De vuelta a casa II
La visita de mi chica hace que mama decida demostrarle cuanto nos queremos en casa
Se escuchaba de fondo el agua de la ducha caer mientras mama permanecía a mi lado, tumbada en la cama mirando al techo – ¿Que acaba de pasar? Me pregunto con evidente preocupación – No lo se mama, yo llegué a casa y os pillé. Intente irme, pero Esther me lio. – Eso es, voy a echarle la culpa a la amiga ahora que no me oye. – Hijo esto que ha pasado no está bien. Si lo llego a saber desde un principio me habría negado en rotundo. – Lo sé mama, pero es que os vi, estaba tan excitado que no supe pensar bien. – Hijo es normal, viste a dos mujeres haciendo el amor y a cualquiera le habría pasado lo mismo, no te culpes, eres joven y tus hormonas funcionan así. El problema soy yo que se supone que soy una mujer adulta. Debería haber sabido parar en cuanto te vi, pero me deje llevar por el placer y eso es lo que me está matando. – Pero mama yo… - No te preocupes hijo, tu no tienes la culpa de nada. Me dijo a la vez que se sentaba en el borde de la cama dándome la espalda. También se fue de la habitación, pero en contrario que su amiga, se la notaba evidentemente preocupada, triste.
Esther volvió al dormitorio mientras mi madre se daba una ducha. - ¿Qué te pasa, cariño? Me pregunto ella. – Nada, simplemente estoy preocupado por mama, creo que esto no le ha gustado. – Mira cielo, te voy a contar un secreto. A tu madre le ha encantado simplemente ahora su cabeza no acaba de asimilar lo que ha pasado, pero dale tiempo y veras como deja de darle importancia. – ¿Esta segura? – Completamente. Me respondió ella y si, notaba seguridad en sus palabras. – vete a la ducha con ella y trata de consolarla.
¡joder! Le acabo de decir que mi madre se ha ido hecha mierda y me dice que me meta en la ducha con ella. Se le ha ido la pinza. – No creo que sea buena idea. – Hazme caso cariño, ve.
Obedecí. Abrí la puerta del baño y vi a mi madre a través de la mampara de cristal completamente transparente en la ducha, cabizbaja, dejando el agua caer sobre su cabeza. Me armé de valor y entre en la ducha con ella y su reacción fue darme la espalda. Pinta mal. Puse mi mano en su hombro y ella me la cogió con la suya. Bueno, no estaba todo perdido. Tras eso la otra mano. Intente darle un torpe masaje en el cuello y parece que ella se relajó un poco. Voy a abrazarla. Pensé. Y deslice mis manos por sus brazos acariciándola suavemente después su cintura hasta abrazarla contra mi pecho, pero procurando no rozarla con mi pene. Ella me cogió de las manos mientras nos abrazábamos echando su cabeza sobre mi hombro, yo le saco casi una entera. El agua caía sin cesar empapándonos por completo. Ella dio un paso atrás acerrando aún más nuestro abrazo y ahora sí, sin dejar espacio a mi pene que se encontraba erguido entre sus nalgas. Ella me subió los brazos desde su abdomen donde los tenía cruzados hasta su pecho, pudiendo agarrar uno con cada mano. No había tenido oportunidad de agarrárselos cuando estábamos en la cama. Se de derramaban entre los dedos, eran enormes, suaves, blanditos. Mientras yo la besaba en el cuello con cariño, como si de mi novia se tratase – Cariño esto no esta bien. – Por qué no, mama. – Por eso mismo, eres mi hijo. No debemos hacer esto. – Pues yo creo que nadie mejor que una madre y un hijo para demostrarse amor. – Sigue sin estar bien, la gente normal no lo hace. – Deberían ¿Qué se dice cuando dos personas se acuestan? – Que hacen el amor. Me respondió mama. – ¿Y es que acaso tu no me amas? – Hijo yo si te amo. – Y yo a ti mama
Le dije mientras suavemente una de mis manos deslizaba con su abdomen en busca del monte de Venus. Depilado a laser sin el más mínimo poro, sus labios cerrados, como los de mi chica. Mi dedo anular quiso entrar dentro de ella, pero sus muslos me lo impedían. No tuve que hacer mucha presión para que ella comprendiese el mensaje y abrió un poco sus piernas, lo suficiente para dejarme entrar. Primero un dedo, luego otro y por fin escuché eso que tanto me gustaba, el gemido de mama muy bajito, pero tan cerca de mi oído que lo pude sentir con claridad. – No pares hijo. Obedecí y la toque despacio. Ella bajo una de sus manos junto a la mía para marcarme su ritmo mientras le estrujaba una teta – Estoy a punto. Me decía a la vez que ya no la acariciaba si no que metía y sacaba mis dedos con fuerza – ¡Me corro! Susurro a la vez que un gran orgasmo se escapaba de su garganta. Intentaba apoyarse en la mampara de la ducha para sostenerse una vez la fuerza de sus piernas le abandono.
Acabamos de ducharnos juntos, el uno a la otra y algo debí decirle bien que su expresión cambio por completo, ya no estaba horrorizada, estaba encantada, radiante. Volvimos de la mano al dormitorio donde nos encontramos a Esther, aun desnuda masturbándose con un succionador. – Pero bueno zorrita ¿es que te has quedado con ganas de más? – Hablo la que se ha corrido dos veces, que te he escuchado desde aquí y te recuerdo que antes yo no me he corrido. – umh ¡habrá que ponerle remedio a eso.
Pille la indirecta al instante y mi polla cual resorte se puso firme otra vez y presta a servir. Esther dejo a un lado su juguete a la vez que me ofrecía su entrepierna. Subiéndome a la cama fui directo a penetrarla, sin miramientos. Lleve mi polla hasta su dilatada vagina y entre como si me perteneciese, hasta el fondo. Era mas estrecha que mama, lo que me ayudaría a seguir descargando después de haber echado un par antes. Mientras tanto, mama sabía lo que hacer, se puso a su lado recostada y busco el clítoris de su mejor amiga con un dedo para masturbarla a la vez que yo embestía todo lo duro que podía. Poco después mama paso una de sus rodillas por encima de la rara de Esther buscando sentarse en su cara, Algo que consiguió con facilidad.
Descubrí que mama era de orgasmo fácil porque poco después de sentarse en la cara de Esther volvió a estremecerse de placer mientras masturbaba a su amiga que al poco tiempo estallo en un impresionante scuirt. – ¡ups! Olvide comentarte que esta putita lo deja todo siempre perdido. – vaya mama parece que vamos a tener que volver a la ducha. Le dio una risa tonta, de esas de quinceañera mientras liberaba la cabeza de su amiga del abrazo de sus muslos y se recostaba junto a ella, pero yo aún no había acabado, aun me quedaba un cartucho en la escopeta y mi polla seguía clavada en el coño de Esther. Me eche sus piernas a los hombros y retome las embestidas – ummm parece que a tu hijo aun le quedan fuerzas. – Aún no he acabado contigo puta. Le dije. – Parece que mi hijito empieza a conocerte bien. Le decía mi madre a la vez que la acariciaba por el pecho. – Vamos hijo ¡Follate a tu puta! Me decía mama mientras aumentaba la fuerza de mis embestidas hasta que Esther volvió a soltar otro gran chorro sobre mí, entre espasmos hasta caer rendida. Pero esta vez no pare, seguí follandola hasta ser yo el que se corrió dentro de ella y esta vez sí, caí rendido entre aquellas dos hembras.
Ni sabia la hora que era cuando desperté. Nos habíamos quedado dormidos los tres. No habíamos comido nada y Esther ya no estaba en la cama. Se estaba duchando, oía el agua caer. Yo también necesitaba una ducha, pero esperé a que saliese por miedo a tener que demostrar mi hombría otra vez, no sabía si iba a ser capaz de aguantar otro asalto y además recordé que Alba iba a pasarse por casa para ver algo en Netflix. Mama seguía dormida y al bajarme de la cama por el otro lado pude ver su ropa allí tirada. Un par de tangas de encaje perdidos entre tanta ropa, supongo que uno de Esther y otro de mi madre. Uf no pude resistir la tentación. Los agarre los dos y me los lleve a la nariz. Uno rosa de encaje precioso y otro de color blanco, rollo brasileño. El rosa olía mejor así que lo mantuve en mi cara mientras me envolvía la polla con el blanco me tumbé en la cama y comencé a masturbarme con aquella prenda. – ¿me devuelves mis bragas? Escuche de repente. No me había dado cuenta de que Esther estaba a mi lado. Tenía los ojos cerrados mientras me pajeaba. – Perdona Esther, cógelas. Le dije, pero sin quitármelas de la polla. Tuvo que llevar su mano hasta mi miembro para recuperarlas. Pero en vez de quiéramelas, agarro con fuerza mi polla envuelta en su culote de encaje se sentó a mi lado y comenzó a masturbarme – Veo que te has quedado con ganas de marcha, cariño. No dije nada la mire con cara de pervertido y me deje hacer hasta que al poco tiempo volví a descargar llenando aquellas bragas por completo y tras eso, Esther se las puso empapadas. – Que zorra eres Esther – Muchas gracias, cariño. – Te hacen un culo espectacular. La verdad es que si, esas bragas brasileñas le hacían un culo tremendo, muy follable. Lástima que tuviese que prepararme para mi cita.
Ya era media tarde cuando mi chica tocó al timbre. Esther se había ido a casa y mama estaba haciendo sus cosas. Yo por mi parte hacia rato que yacía medio muerto en el sofá, luchando por recuperarme de la paliza que acababan de propinarme entre mi madre y su amiga. Solemos dejar la puerta abierta cunado viene sin ir a recibirla ni nada, hay confianza. Alba cerró la puerta saludando en voz alta para que la oyésemos desde cualquier parte de la casa y mi madre también a voces le respondió diciéndole que yo estaba viendo la tele en el salón. Cuando Alba apareció me encontró cual despojo humano con mi chándal viejo y cómodo, con algún agujero que otro en algún que otro sitio y con mis zapatillas de paño. Igualito que ella que siempre salía a la calle como si se fuese a tomar un café en un Starbuks en pleno Central Park. Ella y sus “nunca se sabe” Esta vez había elegido para venir a casa a ver series una preciosa falda de cuadros Burberry y una blusita anudada al cuello cual azafata de eventos, con su bolso cruzado en bandolera separándole las tetas una a cada lado de la correa, sin medias ya que, aunque estaba nublado, seguía siendo verano. Y como no, todo rematado con un buen tacón que en ella nunca podía faltar, no por querer ir sexi, si no por su complejo de Minions. Vino hacia mí para darme un húmedo y cariñoso beso, como los que siempre nos damos inclinándose sobre el sofá.
Se sentó a mi lado mientras elegíamos una peli, cogiéndome de la mano. La verdad en ese momento me sentía un poco culpable porque no dejaba de haberle sido infiel esa misma mañana. Varias veces… Con varias mujeres… Pero bueno como siempre mama al rescate para hacer que me olvidase de todo lo que me atravesaba la conciencia. – Chicos, tengo que salir a hacer unas compras ¿Os traigo algo del super? – Pues si mama ¿Por qué no traes unas pizzas para cenar esta noche? y así seguimos viendo pelis. – Vale cielo traeré algo. Alba, cielo ¿Te apetece alguna en especial? – Uhmmmm, pues una cuatro quesos no estaría mal. – Genial pues traeré dos o tres y así os acompaño a ver pelis.
Tras decir eso mama se fue de compras dejándonos solos a mi chica y a mí. – Me voy a poner cómoda. Me dijo ella, a lo que yo le respondí con un – Vale cariño, mientras yo voy a ir encendiendo una cachimba. Ella, como no tiene nada suyo en mi casa cuando dice que se va a poner cómoda en realidad se refiere a robarme una camiseta. Dejó toda su ropa sobre mi cama y me sacó una de mis camisetas de la Guerra de las galaxias que como le quedaba enorme se anudo a la cintura, dejando perfectamente visible una tanguita de algodón blanco, con las gomillas rosas. Mientras yo en la cocina preparaba el cachivache ella me abrazó por detrás, apoyando su cabeza en mi espalda y abrazándome por el abdomen. Ella es así, entre cariñosa y empalagosa. Pronto noté como una de sus pequeñitas y delicadas manos se escurría por mis abdominales hasta toparse con la cintura del chándal. Sin mucho esfuerzo salvó el escollo y siguió bajando hasta que encontró lo que iba buscando. Algo no muy complicado porque en casa nunca llevo calzoncillos, me gusta ir suelto.
No tardó aquello en despertar y de repente estaba tiesa otra vez. La verdad que no comprendía como estaba teniendo tanto aguante. Ella comenzó a masturbarme despacito, con movimientos largos y curvos. Cuando le estorbó mi pantalón se las apañó para bajármelo con su otra mano. La verdad es que tengo un miembro importante, pero al contraste con aquella pequeña mano parecía descomunal. Yo ya me había olvidado de lo que estaba haciendo, me había apoyado en la encimera con las dos manos, echándome un poco hacia atrás y abriendo las piernas para que ella pudiese pajearme cual mamporrero de caballos. Llegó un momento que empezó a oírse mi placer, no me escondía, estábamos solos y los vecinos me daban igual. ¡Uf! Iba a correrme allí mismo por los movimientos cada vez más enérgicos a los que Alba me sometía. Me estremecía, se tensaban mis músculos. La verdad es que me tenía el punto bien cogido cuando…. – ¡Ejem, ejem! Nos interrumpieron. Alba dio un salto poniéndose de golpe al otro lado, escondida tras de mí. Yo con los pantalones por los tobillos, el pene tieso y el corazón en la boca. – Deja de apuntarme con eso cariño. ¡Hostias! Era mama. – ¿Qué haces aquí? – Se me han olvidado las llaves del coche, pero no os preocupes que yo ya me voy, podéis seguir con lo vuestro. Dijo con un tono evidentemente de cachondeo, por dentro debería estar muerta de risa y tras aquel coitus interruptus se largó dejándonos estrellados.
Alba no volvió a tocarme en toda la tarde, estaba muerta de vergüenza, vimos la peli normalmente, bromeando y tal pero ya está y al poco de terminar mi madre volvió a casa. Alba se había desanudado la camisera, ahora ya no se le veía ni el culito ni nada, le llegaba a medio muslo. Fue escuchar la puerta el rictus de mi chica cambio a modo tierra trágame. Completamente en silencio se podían escuchar los tacones de mama en la cocina dando vueltas, colocándolo todo. Luego se pasó por el salón donde nosotros estábamos – Chicos ya estoy aquí, me cambio y vemos una peli ¿Vale? – Vale mama. Le respondí para que ella se fuese a su dormitorio a ponerse cómoda.
Alba sin decir nada, con cara seria se levanto y fue tras ella y yo por mi parte pensé que no podía perderme lo que iba a suceder, así que fui detrás caminando cual gato. La puerta del dormitorio de mi madre estaba entornada, lo justo para poder asomarme desde la oscuridad del pasillo, un par de centímetros solamente, pero, aun así, veía con claridad lo que pasaba dentro. Estaban Alba y mi madre – Pepi, mira siento muchísimo lo que ha pasado antes…. – No te preocupes cielo, es normal. – Ya, pero es tu casa y…. – De verdad, no te preocupes, sois jóvenes y tenéis necesidades y además si tenéis que hacerlo prefiero que sea aquí y no en cualquier sitio de mala muerte. Le decía mi madre tratando de consolarla a la vez que se comenzaba a desvestir. Que había ido a comprar, pero había decidido para eso ponerse un ajustadísimo pantalón de cuero y un taconazo, con una camiseta que realzaba toda su pechonalidad. – Es que estoy avergonzadísima. Le dijo mi chica mientras mama sacaba su camiseta por encima de la cabeza para dejar esas tetazas a duras penas contenidas por un sujetador blanco justo en frente de mi chica. – De verdad cariño, no te preocupes ¿Si yo a tu edad hacia lo mismo con su padre? En cuanto teníamos oportunidad follabamos como salvajes, en cualquier sitio. Decía mientras se quitaba el pantalón, delante de ella. Algo estaba planeando. Entonces decidió que la mejor forma para consolar a mi chica y que dejase de comerse la cabeza sería darle un abrazo, algo que hizo inmediatamente rodeándola por los hombros mientras que Alba hacía lo mismo por el pecho de mama. Mientras se fundían en ese abrazo mama miro hacia la puerta, no sabia si sabia que estaba ahí pero seguro que se lo imaginaba. Me sonrío y me guiño un ojo. – ¿estas mas tranquila? Cielo – Si algo mas tranquila. Entonces mama bajo sus manos hasta la parte inferior de la camiseta que le había “prestado” a Alba y despacio, sin saber muy bien que estaba pasando comenzó a subírsela.
Pronto el perfecto culo de mi chica volvió a ser visible otra vez – Pepi ¿Qué estas haciendo? – No te preocupes cielo, tengo una idea para que se nos vayan las vergüenzas – pero… Decía sin que mi madre desistiese por un instante de su empeño. La camiseta ya había superado su cintura, llegando a la barrera psicológica del pecho – ¿Confías en mí? – Si, claro. Respondió mi chica para que mi madre por fin pudiese sacar su camiseta completamente, quedándose ambas únicamente cubiertas por sus braguitas. Fue entonces cuando otro abrazo las fundió, esta vez pecho con pecho. Yo ya sabia por donde iban los tiros a sí que abandone mi puesto de observación para volver al sofá y hacer como si aquello no fuese conmigo.
Aun tardaron un par de minutos, pero mama apareció por la puerta del salón, con sus tetas libres y su precioso tanga, traía de la mano a mi chica, como la madre que lleva a su hija al colegio, también vestida con su tanguita y sus pechos apuntando al techo. ¡Joder! Pensé para mi – ¿Y esto? Pregunté. – Alba dice que le da un poco de vergüenza lo que ha pasado antes y he pensado en demostrarle que no pasa nada. – Espera ¿Qué? Dijo Alba sin esperárselo. Mama la guio de la mano hasta donde estaba yo, sentándola a mi derecha mientras que ella se sentó a mi izquierda, quedando yo en medio de un agradable sándwich. – mira cielo como no pasa nada. Le dijo mama a ella mientras que me bajaba el pantalón del chándal, cosa que yo intenté fingir que me sorprendia aunque no estoy seguro de haberlo conseguido convincentemente, desde luego facilite a mi madre la tarea todo lo que pude y rápidamente mi polla volvía a estar libre. – Vamos cielo, cógela. – No se si esto es buena idea. Dijo mi chica. – Mira ¿Ves? No pasa nada. Le respondió mi madre siendo ella la que tomo la iniciativa. Con su mano poco a poco, muy despacio, comenzó a recorrer toda la longitud de mi miembro hasta que no mucho después se irguió por completo. – Ves cariño, le gusta lo que le hago, no lo puede esconder porque es completamente natural. – ¡Dios eres su madre! – No soy su madre, cielo, soy una mujer, igual que tu y cuando se trata de sexo los hombres no entienden de parentescos, solo ven pechos como los míos y como los tuyos. Mira ¿ves? Empieza a lubricar. En efecto mi polla empezaba a soltar fluidos que empapaban la mano de mama. – yo soy la mujer que lo trajo al mundo y por lo tanto la persona que mas lo quiere y esta es la mejor forma de demostrarle a un hombre nuestro amor. – Pepi ese argumento esta cogido con pinzas. – El pene de tu novio no opina igual. En efecto yo ya estaba en el cielo, había recostado mi cabeza sobre el sofá y prácticamente era un convidado de piedra entre ellas dos. – Alba, cielo, después de mi se supone que la mujer que mas lo quiere en el mundo eres tu ¿verdad? – Si claro Pepi, yo lo quiero. – Tu lo quieres no, no me vale que lo quieras, yo necesito que su chica sea la mujer que más lo quiere, después de mi ¿esa eres tu o no? – Si, soy yo. – Muy bien cariño, pues ahora demuéstrame si eres capaz de quererlo tanto como lo quiero yo. Dijo mama soltándome la polla.
Pasaron unos segundos mientras mi chica se decidía y al final se armó de valor y agarró el toro por su único cuerno. Enseguida era Alba la que me masturbaba, como solo ella lo sabe hacer, empezando despacio para ir subiendo la velocidad, presionando con su pulgar la zona del frenillo, haciendo giros con su muñeca. Mama permanecía callada observando mientras Alba se olvidaba poco a poco de que su suegra observaba aquel maravilloso trabajo. Yo sin querer solté mi primer suspiro. – Parece que le gusta. Dijo mama. – Claro, suegra, ya son muchas pajas las que le he hecho, se lo que le gusta a tu hijo. – ¿Puedo probar? Dijo mi madre. – Claro, prueba. Y mi polla volvió a cambiar de manos. Mama también lo hacia como una campeona, pero he de admitir que mi chica sabe exactamente donde tocar. – Mira. Le dijo Alba a mi madre mientras cogía también su mano. Ahora ambas estaban conectadas a mi pene y era Alba la que guiaba los movimientos de mi madre. – Le gusta que empiece así, despacio, desde arriba del todo hasta abajo. Estaba completamente empapado, sus manos se deslizaban sin ninguna dificultad. – Mira pon tu dedo aquí. Me regaló una sonrisa picarona mientras me miraba fijamente al notar que mi mano había llegado a su culo, la tenia abrazada, buscando con mis dedos la entrada a su rajita desde atrás. Pero no la encontraba, aun quedaba algo lejos así que recorrí su cuerpo hacia arriba por su cadera y su cintura primero, luego por su lomo, ignoré su pecho y subí hasta su cabeza. Ella me mero, sabía lo que quería y sin tener que hacer mucha presión ella solita fue inclinando su cabeza hasta que sus labios tocaron la punta de mi cipote. Entonces fue mama la que puso su mano en la cabeza de mi chica haciendo introducirse mi pene hasta el fondo. Alba empezó a mamarme la polla despacio, con cariño, una mamada de esas que sabes que van para largo. Ahora estaba recostada a mi lado y mi mano recorrió el camino a la inversa hasta su culo, ahora si llegaba, ahora si me deslice desde atrás entre sus piernas, aparte la gomilla de su tanga, encontré su entrada y quede maravillado por la humedad que encontré y entré en aquel agujerito con dos de mis dedos, el anular y el corazón, notando en mi polla a través de su boca el placer que sentía.
Mama guiaba la cabeza de Alba con su mano mientras me besaba con pasión, como si en efecto fuese la persona que más me quería en el mundo. Mi otra mano, la derecha es escabulló por detrás de la espalda de mama, abrazándola, buscando su teta que también encontró. Sostuve aquel gran pecho con mi mano, amasándolo y jugando con su pezón.
Tras eso, cambiaron las tornas, Alba se incorporó para respirar un poco y mama soltó mi boca para ir en busca de la de mi chica. Al principio Alba se extrañó, incluso retrocedió un poco, pero mama le sonrió y cogió del cuello para llevarla hasta su boca, besándose por primera vez, apasionadamente, con lengua. Saboreando mi madre los restos de esperma que habían quedado en la boca y labios de mi chica. Luego, fue el turno de mama. Bajó su cabeza hasta encontrar mi polla, metiéndosela en la boca. Aquí era ella la que tenia algo que demostrar mientras ahora era Alba la que me besaba. Jugaba mientras con sus tetas, mientras que mi otra mano ahora buscaba el culo de mi madre. Mama debió notar que estaba a punto de llenarle la boca puesto que paro de repente. Se puso en pie frente a mí, tenia su tanga a la altura de mis ojos cuando se lo bajo, dejando su chochito por fin libre, dándomelo para que pudiese jugar con él, luego ayudo a mi chica a incorporarse, también la puso en pie, frete a mí, mi madre a su espalda. Besándola en el cuello desde atrás – ¿confías em mí? Pregunto mama a lo que Alba respondió asintiendo con la cabeza. Mama bajo sus manos, una hasta el pecho de Alba y la otra mas abajo, buscando su sexo que encontró metiendo los dedos bajo la tela de sus braguitas. Comenzó así un magreo intenso de sus pechos y de su rajita. Mientras mama llevaba el cuerpo de mi chica casi al clímax yo agarre mi polla para masturbarme con aquel espectáculo. No tardo en suspirar de placer con los dedos de mama moviéndose hábilmente bajo su tanga hasta que llevo su otra mano también a la cadera de mi chica para descubrir su rajita, desnudándola por completo. – Vamos cielo, enséñame cuanto amas a mi hijo Alba se al oír aquello se arrodillo en el sofá, sobre mi cadera, llevando con su mano mi polla hasta la puerta de su interior y sentándose después sobre mí, clavándose mi estaca. Mama seguía tocándola mientras ella cabalgaba cual amazona. Ya gemía, en alto, ya no había vergüenza ni prejuicios, solo placer hasta que ambos alcanzamos el clímax a la misma vez. Llenando yo su interior con leche y reventando ella entre espasmos. Cayó sobre mí, exhausta.
Quede tirado en el sofá mientras mis chicas se iban al baño, tardan bastante, supongo que estarán hablando de lo que acaba de pasar. Cuando por fin vuelve, cogidas de la mano, ambas se sientan a mi lado otra vez dejándome en medio. Desnudos, sudados, con sus cabezas reposando cada una en uno de mis hombros abrazados los tres. – Os quiero.