Decidí irme

¿Cómo llegamos aquí? Les cuento cómo empezó...

Lo vi por última vez y salí de la habitación sabiendo que no volveríamos a estar juntos, no así, con amor, confianza y complicidad. Tomé mi decisión y respiré profundamente, dispuesta a afrontar una vida sin él en ella.

Logré evitarlo por tres meses pero teniendo un hijo juntos, sabía que no podría estar del todo lejos de él por mucho tiempo. Sinceramente me sentí más triste que aliviada cuando me habló con naturalidad y templanza sobre una leve fiebre de nuestro bebé. Me dio el recado y los cuidados que me recomendaba, más como médico que como padre; también me dio una lista de tareas de la guardería y se fue, hasta me sonrió al despedirse. Tan amigable, tan frío. Yo lo quise así.

Jorge y yo estuvimos juntos tres años, tres cursis años. No lo podía saber en ningún momento, pero de alguna forma, nunca lo había querido tanto como ahora. Lo que inició como una salida casual por alguna app, fue desde el primer momento tan fácil y agradable. No hubo nervios, ni desesperación, los dos nos conocimos sabiendo exactamente porqué y aceptamos el trato. Sexo, una comida rica y un vinito dulce.

La plática fue lo que más fácil fluyó, nos gustamos el uno al otro de una forma extraña y nos complementamos en nuestra comida y bebida por mucho más tiempo del esperado, aún después de salir del restaurante, fuimos a caminar y por un helado. Se podría pensar que tal vez no queríamos llegar a cerrar el trato, pero era el gusto de más, de seguir estando juntos lo que más pudiéramos y conocernos, reírnos, vernos más.

En cuanto llegamos a mi casa el ambiente pareció volverse completamente serio, ya no nos interesaba seguir riendo, ni hablar, podría asegurar que ya ninguno estaba ebrio. El sexo fue genial, no recuerdo cuánto tiempo estuvimos cogiendo, sólo recuerdo despertar ese domingo con él al lado queriendo hacerlo otra vez.

Estaba hecha un desastre, mi cabello, chino de no peinarme, era un enjambre, pero primero me lavé los dientes y la cara, acababa de tomar mi cepillo para el cabello cuando él me agarró de la muñeca y repegó su pene en mis nalgas. Me susurró al oído que si él podía peinarme y me besó el cuello. Moví la cabeza para decirle que sí y él empezó a cepillar mi cabello, abrió la llave de agua y me echó un poco sobre la cabeza para cepillarme más fácil. En tanto, nuestros cuerpos desnudos seguían pegados uno con el otro, frotándonos mientras sentía cómo se ponía duro ante mí.

Dejó el cepillo a un lado y tomó el enjuague bucal, se enjuagó la boca. No tardó nada en poner sus manos sobre mis pechos y pellizcar mis pezones, me dolía rico, entonces empezó a soplarme el cuello suavecito, sin prisa, de vez en vez sacaba su lengua y me lamía para después secarme su saliva con sus soplidos; metí su mano en mí para que notara qué tan mojada estaba y luego chupé sus deditos mojados, los mordí.

Ninguno quería esperar más, me volteó, me cargó para besarme en la boca y colocar su durísimo pene entre mis piernas. Nos besamos todo el rato con mis piernas enredadas en él para evitar sacármelo mientras nos movíamos riquísimo, nos estábamos viniendo juntos cuando me bajó y me recargó en la pared, se apoyó contra mí y sentí escurrir por mis piernas lo que habíamos sacado juntos. Me encantó que me diera un beso rápido y bajara a lamer mis dos piernas, cada una terminando su lengua dentro de mi vagina con un delicioso beso.

Suena exagerado y hasta irresponsable, pero casi que ese día empezamos a vivir juntos. El amor a primera vista es un sinsentido pero quisimos estar juntos desde que pasamos unos minutos hablando de football y nos fuimos enamorando poco a poco mientras nos comíamos a besos y cogíamos tan duro que ambos perdimos hasta peso de no quitarnos las manos de encima. Ayudó mucho que él fuera un hombre bueno y amable que desde siempre fue sincero y directo. Extraño tanto su olor, creo que estoy dejando de oler a él…