De vuelta a casa

Fuimos a una cena mi novio y yo y cómo terminó aquella magnífica noche....

DE VUELTA A CASA

Hola a todos. Antes de pasar a contaros una experiencia que tuve con mi novio hace no mucho tiempo y que el simple hecho de recordarlo me pone a 100, me gustaría presentarme. Me llamo Carmen, aproximadamente 1’65, rubia de melena por los hombros, ojos marrones, delgadita (aunque mi novio dice que le vuelve loco mi cuerpo), culito respingón y tetas redonditas y firmes a pesar de mis 38 años. Vivo en un pueblo cercano a Córdoba con mi novio en un piso que adquirimos no hace mucho, y volviendo precisamente al pueblo poco antes de Navidad fue cuando ocurrió esta experiencia que paso a contaros.

Aquel día habíamos tenido que desplazarnos a la capital a una cena de empresa de mi novio, por lo que ambos íbamos bastante arregladitos. El llevaba un traje color gris, camisa color verde claro y corbata naranja. Bueno, no os he hablado de Nacho: mide aproximadamente 1’80, de complexión normal, ojos marrones y cabello corto por los cortes tipo militar que suele hacerse recuerdo de su paso por el Ejército, y castaño claro tirando a rubio, pero ya os podréis imaginar cuál es la parte que más me gusta de su cuerpo... Sí, es su polla, ya que me vuelve loca por las virguerías que me hace con ella, aunque el culete apretado que tiene por su afición al deporte también me tiene loca. Yo iba ataviada con un vestido de noche de color negro, cortito, con medias y liguero y conjunto de tanga y sujetador de color negro. Desde el momento que llegó a recogerme noté como ni podía ni evitaba mirarme con cierto deseo en sus ojos, y eran frecuentes las veces que noté como sus manos se iban directamente a mi culete. Entre risas le pedí que se estuviese quieto, que nos teníamos que ir a la cena ya que, si no, hubiésemos terminado en la cama de mi apartamento (cosa que por otra parte me hubiese encantado, pero cada cosa a su tiempo...)

Llegamos al restaurante donde iba a tener lugar la cena y noté las miradas que me dedicaron algunos de los asistentes, entre ellos Rosa, la mujer de un compañero suyo con la que tuve una experiencia que ya os contaré en otro relato. No sé porqué, pero aquella noche me sentía la reina de la fiesta sin pretenderlo en absoluto. La cena transcurrió como os podréis imaginar entre las típicas bromas y conversaciones intrascendentes. Por aquello del protocolo nos sentamos separados en la mesa, pero podía notar como su pie rozaba mis piernas por debajo de la misma, cosa que me excitaba enormemente. Cuando terminamos nos fuimos a una discoteca cercana donde la noche transcurrió entre copas, bailes y bromas y risas por parte de la gente que íbamos, ya casi totalmente desinhibidos. Bailé hasta quedar rendida con otras amigas del grupo, aunque en ciertos momentos bailé con Nacho, sobre todo cuando lo que sonaba eran piezas lentas, momentos en los que no dejaba de besarme y podía notar como sus manos acariciaban todo mi cuerpo, notando escalofríos de placer cada vez que sus labios rozaban mi cuello. Aquello me ponía la piel de gallina y, tal vez por el alcohol consumido (aunque no mucho), me estaba excitando terriblemente. Podía notar la dureza de su pene rozando mi entrepierna o mi culete cuando bailaba cogiéndome por detrás. Decidí ir al baño a ver si así me refrescaba un poco y me quitaba la calentura que me estaba entrando. Sin embargo, una vez en el baño sentada en uno de los urinarios con mi tanga por las rodillas y mi vestido enrollado en la cintura no pude evitar empezar a pasar mis dedos por mi sexo, cosa que me provocó escalofríos de placer de inmediato, pasando a acariciar directamente mi clítoris y a tener metidos en mi coñito dos dedos. Me encanta masturbarme, no lo puedo negar, y la sensación de tener los dedos dentro junto a la calentura que llevaba encima hicieron que no tardase mucho en llegar a un placentero orgasmo que me hizo quedarme sentada unos instantes para recuperarme hasta que pude salir en un estado digamos que normal. Decidí que por esa noche ya estaba bien de fiesta y que era mejor que nos fuésemos para casa. Estaba deseando llegar y montarme encima de él para que me hiciese el amor como él solo sabe hacerlo, así que decidí despojarme del tanga que guardé en mi bolsito y me retoqué el maquillaje acentuándolo más todavía para parecer más loba todavía.

Salí del servicio y me dirigí hacia donde se encontraba Nacho, abrazándome a él y dándole un apasionado beso con lengua hasta la campanilla que hizo que algunos de sus compañeros nos jaleasen medio en broma medio en serio. Disimuladamente le pasé mi mano por la cara para que pudiese percibir el olor de mi sexo, gesto que hizo que inmediatamente me mirase con ojos interrogativos. Al asentir con la cabeza me lanzó una de sus sonrisas capaces de desarmarme y, cogiéndome por la cintura, anunció que nos íbamos, contestando los amigos con los habituales "Sed buenos, no hagáis cosas malas", etc., cosa que nos hizo sonreír a ambos. "Si vosotros supierais...", creo que pensamos los dos a la vez. Salimos de la discoteca y nos montamos en el coche tomando el camino que nos llevaba a casa.

Nacho llevaba un rato conduciendo con mi pierna lo más cerca posible de la palanca de cambios para que me la pudiese acariciar con libertad, cosa que no dudó en hacer. Me acerqué a su oreja y le pregunté que porqué no tomaba el camino más largo que pudiera. Al mirarme eché el respaldo del asiento hacia atrás y levanté mi pierna derecha para que pudiese verme bien, llevando su mano directamente a mi sexo que no dudó en acariciar. Sentí sus dedos en mi clítoris, apretar mis labios vaginales y como poco a poco empezaba a meterme un dedo en mi caliente coñito, caricia que me hacía suspirar de placer recostada plácidamente y con los ojos cerrados. Estaba a punto de hacer que tuviese uno de los mejores orgasmos de mi vida, cosa que no tardó en ocurrir, gimiendo yo sin cortarme en absoluto.

Pensé que ahora le tocaba a él por lo que, haciéndole sacar su mano de mi coño me despojé del vestido y del sujetador, quedando tan solo con las medias y el liguero. Me volví a acercar a él dándole besos en el cuello y la oreja mientras pasaba mi mano por el duro bulto que se había formado en sus pantalones. No tardé en sacar su miembro del encierro en el que se hallaba y, rehaciéndome en el asiento mientras le masturbaba, acerqué mi cara a su polla y empecé a darle suaves besitos en su glande. No tardé mucho en empezar a lamerla en toda su longitud y, poco después, me la metí entera en la boca comenzando a mamársela con ansia mientras notaba como su mano acariciaba mis pechos y mi culo con total libertad gracias a mi desnudez. Poco después me pidió por favor que parase, diciéndome que si seguía no iba a tardar en correrse, y le pedí que se metiese por el primer camino que encontrase. Estaba tan cachonda esa noche que mientras lo buscaba volví a llevar su mano a mi coñito para que siguiese acariciándome. No tardé en volver a correrme. Qué me pasaba esa noche? Ni yo misma lo sé. Tan solo sabía que ya era el tercer orgasmo que tenía y todavía tenía ganas de más, de seguir disfrutando. Seguía con los ojos cerrados hasta que unas pequeñas sacudidas en el coche y notar que parábamos me hicieron comprender que ya había encontrado el lugar que buscábamos. No tardó mucho en estar desnudo también y me abalancé sobre él, besándonos como posesos mientras su mano me volvía a acariciar y la mía acariciaba la durísima barra de carne caliente y palpitante en que se había convertido su polla.

Pasados unos instantes le hice tumbarse en mi asiento y, sin darle tiempo a más, fui yo misma la que me monté encima de él, introduciéndome su polla de un solo golpe. Dios!, aquella sensación de dureza y grosor dentro de mí hizo que me corriese otra vez casi de inmediato, pero no dejé de moverme y cabalgarle como una posesa mientras sentía sus manos acariciar todo mi cuerpo, mi culo... Tan pronto una de sus manos acariciaba mis tetas o pellizcaba mis pezones como podía notar como uno de sus dedos entraban directamente en mi culito, llegando a meterme hasta tres de ellos, mientras yo le besaba o me comía sin cortarme en absoluto su cuello. Toda aquella amalgama de sensaciones de placer me hacían gritar de placer como una loca, teniendo algún orgasmo más hasta que me anunció que se iba a correr él también, cosa que me hizo moverme todavía más deprisa hasta que noté sus chorros de leche golpear el interior de mi vagina. Me quedé relajada encima de él, dudando de si habían sido varios orgasmos o uno solo muy largo. Sin embargo seguía notando dentro de mí como su polla no había perdido dureza en absoluto, por lo que seguí moviendo mis caderas suavemente en círculos mientras no parábamos de besarnos.

Sin separarme de él le susurré al oído si le gustaría metérmela por el culo y, ante su cara de sorpresa, me levanté un instante y cogiéndola con mi mano fui yo misma la que la guié hasta mi entradita trasera, dejándome caer de golpe e introduciéndomela casi entera. Me dolió bastante al principio a pesar de que no era la primera vez que practicábamos sexo anal, pero esa sensación en seguida desapareció para ser sustituida por un gran placer, entre otras cosas porque su mano estaba metida entre nosotros y no paraba de frotarme el clítoris. Tal vez por su reciente corrida no se le aflojaba, estando bombeándome un rato hasta que llegamos los dos a un increíble orgasmo. Me bajé y, arrodillada entre sus piernas, me la volví a meter en la boca hasta que se la dejé totalmente limpia, mientras notaba su leche rebosar de mi culo y mi coñito. Pasados unos instantes se incorporó y tras vestirse continuamos viaje, continuando yo desnuda tan sólo con el abrigo puesto y mi cabeza apoyada en su hombro sin dejar de darle besos agradeciéndole el placer que me había proporcionado.. Habían sido dos polvos increíbles Cuando llegamos a casa, la sensación del frío de la noche en mis pezones y en mi sexo me hizo estremecer de placer, excitada otra vez. Bueno, creo que esa noche no dejé de estar excitada en ningún momento. Ya en el piso y casi sin darle tiempo a llegar al dormitorio, desnudarse y meterse en la cama, le volví a hacer otra mamada hasta que se corrió en mi boca, tragándome lo que pude y cayendo el resto por mis tetas. Me había llenado mis tres agujeros de leche y un intenso aroma a sexo flotaba en el ambiente, pero esa noche quería sentirme totalmente suya, así que ni se me ocurrió ir al baño a lavarme. Estuvimos un rato besándonos y acariciando nuestros cuerpos hasta que nos quedamos dormidos, susurrándonos ambos lo que esa noche nos había gustado y lo mucho que nos queríamos. Antes de caer en los brazos de Morfeo pensé en lo ocurrido esa noche y en lo puta que me había sentido y lo que había disfrutado a la misma vez. Creo que nunca habíamos tenido sexo de una manera tan desenfrenada, pero esa noche fue realmente increíble.

Cuando bajamos a la mañana siguiente vimos unas sospechosas manchas en la tapicería del asiento del acompañante. Nos quedamos mirando y, echándonos a reír, nos besamos otra vez decidimos que ya lo llevaríamos a limpiar...