De viaje

Si juntas la pasión por viajar, la fantasía de la doble penetración y te gustan las pollas grandes, acabas como acabe yo...

Hace años me obligué a hacer un viaje yo sola por algún país desconocido, descubrí que se vive el viaje de forma diferente, se descubre más, conoces más gente… Este año, di un paso importante, hasta ahora, siempre había viajado por Europa, ciudades conocidas tipo Berlín, Roma, Praga, Londres… Pero quería dar un paso más, así que me preparé un viaje mucho más atrevido, me fui a África, concretamente recorrí Tanzania y Kenia.

Uno de los recuerdos que suelo traer de cada viaje es follar con alguien local, alguien del país que visito, es una forma de sumergirme en su cultura (risita)

En este último viaje, decidí alquilar un coche, tenía una fantasía en mente y todo parecía alinearse, debía cruzar la frontera desde Tanzania hacia Kenia. Busqué el puesto fronterizo con menos tráfico, me puse ese vestido blanco con escote y medio trasparente y mi tanguita rojo que se veía de lejos, eché la maleta al coche y empecé a conducir. No sé si era por el calor, pero estaba cachonda todo el tiempo. Me puse un podcast erótico y fui masturbándome suavemente parte del camino, cuando llegué al puesto fronterizo estaba muy húmeda.

Una vez allí todo era como imaginaba, una carretera cortada por una barrera, tres soldados vigilando y nada más en kilómetros a la redonda.

Uno de los soldados se acercó a la ventanilla para pedirme el pasaporte, era un negro de casi dos metros, joven y fuerte. Bajé la ventanilla con mi sonrisa más perversa y le dí el libro de mantenimiento del coche haciéndome la tonta. El chico sonrió y tras medio segundo de sonrisa, se tornó serio y dijo algo a sus compañeros que seguían en la caseta. Ambos vinieron muy serios, abrieron la puerta del coche, me sacaron tirando del brazo y me llevaron a la caseta. Tras entrar el último cerraron la puerta, me sentaron en la silla y quedaron los tres de pie frente a mí. Querían darme miedo pero no sabían con quien jugaban. Miré fijamente al que llevaba más galones en la hombrera y me chupé un dedo como quien chupa una polla. Los tres se rieron, ninguno de ellos parecía tomar la iniciativa, así que, le hice una señal al más grande para que se acercara y cuando lo hizo, saqué mi pie de la sandalia y lo pasé por su paquete. Este dejó de reírse y volvió a tornarse serio, esta vez su mirada era la de un animal que quería sexo, esa era la mirada que yo quería ver. No hizo falta más, con el pie sentí como su polla crecía rápidamente y acto seguido, apartó mi pie, cogió mi brazo con fuerza y empujó hasta dejarme de rodillas en el suelo frente a él, se sacó la polla, me agarró del pelo y me metió la polla en la boca, sin contemplaciones. Era una de las pollas más grandes que había tenido en mí. Clavó su polla en mi boca una y otra vez sin importarle mis arcadas; me estaba follando la boca y yo estaba cachondísima. De repente, por los lados, vi que los otros dos soldados se acercaban polla en mano, en ese momento y con violencia y cuidado a la vez, el más grande, sacó su polla de mi boca, me hizo levantarme tirando de mi pelo hacia arriba, me dio la vuelta y empezó a follarme. Su polla hacía tope en mi coño, me encanta cuando noto que parece que me atraviesen. Dejé salir un gemido que se vio silenciado con la polla del mandamás que entró en mi boca, al principio me pareció que no era muy grande, pero, tras jugar un poco con mi lengua, la sentí crecer hasta ser gigante también. El mandamás y el más joven se turnaban para que les chupara la polla mientras el gran negro no paraba de follarme el coño de forma salvaje sujetándome por mi esbelta cintura con sus manos, cuando vi que las tres pollas estaban gigantes, sentí un escalofrío y empecé a gemir  y gritar mientras me corría, noté cómo mi líquido empapaba mis piernas hasta mis pies. Cuando me repuse del éxtasis, decidí tomar la iniciativa. Me enderecé, me di la vuelta y cogiendo al negro grande suavemente del cuello, apreté hacia el suelo hasta que fue él quien se arrodilló. Le empujé un poco más hasta que se tumbó boca arriba y me abrí de piernas sobre su polla, quería tener las tres pollas dentro de mí, así que le hice un gesto al más joven para que me follara el culo; el tercero, no dudó en atacar mi boca. Nunca había tenido tres pollas en mi cuerpo hasta entonces, eran pollas muy grandes, sentia como si me fueran a reventar, al mismo tiempo, empecé a notar un placer extremo, era como si pulsaran todos los botones que me vuelven loca a la vez, quería más. Ambos se movían con violencia contra mí, el que me follaba el culo agarraba mis pechos, el que tenía su polla en mi boca, empezó a gemir, le miré a la cara, le guiñé el ojo con mi mirada más juguetona y… explotó en mi boca. Sentí su leche caliente, su polla palpitaba, su cuerpo temblaba y el mío también; sentir su excitación me hizo correrme otra vez, mientras, los otros dos animales no paraban de zumbarme, me daban palmadas en el culo y apretaban sus cuerpos contra el mío. Tras unas cuantas embestidas, la polla que estaba en mi culo empezó a embestir con más y más fuerza, sentía sus movimientos espasmódicos, sus gemidos roncos y sordos, sus embestidas, mi culo dilatadisimo hasta que se corrió dentro de mi culo, sacó su polla y ahora sentía más la única polla que quedaba en pie.

El gran negro, desde debajo mía acariciaba mis tetas perfectas. El animal que había en él disfrutaba agarrando mi cuerpo con fuerza, vi como se le hinchaban las venas de la sien y justo en ese momento, se movió hasta dejarme nuevamente de rodillas frente a su sexo. Sin dejar un segundo, metió su polla en mi boca, todo lo profundo que pudo, agarraba mi cabellera rubia con fuerza. Empezó a gemir, a temblar,  los gemidos cesaron cuando su leche llenó mi boca, vi como todo mi pintalabios había pasado a otros cuerpos. Sonreí mientras mi cuerpo se reponía de semejante polvo. Él me sonrió, se pasó al otro lado del escritorio pulsó un botón  y a través de una ventana, vi como subia la barrera. Me limpié la cara con la mano, estiré mi vestido y salí de la caseta como si nada, pero con la sonrisa de quien está disfrutando del viaje.