De Vuelta A Los Estudios (Capítulo 1: Diana)

Ellas lo querían y yo una a una, se lo dí.

Primero me presento. Me llamo Guillermo, tengo 22 años. Mido 1.78, soy moreno tanto de pelo como de piel. Llevo el pelo corto y una barba de tres días. Estoy algo gordo, pero no es excesivo, más bien considero mi forma física algo atractiva, ya que nunca me han puesto problemas. O quizás sea mi personalidad, no lo sé.

Dejé de estudiar al cumplir los 16. Estaba aburrido de tantas matemáticas y obras literarias. Me puse a trabajar enseguida, no tuve ningún problema en encontrar empleo a pesar de mi falta de estudio.

Tengo muchas historias para contar desde que perdí mi virginidad. Quizás algún día las comparta con todos vosotros y todas vosotras.

Hace unos meses, debido a la pandemia, me hicieron un ERTE en la empresa en la que trabajaba. Eso supuso para mí un duro golpe, me entregué a la vagancia y al alcohol. Mi novia se cansó y se fue de casa.

Estaba cansado de mí mismo, de no hacer nada en todo el día y me propuse un cambio. Encontré un trabajo temporal mientras se resolvía el expediente del ERTE y me puse a estudiar de nuevo, donde lo dejé.

Nunca me ha gustado estudiar y mi primer día fue agotador. Lo único bueno fue que me sentaron entre varias chicas.

Una de ellas se llamaba María. Era un poco bajita, pero muy bien distribuida. Un culo de tamaño bastante apetitoso, bien formado, redondo y firme. Sus pechos no eran tan generosos, pero igualmente podían volver loco a cualquiera. Estaba un poquito rellenita, y eso le hacía estar todavía más buena. Su rostro era difícil de descifrar. Siempre tenía una expresión misteriosa. Su olor me provocaba unas inmensas ganas de abrazarla por la espalda y clavar mis labios en su cuello.

María solía vestir con pantalones vaqueros ajustados, camisetas y jerséis normales y una chaqueta, a veces de cuero. En algunas ocasiones, cuando hacía frío en clase, utilizaba un pañuelo o un foulard para cubrirse. Pero sin duda, mis días favoritos eran los que llevaba una falda o un vestido, con unas medias negras, unas botas y una camisa o camiseta con los bajos por dentro de la falda y mostrando abiertamente su escote.

Eran mis días favoritos porque normalmente solo llevaba una camisetita fina y la chaqueta de cuero. Eso le hacía tener frío y terminaba por pedirme sutilmente mi chaqueta.

Tenía una personalidad cambiante. De un momento a otro, fallaba en una cuenta matemática y ya estaba de mal humor. Aunque físicamente estaba para una follada de película y unas buenas pajas, nunca le hubiera pedido nada, de hecho, aun no he llegado a proponerle nada.

Otra chica se llamaba Diana. También era bajita y estaba algo menos repartida. Estaba igualmente algo rellenita, pero nada exagerado. Tenía el culo de lo más normal, nada nuevo, pero si por algo destacaba era por sus pechos.

Sus pechos eran muy generosos, casi siempre llevaba una camiseta escotada y siempre que podía, fardaba ante todos y todas de su gran atractivo. Más de una vez la he visto manosearse las tetas ante chicos y chicas. Me ponía a mil imaginar mis manos encima de ella.

Al contrario que María, Diana casi siempre vestía con el mismo patrón y nunca me había pedido la chaqueta, incluso apenas intercambiaba palabras conmigo, a pesar de lo extrovertida que era.

El resto de chicas no me llamaban para nada la atención, dos de ellas tenían muy buen culo y nada más, pero al igual que con María y Diana, como persona en sí, no valían la pena. Ellas mismas lo reconocían.

Durante algunas clases libres se formaban grupitos en los que se juntaba un chico con todas las chicas. Yo me quedaba en mi sitio mientras dos chicos me acompañaban. Aunque eran buena compañía, he de reconocer que muchas veces, hubiera disfrutado más estando solo.

En ese grupito improvisado, las chicas hablaban sobre algún cotilleo absurdo o bien, le explicaban a una chica muy inocente las cosas que hacían en su intimidad y Diana era la más explícita y la que menos inconveniente en revelar ese tipo de cosas tenía.

Durante esas charlas, he llegado a escuchar de todo, lo que me provocaban tales erecciones que me las tenía que esconder a base de revolverme en la silla.

Si hubiera estado éticamente correcto y permitido, os juro que hubiera sacado a todos de la clase, me hubiera encerrado con Diana y me la hubiera follado en la mesa del profesor.

Una mañana, llegué tarde. Decidí saltarme la primera clase y me quedé fuera del instituto, en mi coche. Estaba absorto en el asiento del conductor mirando cualquier absurda publicación de Instagram.

Rápidamente cerré la aplicación y tiré el móvil en el asiento del copiloto. Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Aun quedaba casi una hora para que terminara la primera asignatura.

Me quedé sumamente relajado y casi dormido, pues tenía sueño por el madrugón que me había pegado. De la nada oí unos golpes en el cristal. Abrí los ojos en busca de la fuente. Diana estaba en la puerta del copiloto pidiéndome entrar. Le hice una señal y se sentó en el asiento apartando mi móvil y dejándolo en la guantera.

Parecía tener frío. El termómetro marcaba 5 grados centígrados.

— ¿Tienes frío o algo? — Negó, pero mentía. Tenía la piel de gallina, quizás ante el contacto con la calefacción de mi coche. Llevaba una falda corta sin medias, imposible que no se estuviera muriendo de frío.

— Así que te saltas la primera clase, muy responsable por tu parte. — Volví a echar mi cabeza hacia el reposacabezas, cerrando los ojos de nuevo. Imágenes de Diana magreándose las tetas aparecieron en mi mente.

— Tú también te la estás saltando. — Respiró profundamente. Acercó su mano a mi rodilla, lo que me hizo pegar un bote.

— No estoy saltándome lo que llevo tiempo queriéndome saltar. — Subió su mano por mi muslo, apretando suavemente. Estaba paralizado, con los ojos abiertos como platos, observando su mirada clavada en mi entrepierna.

Llevaba el pelo húmedo, seguramente se hubiera duchado antes de venir a clase y probablemente se hubiera masturbado con el chorro de la ducha.

— ¿De qué mierda hablas? — Aparté su mano con cuidado, pues no quería violentarla, pero rápidamente la volvió a colocar en mi ingle. Desvió su mirada hacia los asientos de atrás, luego observó la calle donde nos encontrábamos, la cual estaba exenta de edificios ya que era la zona de los institutos. No había nadie.

— No tengo ningún problema en que me miren follando, pero creo que tu si lo tienes, así que vamos a la parte trasera. — Desabrochó el botón de mi pantalón, bajó la cremallera y coló su mano dentro.

Me tocaba por encima de los calzoncillos, palpando su tamaño y su nivel de rigidez. Parecía gustarle lo que sentía. Me miraba fijamente a los ojos y se mordía el labio con sensualidad. Se notaba que quería ponerme nervioso y cachondo. Lo que no sabía era que por el simple hecho de tenerla en mi coche y me tenía más que cachondo.

— No estás nada mal de tamaño para ser un tipo tan callado y tan poco definido. — Esa forma sutil de insultarme me puso a cien, aunque no era lo correcto. Me soltó una sonrisa de maldad.

— Bueno, parece que a alguien su cuerpo le juega malas pasadas, aunque yo esté “poco definido”. — Le lancé una sonrisa de superioridad que le borró la suya al instante. En su lugar, una expresión de enfado cruzó su rostro. Bajé del coche y volví a subir en el asiento trasero a espera de que ella hiciera lo mismo. Tras unos segundos, ya me estaba acompañando en los asientos traseros.

Me bajé los pantalones hasta los tobillos. Acomodé mi polla dentro del bóxer y me lancé a besarla. Enrollé su falda en su cintura y para mi sorpresa, no llevaba ropa interior.

— Ya venías con la intención de follar conmigo fuera aquí o en los baños, ¿cierto? — Asintió. — Pues si tantas ganas tenías de follar, vamos a hacer que la putita se sienta bien follada por el chico callado y “poco definido”. — Me besó con una pasión brutal. Devoraba mi lengua con la suya, mordía mi labio inferior a la vez que yo mordía el suyo.

Sus brazos rodeaban mi cuello con fuerza, sus piernas me dejaban total libertad de pegar mi pelvis con la suya. Su humedad mojó rápidamente la tela de mis calzoncillos. Su olor flotaba en todo el habitáculo. Sus pequeños gemidos retumbaban en mi deseo. Mis manos aprisionaban sus caderas con firmeza.

— Pensaba que me tocaría enseñar a besar al chico tonto del fondo de clase. — La miré desafiante. Me aparté de ella y le arranqué la camiseta literalmente. Sus tetas quedaron al descubierto, sus pezones erectos callaban cualquier grito de queja que ella soltaba por su boca. — ¿Eres imbécil? ¿Ahora que me pongo para ir a clase? — Posé mis manos en sus tetas sin pensármelo dos veces. Eran preciosas, blandas y suaves.

Las apretaba cuidadosamente una y otra vez. Mis pulgares rozaban sus pezones en círculos lentos. No pude evitar sucumbir a las ganas de lamerlos y morderlos. Se ponían más rígidos ante los movimientos de mi lengua. Mientras mordía uno y acariciaba el otro, Diana gemía y me tiraba del pelo.

Fui descendiendo por su abdomen hasta que llegué a su monte de venus. Perfectamente depilado, suave y empapado. Sin duda alguna, acerqué mi boca a ella, con mis dedos retorciendo y acariciando sus pezones. Lamí toda su vulva, bebiendo de sus fluidos. Eran entre dulces y amargos, suaves y fuertes. En definitiva, sabía deliciosamente bien.

Metía mi lengua dentro de ella tanto como podía. Sus dedos rizaban mi pelo. Mis manos manoseaban todo cuanto alcanzaban, mi lengua lamía su clítoris por patrones circulares y laterales. Poco a poco sentía como se iba acercando su primer orgasmo.

— Diana, no sabes cuanto he fantaseado con follarte como un puto poseso encima de la mesa del profesor. Créeme que, si no hubieras venido a por mí, te hubiera terminado arrinconando un día en los baños. — No lo hubiera hecho nunca, eso es acoso y probablemente abuso, pero parecía que le gustaba que la dominaran.

Bajé mis calzoncillos hasta las rodillas y Diana me hizo sentar. Me besó, saboreando su propio sabor. Era una guarra tremendamente sexy. Se inclinó hacia mi polla. Besó el glande con delicadeza, sacó su lengua y empezó a lamerme el frenillo con rapidez. Fue una sensación sublime.

Con una de sus manos sujetaba firmemente mi polla y con la otra acariciaba mis huevos. Engulló mi polla por completo hasta que sentí mi punta en su garganta. Succionaba de forma agresiva pero cautelosa. Recorría con la punta de su lengua cada vena de mi polla.

Empezaba a dolerme de la necesidad de aliviarme. La tumbé en los asientos y dirigí mi polla hacia dentro de ella. Seguía pellizcando sus pezones. Me besaba para ocultar sus gemidos. Lamía su cuello y el lóbulo de su oreja. Sentía sus escalofríos a la vez que ella mordía mi labio inferior.

Chupaba su lengua mientras entraba y salía de ella con furia. Notaba su cérvix chocar contra mí. Su mano se deslizó entre nosotros y empezó a acariciar su clítoris velozmente.

— Seguirás siendo un callado rarito al fondo de la clase. — Embestí con más fuerza, ella empezó a contraerse a mi alrededor, notaba sus paredes rozarme mucho más intensamente, notaba su calor más cerca de mí. Temblaba bajo mi cuerpo a la vez que se corría para mí.

— Tu seguirás siendo la puta que enseña su escote a cualquiera con tal de sentirse deseada. Tu serás la que vaya al baño todas las veces que pueda para tocarse pensando en lo que hemos hecho. Tu serás la que no querrá que nadie más me mire ni folle conmigo, pero, ¿sabes qué? Pienso follar con quien se me de la oportunidad, pienso follarte a ti cada vez que tenga ganas y no podrás negarte. — Me miraba con furia, pero me besaba como si se le fuera la vida.

Mis huevos empezaban a contraerse, mi espalda empezaba a enviar continuas corrientes eléctricas a mi polla. Todo el deseo se me acumulaba en la base. Diana volvió a gemir y eso bastó para que me vaciara dentro de ella durante diez embestidas más. Metí mi semen muy dentro de ella. La llené de mí. Y en cuanto terminé, salí de ella.

— Límpiame la polla, ahora. Luego iré a comprarte otra camiseta y te vendrás a mi casa. Hoy no vamos a dar clases convencionales. — Ella sonrió como la verdadera ninfómana que es y con determinación, chupó mi polla hasta dejarla bien reluciente.

Me vestí y me puse al volante de nuevo.

CONTINUARÁ…

Si os ha gustado, por favor hacédmelo saber escribiéndome un correo electrónico. Muchas gracias.