De Virtual a Real

Nos conocimos en un Chat y empezamos con el sexo a través del MSN hasta que acepté pasar a las calientes conversaciones telefónicas.

Nos conocimos en un Chat y empezamos con el sexo a través del MSN hasta que acepté pasar a las calientes conversaciones telefónicas.

Al poco tiempo esas llamadas empezaron a dejar de ser solamente para masturbarnos y se alargaban durante horas en la noche y, gracias a ello, descubrimos que nos habíamos conocido cuando éramos adolescentes pues su Instituto estaba justo detrás del mío y recordábamos muchas anécdotas de esa época.

Puede ser casualidad y algunos dirían que es parte del destino que nuestras vidas volvieran a cruzarse.

Había llamadas que duraban hasta cuatro horas y media hablando de cualquier tema y siempre acababa diciéndome que algún día se cumplirían nuestras fantasías sexuales en la realidad, que sólo dependía de que yo lo deseara.

Sinceramente, yo sí lo deseaba, pues su manera de contármelas, me excitaban muchísimo. Podía percibir su deseo intensamente y eso me vuelve loca pero nunca creí seriamente que tendríamos un encuentro. Yo comprobé que nunca podemos llegar a saber el alcance de nuestras reacciones y, un día, casi sin pensarlo, me planté en su ciudad y, después de dar muchas vueltas con el coche, descubrí que apenas quedaba batería en el móvil y solamente podría hacer una llamada muy breve.

Esto acabó con las dudas y, nerviosa por el temor a perder la oportunidad después de haberme decidido, le llamé.

-"Soy yo, ¿quieres verme?"

-"¿Pero cómo, dónde estás?"

-"Dime una dirección, no hay tiempo, sólo dime dónde nos encontramos"

No sabría expresar cómo sonó el tono de sus palabras, fue una mezcla de sorpresa, indecisión y deseo.

Por el camino hasta su casa me invadían un montón de sentimientos y dudas y, sobre todo, una enorme excitación. Iba a encontrarme con una persona a la que había visto en contadas ocasiones hacía treinta años, a la que le había contado mi vida entera y con la que había pasado momentos de sexo inolvidables aunque fueran en la distancia.

Pensando en todo eso, llegué hasta su casa. El debía de estar observando desde la ventana pues, antes de llamar ya se oyó el ruido del portero automático.

Entré y subí hasta el primer piso, su puerta estaba entreabierta, la empujé despacio al mismo tiempo que decía un tímido "hola?" . Sentí que me agarraba del brazo y me empujaba contra la pared. Todo estaba a oscuras y yo me quedé inmóvil.

Entonces fue acercándose lentamente hasta apoyar todo su cuerpo contra el mío y su cara quedó rozando la mía. Yo temblaba pero sentía que lo deseaba cómo nunca había deseado a nadie y mi boca se acercó a la suya. Primero fueron simples roces de nuestros labios hasta que él buscó mi lengua y nos fundimos en un beso largo y profundo. Yo podía sentir su sexo muy duro entre mis piernas que él separaba moviendo mis pies con los suyos. Sus manos se deslizaron por debajo de mi blusa y los movimientos empezaron a ser más bruscos cuando liberó mis pechos del sujetador. Su cabeza estaba ahora entre ellos y mis manos, lamía mis pezones erectos como un loco, los mordía, volvía a mi boca

Desabroché su camisa y nos abrazamos sintiendo el contacto de nuestros cuerpos calientes y pude percibir que nuestra piel se gustaba. Es algo imprescindible, sentir que las pieles se atraen.

Entonces sus manos bajaron hasta mi sexo apretándolo por encima del vaquero y yo misma los desabroché y tiré de ellos hasta el suelo haciendo lo mismo con los suyos. Volvió a besarme profundamente mientras me giraba y se apretaba contra mi espalda.

Mi cara y mis pechos quedaron aplastados contra la fría pared causándome un placer extra y, agarrándose a mis hombros, empecé a sentir como iba entrando en mí muy despacio.

Las dimensiones de su sexo se percibían de un gran tamaño lo que hizo que gimiera de dolor en una mezcla de dolor y placer cuando me penetró profundamente. Su boca estaba en mi cuello mordiéndome y sus manos en mi pubis me acercaban a él en cada embestida. No tardamos mucho tiempo en sentir un orgasmo al unísono brutal y después de permanecer inmóviles unos minutos me di la vuelta y él alargó su mano hasta el interruptor y encendió la luz.

Fue entonces cuando, cara a cara, nos miramos a los ojos sintiendo que, lo que habíamos creado entre nosotros en la distancia, era real.