¿De verdad quieres saberlo?
Un deseo se convierte en realidad; pero debe pagarse un precio.
¿De verdad quieres saberlo?
De noche y con el tren cremallera cerrado, en aquel hotel-refugio para esquiadores situado al pie de las pistas no se podía hacer nada que no fuera ir a la improvisada pista de baile que todos los días se organizaba después de cenar junto al bar.
Marta y Alicia apuraban pausadamente los últimos sorbos de sus combinados, como intentando prolongar una velada que evidentemente se estaba consumiendo por el aburrimiento. La idea de las dos amigas de pasar solas unos días en una estación de esquí no había resultado tan interesante como pensaban en un principio. En realidad el deporte de nieve no les atraía demasiado, su principal interés era ligar; pero se habían encontrado con una competencia feroz y no habían conseguido "comerse una rosca".
La vista de Marta, casualmente fijada en la puerta de entrada, quedo cautivada por una figura masculina que acababa de aparecer. Joven, alto, fornido y pelo corto cuyo color la escasa luz no permitía asegurar; vestía, a pesar del frío reinante en el exterior, una camiseta de manga corta, de color claro y muy ceñida; y un pantalón de cuero negro muy ajustado que destacaban su anatomía hasta el más mínimo detalle.
El recién llegado miró a su alrededor, como buscando a alguien, sonrió e hizo una seña. Una chica despampanante se acercó a él, se abrazaron y se fundieron en un beso lúbrico y profundo mientras se contoneaban al ritmo de la música apretando sus sexos el uno contra el otro.
Con las ganas que yo tengo de carne en barra, y esos dos provocando en público. ¡Y que paquete marca el tío! - Exclamó Alicia, sin quitarles ojo de encima.
Eso es la envidia que te corroe, Marta.
Naturalmente, no lo niego. Ahora mismo daría cualquier cosa por follarme a ese tío tan bueno.
A su espalda sonó una voz dulce y melodiosa.
Pues, si realmente estas dispuesta a dar lo que sea, sólo tienes que proponértelo.
¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro?.- Espetó Marta girándose hacía donde procedía la voz y visiblemente molesta por la intromisión.
Sólo le dio tiempo a entre ver una cara que sonriendo se deslizaba en la oscuridad. Era un bello rostro de rasgos delicados y femeninos, pero a la vez destilaba una evidente ambigüedad sexual y que desapareció sin que apenas se dieran cuenta.
Aquella noche Marta durmió muy mal; una y otra vez soñó con la pareja de la pista follando en todas las posturas posibles (y algunas imposibles) sin que le produjera la agradable sensación que habitualmente le proporcionaban los sueños eróticos, que la llevaban a unos orgasmos dulces calmados y prolongados.
Por la mañana y como todos los días, su amiga intentó que se levantara para ir a esquiar; pero fue inútil. Alicia desistió de su empeño y la dejó en la cama.
Volvió a dormirse y el sueño apareció de nuevo, esta vez incluso con mayor intensidad, más vívido, más real: Él yacía boca arriba con su verga erecta y ella se empalaba y lo cabalgaba entre intensos gemidos de placer mientras sus senos sed agitaban cadenciosamente al ritmo de sus movimientos. En eso una sombra apareció sigilosamente de entre la bruma y asestó a la chica un tremendo golpe con un garrote en el cráneo. Gritó y cayó desfallecida sobre él, en medio de un charco de sangre La sombra volvía la cara y pudo identificar el rostro, apenas entrevisto pero firmemente gravado en su mente, de quién la noche pasada se había inmiscuido en su conversación con Alicia.
Se despertó sobresaltada y sudorosa. "Qué malas pasadas nos juega a veces el subconsciente", se dijo. Se levantó, se duchó para despejarse y bajó a desayunar. En la entrada del edificio, la gente se arremolinaba y comentaba algo que había sucedido. Atraída por la curiosidad, se abrió paso hacia el centro del grupo y llegó a tiempo justo de ver como metían en una ambulancia con la cabeza ensangrentada a la chica del sueño.
La gente comenzó a entrar en tropel en el edificio, todo parecía dar vueltas, la arrastraban hacia adentro sin que tuviera fuerzas para hacer nada, sintió que las piernas le flaqueaban y como unos brazos la aguantaban para que no cayera. Antes de perder el sentido, pudo identificar en su salvador al chico de sus sueños y ver, llena de terror, como, entre la multitud, una difusa figura humana, que con el rostro que la acosaba despierta y en sueños, le hacía con la mano la señal de la victoria.
Despertó sin saber donde estaba ni el tiempo transcurrido y, como en los cuentos de princesas, lo primero que vio fue el masculino rostro del joven que la había sostenido y un corrillo de gente a su alrededor que murmuraba.
Vaya, hoy no es mi día de suerte con las mujeres. Todas se caen ante mis ojos. La pobre Elena se ha hecho daño de verdad; pero tú parece que sobrevivirás.
Marta, ya casi recuperada pero simulando que todavía estaba atontada, se entretuvo en admirar el cuerpo que tenía ante sí. Ahora que lo veía de cerca, realmente era guapo, tenía un cuerpo maravilloso y la ropa sin duda ocultaba algo espectacular en la entrepierna.
Le vinieron a la mente las palabras pronunciadas la noche anterior por la extraña figura: "Si realmente estas dispuesta a dar lo que sea, sólo tienes que proponértelo".
¿Me acompañas a mi habitación, por favor?. Quiero ir a descansar un poco. Musitó Marta, casi sin pensarlo.
Encantado de ayudarte en lo que pueda. Pero al menos dime como te llamas. Yo me llamo Javier. Le dijo ayudándola a levantarse.
Y yo Marta. Respondió con voz débil y haciendo como si le costara mantener el equilibrio.
No parecía muy acongojado por el accidente de esa tal Elena y decidió indagar.
Me he impresionado mucho al ver a tu novia con la cabeza ensangrentada. Dijo explorando el terreno.
¿Elena mi novia?. No, en absoluto, la conocí aquí mismo anteayer. Respondió él sin darle mucha importancia.
¡Ah!. Al veros juntos ayer por la noche en el baile pensé que lo erais. Insistió mientras pensaba para sí: "El muy cerdo, seguro que se la tirado las veces que ha querido; y ahora, si te he visto no me acuerdo". - ¿Qué le ha pasado?.
La verdad, que no lo sé. Habíamos quedado a la hora del desayuno, ha llegado al comedor después que yo y al irme a dar un beso ha dado un grito y se ha desplomado con tan mala fortuna que se ha golpeado con una mesa.
¡Que horror!.- Exclamó Marta.
En realidad el golpe con la mesa ha sido muy aparatoso por la sangre; pero nada grave. Lo que ha preocupado al médico es saber porque se ha desvanecido.
Bueno cambiemos de tema, que todavía volveré a marearme. Ya hemos llegado a mi habitación. ¿Te importa no dejarme sola, Javier?.
Dos cuerpos desnudos, jóvenes, sudorosos y jadeantes yacían enlazados sobre la alfombra. Él, finalmente, la inmoviliza contra el suelo presionándola con su cuerpo atlético y sujetándola por ambas muñecas. Besa salvajemente su boca, su cuello y los firmes pezones que coronan sus hermosos pechos. Con un hábil movimiento de cadera, la penetra de un solo golpe haciéndole sentir toda la fuerza de su pasión y provocando la exhalación un gemido de placer.
No tanta prisa. Primero quiero que me demuestres que además de tener una buena polla sabes hacer algo más. Musitó Marta entrecortadamente.
Javier, sorprendido por la reacción de Marta, cedió por unos instantes en su actitud dominante; lo que aprovechó ésta para tomar la iniciativa.
Separando sus piernas y flexionándolas elevando las rodillas, empujo suavemente con ambas manos la cabeza de Javier hacia abajo. Éste, comprendió inmediatamente los deseos de Alicia y se movió hasta que el húmedo sexo quedó al alcance de su boca. Besó los carnosos y sonrosados labios y los separó delicadamente para permitir que la lengua recorriera sin dificultades hasta el más recóndito pliegue de su nacarada feminidad. Cuando tomó el clítoris, enrojecido, duro y abultado entre sus labios, ella le gritó convulsa:
¡Gírate, quiero tu polla en mi boca!.
Preso de excitación y deseoso de ello, Javier maniobró hasta que su verga sintió el calor y la humedad de la lengua y la boca de Marta, quién chupando y lamiendo aquel soberbio órgano, alcanzó el clímax que tanto ansiaba.
Un par de horas después, Marta, a cuatro patas sobre la cama, se mecía rítmicamente impulsada por las embestidas que recibía en su culo con la polla de Javier, quién, a punto de correrse, tenía los dedos metidos en el fondo de su chorreante coño.
En eso, se abrió la puerta de la habitación. Marta y Javier, enfrascados en los placeres de la carne, no oyeron que alguien entraba y continuaron follando frenéticamente. Por fin, una voz hizo que Marta abriera los ojos y se percatara de quién estaba delante.
Hola, Marta. ¿Cómo te encuentras?. Ya me han explicado lo que ha...
Alicia no acabó la frase, acababa de abrir la puerta de la habitación y ante ella se ofrecía aquel lúbrico espectáculo.
Acabadas las mini vacaciones, Alicia y Marta volvieron a casa para reincorporarse a su vida normal y Marta y Javier quedaron para verse dispuestos a continuar la relación que tan bien parecía haber comenzado.
Aquella noche, Marta de había dormido muy rápida y profundamente. No tenía idea del tiempo que llevaba durmiendo, cuando se despertó con una extraña sensación.
En realidad no sabía si estaba despierta o no. Por una parte se sentía ligera como si levitara, sin notar el contacto de la cama sobre su piel; pero por otra, una tremenda pesadez en todos sus músculos, le impedía moverlos un ápice.
Comenzó a sentir un hormigueo en su sexo, como si una boca viscosa y babosa provista de una lengua larga y musculosa le estuviera comiendo el coño. Notaba los labios mordisqueando su clítoris, la lengua bajando a la profundidad de los valles y volviendo a escalarlos, para acabar penetrando en sus entrañas con una potencia pasmosa, más propia de otro órgano que de una lengua. No pudo, contenerse y alcanzó una serie de orgasmos encadenados; pero sin que pudiera mover un dedo ni que un solo sonido saliera de su garganta.
Poco a poco una silueta fue irguiéndose de entre sus piernas, iluminada por un extraño haz de luz cada vez más amplio, que hacía que fueran haciéndose distinguibles las distintas partes de un cuerpo humano.
Primero apareció el rostro, el sempiterno rostro sonriente, equívoco, bello y amable que la seguía a todas partes desde la noche que vio a Javier por primera vez. Estaba horrorizada, le entraron unas ganas terribles de gritar; pero la parálisis que la mantenía inerte se lo impidió. Poco a poco pudo apreciar un torso escultural, maravillosamente equilibrado, rabiosamente masculino, pero a la vez delicado y frágil, una especie de híbrido entre atleta y efebo griego.
Al final del tronco colgaban oscilantes unos enormes y lampiños testículos, como de toro bravo, y sobre estos, rodeado de una mata de fino bello rizado castaño claro, casi rubio, un enorme falo erecto. Era la encarnación de Príapo, una verga larga, ligeramente curvada hacia arriba, de un calibre fenomenal, coronada por un glande aún más grueso, y a la que las venas henchidas de sangre le daban un aspecto sarmentoso y monstruoso.
Hola Marta. ¿Me reconoces verdad?. Comenzó diciendo.
He venido a buscar lo que me corresponde. Dijiste que darías cualquier cosa por follarte a Javier, yo te he ayudado a conseguirlo y ahora me toca a mí. Pero para que veas que no soy egoísta, de momento te he proporcionado tres o cuatro orgasmos. ¿O han sido cinco?.
El extraño ser hablaba y hablaba sin que ella pudiera articular palabra
¡Que tetas más maravillosas tienes!. Exclamó, mostrando su excitación.
Diciendo esto, se agacho hasta que el enorme vergajo quedó entre sus pechos, que apretó con sus manos para aprisionarlo mejor entre ambos. Aquellas manos que acariciaban sus senos eran firmes y masculinas, y de una suavidad y tersura extremas. Escalofríos de placer comenzaron a surcar su cuerpo. La tremenda polla avanzaba y retrocedía por entre sus senos al ritmo que él marcaba con sus caderas. En cada avance, su curvatura hacía que pasara por encima de su barbilla hasta quedar sobre su boca. Sin que ella hiciera nada, su cabeza se inclinó ligeramente hacia delante y sus labios se entreabrieron dejando el espacio justo para que el glande entrara en su interior. De repente, un potente chorro de semen llenó su boca y otros sucesivos impregnaron su cara. Era dulce, dulce como la miel y tremendamente agradable al paladar.
Es detuvo y con uno de sus tomó parte de su propia leche y se lo llevó a la boca.
¡Ummm!. Bueno, verdad. Seguro que no has probado nunca nada igual.
Volvió a levantarse y, a pesar de que acababa de tener una tremenda eyaculación, su verga seguía igual de erecta y desafiante que al principio.
Marta se sintió manejada como una marioneta. Sin que hiciera nada, una suave fuerza la levantó, le dio la vuelta y la colocó a cuatro patas.
Ya te he dicho que no soy egoísta y, como sé que te gusta que te penetren por el culo, voy a complacerte.
Marta sintió pánico, era cierto que le excitaba mucho el sexo anal; pero una polla de aquel diámetro la partiría en dos.
No podía hacer nada. Sintió el glande en su esfínter, como presionaba para entrar y como vencía la resistencia sin causarle ningún dolor. Mas al contrario, se sentía agradablemente colmada y la sensación de la enorme polla entrando y saliendo de su culo le estaba produciendo un placer maravilloso. El ser le metió los dedos en la vagina y le acarició el clítoris y los pechos con lo que alcanzó un descomunal orgasmo que le hizo contraer los músculos del recto. Inmediatamente sintió un rio de semen caliente llenando sus entrañas y como, sin detenerse un instante, sacaba la verga de su culo para penetrarla de un solo golpe por el coño.
La follaba con un ritmo frenético. Era increíble que después de dos corridas consecutivas siguiera con esa potencia; pero volvió a descargar por tercera vez. Marta volvió a llegar al orgasmo y perdió el sentido.
A la mañana siguiente Marta despertó cansada; pero sin señales de que nada hubiera ocurrido, y con la sensación contradictoria de haber tenido una terrible pesadilla que a la vez le había proporcionado los orgasmos oníricos más numerosos y fuertes que ella recordara,
Pasaron varias semanas y Marta comenzó a sentirse primero indispuesta, luego aparecieron vómitos y mareos y decidió ir al médico.
Salía de la consulta con un diagnóstico certero: Estaba embarazada y la gestación se preveía complicada. Su relación con Javier era en esos momentos algo más que simple atracción sexual; pero a pesar de ello dudaba entre decírselo o abortar por su cuenta. Navegaba en ese mar de dudas, cuando una voz, vagamente familiar, la volvió al mundo físico:
¿No estarás pensando en abortar, verdad?. Si matas a mi hijo, tú morirás también y me ocuparé personalmente de que lo pases muy, pero que muy mal.
Se volvió y allí estaba él, con la misma cara sonriente de siempre, con la voz pausada y tranquila de la estación de esquí y de su tremenda pesadilla.
¿Pero, tú quién eres?.- Fue todo lo que acertó a decir paralizada por el terror.
¿De verdad quieres saberlo?...