era una chica muy atractiva y simpática.

Una vez cumplida mi fantasía, la decisión correcta sería olvidarla y seguir a mis cosas, pero ya estaba cansado de hacer lo correcto... No sabía cual era la decisión acertada, pero ya había tomado una.

  • Chus. Me das tu teléfono y te llamo otro día?

  • Claro! -dijo exultante-. Apunta: 6xx xxx xxx

Su cara mostraba alegría. Quizás habría temido que yo no quisiera volver a verla, y, de haber actuado como siempre, así habría pasado. Pero las futuras ocasiones de disfrutar de su cuerpo no podía dejarlas pasar.

Salimos de la peluquería y cerró. Me dio un beso enorme en la boca y como si la arrancaran de mí salió disparada por la calle arriba. A unos diez metros se giró y dijo a grito pelado:

  • Espero tu llamada.

De nuevo se giró y siguió corriendo en dirección a su casa.

Yo fui en dirección contraria de camino al parking en el que había dejado el coche. Iba confuso. Por un lado recordé que Loli sabía que nos habíamos quedado a solas allí y podría ver a la mañana siguiente algo que la hiciera pensar lo que había pasado. Pero por otro lado, si llamaba a Chus daría pié a algo más que un simple polvo, y eso, si se llegase a saber en mi entorno, podría ser perjudicial para mi. De nuevo las dudas entre decidir lo correcto o lo que de verdad me apetecía.

Me acorde del motivo por el cual Loli tuvo que dejar precipitadamente la peluquería y la llamé para interesarme por el estado de su niño. Afortunadamente todo estaba bajo control y en un rato estarían saliendo para su casa.

Sin venir a cuento, la comenté que su compañera en unos minutos me había despachado y que había quedado bien. Esto último era cierto, pero, como dicen "Excusatio non petita, accusatio manifesta". Y creo que sonó así.