Debidamente enculada (1)

Como me sentí mujer en brazos de aquel macho en el bar. Hizo conmigo lo que quería.

DEBIDAMENTE ENCULADA (1)

Hola, me llamo Ania y soy travesti en mis ratos libres. La historia que les voy a contar tuvo lugar hace tres meses en Barcelona. Decidida como estaba a tener un encuentro con un macho que me hiciera del todo mujer me preparé a conciencia para salir esa noche. Hasta ahora había tenido encuentros aislados en algún local nocturno de ambiente pero no había ido más allá de simples morreos y alguna que otra mamada. Esta noche estaba decidida que me abriesen del todo y me convirtiesen en toda una mujercita, que era como me sentía.

Elegida la noche, el momento y el lugar la tarde la pasé preparándome para mi gran noche. Quería estar rompedora para lo cual me puse un liguero negro de satén que habia comprado a buen precio y que debían atar unas preciosas medias negras de nylon con costura. El sujetador era también negro y encerraban dos estupendas prótesis de silicona. Por último, por tanga elegí uno de color rojo que recogía bien mi pollita y dejaba bien al descubierto mi culito caliente. Sobre toda esa ropa interior deslicé un vestido rojo muy corto que dejaba mis brazos al aire. La peluca negra me hacía muy tigresa. Completaba el vestuario un par de zapatos de 12 ctm. Que sabía que cortarían el hipo a cualquier hombre.

Después de vestida me dedique al maquillaje buscando realzar mi cuerpo y mi vestuario. El carmín rosa resultaba sugerente y sabía que hacía de mi boca un lugar en el que cualquier lengua sería correspondida.

Tras finalizar todos estos preparativos me dispuse a marchar. Cogí un bolso a juego y antes de salir me enfundé unos largos guantes negros que terminaban por realzar el conjunto.

Ya en la calle abordé el primer taxi que pasó y me subí rumbo al bar de mis encuentros. Ni que decir tiene que el taxista casi pierde el control del volante cuando se distrajo varías veces al verme por el retrovisor dado que divisaba perfectamente mis piernas y seguro que el principio del tanga rojo.

El bar al que llegué estaba a rebosar tanto de hombres como de travestis. Mientras unos charlaban animadamente otros se dedicaban a meterse mano en los lugares más oscuros. Elegí una mesa y un gintonic como bebida. Pronto supe que mi presencia no había pasado desapercibida. Enseguida se acerco un muchacho de muy buen ver, pantalón ajustado y marcando un paquete estupendo. Entablamos conversación y mientras hablábamos deslizó su mano por debajo de la mesa y comenzó a sobarme el muslo. Las medías le volvían loco. Y a mí sus manos continuando hasta el principio del liguero me estaba poniendo a mil.

No contento con lo que me hacía, con la otra mano empezó a tocarme las tetas y ya no me pude contener. Le pase suavemente la mano enguantada por encima del pantalón y note que su polla se había puesto muy dura. Ummmmmmmmm, que delicia, pensé.

Ya no podía más, me fui con él a uno de los reservados del bar y se desmelenó, me besaba, sobaba mis tetas y me cogía el culo sin detenerse ante nada. Yo, fuera de mi me arrodillé, le baje la bragueta y le saque un pollón enorme que mame sin parar. Poco después soltó una lechada espesa y caliente que me quemó la garganta. Pero este macho quería más. Se la seguí mamando hasta que volvió a estar dura. Me quitó el vestido y me dejo en ropa interior. Obligada a ponerme a cuatro patas, me hizo a un lado el tanga y me la metió. Dios que rico. Esa polla taladraba mi culo. Y mientras el macho más se calentaba, más adentro me perforaba. Pronto el dolor dejó paso a un gran placer. Disfrutamos de varias posturas hasta que de un arreón final descargó una nueva dosis de leche en mi destrozado culo.

Me recompuse la ropa y volví al bar. Pensaba que la noche acababa ahí pero cuan lejos estaba de ser así.

Espero contarles la segunda parte en un próximo relato.