Debía ser Mía (La más puta del barrio)

Mia era y es, la hembra con mas fama de puta metecuernos en el barrio, su marido era corredor de ventas para unos molinos harineros y raramente se encontraba en su casa. Un par de mis amigos ya habían salido con ella y contaban que la habían llevado a la cama con gran facilidad, cuando tenía onda con alguien, trataba de ir a los papeles rápido, sin andarse con muchas vueltas. Pero mi frustración residía, en que yo nunca había podido concretar nada con ella. Siempre que me la encontraba o pasaba cerca mío, yo le decía algún piropo o cumplido, pero sólo en unas pocas ocasiones pude arrancarle, apenas una sonrisa...

Tenía una gran obsesión, un deseo demasiado intenso de poseer a esa rubia perra. Su físico era de un gran atractivo, de una complexión bastante grande pero no por ello menos sensual. Para colmo, el saber de fuentes fidedignas cuan grande era su afición por mamar pijas,tragarse la lefa y porque le hicieran el orto, hacían que el deseo fuera aún mayor.

Sus tetas eran perfectas, de un tamaño nada exagerado pero podría decirse que bastante grandes, siempre se paseaba por el barrio con ropas deportivas apretadas que la hacían verse muy provocativa. Sus remeritas musculosas se le traslucían, haciendo notorios sus hermosos pezones, ya que, por lo visto, nunca usaba corpiños.

Su tremendo culo y sus atléticas piernas, iban casi siempre enfundados en calzas de lycra o algodón que se adherían a su piel dibujando perfectamente el contorno de ese cuerpo que debía conocer de mil batallas. Quiero creer que su marido sabía que era muy cornudo, así como el también tendría sus aventuras en sus contínuos viajes, ese pedazo de mujer necesitaba ser satisfecha a menudo, no podía apagarse tanto fuego con tan poca agua....

Para colmo, la cruzaba obligatoriamente todos los días, ya que ella era la dueña y encargada de atender un pequeño y coqueto negocio de flores frente a la estación, por lo tanto, nos veíamos cuando me iba a trabajar y también cuando volvía, dado que yo tomaba el tren en esa misma estación.

Siempre le decía alguna pavada tal como que ella era la que más resaltaba entre todas las flores y ese tipo de cosas, sin conseguir demasiado. Hasta que un viernes todo cambió misteriosamente para mí. Le dije como al pasar, otro de los acostumbrados piropos, me sonrió y me empezó a dar charla animadamente. Esto me pareció sumamente extraño, ya que nunca pasaba de una sonrisita de compromiso.

Pero esa tarde, hablamos de montones de cosas, esto me resultaba apasionante porque nunca había tenido oportunidad de hablar tanto con ella. Verla tan de cerca, gesticular y analizar las pequeñas muecas que hacía con su cara al hablar, me hizo encariñarme de cierto modo con ella y, obviamente, calentarme aún un poco más.

Nuestra conversación se fue diluyendo de a poco, hasta que nos despedimos con un beso en la mejilla. Cuando me iba, me dijo si a la tarde siguiente querría pasar por su casa a tomar unos mates o a conversar un rato más, ya que el sábado no trabajábamos ninguno de los dos, yo porque no era día laboral para mí, ella, por decisión propia.

Entre la grata sorpresa y la alegría, le contesté que por supuesto, no habría problema, a eso de las cuatro de la tarde, pasaría por su casa.

Completamente extrañado por tan radical cambio de actitud, me fui a casa, dejé las cosas sobre la cama, me cambié y partí rápidamente a mi cita obligatoria de los viernes después del trabajo, fútbol con mis amigos.

Para ahorrar detalles innecesarios, el partido estuvo muy bien, transcurriendo todo con normalidad, pero cuando terminamos de jugar y nos juntamos todos en el kiosko de la esquina para tomar algo, Fernando, uno de mis amigos, me dice:

¨Cheee, hablaste ya con Mía?¨.

Le dije:

¨Sí, porque me lo preguntás?, me extrañó bastante pero me dio más bola que nunca....nos pusimos a hablar hoy cuando yo venía del laburo...¨

Fernando codeando a otro de los chicos, lanzó una carcajada.

Como yo no entendía nada, le dije;

¨De que te reís pelotudo?¨

Y me respondió;

¨Pasa que estuve hablando hoy temprano con Mía, y así como al pasar, jodiendo con cuestiones sexuales, deslicé en la conversación que vos sos el de la tripa más grande del grupo de amigos¨.

¨Pero vos sos un marmota, si eso no es verdad!¨

¨Bueno, pero por lo menos te ayudó a que te dé bola, o no?, viste como le interesás ahora a la guacha?¨.

¨La verdad que sí, bueno es evidente que le gusta la verga como loca, pero boludo, como le vas a decir eso si vos y Claudio la tienen más grande que yo y uds. dos ya estuvieron con ella?¨

¨Bueno, un tercer puesto entre diez no está tan mal, no?¨

¨Y bueh, igual no me queda otra que ir con el equipamiento que porto de fabrica, asi que...ja ja que le voy a hacer?¨.

¨Cuando se encuentran?¨

¨Mañana a la tarde en casa de ella¨.

¨Buenísimo loco, suerte¨.

Esa noche, casi no pude conciliar el sueño, las posibilidades rebalsaban mi cabeza y tanto tiempo de desear acercarme a Mía, ahora estaba por verse compensado, pero habría que ver como zafaba de la broma-ayuda de mi amigo.

Aprovechando que el sábado no trabajaba, me quedé hasta bien tarde en la cama, tratando de recuperar el sueño perdido durante mi noche en vela. Me levanté cerca de la una de la tarde y me dí una buena ducha, me vestí, almorcé y maté el tiempo con la playstation tratando de no pensar demasiado.

A eso de las cuatro salí hacía la casa de Mía, ansioso pero sereno a la vez, tampoco era la primera mujer con la que iba a estar, ya lo había hecho con muchas. En cuanto a la broma, si bien mi verga no es lo que Fernando le había contado a Mía, estaba seguro que no iba a pasar papelones ni nada similar, con unos 19 centímetros en erección no se está nada mal en ese aspecto, no?, por otra parte, yo no me pensaba hacer cargo de esa situación, así como ella no me revelaría lo que había hablado con mi amigo, yo tampoco tenía porque saber nada, por lo tanto, mi plan era disfrutar sin problemas, no pensar en tener que cumplir con una determinada expectativa ni nada por el estilo, en todo caso, si ella se veía decepcionada de que no tuviera una pija de 25 centímetros, era su problema.

Estaba tan sumergido en estos pensamientos, que casi sin darme cuenta, llegué a la puerta de su casa, toqué el timbre y enseguida salió ella misma, me abrió la puerta y con un beso de amigos me invitó a pasar.

Llevaba una diminuta remerita de hacer ejercicios sin mangas, obviamente, se notaba por sus erectos y llamativos pezones, que debajo no había soutien. Unos minishorts que a duras penas cumplían minimamente con su cometido casi imposible de abarcar todo ese culo impresionante y unas coloridas ojotas, era un atuendo bien de entrecasa, pero no dejaba de verse infartante por más simple que fuera vestida.

Caminaba delante de mí, hacia la cocina, me iba hablando de la casa y de las refacciones que necesitaba, yo asentía y emitía algún ¨Ahᨠoportuno, pero realmente toda mi atención estaba concentrada en un solo punto, su culo espectacular que se movía de una lado al otro provocativamente, debido al sensual movimiento que imprimía a sus caderas al andar.

Cuando llegamos a la cocina, nos sentamos uno a cada lado de una pequeña mesita, me ofreció unas galletas, tomé una mientras ella ponía agua a calentarse para hacer mate.

Volvió a sentarse y no sé si por su forma de ser o como parte de estudiados movimientos, resaltaba partes de la conversación tocándome o directamente agarrando una de mis manos que descansaba sobre la mesa.

Como al pasar le pregunté por su marido, me respondió que estaba cerrando un importante trato de venta en Paraguay y que no volvería hasta la próxima semana...

Unos minutos después volvió a levantarse, ya que el agua estaba a punto de hervir, al igual que yo con los roces de sus manos en mis brazos. Cuando fue a darse vuelta, la tomé por el brazo y atrayéndola hacia mí le comí la boca de primera. Me devolvió el beso en forma apasionada, agarrando fuertemente mi culo con sus manos y metiendo su lengua en mi boca como si hubiera esperado mucho ese instante, casi desesperada. Me sorprendió un poco el énfasis que puso en el beso, la forma en que llevaba las riendas de lo que estábamos comenzando, yo estaba acostumbrado a ser quien guiaba cuando estaba con una mujer, pero en este caso, Mía se impuso de entrada como la que manejaría los hilos en nuestro encuentro. Ya que yo era quién había dado el puntapié inicial y ella ahora estaba completamente sacada, desenfrenada, la dejé hacer, no sin ponerle muchas ganas y pasión.

Mientras me besaba frenéticamente, me traspasaba saliva todo el tiempo, me chupaba los labios con ansias, lengueteaba mi barbilla y mi cuello apasionadamente, haciendo lo mismo yo con ella y mojándonos mutuamente con nuestra saliva.

En un instante, me separó de ella con un empujoncito para tomar distancia y comenzó a sacarse en forma muy sensual su diminuta remerita, la movía hacia los costados bailoteando en forma super sexy, moviendo lentamente las caderas, para luego, con un leve tironcito por encima de su cabeza, retirarla por completo, dejando ante mi vista extasiada, dos pesadas y bamboleantes, pero paradas mamas, portando inmensas areolas sonrosadas, las que estaban coronadas por dos preciosos pezones bien parados y un tanto mas oscuros que sus areolas, casi rojizos. Pero el conjunto era sumamente atractivo, rezumando potencia de hembra experimentada y lujuriosa continuó con su show y sin dejar de contonearse, comenzó a bajar poco a poco su shortcito, dejando a cada instante más y más piel al desnudo. Finalmente, la diminuta prenda quedó en el suelo entre sus perfectas piernas, entonces dio una vueltita con las manos recogiendo su cabello por detrás de la nuca. Una pequeña bombachita roja tapaba apenas su parte delantera y se hundía increíblemente en su culo por detrás. Que mujer!, no podía dar crédito a tener semejante hembra servida en bandeja, pero tenía que despabilarme de ese ensueño y actuar....

Me acerqué a ella y la besé suavemente, mordí su cuello y sus hombros, para luego tratar de abarcar con mi boca esas tetas erectas, mordisqueé sus pezones, les pasé la lengua, los mordí a gusto mientras ella gemía relajada y deseosa. Después de un buen rato de manosear, morder y chupar sus pechos, empecé a bajar su tanguita con la mano derecha mientras estimulaba su clítoris con un dedo de la izquierda, ella, completamente entregada, me besó con más fuerza y con su tanga aún en las rodillas, se separó un poco de mí, desabrochó uno a uno los botones de mi camisa, al tiempo que besaba mi pecho y mordisqueaba mis tetillas. Mis pantalones eran jeans abotonados, por lo que de un solo y fuerte tirón, desprendió todos los botones para comenzar a bajarlos, solo lo hizo a medias, debido a su ansiedad por revelar el contenido de mi slip que ya abultaba notoriamente.

Cuando deslizó el calzoncillo hacia abajo, mi verga saltó como impulsada por un resorte invisible y un húmedo latigazo cruzó la cara de Mía. La calentura que ella me provocaba era tanta, que mi pija se había llenado de líquidos preseminales, por lo que, cuando se liberó, salpicó su contenido en la hermosa cara de mi rubia.

Sus ojazos verdes me miraron fijamente, pasó su dedo índice por la ráfaga de mis líquidos en su cara y cuando lo abarcó casi todo a lo largo de su dedo, lo llevó a sus carnosos labios y lo chupó hasta que no quedaron rastros de mi pequeña descarga, saboreandolo como si se tratara del mas delicioso de los helados.

Su actitud natural y sexy, me puso más que loco, mi verga anhelaba su contacto, sentía un hervor dentro mío y la necesidad de expulsarlo sobre esta hermosa puta. Allí de pié y con los pantalones todavía a la altura de los muslos, me los bajó un poco más y relamiéndose, abrió la boca y se clavó mi poronga hasta el fondo de la garganta, la tragó toda como si fueran solo cinco centímetros. Yo podía sentir como, cuando llegaba a su garganta, ella la forzaba y hacía que mi pija la traspasara, dándome una especie de cogida oral. De todas las veces que me la habían chupado, nunca ninguna mujer me había hecho esto de hacer pasar mi pedazo por su garganta. Era sumamente excitante, una sensación que agregaba bastante goce a la tradicional mamada.

Su chupada fue de antología para mí, era realmente una maestra en estas cuestiones, me mordisqueaba el tronco mientras lo manipulaba con movimentos circulares, como si se tratara del acelerador de una moto, ese movimiento envolvente con la mano mientras me deleitaba con su boca era demasiado, no me sentía muy lejos de acabar, ya que estaba muy pero muy excitado desde el momento en que la ví abrirme la puerta.

Unos momentos después, puso su culo casi en mi cara y continuó chupando mi verga, ofreciendo su concha a mi boca sedienta. Se la empecé a chupar con deleite y fruición, sentía su vulva empapada por la excitación, a cada instante, obvservaba el espectáculo de su increíble mamada y el bamboleo excitante de sus pesadas tetazas. Nuestro salvaje sesenta y nueve continuó por espacio de unos cinco minutos en los que Mía me acabó dos veces en la boca, en medio de por dioses, jadeos y gemidos varios.

En todo ese lapso, me sentía acabar casi contínuamente, pero ella se detenía siempre en el momento preciso, controlando así mi tiempo de culminación.

Cuando una vez más, sentí que acababa, se detuvo y chupó mis bolas y mi culo por un buen rato, dándome gran placer, cuando sintió que mi pija dejaba de palpitar con fuerza y el peligro de eyaculación pasaba, se montó a horcajadas sobre mí dándome la espalda y tomando mi verga erecta, la guió hasta la entrada de su concha enrojecida, apoyó mi glande sobre sus labios vaginales y cuando sintió que estaba bien ubicada, se empezó a mover procurando que el pedazo de carne se metiera en su concha.

Me cabalgó largos minutos en forma deliciosa, sus caderas hacían el deleite de mi verga enterrada en sus profundidades, con sutíles movimientos circulares y de sube y baja enloquecedores, me transportaba a un sueño, ya que eso era lo que representaba para mí, estar en esa situación con ella. Yo tomaba sus duras tetas por detrás apretándolas con fuerza y chupaba su espalda, para clavarme más en ella, la agarraba por el cabello, tirándo su cabeza hacia atrás, entonces yo levantaba mi cola y mis caderas del suelo, haciendo que mi pija llegara a su punto de máxima penetración. En un momento, levantándose de repente, me dejó por un instante y entró apresurada al baño, emergiendo al instante del mismo con un pote de aceite para el cuerpo y un desodorante.

Cuando llegó frente a mí, se quedó de pié, yo aún recostado en el piso, podía así admirar todo el porte de yegua de esa bestia que tenía allí parada. Ella abrió el pote de aceite y comenzó a vertirlo sobre mí, se agachó y lo distribuyó por todo mi cuerpo, untándolo fuertemente con sus manos en mi palo enardecido. Luego se esparció un poco de aceite sobre su voluptuoso cuerpo y se montó nuevamente sobre mi verga, pero esta vez, de frente a mí. Aprovechando esta posición, agarraba sus tetas y desparramaba sobre ellas los trazos de aceite que habían quedado....como me calentaban esas gomas resbalosas!, por dios!, eso me aceleró muchísimo.

Mientras me cogía, comenzó a frotarse el ano con aceite, luego de un instante tomo el tubo de desodorante y comenzó a chuparlo como si fuera un falo, para ese entonces, mis dedos habían tomado el lugar de sus manos en su propio ojete y se lo cogía literalmente con los dedos. Cuando su culo cobró una apropiada dilatación, hizo que retire mis dedos de allí y sin mas miramientos, se clavó el desodorante en el orto a modo de consolador.

Se autoestimuló durante diez minutos mientras seguía galopando sobre mi pija candente que entraba y salía sin parar de su vagina que no cesaba de chorrear, perdí realmente la cuenta de sus orgasmos, acabó innumerables veces sobre mi garcha y un par mas a causa del objeto que taladraba su retaguardia.

La excitación ya me embargaba en demasía, por lo que no creía poder aguantar mucho más, con jadeos entrecortados y alterado por la excitación, le avisé que en un instante acabaría, ella se puso en pié en seguida, se arrodilló a mi lado y comenzó a pajearme frenéticamente y a besarme en forma muy morbosa y con la lujuria trastocando sus rasgos me dijo;

¨Te corté la acabada tantas veces, que ahora vas a ver lo que es acabar de verdad, me vas a dar toda tu leche y me la voy a chupar toda toda, hasta que no quede ni una gota, entendés?, y después me vas a tener que coger de nuevo y de nuevo hasta que tus huevos queden secos, sabés pendejo?¨

Le respondí;

¨Te voy a garchar hasta que te duela la concha perra, me encanta cogerte, sos toda una fantasía para mí....sabés hace cuanto deseo hacerte todo esto?, ahhh, ahhh ahí te acabo!¨

Mientras manteníamos nuestra particular charla, Mía no había dejado en ningún momento de manipular mi miembro, por lo que había alcanzado un espectacular clímax y me encontraba en el punto de ebullición, sentía un gran ardor en mi interior que hervía a borbotones. Ella, poniéndose entre mis piernas, me lamía los huevos y con su mano continuaba pajeándome, cuando sintió que mi verga se tensaba en el esfuerzo final, la chupó deliciosamente, la mordió y la recorrió un par de veces con su suave y experta lengua, en ese instante comenzaron a brotar de mi pene, intensos y frondosos chorros de blanca y espesa esperma que Mía trataba de albergar inútilmente en su boca, la acabada era tan cuantiosa que le empapaba la barbilla, el cuello y algunas gotas se encontraban ya desparramadas sobre sus melones. Juro que ese fue el día en que más leche expulsó mi miembro de una sola vez, el trabajo de Mía había tenido resultados sorprendentes.

Sin dejarme siquiera descansar diez segundos, me puso su culo caliente sobre la cara, diciéndome;

¨Chupáme bien el orto nene, dame lengua, estoy recaliente!¨

Entonces, me dediqué a besar ese agujero precioso, separando sus potentes y bien formados cantos con mis manos, comencé a intentar penetrar en su ano con mi lengua, de tanto en tanto la levantaba un poco y le lamía larga y deliciosamente la raja de su concha que todavía goteaba y de la cuál se desprendía un gran calor. Mía se metió golosamente mi alicaída verga en la boca arrancándole las últimas gotas del anterior polvo, en cuestión de unos pocos segundos, me la puso a punto nuevamente, ya que la mamada que me daba para revivir a mi pija, era simplemente gloriosa. Nunca podré explicar en palabras el trabajo que realizaba esa mujer con la boca, algo maravilloso. Los dos gemíamos intensamente, pero ella insultándome me dijo;

¨Ahhh ahhggghh, asi pendejo de mierda, chupa ese culo que tenés que dejarlo listo para tu verga, quiero que la claves toda en mi hoyito y que me estaqueés como la cerda bien puta que soy, vení dale, claváme...¨

Cuando comprobó que mi nabo ya estaba al taco de nuevo y con grandes muestras de

calentura, se levantó, se puso en cuatro patas sobre un sofá, se tomó al respaldo del mismo, me ofreció su espléndido culo, abriéndolo con sus manos, clavando sus uñas en sus propias nalgas, me dijo;

¨Vení papi clava tu pija en este agujero, llenáme de carne¨

Ni lerdo ni perezoso, me pusé sobre ella, tomé el pote de aceite que estaba al lado del sillón y vertí una generosa cantidad sobre su ano y lo comencé a refregar fervorosamente con mi cipote, hasta que el pequeño agujero fue cediendo y abriéndose poco a poco para albergar al pedazo de carne, que a cada instante la invadía un poco más.

Desesperada por sentir el fragor y fricción de la carne en su culo, me espetó;

¨Dale, bombeáme, bombeáme fuerte, hacéme lo que quieras, lastimáme¨

Clavé entonces mi tranca a fondo y comencé a embestirla brutalmente, con fuertísimos movimientos que le arrancaban excitantes gritos ahogados. Le recogí el cabello sobre la cabeza y agarrándola de allí con fuerza, empecé a tirar de su pelo sin miramientos, acompasando cada tirón con mis propias estocadas.

Tras solamente un par de minutos, de darle y darle sin respiro, se ocupó en dejarme bien en claro que estaba teniendo un sensacional orgasmo que la dejó casi sin fuerzas debido a los fuertes espasmos y temblores con que culminó.

Sin importarme su acabada, seguí bombeando con fuerza en su dañado agujero posterior, cuando sentí que mi orgasmo se acercaba a pasos agigantados, pasé mis brazos por debajo de los suyos y asiéndola fuertemente por los hombros, continué clavándola hasta que mi leche le inundó los intestinos, la saqué rápidamente de su culo y le solté dos latigazos más de acuosa leche sobre la espalda para luego desparramarla con mis manos.

Se dio vuelta y me hizo sentar en el sillón, se puso en cuclillas frente a mí. Por lo que podía ver como de su culo brotaban abundantes colgajos de mi propia lefa, tomó mi pija aún erecta y palpitante por la reciente acabada y comenzó a mamarla nuevamente, apretando la punta de mi glande con sus dedos conseguía extraer hasta las gotas que habían quedado guardadas en los más recónditos intersticios de los cuerpos cavernosos de mi poronga. Su lengua y sus labios, merecen la mas alta de las calificaciones, ya que me deleitaban y enloquecían nuevamente, como ya habían hecho varias veces esa tarde.

Cuando la verga me quedó reluciente, pareció darse por satisfecha, en su cara se denotaba la satisfacción y un poco de cansancio por la intensidad de nuestra batalla. Me besó prolongadamente, el interior de su boca estaba revestido del gusto a mi leche, aunque no me importó en lo más mínimo, la besé con pasión, amasándo una vez más sus tetas de ensueño, chupando su cuello y volviendo a comerme sus pezones...

Finalmente nos duchamos juntos, besándonos y acariciándonos con deseo. Ver ese cuerpazo empapado y enjabonado es un espectáculo digno de presenciar, sobre todo si se tiene derecho a toquetearlo y besarlo a gusto y placer...

Salimos de la ducha, nos secamos con interminables muestras de pasión y deseo, luego nos vestimos y yendo hacia la cocina, me ofreció algo de tomar, acepté su oferta, por lo que aprovechamos para charlar un rato y darnos algunos besos más.

Le dije que debía irme pero no tendría problema en volver a visitarla, sonrió y me despidió con un húmedo y caliente beso de lengua diciéndome picaronamente;

¨Mañana a las cuatro?¨

A lo que respondí sin vacilar;

¨Por supuesto, hasta mañana hermosa.¨

Al día siguiente regresé, también lo hice el resto de la semana, incluso hubo un par de días en los que me quedé a pasar la noche con ella. Estuvimos así hasta el regreso de su marido.

Luego, cada vez que su esposo se iba de viaje, me llamaba o nos encontrábamos y arreglábamos algo juntos.

La pequeña mentira de mi amigo con respecto al tamaño de mi verga, pasó completamente desapercibida, o al menos nunca me hizo notar que no disfrutara a pleno de nuestras intensas cogidas que solían durar varias horas.

Recuerdo con gran excitación una oportunidad en que nos enfiestamos Mía, yo y dos de mis amigos que ya la habían cogido antes, pero ese será tal vez el material que dé forma al próximo relato...

Hasta la próxima.