De verdad quieres jugar

Como informar del descubrimiento de un pequeño objeto desencadena una sucesión de orgamos difícil de soportar, pero admirablemente deseados.

Por fin habías encontrado el minivibrador de bolsillo que me habías dicho. Tenías ganas de enseñármelo. Con lo que no contabas es lo que te iba a ordenar que hicieras con él.

Nuestra próxima cita sabes que es el miércoles, estás nerviosa, sólo de pensar en sentirme dentro de ti te mojas, con lo que no contabas es que tendrías que hacer antes una cosa para recibirme... dispuesta.

"A las 09:00 del miércoles recibirás un correo con las instrucciones". Estabas nerviosa el martes cuando hablamos: "¿qué piensas?", me preguntaste varias veces. Pero insistía en el mail del día siguiente.

Por la noche, no has podido dormir, la excitación no te deja conciliar el sueño. Has perdido la noción del tiempo, no sabes el tiempo que llevas en la cama con tu mano en la entrepierna, sintiendo la humedad que fluye. Te duelen los pezones de tenerlos tanto durante toda la tarde erectos pensando, pensando en lo que podrá pasar mañana. Te los tocas, te acaricias, casi te ruborizas de sentirlos tan endurecidos, la imaginación se te va y te con los dedos humedecidos por saliva te los acaricias imaginando son mis labios los que te los están besando, absorbiendo.

Coges un consolador, dudas, pero al final coges el mediano: "sólo un poco, para relajarme", te dices. Empiezas a masturbarte con él, mientras la otra mano acaricia tu clítoris. Juegas con el consolador, pero necesitas más. Coges otro más grande... ummmmm, ¡qué bueno!...

Suena el despertador "ya son las nueve menos cuarto", dices sobre saltada, en ese momento descubres que te has quedado plácidamente dormida con el consolador en tu interior. Estás correando.

Rápidamente te levantas, y te das una ducha. Estás nerviosa "¿qué me estará preparando?".

Antes de entrar en la ducha, enciendes el ordenador, no quieres perder ni un minuto.

Son las nueve en punto. Estás mirando la pantalla. No llega nada. Actualizas el correo... Ahora. Nerviosa, no te atreves a mirar, pero abres mi correo:

"¿Vas a salir? ¿Dónde?"

"Toda la noche pensando en qué me va a decir, en qué me va a ordenar, y solo me dice '¿vas a salir?'", te dices. No sabes si enfadada, defraudada, me respondes, con un escueto:

"Sí, a comprar fruta y alguna otra cosa"

Sigues mirando la pantalla. No pasa nada. Pasan 5 min, sigue sin pasar nada. Finalmente, con más decepción que enfado, te vas a la cocina.

"¿Qué ha sido eso?" Corres a ver el ordenador, pero no, no ha llegado ningún correo.

Estás dando vuelta al cola-cao y sacando unas galletas. No tienes hambre, pero tienes que comer. Cogiendo una galleta... "ahora sí". Estás segura, pero ahora más despacio vas a mirar tu correo.

"Tienes que coger el minivibrador, lo encientes y te lo introduces en la vagina. Así tendrás que estar todo el día hasta que yo llegue. En cualquier caso, mientras no te diga nada, lo llevarás dentro. Ponlo a velocidad baja, no se oirá y además durarán más las baterías. Deberás llevar un juego de pilas nuevas en el bolso, y si se le acaban las pilas, entonces será la única causa por la que podrás sacártelo, pero sólo para cambiárselas. Dispondrás de quince minutos para hacerlo, así podrás tendrás tiempo para ir a cualquier servicio próximo. Ya me has dicho que saldrás, así que tendrás que hacerlo. ¡Ah!, al menos deberás estar 1 hora en la calle. Es muy posible que sientas fluir tus jugos: NO TE LIMPIES"

"¿Cómo voy a estar tanto tiempo con el consolador funcionando?", te dices. Vuelves a la cocina, lentamente para terminar de desayunar.

Estás bebiendo a sorbos el cola-cao, parece como si quisieras alargar el comienzo del ritual. "No", te dices interiormente, pero a la vez, sientes como tu conejito está palpitando y te empiezas a sentir mojada.

En el dormitorio, sacas el minivibrador de la caja, lo dejas en la mesita, y mientras te vistes, lo miras. Te vuelves a decir que no lo harás, pero mientras dices eso, tienes que ir al baño a coger una toallita húmeda para limpiarte, y refrescarte un poco.

Son las 11:00, y "¿Por qué no?", y mientras piensas eso lo coges y te lo introduces. Previamente le has puesto pilas nuevas, alcalinas, no quieres tener que ir a ningún baño público a "cambiarte las pilas", "bastante tendré con aguantar", te dices sonriendo.

Media hora después, te armas de valor, y con un cosquilleo en tu interior provocado no sabes por qué: si por la vergüenza, por el morbo, porque te está excitando la vibración, porque comienzas a sentir cierta humedad que fluye de tu almejita.

Caminando por la calle, tienes que ir haciendo fuerza, pues no quieres que asome: "esto sí que es hacer ejercicios vaginales", te dices para tus adentros poniendo una ligera sonrisa en tus labios. Estás en la cola de la frutería, ¡uy!, pero si.... comienzas a sentir un orgasmo, notas que tus piernas flaquean, piensas que van a flaquear. Te tienes que apoyar en un estante próximo. Una vecina te pregunta si estás bien. "Sí es que me ha dado un poco de dolor en la espalda, un pequeño tirón, tranquila", le dices, pero tú sí sabes lo que pasa... lo que te está pasando. Deseas que termine, pero encima se está convirtiendo en un orgasmo largo.

Finalmente pasa un poco sus efectos, te relajas, consigues pedir lo que venías a comprar, aunque ya te da igual y pides cualquier cosa.

"Llevo media hora en la calle y ya noto un río entre mis piernas", te dices preocupada. "Bueno, da igual, con media hora es suficiente", y conforme piensas para tus adentros eso te encaminas hacia tu casa. A mitad de camino, recuerdas mi orden "...deberás estar 1 hora en la calle..." No sabes por qué, pero el remordimiento de conciencia se convierte en una sensación morbosamente satisfactoria. Entras en la primera tienda que ves.

"Joder, otro, mierda, y aquí que la tienda está sola", piensas mientras intuyes otro orgasmo, coges cualquier pantalón y te metes en el probador. Te sientas, "menos mal", piensas, "casi me desmayo en mitad de la tienda". Esperas unos instantes, que aprovechas para recomponerte: "¿qué es eso?", te quedas mirando en el espejo que tienes enfrente. "Joder, si se me nota la humedad". Te pones roja, no te atreves a salir, pero no puedes seguir ahí. Te pones en pie y "menos mal, de pie no se nota prácticamente nada". Sales del probador, devuelves el pantalón y te va a casa.

Horrorizada, ves como por la acera viene tu vecina, "vaya con la abuela, tiene que haber salido ahora".

"¿Cómo te encuentras?", te pregunta muy amable ella

"Bien, aunque me molesta la espalda", le dices tú. Con la intención de acortar la conversación añades "por eso me vuelvo a casa, sin haber comprado alguna cosa".

"¡Uy, qué lástima!, no te preocupes, dímelo a mí, yo te lo cogeré", te dice ella.

"No, no te preocupes, ya lo cogeré", contestas

Pero ella insiste, y después de un rato, le tienes que decir un par de cosas para que se quede tranquila. En ese instante empiezas a sentir un nuevo orgasmo. Azorada, le dices que tienes que irte que te está doliendo la espalda. Muy amable ella, te acompaña cogiéndote del brazo hasta el ascensor. "Si ella supiera qué tipo de dolor tengo, me pediría la marca del vibrador", te dices para tus adentro riéndote.

Por fin, me deja en el ascensor. Sola en casa, te sientas en el sofá, no puedes más, tienes la entrepierna totalmente mojada. Tienes que quitarte el pantalón.

No entiendes en qué se te ha ido el tiempo, pero son las doce y media.

Comes como puedes, se te están haciendo las dos horas más largas que recuerdas. Has perdido la cuenta de la cantidad de orgasmos.

"Parece que se está quedando sin pilas", te dices con satisfacción. Pero sin comprender por qué, vas a la habitación y con prisa como si te quemaran las pilas, te sacas el vibrador, y se las cambias, sientes alivio, pero en el fondo, te sientes muy a gusto. Te lo vuelves a introducir, y mientras lo haces, te tienes que tumbar, acurrucándote como una niña, pues tienes un nuevo orgasmo. Este mucho más intenso, más largo.

"¡Qué sed!", te das cuenta. "Joder, con tanto líquido que he perdido...", te dices riéndote, mientras vas a la cocina.

Por fin, sin saber por qué, te has acostumbrado a tener calambres en tu cuerpo desde tu conejito hasta las cervicales y nuevamente hasta abajo, te sientes en una nube, y en esa situación suena el telefonillo. "Por fin, está aquí para liberarme, qué ganas de que me folle", te dices.

"Cartero comercial"

Joder, ni le abres del enfado que te produce.

Han pasado cinco minutos y vuelve a sonar el telefonillo.

"Hola, ¿estás dispuesta para que suba?", te digo.

Sin decir nada, abres la puerta. Tienes dos minutos. Vas a la habitación, te desnudas: "¿qué me pongo?". Finalmente coges un salto de cama totalmente transparente, "al menos no estoy desnuda", te dices sonriendo, y mirándote al espejo.

Llamo a tu puerta. Y muy solícita, la abres, escondiéndote detrás.

"Eres un cabrón", me dices, mientras me sonríes, y me das un beso.

"¿Qué amabilidad?, ¿No te ha gustado?", te digo yo, mientras te miro de arriba abajo, reparando en lo endurecidos que tienes los pezones.

Ahí, de pie al lado de la puerta, te acaricio el pecho por encima de la tela. Te estremeces, y siento tu piel erizarse, me agarras, "¿Qué te pasa? ¿te caes?", te digo sonriendo, aunque en el fondo intuyo, te lo noto en la piel, que te está viniendo otro orgasmo.

"Sí, sí, siiiiiiiiiiiii...."

Mi mano ya está entre tus piernas, "Esto es estar mojada, y lo demás son tonterías, chica, estás chorreando". Te digo yo.

"Estarás exhausta, ya ni tendrás ganas de que te toque".

"No, vamos a la cama, quiero que me folles, quiero que me abras el culo, quiero sentirte dentro de mí: YA", no aguanto más, me dices, mientras cogiéndome de la mano me llevas a la habitación.

Al sentarte en la cama, recuerdas el mail: "¿Puedo sacarme el minivibrador ya?", me preguntas.

"Sí, y quiero que te lo introduzcas en el culito, para que te lo dilate para mí", te digo.

Obediente, y mirándome a los ojos, te tumbas en la cama, y abriendo la cama, dejas salir el consolador, y directamente te lo introduces en el culito. No necesitas lubricación, desde luego, está chorreando... como toda tu entrepierna.

Mientras me desvisto, observo como te acaricias el conejito... "No has tenido suficiente", te pregunto riendo.

"No, te quiero a ti, quiero que me llenes, quiero sentirme llena por ti", me dices. Tienes la mirada brillante, se te nota totalmente excitada.

Introduzco mis dedos en tu interior, comienzo a follarte con ellos, "otro, méteme otro", me dices...

"Ya tengo tres", te digo. "Quiero otro, por favor, méteme otro", me suplicas.

Te introduzco otro". Te retuerces de placer. Te siento ardiente, mi polla en tu mano se va a derretir, vaya calor que tiene.

Tengo casi media mano en tu interior, mientras mi pulgar roza en cada embestida tu clítoris. Empiezas a correrte, no aguantabas más, empieza a fluir un montón de líquido de ti.

Sin dejarte descansar, y aprovechando que se te ha salido el consolador del culito, me pongo entre tus piernas, te introduzco mi polla en el culito, lentamente, aunque no hace falta, estás muy dilatada: ¡qué ansia de sentirte llena!.

Empiezo a bombear, mientras dos de mis dedos están en el interior de tu vagina: siento mi polla dentro de ti con mis dedos...

"¿Qué tal estás? ¿Quieres algo más?", te pregunto. Me tienes en tu culito, dos dedos en tu conejito, y con la otra mano masturbándote el clítoris. "No, no quiero nada más que no pares", me dices.

Empiezas a estirarte, se te está poniendo totalmente erizada la piel, tus pezones parecen querer salir de tus tetas...

"Sí, sí, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, no pares, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii......", te estás corriendo, tus gritos deben oírse en la calle, ¿Qué pensará tu vecina?, ella que amablemente te ha comprado para que no andes.

Te sientes totalmente derrotada, has tenido más orgasmos que en un mes caliente, de los más calientes. No recuerdas nada parecido.

Lentamente, te tumbas a mi lado y comienzas a acariciarme. Sabes que no me he corrido, no sabes como agradecérmelo, pero sí sabes lo que me gusta, y entre caricias y caricias, sin parar de acariciarme, me la chupas. Te la metes toda, me estás haciendo temblar. Sigues chupando, mientras tu mano acaricia mis huevos y juega con mi culito: ¡qué placer!, pero qué bien la chupa, pienso yo. "Sigue, no pares".

Notas como la polla se me empieza a poner tensa, y aprovechas para acelerar ligeramente tus caricias mientras que me la chupas más fuerte.

"Me viene, ya, ya...., no pares", te digo yo, quiero advertirte, quiero que lo sepas. Al oírme, intensificas tu mamada, joder qué bien me la estás chupando.... Aguanto, aguanto, no quiero correrme, quiero seguir sintiendo ese placer, pero, ... "síiiiiiiiii, qué bueno", me miras mientras sigues chupándome.

"Excelente", te digo...

Sonríes, tienes la boca llena, pues me la sigues chupando.