De vuelta a la casa del pueblo con mi prima 8

Esa noche, Ricardo y yo nos tiramos a mi prima con Elisa a nuestro lado. Ver a su hermano follándose a María mientras su novio la sodomiza, la excita y la perturba. Cuando la embarazada le pregunta si le apetece ser la siguiente, asustada sale huyendo incapaz de cometer incesto...

La rapidez con la que nuestra extraña relación se iba afianzando quedó de manifiesto cuando esa noche dormimos los cinco en la misma cama. Aunque con algún amigote había compartido cama mientras nos tirábamos a unas tipas, fue la primera vez en la que estuve con un gay. Por eso en un principio me mostré reacio y tuvo que ser mi prima la que le quitara importancia recordando a su prometido que no debía forzar el momento intentando un acercamiento a mí.

―Todavía estoy asimilando que me gusta estar contigo― respondió el gigantón tomándola de la cintura

Sus enormes bíceps levantándola como si fuera una pluma me impresionaron de tal forma que, muerta de risas, Elisa susurró en mi oído si me estaba dejando seducir por la idea de estrenarme con su hermano.

―No― me defendí mordiendo sus labios.

Mi tono la hizo reír:

― Yo misma estaría cachonda con la idea que me follara si no estuviéramos emparentados. ¡Está de muerte!

Sin llegármelo a creer, me vi observando el trabuco de Ricardo un tanto acomplejado por su tamaño y es que además de medir dos metros, ese hombre estaba cojonudamente armado. Pero lo que me dejó completamente desmoralizado fue la entrega de María pidiendo que nos la tiráramos entre los dos.

― ¿Cuál de sus agujeros de apetece? ― comentó Ricardo dándome mi lugar.

Isabel que hasta entonces se había mantenido al margen señaló mi pene:

―Como no te ayudemos creo que te resultará imposible cumplir con mi señora.

La pelirroja captó de primeras el motivo de mi falta de deseo y pegándose, comenzó a lamer mis mejillas diciendo lo mucho que le apetecía verme compartiendo hembra con su hermano:

―No sabes lo importante que es para mí.

Su insistencia me hizo comprender lo unidos que estaban y por eso no pude negarme a intentarlo cuando entre ella y la morena comenzaron a levantar mi hombría con sus labios mientras mi prima se empalaba con el miembro del hombretón.

―Pablo, quiero sentir que soy la puta de ambos― recalcó moviendo el trasero.

Viendo sus pechos rebotar al son que marcaba su asalto, decidí que al menos debía probar y por eso, poniéndome tras de ella, empecé a restregarme con su culo.

― ¡Por dios! ¡Amor mío! Date prisa y tómame― rugió al notar la creciente dureza de mi verga jugando en su ojete.

Consciente de mis problemas, Ricardo se mantuvo callado. Todo lo contrario que su hermana y mi sumisa que desde la cama azuzaban mi desempeño besándose entre ellas.

―Encúlame ya de una puta vez― echándose para atrás, gimió mi adorada prima.

Con ese movimiento y a pesar de seguir todavía morcillona mi verga entró dentro de ella.

―Sigue cabrón, quiero ser follada por mis hombres― insistió la rubia.

Mi media erección me permitió continuar y asiéndome a las pechugas de María con desesperación, volví a metérsela. El gemido que pegó al sentirse horadada por ambos agujeros me hizo olvidar a su prometido y con más confianza comencé a cabalgar sobre ella. Poco a poco, me fui liberando de perjuicios y coordinando mis movimientos con los de Ricardo, cada vez que se la sacaba del culo, él se la metía hasta el fondo del coño.

―Ama, ¿qué se siente al ser empotrada por los dos machos de nuestra familia? – preguntó Isabel mientras era masturbada por Elisa.

Totalmente eufórica, la rubia contestó:

―Estoy en la gloria.

Al exteriorizar su calentura, la morenita se abalanzó sobre su dueña y llamando a Elisa, le pidió que tomaran juntas sus pechos. La pelirroja no puso objeción alguna y contagiada de la pasión reinante, tomó entre los dientes la areola que había dejado libre provocando las risas de mi prima:

― ¿Os habéis fijado que es la primera vez que estamos los cinco amándonos?

Fue entonces cuando reparé en que el gigante estaba acariciando tanto a Isabel como a Elisa y que a esta última no parecía importarle sentir los dedos de su hermano recorriendo su piel. Esa aceptación que en otro momento me hubiera indignado, curiosamente la hallé natural al no verlo como incesto sino como producto del cariño que compartíamos y alucinado conmigo mismo, grité:

―Hagamos saber a estas tres putas con qué clase de hombres se van a casar.

Azuzado por mis palabras, Ricardo cogió de la melena a la morena y tras morderle los labios, repitió el gesto con la que compartía los mismos genes. La sorpresa de sentir la lengua del gigantón forzando su boca hizo sollozar a Elisa, pero lejos de rechazarla se dejó llevar diciendo en su oído un “te quiero”. Impactado por lo que acababa de oír y dándose cuenta quizás de lo que acababa de hacer, volvió a besarla mientras le decía:

―Yo también te amo.

Esa tierna declaración de amor que nada tenía de fraternal azuzó más si cabe la lujuria de mi prima y demostrando lo poco que le importaban los convencionalismos sociales, pidió a la pelirroja que ya tendría tiempo de disfrutar de las caricias de su hermano.

―Es mi turno y quiero que la familia en pleno sea la que me folle.

Todos los involucrados vimos en ella a nuestra matriarca y respondiendo a su orden, obedecimos sin pensar y mientras Ricardo yo incrementamos el ritmo de nuestro asalto, las dos mujeres la besaron. Al sentir María, dos penes, cuatro tetas y ocho manos amándola no pudo más y pegando un alarido de placer, se corrió sobre la cama chillando de felicidad. Su orgasmo llamó al mío y el mío al del gigante y entre ambos llenamos sus dos agujeros con nuestra simiente mientras Isabel y Elisa sonreían.

― ¿A cuál de mis zorritas le apetece ser la siguiente en ser amada por mis dos machos? ― preguntó ya agotada.

La pelirroja no pudo dejar de sonrojarse al saberse incluida en la pregunta y asustada por las consecuencias, salió huyendo de la habitación. Asumiendo nuevamente que era la jefa del clan, mi prima mandó a Ricardo por ella:

―Creo que tenéis que hablar.

Comprendiendo que así era, se levantó y corrió tras su hermana, dejándome con Isabel y con María.  Ya solos, la pequeña sumisa fue la que se atrevió a decir lo que todos éramos conscientes pero que nadie se había atrevido a mencionar:

―Los hemos forzado demasiado y quizás los perdamos a los dos.

Como era algo bastante probable, esperamos nerviosos que volvieran. Cuando retornaron con los ojos rojos, supimos que habían llorado y por ello cuando se tumbaron en la cama sin decir nada, ninguno preguntó y solo los abrazamos.

Al despertar, me vi solo en la cama con Ricardo sin la compañía de las mujeres y un tanto cortado al notar que quería hablar de lo sucedido, pregunté por la conversación que había mantenido con su hermana. Con lágrimas en los ojos, el hombretón se echó a llorar mientras me contaba que Elisa le había dejado clara su reluctancia a recibir de él algo más que amor fraternal.

― ¿Acaso tú la deseas? ― tanteé extrañado por su dolor.

―No, pero anoche creí que ella sí y no queriendo que se sintiera al margen, la acaricié... –asumiendo por mi mutismo que lo comprendía, añadió: ―... ¡ahora me considera un cerdo!

A pesar de estar ambos desnudos, la angustia del saco de músculos me hizo abrazarlo al responder:

―Tranquilo, en cuanto asimile que fue un error, todo volverá a su cauce.

Berreando como un crio, me rogó que lo ayudara a conseguir su perdón.

―No podría soportar que me odiara― insistió posando la cara sobre mi pecho.

Plenamente consciente de su desnudez, me percaté de dos cosas: la primera es que ese adonis no provocaba en mí ningún tipo de deseo, pero también de que por extraño que me pareciera, no me desagradaba el contacto de su piel.  Eso curiosamente, me agradó y consolándolo, le ofrecí mi ayuda:

―Si queremos ser una familia, nos tenemos que apoyar entre nosotros.

Levantando la mirada, sonrió:

―Eres un hombre del que me podría enamorar.

Horrorizado porque me hubiese malinterpretado, me separé de él. Al ver su cara de cachondeo, me giré y con la mano abierta, azoté su trasero riendo:

―Eres una loca libertina.

Denotando la misma naturaleza traviesa que tanto amaba en Isabel, el gigantón se puso a cuatro patas sobre la cama mientras exagerando sus gritos reclamaba que le diese otra nalgada. Sabiendo ambos que era broma, alternando ambas manos sobre sus cachetes, le sometí a una serie de azotes que atrajeron la curiosidad de la única que no habíamos previsto:

― ¿Qué ocurre aquí? ― desde la puerta preguntó la pelirroja.

Desternillado, respondí:

―Tu hermano está arrepentido y me pidió que lo castigara.

Percatándose que el motivo de la reprimenda era ella, sintió que debía participar en la misma y sacando la fusta que habíamos usado con Isabel, me sustituyó flagelando el trasero del gigantón. Lo que no previó fue que ese castigo despertara el carácter sumiso de su víctima y menos que con el pene erecto, le pidiera entre sollozos que siguiera:

―Me lo merezco por ser un pervertido que se excita con su hermanita.

Enfadada con su actitud, Elisa incrementó la potencia de sus mandobles sin reparar en el color que estaba tomando el culo del hombretón.

―Debería dejar que Pablo te rompiera el culo por maricón― añadió sin dejar de azotarlo.

La mera mención de mi nombre hizo que Ricardo eyaculara sobre las sábanas incrementando el cabreo de la pelirroja, la cual totalmente fuera de sí, tomó su verga todavía chorreando y retorciéndosela cruelmente, lo amenazó con castrarle. María alertada por los chillidos de su prometido llegó a la habitación y al contemplar la forma en que los hermanos estaban resolviendo sus diferencias, decidió no intervenir.

La indignación de Elisa alcanzó el camino de no retorno cuando notó que entre sus dedos crecía la virilidad que torturaba.

―Pásame el arnés.

Como es lógico me negué a dárselo y por el contrario intenté que recapacitara, sabiendo que luego iba a arrepentirse. Pero entonces desde la cama, el morenazo me rogó que se lo diera.

―Prefiero ser su juguete a que me odie.

Cayendo en lo cerca que había estado de violar a alguien de su propia sangre, la pelirroja contestó mientras lo abrazaba:

―Perdóname. No sé qué me ha pasado.

―Yo tampoco― replicó Ricardo acogiéndola entre sus brazos.

La ternura de esa reconciliación me hizo dejarlos lamiendo sus heridas y extendiendo la mano a mi prima, le pedí que me acompañara. Ya de camino a la cocina, María susurró satisfecha:

―Ahora que saben sus límites, no tenemos por qué preocuparnos.

Sin estar de acuerdo, preferí no mencionar que lo que habíamos sido testigo no era el final sino el comienzo y que, si no me equivocaba a ese asalto fraterno, le seguirían otros...

21

Tras el desayuno en el que nadie comentó lo sucedido, me fui en compañía de Elisa a recibir a los auditores mientras Ricardo se acercaba a la empresa con el encargado de sistemas para realizar un cambio en los servidores que hiciera inviable que alguien los borrara. Esa mañana fue la pelirroja la que condujo el Maserati, pero no me importó al darme eso la oportunidad de preguntarle cómo seguía. La chavala comprendió por donde iba mi pregunta y totalmente colorada, contestó:

―Estoy todavía asimilándolo. No comprendo la mala leche que se me puso al verte azotando a mi hermano.

Intrigado, ya que hasta entonces había supuesto que su cabreo venía de haber sido manoseada por él, quise que se extendiera y para ello, comenté que no había nada sexual entre nosotros.

―Ahora lo sé, pero en ese momento sentí que me estabas traicionando.

Que sintiera celos despertó mis alertas, no en vano María y el retoño que crecía en su vientre eran mi prioridad. Por ello, midiendo mis palabras, le hice ver que amaba tanto a mi prima como a Isabel.

―Y por eso me traéis loca. Jamás había conocido unas personas tan abiertas sexualmente y sé que a vuestro lado seré feliz.

― ¿Entonces? ― insistí formulando una pregunta abierta para que fuera ella la que la dotara de contenido.

―Creía tener claro mis sentimientos hasta que vi al perro de mi hermano a cuatro patas disfrutando de tus azotes.

Que nuevamente insinuara un contenido erótico a lo que era un juego, me avisó que por ahí iban los tiros.

―Cariño, desde que tú misma provocaste que por un lado Ricardo y María se comprometieran y por el otro nosotros dos, sabías que nuestro destino sería formar una única familia.

―Coño, pero eso no incluía que tuviese que competir con mi hermano por tu amor. Para mí estaba claro que siendo cinco, formaríamos dos grupos unidos pero distanciados con María e Isabel como nexo de unión.

―Así es. Sigo considerándome completamente hetero y no me pasa por la cabeza tener un escarceo con Ricardo y comprendo que tú tampoco lo quieras.

Parando al margen de la carretera, se giró y con las mejillas coloradas, se atrevió a susurrar:

― ¿Qué me dirías si te reconociera que me excitó veros amando los dos a María?

Quitando hierro a su pregunta, contesté:

― ¿Recuerdas la otra noche cuando vimos el estreno de tu hermano con mi prima y nuestra sumisa? Contemplar como Ricardo disfrutaba me calentó, pero eso no quiere decir que deba por ello romperle el culo.

―Joder, ¡Pablo! Mi hermano no me tocó hasta que no me restregué contra él... ¡fui yo la que lo incitó a cometer incesto!

―Los dos sois mayores de edad y sería algo consensuado. Siendo diferente, María y yo ya pasamos por eso― señalé.

Respirando parcialmente consolada por mis palabras, contratacó:

―Para mí, sigue siendo un tabú y sé que me arrepentiría.

―Pues entonces, no lo hagas. No es necesario.

Creyendo que le había hecho entrar en razón, nunca me esperé que dijera:

―No quiero sentirme aislada. Por eso cuando me enfadó tanto el verte con Ricardo... sé que, si algún día te lo tiras, tendré que acostarme con él para no perderos y eso es lo último que quiero.

―No tienes por qué preocuparte. Puedo llegar a considerarlo algo más que un amigo, pero no me atrae sexualmente.

Sonriendo, encendió el coche y se mantuvo en silencio hasta llegar al aeropuerto, donde antes de aparcar zanjó el tema diciendo:

―Si tú me lo pidieras, me dejaría empotrar por él siempre que estés presente.

Asumiendo que en realidad me estaba informando de su completa entrega, vi el momento de pellizcarle un pecho diciendo:

―Si tú me lo pidieras, puede que le rompiera el culo, pero nunca dejaría que me lo rompiera él.

La alegría de la pelirroja fue notable al exteriorizar mi complicidad y cogiendo el bolso, nos bajamos a recibir a los que iban a revisar las cuentas de la empresa que habían heredado. Jon había prometido enviarnos un equipo de tres auditores y por eso cuando nos encontramos con la sorpresa de que eran cinco, tuvimos que dividirnos en dos coches. La jefa del grupo, una castaña de unos treinta y tantos, decidió ir con nosotros mientras sus subordinados cogían un taxi.

―Quiero que me pongáis en antecedentes― comentó mientras metía su maleta en el Maserati.

La falta de experiencia de Elisa en esos temas provocó que fuera yo el que llevara el peso de la conversación durante el trayecto, de forma que al llegar a la inmobiliaria había conseguido explicar la situación que había descubierto a la tal Patricia. Por las preguntas que me hizo, comprendí que nada de lo que dije la tomó de nuevas. Tras aparcar frente a la entrada, se lo hice ver y quise que me explicara a qué venía ese interrogatorio cuando era evidente que con anterioridad a su llegada el socio responsable la había puesto al día.

―Quería confirmar el alcance de lo que tenemos investigar― contestó y sin reparo alguno, añadió: ― Por lo que entiendo, tú no trabajas en la compañía y tu intervención se limita a servirnos de enlace.

―Así es, directamente no tengo otro interés que ayudar a los hermanos.

Confieso que al desmarcarme mi intención había sido dar su lugar a los afectados con el supuesto desfalco, por eso me pilló con el pie cambiado cuando la pelirroja empezó a despotricar cabreada que eso era mentira.

―Por supuesto que te interesa. No eres un amigo, ¡eres mi prometido!

Sin comprender la razón de su cabreo, traté de tranquilizarla diciendo que el que nos fuéramos a casar no era relevante para lo que estábamos hablando:

―Desde un punto legal o fiscal, en tu empresa no existo. No soy ni tu empleado ni tu socio y que tengamos planeado un futuro en común no afecta en nada al trabajo de Patricia como auditora.

―Me da igual, tenías que habérselo explicado― insistió.

La recién llegada no se mordió la lengua cuando decidió intervenir:

―Doña Elisa, ya me ha quedado claro que es su hombre. Pero, aunque no lo fuera, existe un protocolo por el cual no podemos intimar con los clientes... y aunque técnicamente no lo es, en la práctica es quien nos ha llamado.

He de decir que hasta oírlo de sus labios no me había percatado de que su queja venía motivada por los celos y todavía asimilándolo, escuché a la pelirroja contestar:

―Ahora que todos sabemos a qué atenernos, os dejo trabajar. Cuando acabéis, amor mío, te espero en casa.

La sonrisa de la especialista viéndola marchar fue reveladora: para ella, Elisa era una celosa patológica. No pudiendo más que callar, esperamos que llegaran su gente para entrar a la oficina donde Ricardo aguardaba impaciente nuestro arribo.

―Ya hemos cambiado el protocolo del servidor. A partir de este momento, solo mi perfil tiene la capacidad de formatear los discos duros― nos anticipó al vernos entrar con el resto del equipo.

Como no podía ser de otra forma, la auditora alucinó con su cliente y recreándose la mirada en los voluminosos bíceps del hombretón, esperó a que se lo presentara. Tal y como preví, cuando Ricardo la estrechó entre sus brazos, Patricia se quedó babeando al sentirse minúscula frente al gigante mientras bajo la blusa los pezones la traicionaban.

«Menuda desilusión va a sufrir cuando se entere que es gay», estaba pensando cuando olvidando su antigua sexualidad el adonis se permitió el lujo de piropearla.

El color de sus mejillas dejó en entredicho la profesionalidad de la mujer y casi tartamudeando, empezó a distribuir el trabajo entre sus subordinados pidiendo mi ayuda a la hora de empezar a revisar todo aquello que había despertado mis alertas.

―Como verás los gastos financieros están desbordados― comenté señalando los rubros que me había parecido extraños.

Tras un primer análisis, la mujer se quedó pensando y llamando al informático le sugirió hacer un pequeño programa que agrupara los pagos por banco y sucursal y no por empresa receptora. Al preguntar el motivo, contestó:

―Cuando hay un desfalco, los responsables suelen usar varias empresas como fachadas para sacar los fondos, pero son pocos los que tiene la precaución de cambiar la ubicación de las cuentas. Te parecerá raro, pero al necesitar la colaboración de las oficinas bancarias para sus mejunjes lo habitual es que operen siempre en la misma.

Al ser algo sencillo, el chaval no tardó en sacar un listado y tras delimitar la sucursal donde operaban la compañía que había localizado, comprobamos que eran cuatro más las fachadas usadas por los familiares de los hermanos.

«Es acojonante», pensé al ver que los datos le daban la razón a Patricia.

La sonrisa de la castaña fue tan evidente que preferí quedarme al margen mientras iba desgranando los movimientos a estudiar. La rapidez con la que iba saltando de un apunte a otro me hizo comprender que había mordido en hueso y sabiendo que no tardaría en darme una primera valoración de lo robado, llamé a Ricardo:

―Macho, o mucho me equivoco o es peor de lo que pensaba. Yo que tú iría llamando a un abogado para que vaya preparando la querella.

El bonachón se me quedó mirando:

― ¿Tan grave es?

―Eso pienso y creo que debes asegurarte que tus primos no puedan entrar a estas instalaciones a robar información.

Durante dos horas, los auditores siguieron desgranando todos los movimientos sin anticiparnos lo que habían hallado hasta que cerca de las dos la jefa nos llevó a un despacho donde puso sobre la mesa las primeras conclusiones a las que habían llegado.

―Siendo todavía preliminar, hemos encontrado indicios de mala fe en los registros de la compañía. De confirmarse...― comentó sin mojarse: ―... supondría un ilícito penal que acarrearía cárcel.

― ¿De cuánto hablamos? ― pregunté.

―Todavía es pronto para cuantificarlo, pero al menos en los cinco años que estamos revisando hablaríamos de quince millones de euros.

Al oír la cifra, nos quedamos petrificados. Como era un escenario que no habíamos contemplado, únicamente pregunté si la inmobiliaria corría peligro de quiebra.

―Afortunadamente, no. Hemos llegado a tiempo y la situación sigue siendo desahogada, pero mientras tanto desaconsejo la inversión en compra de terrenos en Casablanca que teníais preparada hacer la próxima semana.

― ¿De qué compra hablas? Nadie me ha hablado de invertir en Marruecos― asustado al fin, Ricardo comentó.

Sacando un expediente al que había llegado a través del banco involucrado, Patricia contestó:

― Según esto, la compañía va a comprar cien hectáreas de playa por noventa y ocho millones avalando la operación con los inmuebles que posee.

Desolado por las consecuencias, el hombretón se desmoronó como un crio y llorando me rogó que le aconsejara qué hacer.

―Antes te insinué que hablaras con un abogado para preparar una querella, ahora pienso que lo más urgente es que les quites los poderes para que no puedan actuar en tu nombre.

No hizo falta que insistiera y a pesar de ser domingo, tomó el teléfono y llamó al notario que le llevaba los asuntos.

―Manuel, tengo un problema y necesito que vengas a mi oficina.  Voy a necesitar que traigas papel timbrado de tu notaria por si debo firmar algo.

El notario protestó por ser su día de descanso, pero el prometido de María no cedió y quedó con que se pasaría en media hora. Mientras lo esperábamos, el equipo desplazado a la isla desde las Palmas reunió más pruebas y por eso al llegar el encorbatado, ya no tenía dudas de lo que tenía que hacer y directamente le informó que quería el cese de todos sus familiares y que fueran despojados de la capacidad de obrar en representación de la inmobiliaria.

Al ser Lanzarote un lugar pequeño, ese hombre también era el notario del tío y temiendo que le salpicara el tema, no insistió y redactando los documentos que le requería le pidió que los firmara.

―Aprovechando que don Manuel está aquí, sería bueno que hiciera entrega a los involucrados de la cancelación de sus poderes para que se abstengan de usarlos― añadió Patricia demostrando que estaba versada en esos temas.

Cogiendo el toro por los cuernos y tras el plácet del notario, el gigantón se ofreció a acompañarlo al restaurante Aguaviva donde esa familia en pleno comía los fines de semana. Sin poderse negar, el fedatario público aceptó desplazarse hasta allí diciendo que podía ir solo.

―No se preocupe, será un placer verles las caras cuando les haga entrega del cese― Ricardo comentó.

No tuve que ser un genio para comprender que no se fiaba de él por los posibles vínculos y para hacer bulto más que nada, me uní a los dos mientras dejábamos a los auditores trabajando. Ya en el coche, la tensión se masticaba. Mirando de reojo a mis dos acompañantes, observé que ambos estaban al borde del infarto.

―Sería conveniente que llamaras a una empresa de seguridad que desde hoy les prohíba la entrada― dejé caer mientras aparcábamos.

Cogiendo el móvil, el prometido de mi prima llamó a un conocido y concertó con el que dos guardias jurados se acercaran esa misma tarde a la sede social para cerrarla a cal y a canto. Con eso resuelto, llegamos al local. Desde que vio sus coches en el parking, Ricardo supo que había acertado y que al menos sus primos estaban comiendo ahí.

―Al mal tiempo, buena cara― susurró para sí sacando el coraje que necesitaría en breves instantes.

Al entrar descubrimos que Ignacio como su hermano Andrés estaban charlando animadamente con su padre y sin saber lo que les venía encima, nos saludaron simulando una supuesta cordialidad que terminó en el instante en que el notario les hizo entrega de las escrituras con su cese.

― ¿Quién cojones te crees para echarnos de la empresa que creo mi abuelo? ― gritó su tío Eugenio.

Sin medir las consecuencias, contestó:

―El socio mayoritario de la misma y el que os va a meter en la cárcel si no devolvéis lo robado.

Supe que había cometido un error al anticiparles que se había enterado de sus malos manejos, pero jamás sospeché que haciendo alarde de lo bien que habían hecho las cosas ese anciano contestara que le iba a ser imposible demostrarlo.

―No dicen eso los auditores que tengo poniendo patas arriba la oficina y, por cierto, avisa a tus contactos que lo de Casablanca no se va a hacer.

―No sé a qué te refieres― replicó ya no tan seguro.

Envalentonado por la súbita palidez de sus familiares, Ricardo añadió:

―Hablo de la estafa que estabais preparando en mi contra.

Parcialmente repuesto de la sorpresa, Ignacio, el que hasta entonces había fungido como director financiero vio necesario tender un puente y buscar una negociación.

―La única forma de que no os denuncie es que me devolváis los veinte millones que habéis saqueado de las arcas― exagerando las cifras señaló.

En el rostro del tipo leí algo parecido a un alivio y echando un brindis al sol, rectifiqué al gigantón:

―Son más de treinta lo que por ahora les han pillado los de KMPG y eso sin profundizar mucho.

El prometido de María se quedó boquiabierto al ver que los tiros podían ir por ahí cuando los supuestos responsables del desfalco no pusieron el grito en el cielo al oír esa cantidad y antes de marchar, añadió:

―Recordad cuando me vengáis con una propuesta que ¡os tengo cogidos de los huevos!


Después de años escribiendo en Todorelatos y haber recibido más de 28.000.000 de visitas, sigo publicando mas novelas. Os presento una de las más leídas.

Defendiendo el buen nombre familiar de un extraño

Sinopsis:

Unos disturbios en el barrio de Tottenham cambiaron su vida, aunque Jaime Ortega no se entró hasta diez años después cuando a raíz de un desdichado accidente le informaron de la muerte de Elizabeth Ellis, la madre de un hijo cuya existencia desconocía.

Tras el impacto inicial de saber que era padre decide reclamar la patria potestad, dando inicio a una encarnizada guerra con Lady Mary y Lady Margaret Ellis, abuela y tía del chaval.

Desde el principio, su enemistad con la menor de las dos fue tan evidente que Jaime buscó la amistad de la madre y más cuando descubre que esa cincuentona posee una sexualidad desaforada.

Y como siempre os invito a dar una vuelta por mi blog.