Decadencia II: De Ahora En Adelante, Llámame Amo.

Skarlet es conquistada por Juan. No solo en cuerpo, sino también en mente y en corazón.

¡HEY!

Se recomienda leer el capitulo anterior para entender esta historia.

Aquí el link:

Decadencia I: https://www.todorelatos.com/relato/176831/

Si ya lo leíste, pues, sigue leyendo. Que lo disfrutes.

Decadencia II:De Ahora En Adelante, Llámame Amo.

Caminamos un poco hacia la estación del metro más cercana, La California. Eran ya casi las 9 de la noche. Bajamos al andén que estaba bastante vacío a esa hora y esperamos el tren que iba en sentido Palo Verde en silencio. El mismo no tardó en llegar, para sorpresa de ambos, y además había poca gente en él. Nos bajamos en la siguiente estación, Petare, una zona de la ciudad que tiene bastante mala fama, lo que me causó que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Una mezcla de adrenalina y excitación, porque por puro morbo, un hombre mucho mayor que yo, un ser que hace unas horas me habría reído a carcajadas si me hubieran dicho que estaría mamándole la verga en un baño de mala muerte, un baboso y creído, me estaba llevando de la mano por uno de los sitios más peligrosos no de la ciudad, sino del país. Y yo iba como una fiel ovejita detrás de él. Me llevo a una parada de buses, podía sentir claramente como mucha gente me miraba. En la parada había un bus en el cual nos montamos. Quedaba un solo asiento libre, el cual lo ocupó él, dejándome a mí de pie frente a él. Mas de un pasajero notó semejante patanería, ya que, si bien es cierto que no es obligatorio cederle el puesto a una mujer en el transporte público a menos que tenga una discapacidad o este embarazada, suele suceder que los hombres nos cedan el puesto por caballerosidad o cortesía. Y más rápido aun si esa mujer tiene un cuerpo voluptuoso, lo harán en algún intento vano de ganar puntos o llamar nuestra atención. Pero él no, él simplemente se sentó, y me dejo parada. Un hombre de mediana edad calvo, se puso de pie para cederme su puesto, pero lo interrumpió Juan. -Gracias caballero, pero mi sobrina tiene un problema que le impide sentarse en este momento, ¿no es así mi niña? -me preguntó viéndome a los ojos. Yo asentí siguiendo su juego.

-¿Qué problema es? -preguntó el hombre, intrépido.

-Hemorroides -dijo sonriendo. Pude notar como el resto de los pasajeros volteaban a verme. Y pude sentir como me ponía roja como un tomate de la vergüenza. Tanto que baje la cabeza para cubrir mi rostro con la caída natural de mi cabello. - Y lastimosamente no fueron causas naturales -continúo diciendo juan. - Se lo ocasionó por andar de puta, dándole el culo a hombres que por lo visto lo tenían demasiado grande . -yo quería que la tierra me tragara luego de ese comentario. -¿Que le puedo decir amigo?, es la vergüenza de la familia, mi hermano no pudo criarla y a mí ya me tiene la cabeza llena de canas. -terminó de decir. Podía escuchar las risitas y comentarios entre dientes de los demás pasajeros, y no sé si así era, pero podía sentir la mirada de todos sobre mí. Juan dejó de decir comentarios y el resto de los presentes debió sentirse lo suficientemente incomodo como para buscarle la lengua con respecto al tema, por lo que solo se dignaron a hablar entre ellos, y estoy muy segura de que hablaban de mí. Así estuvo el viaje, hasta que llegamos a una zona donde la calle se ensanchaba bastante para dividirse en 5 más que iban en distintas direcciones. Allí el señor Juan se levantó de su asiento, me tomó por un brazo y haciéndome seguirlo nos bajamos del transporte, no sin antes él pagarle al chofer los pasajes.

Caminamos un poco por una de las calles, era bastante tarde, pero me sorprendió ver a muchísima gente deambulando por ahí. Típico de los barrios de Caracas donde incluso a altas horas de la noche hay vida a pesar de la peligrosidad. No siempre se cumple esta regla, pero si suele verse.

Seguí a Juan por una de las calles bajo la atenta mirada de la gente que por ahí andaba. Los hombres me devoraban con la mirada, las mujeres jóvenes y de mediana edad me veían con cierto desprecio, supongo que por llevar un traje de ejecutiva y tener buen cuerpo, al nivel de que me robaba a atención de los hombres. Las mujeres de avanzada edad me veían con extrañeza y desaprobación.

Avanzamos por la calle que habíamos tomado el rumbo y subimos por unas escaleras que se veían largas y que llevaban cerro arriba. Los barrios de Caracas tienen esa particularidad, estrechos recovecos entre las casas sin ninguna planificación ni orden, por las cuales toda clase de cosas pueden suceder. Debo confesar que sentía temor de que me pudiera pasar algo en esa zona, sin embargo, mi calentura me obligaba a continuar detrás de Juan. Luego de un buen rato subiendo escaleras tenebrosas, llegamos a una casa, típica de esos barrios. Las paredes de ladrillos rojos, sin friso ni pintura. Juan abrió la reja que protegía una puerta hecha con láminas de acero galvanizado (o al menos eso creí que era), de pintura raída por el tiempo, la cual el también procedió a abrir.

Al ingresar vi con cierto desdén el interior de la casa. Nada más entrar estaba una sala no muy amplia. El piso era de cemento pulido, que se veía limpio a pesar de todo. A un lado de la puerta de entrada había en una pared un televisor tipo CTR (de esos culones) montado sobre una mesita, y un juego de tres sofás de 1 puesto y uno largo de 3 puestos dispuestos en semicírculo hacia ese televisor. Los sofás se veían viejos y descoloridos.

Hacia el lado derecho de la sala viéndola desde la entrada había una estrecha puerta de madera bastante deteriorada, que se hallaba cerrada. Unos metros más hacia un lado de ésta había un arco tapado con una cortina traslucida desde donde se podía ver una cama y unos armarios y gaveteros, supuse que esa sería su habitación. Del lado opuesto a éste, una pared con un arco bastante grande delimitaba la sal con la cocina. Una cocina típica de bombona de gas pequeña, un fregadero de aluminio y los típicos pipotes de agua almacenada por la falta regular del vital líquido. De frente a la entrada había una pared donde había dispuesto un estante decorativo con algunos portarretratos y adornos y dos ventanas más o menos amplias, a modo de balcón. Me asomé por ellas y constaté que se podía ver buena parte del resto del barrio.

De repente sentí que Juan me abrazaba desde atrás, pasando sus manos por mi cintura y manoseando mi abdomen. Me sorprendió el hecho de que no buscara mis tetas desde un principio. Por mi nivel de excitación no le habría dicho nada de haberlas buscado. Pegó su cuerpo del mío, recontándome el paquete contra el culo, lo sentí claramente. Hundió su rostro en mi cabello suelto y lo olió profundamente mientras hacía contacto con la piel de mi nuca, lo que me hizo poner la piel de gallina y aumentó mi calentura al mil por ciento.

- Aaahhhhhh niña....- me dijo -Hueles a perra en celo -Me dijo. Sus palabras me descolocaron un poco, ya que lo que me hacía con sus manos era más digno de algo en plan romántico. Yo solo me limité a gemir. - ya le agarraste el gusto a todo esto, sabía que en el fondo solo te haces la difícil…pero cuando te ponen un bien guebo adelante te derrites toíta...- Me terminó de decir para, ahora sí, comenzar a amasar mis tetas con fuerza.

Yo no podía evitar gemir ante este trato. Apretujaba con suma rudeza mis bubis por encima de la blusa y del sostén. Y harto de que las prendas estorbaran, con una fuerza impresionante abrió mi blusa reventando todos los botones que salieron disparados por toda la sala, mientras el me mordía el cuello con una maestría impresionante. Acto seguido me quitó la blusa con facilidad para luego quitarme el sostén, el cual no se rompió de milagro. Ya con mis tetotas al aire, el prosiguió manoseándolas sin ningún tipo de pudor ni compasión, haciendo que mi boca le diera un concierto de gemidos de placer bastante subido de volumen. La guinda del pastel vino cuando entre las amasadas comenzó a jugar con mis pezones erectos, pellizcándolos cada cierto tiempo sin ningún tipo de piedad.

Yo estaba ya demasiado excitada para oponer resistencia alguna. Deseaba que este negro baboso me poseyera por completo. Inconscientemente abrí las piernas y paré mi cola lo más que pude en una clara invitación a que me cojiera. Sentí como sonrió, para luego tomar mi culo sobre mi falda, y amasar mis nalgas con una de sus manos mientras la otra mantenía el ataque directo sobre mis tetas. Me dio una buena nalgada que hizo estremecerme hasta la punta de mi cabello más largo. Amasó esa misma nalga con una fuerza bestial, y luego me bajó la falda hasta donde pudo, terminando yo de bajármela hasta mi tobillo derecho ayudándome con mis manos y un movimiento rápido de mis piernas. Ya solamente estaba yo en hilo y sandalias para él. Amaso mis nalgas nuevamente aprovechando que ya nada se interponía entre mi piel y la suya. Hizo a un lado el hilo y comenzó a hurgar entre mis nalgas, haciéndome sentir sus dedos en mi agujerito anal, y luego más allá, en mi muy mojada cuca.

-Estás hecha agua puta -Me dijo.

-Aaahh.....s-si papi -le dije entre gemidos con respiración agitada.

-Dime ahora perra, dime que me aleje, anda, dime que te deje en paz....- Me dijo. Sabía muy bien que no se lo podía decir. Yo quería que me cojiera.

-Oohh...ahhhh...no...n-no p-puehhhdoohhhh -Le dije.

-¿Qué quieres entonces? -Me preguntó sin dejar de sobar mi vulva empapada con su mano y mis tetas con la otra.

-Qui.....quiiiihhh....eeeeero que que...que me cohhhhjas -Le logré decir hundida en un mar de éxtasis.

-Se amable puta desvergonzada, pídemelo porfavor -Me ordenó.

-Por...por favooor Juaaaahhhhn....cojeme papi.....por faaaahhh...- Le pedí. El tono fue más de súplica.

-Jajaja -Se rio por unos segundos. Soltó mi vulva y escuché su bragueta abrirse. -Lo voy a gozar como no te lo puedes imaginar -Me dijo

Acto seguido sentí su verga deslizarse por debajo de mí. Le paré más todavía el culo para que tuviera fácil acceso a mi cuca. No le costó trabajo dar con mi entrada vaginal, y con una facilidad pasmosa, me metió su enrome y grueso guebo lentamente, hasta que, luego de un poco de esfuerzo me tuvo penetrada hasta donde nuestros cuerpos lo permitieron. - OOOooooooOooOOOooOoohh -No pude evitar soltar un largo gemido. Todo mi cuerpo tembló de placer ante su invasor.

Comenzó un suave mete y saca. Su mano derecha seguía sometiendo mis tetas con maestría. Su mano izquierda me tomaba por mi cadera izquierda y controlaba con facilidad mis movimientos, acompasándolos con los de su pelvis. Yo solo me dignaba a agarrar los bordes de la ventana y a seguir el baile que el me hacía darle a su ritmo. Estaba abandonada a sus deseos. Estuvimos así un largo rato, durante el cual el aumentaba la intensidad y la velocidad de sus embestidas. Estaba sorprendida que este viejo baboso tuviera esa virilidad y esa energía. Me tuvo jadeando y gimiendo todo ese rato a su ritmo.

Me sacó su verga de repente, dándome un muy necesario respiro. Me había dejado jadeando a ritmo muy acelerado, y a pesar de que me encontraba sumida en una situación bastante delicada, debo admitir que estaba en un punto de excitación en el que nunca antes yo había estado. Solo podía pensar en la verga negra de Juan, ese hombre que horas antes veía como un mugroso ser y que ahora ya lo estaba viendo con ojos distintos.

Me puse de rodillas y giré mi cabeza para ver hacia atrás de mí, por encima de mi hombro izquierdo quería ver que hacía Juan, por qué me había sacado su miembro que tanto placer me había hecho sentir. Estaba deseosa de más. Y fue en ese momento en que, con movimiento rápido, me rodeó con su mano izquierda y me tomó por la garganta, asfixiándome ligeramente mientras pegaba su cuerpo, ahora desnudo, al mío. Acercó su rostro a mi cara, haciéndome respirar su aliento. Sentí su verga erecta recostada en la raja de mi culo, y sentí también como me la restregaba sin ningún tipo de suavidad. En respuesta pasé mis brazos por encima de mi hacia atrás, para tomar su cabeza y acariciarlo con deseo. Con su mano derecha comenzó a palpar mi clítoris con una maestría impresionante, poniéndome ya al borde de un nuevo orgasmo. Sin embargo no me permitió llegar a él, sino que bajó un poco más su mano y comenzó a palpar y acariciar con cierta rudeza mi vulva, que manaba jugos como nunca antes lo había hecho.

-Estas bien mojada perrita -me dijo, con voz morbosa, al oído.

-Si papi..ahhh....siiiihhh....me tienes encharca.....aahahhhh....encharcaditaaahhh -Le dije con dificultad, entre jadeos y tratando de respirar mejor, mientras el pasaba a palmear mi cuquita mojada, dejando sonar el típico "plash plash" que suena cuando palmeas algo enchumbado de algún líquido.

-¿Quieres que te siga cojiendo puta? -me preguntó al oído

-Siiiiiiihhhh -Le respondí excitadísima.

-¿Si qué?

-Siiiiiihhh paa...papiiiihhh cojemeeeeeehhh

-Jajaja - carcajeó el un poco - Mírate....hace unas horas me tratabas con desprecio y ahora me pides que te coja....mereces que te enseñe una lección ¿verdad que si?

- Siiiiihhhh siiiiiihhhh  lo que tu quieraaaaaaas -le respondí perdida entre tanta calentura. Realmente me tenía indefensa, rendida.

-Oh si, no dudes que será lo que yo quiera. -Me dijo con cierto tono burlón. Llevó su mano derecha, la que me manipulaba la vulva, a mi boca, metiéndomela con cierto gesto salvaje. Yo respondí recibiéndola con mi boca bien abierta, sintiendo el sabor de mis jugos vaginales. Esto me hizo salivar de más, quedando una mezcla de las babas de mi boca con las babas de mi cuca en su mano.

En ese momento despegó su cuerpo del mío ligeramente, saco su mano de mi boca, con una buena cantidad de esa mezcla chorreando de ella. No me soltó la garganta, al contrario, aumentó ligeramente la presión. -abre esas nalgas -me ordenó, y yo obedecí, bajé mis manos de su cabeza a mis nalgas y las abrí para él. Esparció la mezcla de jugos chorreante de su mano en mi agujero anal, y en ese momento solté mis nalgas, ya que pude adivinar sus intenciones: me quiere encular. Y no estaba dispuesta a eso, ya que nunca me lo habían hecho por ahí. Sin embargo, eso no iba a importarle lo más mínimo a Juan.

- Esperaaaahh.... -Le dije, aún jadeante.

-Shhhh te dije que haría lo que quiera, y eso voy a hacer. Te servirá de lección y tu…ponte flojita y cooperando perra. -Me dijo en tono amenazante.

Sin darme tiempo a responder, con su misma mano derecha dirigió su verga entre mis carnosas y firmes nalgas hasta llegar a mi ano. Al sentir solo el roce de ese enorme miembro en mi agujerito no pude evitar dar un respingo. Soltó su verga y con esa misma mano agarró una de mis caderas, para atraerme hacia él. Y ahí empezó mi verdadero descenso a la locura sexual. A la derrota de mi dignidad. Mi verdadero descenso a sus pies.

Podía sentir como con dificultad su miembro, duro como piedra, se abría paso por mi culo. Mi reflejo fue apretar mi recto, pero eso aumentaba mi dolor...y para mi sorpresa, mi excitación. No sé cuánto tenía ya adentro, pero una oleada de placer me invadió, sentí como fuertes descargas eléctricas recorrían mi cuerpo, azotándome en principio desde el culo hasta cada una de mis extremidades, hasta la punta de cada uno de mis cabellos.

Enseguida comencé a llorar. Pero más que por el dolor, era por el exceso de placer que sentía en ese momento. Sin embargo de mi boca no salía ningún sonido, la tenía abierta al máximo, como si estuviera gritando, pero en silencio. No podía emitir sonido alguno, estaba privada. Para mí era una sensación nueva, indescriptible. La mezcla del dolor tan fuerte con el placer que me producía y que era aún más fuerte era algo único, memorable. Mi mente se apagó. Solo me quedaban los impulsos reflejos incontrolables de mi cuerpo, los cuales aumentaban el placer de el a juzgar por el largo y fuerte gemido que emitió mientras continuaba empalándome por el culo.

Parecía que ese guebo no tenía final. Sentía como si me hubieran metido por el culo un bate de beisbol completo, pero al fijarme bien, pude ver que aún faltaba más de la mitad de ese gigantesco y grueso falo. Comencé a gemir incontrolablemente, al tiempo que de mis ojos seguían saliendo lágrimas. El aumentó la velocidad de penetración, lo que me hizo poner mis ojos en blanco, mientras sentía como si me partieran en dos.

Y me encantaba esa sensación.

Al cabo de unos segundos que se me hicieron eternos, sentí como su cuerpo ya terminaba de pegarse a mis nalgas, lo que significaba que ya estaba totalmente adentro de mi culo. 25 centímetros estaban en mis entrañas. Y todo mi cuerpo estaba temblando.

En ese momento el me bajó del pequeño mesón sin dejar que se saliera de mis entrañas ni un solo milímetro de su verga, para apoyarme en mis pies. Pero mis piernas fallaron, sentí un agudo dolor en mis rodillas pero que eran como cosquillas en comparación con el que sentí en mi culo. Él sin embargo logró sostenerme, aun tomándome por la garganta y ayudado por su otra mano.

Allí me soltó la garganta permitiéndome respirar mejor, cosa que hice de forma frenética. Me hizo inclinarme sobre la mesa para apoyarme en ella con mis manos, para él tomar mis caderas con suma firmeza, y comenzar un fuerte mete y saca en mi culo.

Mi cuerpo no dejaba de temblar, yo no dejaba de gemir ni de llorar, y tampoco dejaba de correrme como una cerda masoquista ante sus cada vez más brutales embestidas. Mis tetotas se bamboleaban al ritmo de la penetración, y acompañando a mis gemidos y jadeos se oía en toda la sala de la casa el choque de su pelvis con mis nalgas, el típico "clap clap clap clap" frenético como si estuvieran aplaudiendo una obra.

No sé cuánto tiempo me tuvo así enculada, pero los orgasmos no tardaron en llegar, uno tras otro, y cada cual más brutal que el anterior, acompañados de fuertes nalgadas que el dejaba caer de forma seguida. Podía sentir mis jugos vaginales producto de cada orgasmo escurriendo por mis piernas, en cantidades industriales. Mas aún sentía que me hacía pis encima cuando soltó mis caderas, y manteniendo el ritmo, se estiró para tomar mis tetas con ambas manos, haciéndome erguirme de nuevo y pegándome a su sudado cuerpo mientras me las magreaba obscenamente a su placer y antojo, pellizcándome los pezones con furia. Sin duda se estaba desquitando de todos los desplantes que le hice con anterioridad, y yo no deseaba que se detuviera jamás.

Pero todo tiene su fin. En un momento dado él me volvió a inclinar hacia adelante, y me sacó su enorme miembro de mi culito. Se mantuvo pajeándose un poco con una mano mientras que con la otra abría mi nalga derecha. Yo con mi mano izquierda abrí la otra, para que pudiera contemplar mi recién recalibrado agujero anal en todo su esplendor. Me dolía horrores, me ardía muchísimo, pero el placer que sentía aún me tenía toda temblorosa. Sentía que la piel de todo mi cuerpo me quemaba por la vergüenza, por el placer, por la lujuria que sentía en ese momento.

El procedió a sentarse en el mueble. -Ven aquí, culo roto. -me dijo. Yo obedecí, me di la vuelta y me acerqué, con paso errático ya que cada movimiento hacía que sintiera punzadas fuertes en mi ano. Sin embargo, el me empujó poniendo un pie en mi vientre y haciéndome caer de culo en el piso, cosa que me dolió muchísimo, pero que a él le hizo mucha gracia. -así no imbécil, ven a cuatro patas, como la perra asquerosa que eres. - me ordenó. Yo obedecí sin rechistar, poniéndome a cuatro patas cual perrita e intentando acercarme nuevamente a él, pero cuando ya estaba cerca, me puso su pie derecho en mi cara, deteniéndome.

-Gánate el derecho a mamármelo perra, empieza por mis pies -Me ordenó.

-Si Papi - le contesté, pero con su mismo pie me cacheteó de forma no muy suave

-No perra, basta de llamarme papi, ahora soy tu señor soy tu dueño . -Me dijo.

-Si mi señor, perdón -Le respondí sin pensar, de una forma sumisa. Muy naturalmente sumisa. Tomé su pie, el mismo con el que me detuvo y me cacheteó, y me dispuse a masajearlo con mis manos.

Y ahí estaba yo, de rodillas, dándole un masaje relajante en los pies a un tipo que horas antes me producía asco, un tipo que bien podría ser mi padre, un tipo que me estaba chantajeando, que me rompió el culo....pero no me podía engañar a mí misma, toda esa situación degradante, humillante, me tenía excitadísima, me gustaba sobremanera, y quería que durara más, y no solo quería, sino que iba a hacer todo lo posible para que así fuera.

Lo que no me podía imaginar en ese momento es que tan lejos podía llegar yo. O mejor dicho, que tan bajo podía caer con tal de satisfacer a este hombre, quien en tan solo cuestión de horas pasó de ser un asqueroso viejo baboso, a ser mi Dios.

-Vamos niña...puedes hacerlo mejor, no te conviene que me aburra si quieres tener un poco de la atención de mi guebo -me dijo. Y esas palabras me produjeron temor, no quería que se aburriera de mí, quería que me cojiera más, no solo ese día, sino también en el futuro. Así que procedí a llevar su pie a mi boca. Más que pensarlo, fue algo instintivo, este hombre me ha humillado y degradado durante toda la noche, y a ambos nos gustaba, así que ese fue mi reflejo: humillarme más para el besándole los pies. Y hacerlo me llenó las entrañas de calor, más aún si cabe. -jajajaja -carcajeó él al ver mi actitud, y colocó su otro pie sobre mis muslos, ya que me encontraba de rodillas sentada sobre mis talones . -has pasado de ser la gerente de contabilidad a un perfecto reposa pies. No cabe dudas de que hoy ha sido mi día de suerte.

-No mi señor -le dije entre besos a su pie, tomando el otro y llevándolo a mi boca para darle el mismo trato que el otro, y queriendo degradarme aún más -La suerte ha sido mía. Gracias por esta oportunidad que me ha dado de retractarme y de servirle.

-Jajajaja -siguió riéndose burlonamente -Que cambio, se nota que te gustó mi verga...

-No señor, no me gustó, me encantó -le dije muy zalameramente. - y haré lo que sea necesario para que no se aburra de mí . -Declaré mis intenciones. Una decisión tomada muy abruptamente por mí, sin pensar mucho en las consecuencias que podría (y que iba) a tener.

-Buena chica....y sí, estoy seguro de que harás lo necesario para mí. Sube poco a poco a mis bolas perra. Te ganaste el derecho a adorarme . -Dijo.

Yo obedecí, y poco a poco fue subiendo por una de sus piernas, besándola y lamiéndola con amor y cariño, y a medida que yo subía, el abría más las piernas para ofrecerme su enorme verga aun erecta y sus arrugadas y peludas bolas llenas de sudor y jugos vaginales que escurrieron hasta allí. Quise abalanzarme sobre ese miembro rápidamente, pero temí que fuera un gesto muy apresurado así que me contuve y seguí dándole amor a su pierna hasta que llegue a sus bolas, las cuales comencé a lamer con la delicadeza y el amor que se debe, para luego de unos segundos comenzar a alternar esas lamidas con besos y chupitos suaves, limpiando todo rastro de jugos y sudor, que se me hicieron extremadamente deliciosos, así como también saboreando y tragando los vellos que se desprendían.

Nunca me imaginé que yo pudiera disfrutar de algo tan asqueroso y humillante. Pero como ya he mencionado, no me iba a engañar a mí misma a estas alturas. Estaba demasiado excitada y lo estaba gozando como una loca. Y quería más, por lo que bajé a la zona del periné, alzando con delicadeza sus enormes bolas ya llenas de mis babas mientras pajeaba su enorme verga. Esto lo tomó por sorpresa, a juzgar por el respingo que dio su cuerpo y el profundo gemido de placer que emitió. Allí en la zona perineal continué mi acto de adoración a mi dios de ébano, lamiendo, besando, chupando y restregando mi cara en todo el conjunto conformado por sus bolas, periné, y si, su ano, el cual comencé a lamer y chupar con suma devoción y entrega.

Él se retorcía de placer, y tomó mi cabeza con fuerza para evitar que me despegara de su culo. Yo empecé a besar con suma pasión, como si estuviera besando su boca, intentando meter mi lengua en su ano, sin éxito, pero el intento lo volvía loco, tanto, que a los pocos segundos entre fuertes rugidos, se corrió.

Apartó sus manos de mi cabeza, liberándome. Bajé la intensidad del beso negro que le estaba dando, y a los pocos instantes subí relamiendo con mi lengua todo lo que recorrí para llegar a su culo: el periné, las bolas y seguí subiendo hasta la punta de su hermosa verga, que aún seguía erecta y sufriendo espasmos de placer. Al llegar al glande, que estaba con restos de semen, tuve una visión completa de su abdomen, y pude ver una gran cantidad de semen chorreado a lo largo de su torso. Pero no era una cantidad cualquiera, era mucha, muchísima esperma esparcida por su abdomen e incluso su pecho. Me sorprendí bastante porque jamás me esperé que este hombre para su edad pudiera eyacular semejante cantidad de leche.

Ahí tuve una especie de epifanía. O no sé, no sé cómo describir esa sensación, no sé si era orgullo, lo que si se es que me sentí plena, realizada. Como mujer, llevar a un hombre de esa edad a ese nivel de éxtasis y de sacarle esa cantidad grosera de semen, me pareció toda una hazaña. Me sentí feliz.

El aún jadeaba y gemía con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, mientras su pene iba poniéndose flácido en mi boca. Yo con mis manos masajeaba sus bolas de forma tierna y suave. Una vez estuvo totalmente flácido su guebo, me tomó por los cabellos, haciendo que me levantara de mis talones aunque quedando de rodillas aún entre sus piernas, y llevó mi rostro a su abdomen. Pude captar su intención, por lo que me dispuse a lamer toda su lechita, que tenía un sabor almizclado que se me hizo super divino, así como me fascinaba su textura espesa. No duré mucho lamiendo su torso, ya que devoré hambrienta todo el líquido.

-Que buena chica…- me dijo él mientras yo seguía lamiendo su torso, no porque quedara semen que lamer, sino porque estaba muy a gusto acariciándolo con mi lengua como una gatita traviesa. - Sabía que en el fondo eres una puta cochinona, pero tengo que reconocer que lo de ahorita no me lo esperaba.

-Yo tampoco esperaba esto de mí, mi señor -Le dije, tratándolo con el debido respeto que a mi juicio ya se merecía de mi parte. -Pero es que usted…no sé cómo describirlo....usted sacó mi puta interior...y me encanta.

-Si, eso puedo verlo niña. -Me dijo, quedándose pensativo. Supongo que él no esperaba que después de tantos orgasmos, y de terminar, yo continuara comportándome de la forma tan sumisa en que lo estaba haciendo en ese momento. Y yo tampoco me lo esperaba, pero quería hacerlo. Este desgraciado me arruinó para todos los hombres, porque ahora quería solo estar con él, a sus pies. Lo veía como un ser todopoderoso. Y una punzada de temor me volvió a invadir, pensando en que, si fui capaz de cambiar en una noche de actitud, podría cambiar de nuevo. Y no quería, en ese momento no lo deseaba, por lo que me puse de pie y fui dando saltitos de forma aún errática y cómica dado que aún me dolía horriblemente el culo a cada paso que daba, para buscar mi celular y volver a arrodillarme entre sus piernas, y hacer algo que supondría tener la soga al cuello de por vida: comencé a tomarme selfies con su verga en distintas posiciones, tratando de verme lo más perra y guarra posible, sonriendo junto a su verga.

-¿Que haces? -Me preguntó, sorprendido, mientras yo le enviaba vía bluetooth las fotos, aprovechando que lo tenía activado y a la vista de todos.

-Le doy más material señor, para que se desquite de mi en el futuro en el caso de que me ponga estúpida con usted de nuevo.

-¿A qué te refieres? -Me preguntó.

- No le voy a mentir mi señor. Ni tampoco me mentiré a mí misma. Esta ha sido la mejor noche de mi vida con diferencia. Todo, absolutamente todo lo que usted me hizo, me gustó, aún estoy excitadísima de hecho. Y quiero, deseo, seguir a sus pies. Y a tal nivel me siento, que me da miedo en el futuro cambiar de opinión. Dudo que lo haga, porque le aseguro que estoy, literalmente, enamorada de usted. Al nivel de que yo haré lo que usted me ordene, estoy dispuesta a todo, con tal de pagar por todos los desplantes que le hice en el pasado y con tal de que usted no se aburra de mi en el futuro. Y como prueba de lo que estoy sintiendo, quiero darle las armas que podrían destruir mi vida. Dije que es en caso de que me vuelva una persona engreída y estúpida de nuevo con usted, pero realmente es para que me destruya cuando a usted le apetezca . -dije. No fue un discurso planeado. Pero lo dije sin titubear, segura de que quiero que mi futuro este a los pies de este hombre.

Nos miramos en silencio por un rato. Yo mantenía mi cabeza en blanco, aún arrodillada entre sus piernas. El, sentado en el sofá, me veía con una sonrisa burlona. Pero la verdad no sabía que pensaba el en ese momento. Y hubiera dado todo lo que tengo y un poco más con tal de saberlo, ya que a cada segundo que pasaba me invadía el temor de ser rechazada más y más. Se puso de pie ante mí, su verga flácida quedo a la altura de mi cara. La agarró con una mano y me dio un par de cachetadas suaves con ella.

- Mira como dejaste mi piso, puerca. -Me dijo señalando todo el desastre que había hecho con mis jugos, mi vomito y mis babas. -cuando me despierte, quiero todo impecable. Limpia el baño y la cocina también, ya que estás. Y hazlo en silencio. No quiero bulla que me moleste.

-Si señor, así lo haré, gracias por permitirme servirle. -Le dije en un plan de sumisa muy sorprendente tanto para él, como para mí.

-De nada, perra, de nada…- me dijo mientras caminaba hacia su habitación. -ah, y Skarlet… -Me dijo. Debo admitir que el que me llamara por mi nombre me asustó bastante. Prefería un insulto despectivo.

-¿Si mi señor? -Pregunté.

-De Ahora En Adelante, Llámame Amo.

Continuará…

Como siempre, mil gracias a aquellos que dedicaron un poco de su tiempo para leer este relato, el segundo de esta saga, espero que hayan disfrutado de este capitulo. Si te gustó el relato o si quieres señalar alguna crítica, significaría mucho para mi que dejes un comentario aquí, en el apartado de comentarios de la página, o vía mail ( skarletpricet@yahoo.es ). Esto me anima a continuar creando relatos.

La continuación será publicada la semana que viene.

Besitos.

Skarlet.