¿De verdad que fue por dinero? (2 y final)
Ana empieza su relación con la señora, pero le aguarda una gran sorpresa...y al esposo también. Su lucha interna tiene por fin desenlace.
¿DE VERDAD QUE FUE POR DINERO? (Final)
Ana fue al sitio donde la señora le había indicado. Pulsó el timbre del interfono, le abrieron y subió al primer piso. Una chica de unos 30 años le abrió la puerta, y la saludó efusivamente. Vestía un poco ligera de ropa, pero de ninguna manera aparentaba lo que suponía que era. La invitó a pasar, y la presentó a las otras cinco chicas que había. Ninguna era como Ana se lo había imaginado. La chica que le abrió, Sonia, era castaña, con una mirada simpática y una voz aniñada. Ella la acompañó a continuación al despacho de la señora. Allí la esperaba. Le dijo las normas básicas del centro, como ella lo llamaba: mientras no tuviera que ir a algún sitio, ese era un centro de formación, donde debían entrenarse mental y físicamente para el trabajo. Le enseñó la sala donde había libros de posturas sexuales, psicología, médicos, y una TV con vídeos porno siempre en marcha, para mantener el tono.
Otra de las salas era una especie de gimnasio, donde las sillas o asientos estaban modificados para ser objetos penetrantes. Tres bicicletas fijas exhibían sendos consoladores en sus sillines; dos sillas tenían uno enorme en el centro, y había otros por las paredes, para ejercitar las zonas lumbares del cuerpo. También había colgados artículos de bondage y sado. A Ana le pareció inquietante.
La siguiente sala era un consultorio ginecológico, donde había un doctor que la esperaba para el examen médico, que pasó satisfactoriamente.
La señora le explicó que en total, el equipo lo formaban veinte chicas, y que ahora habían esas cinco esperando porque se iban a una fiesta con unos ejecutivos japoneses.
La dejó un ratito sola en el gimnasio, y ella tocó los gruesos objetos sobre las sillas. Se fijó en un letrero colgado de la pared: HIGIENE ANTE TODO. UNA VEZ UTILIZADO, USA LAS TOHALLITAS LIMPIADORAS PARA EL USO DE TUS COMPAÑERAS.
Olió uno clavado en medio de un taburete. Era un aroma a limpio. Cogió el tarro de vaselina que había al lado, y lo untó en un enorme pollón que estaba en una de las bicicletas, hasta dejarlo completamente brillante. Después se quitó las bragas, y repitió el proceso con su coño. A los pocos instantes, estaba balanceándose con el aparato abriéndola por completo, recibiendo un placer enorme. Desde su despacho, la señora veía sonriente la escena mediante el circuito cerrado de TV Evidentemente el placer de Ana fue registrado en dvd, y fue archivado junto con cientos más en la caja fuerte de la dama. Durante ese primer día, Ana sólo realizó ejercicios con esos consoladores, con unos resultados más que satisfactorios para su cuerpo. Se sentía cómoda, relajada y con un montón de orgasmos que le daban confianza. Durante el día, la señora llamó al marido de Ana y hablaron durante un largo rato...
Un poco antes de finalizar la jornada, la llamó la señora a su despacho. Ana acudió presta, y vio que no estaba sola. Se quedó muy cortada en la entrada, como temiendo interrumpir alguna cosa.
-Pasa, Ana, adelante! Dijo en tono autoritario la señora. Enfrente de su mesa, una mujer joven y un hombre maduro estaban sentados en unos cómodos sillones de piel.
Ana entró, y se quedó en medio de ambos, mirando a la señora. Por un instante, se quedó paralizada. Reconoció en aquel hombre a su ex -jefe, el que la había despedido, y a la chica a una ayudante que ella misma había tenido. Ana nunca lo comentó, ni siquiera con su marido. A él le dijo que fue por ajustes de plantilla, y que por eso le dieron tan poca indemnización, pero la realidad fue muy distinta: Ella recibió proposiciones sexuales por parte de él, y, al negarse, su jefe no tuvo ningún escrúpulo de desprenderse de ella, y, por lo que parece, la puta de Luisa, aun tuvo menos para aceptar lo que ella declinó.
-Mira Ana, empezó a hablar sonriente la señora. Te presento a mi socio en el negocio, el Señor Rosto, aunque creo que ya lo conoces. Él y su contable de confianza (y eso lo dijo con retintín) se van a encargar de hacer la prueba final. Ellos tienen COMPLETA LIBERTAD ( y aquí la señora recalcó cada sílaba) para hacerte lo que deseen. Espero que estés de acuerdo conmigo que es una oportunidad importante, puesto que cuantas más cosas sepas y estés dispuesta a hacer, más comisiones ganarás. También puedes negarte, y ser una más, de las que simplemente son folladas sin otro aliciente que esperar que el cliente se te corra dentro, y luego asearte rápido para hacer otro servicio, y otro, y otro, todos iguales. Mi oferta de trabajo sigue en pie, evidentemente, pero en tu mano está mejorarla.
Mientras la Señora decía esto, desde su ordenador portátil, activó una videoconferencia. Quince personas estaban en línea, con nicks de lo más variopinto. Entre estos, por indicación expresa de ella, estaba el marido de Ana. Un juego de 6 cámaras estratégicamente colocadas en toda la habitación daban una perspectiva total de la indefensa Ana y de lo que se avecinaba. Evidentemente, con el shock de ver allí al causante de que ella hubiera optado por hacer de puta, no se dio cuenta de las cámaras activadas. Por la retransmisión en directo de lo que Ana iba a hacer iba a cobrar una importante suma de dinero.
El marido de Ana recibió por la mañana una llamada de la señora, en la que le explicó el plan que había surgido, por pura casualidad, puesto que ella no sabía que su socio había sido el jefe de Ana hasta que se lo comentó tras la sesión en su casa. Ella le propuso que un porcentaje de los ingresos de la transmisión serían para él exclusivamente, y aceptó, con una condición: que si Ana aceptaba y se entregaba sin reservas, él podría pedir mensualmente los servicios de otra de sus colaboradoras en compensación, dando por entendido que si Ana respondía como esperaban todos, sería la más puta de todas, y que no lo haría sólo por dinero. La señora sonrió y aceptó dicha condición del cornudo.
A todo esto, Ana estaba paralizada. Miedo, asco, odio...sentimientos encontrados al volver a ver a aquel repugnante hombre que había arruinado su vida. Pero no se movió. Prefirió quedarse firme mirando a la señora.
Rosto se levantó del sillón, y se le acercó por detrás. Empezó a hablar mientras caminaba muy lentamente alrededor de ella.
-Bien, bien, bien... mira qué sorpresa...la verdad es que a la última persona en el mundo a quien esperaba encontrar aquí eres tú, y lo que son las cosas...lo que rechazaste por orgullo, ahora parece que lo aceptas por dinero...La verdad es que no estoy muy seguro de ello. Con el dedo índice le levantó la barbilla para que le mirara a los ojos. Unos ojos cargados de lujuria y sexo, contra unos atemorizados y sumisos. La suerte de Ana estaba echada. Rosto lo comprendió enseguida, cuando le dijo muy suavemente al oído: Vamos a comprobarlo.
-Luisa, desnúdala. Empezaba el juego, y empezaba fuerte. Luisa, la mujer que dio su cuerpo a Rosto por un ascenso, se levantó y empezó a desnudar poco a poco a Ana. Sonreía divertida, con una mirada que denotaba crueldad, mientras le decía:
-¿Sabes?, cuando vi que Jorge (Rosto se llamaba así) te despedía, vi mi oportunidad; sabía por las miradas que te echaba que quería follarte, y tú se lo negaste. Fue fácil decirle que yo era la candidata ideal, y no sabes lo agradecido que estuvo. Hasta tengo un despacho y todo. Puedo ser una puta, sí, pero de un solo hombre, mientras que tú...lo vas a ser de muchos. Y a medida que le lanzaba estos dardos envenenados, poco a poco la fue desnudando. Cuando Ana reaccionó, ya le estaba bajando el tanga.
Inmediatamente, Jorge se apoderó de sus pechos, y comenzó a pellizcar los pezones hasta endurecerlos. Ana se estremeció. Desnuda y ya sin zapatos (ni se dio cuenta que Luisa, agachada se los quitaba mientras él le tocaba los pechos), fue dirigida a una camilla ancha que estaba al lado de la mesa de la señora. Casi se iba a estirar voluntariamente, cuando él la detuvo sonriendo.
-¿Ya deseas que te usemos? No, putita, aún no...nosotros estamos vestidos. Casi mecánicamente, Ana procedió a desnudar primero a Jorge. A pesar de hacerlo sin ganas, sus gestos mostraban sensualidad. Cuando le bajó el slip, un mástil de 20 cm. casi le golpea la cara. Ana la contempló durante unos segundos, embelesada. De repente, una mano, la de Luisa, le privó de esa visión. -¿Ves lo que te perdiste? Y se la introdujo en la boca. A Ana eso la dejó un poco más aturdida, pero Jorge dominaba la situación, y mientras Luisa le dedicaba una fenomenal mamada, le hizo una seña a Ana para que desnudara a ésta. Le costó, no se lo ponía nada fácil, pero lo logró.
Las cámaras no perdían detalle. La señora veía los rostros complacidos de sus clientes, y los comentarios. Pronto Ana les dará placer, pero además veía con satisfacción cómo el marido de Ana se movía rítmicamente. Intuía que se estaba masturbando.
Ana se desilusionó cuando vio que Luisa era la que se estiraba en la camilla, y Jorge le empezaba a lamer el coño. Gemía de placer, mientras se abría al máximo las piernas y su sexo depilado. No obstante, él la cogió y supo qué tenia que hacer, sustituir la lengua que devoraba los flujos de Luisa. Se dedicó con deleite. Poco a poco Ana iba perdiendo la rigidez, se la notaba excitada de nuevo, y una cámara mostraba perfectamente cómo se amorraba al coño de Luisa. Entonces, él la hizo subir también, para hacer un 69, y que ambas se pudieran dar placer. La vulva de Ana se mostraba abierta, no en vano los consoladores la habían dejado muy dilatada, y eso no pasó desapercibido a Jorge. Por señas, le pidió a la señora un tubo de lubricante, y se lo pasó de inmediato.
Mientras ellas se devoraban con pasión, él disparó un chorro largo de lubricante dentro de la vagina de Ana, y empezó a meter dedos para repartirlo bien. Eso se notaba que le gustaba a ella, movía sus caderas invitante. Jorge le acercó la polla a la boca, y Ana la lamió con ganas. La miró a los ojos y le dijo que sabía que era una ninfómana, que su mojigatería era cuestión de tiempo que se rompiera. Ella le estaba diciendo que no, que necesitaba el dinero, cuando de repente alcanzó un orgasmo. Jorge sonrió.
Luisa seguía comiéndole el coño a Ana. Sus instrucciones eran claras, provocarle tantos orgasmos como pudiera. Abrió los ojos, y, entre las nalgas de Ana, vio un gesto de Jorge. Cerraba el puño derecho, y hacía como si empujara. Sabia lo que tenía que hacer. Él había vaciado el tubo de lubricante en el coño que tenia ante sus ojos. Empezó con dos dedos. Sentía la calidez de las paredes acogerlos. Tres dedos, que ya estaban muy resbaladizos...cuatro...cómo se contonea la muy zorra...y de pronto, con cinco, ¡plop! La mano entera desapareció de la vista de las cámaras. La señora sonrió al ver la cara de los hombres, en especial la del cornudo cuya mujer estaba siendo sometida delante de sus ojos.
Si bien Ana se había corrido una vez, ahora, con la mano de Luisa en su interior, las sensaciones se multiplicaban. Perdía el control de su cuerpo, y obedecía cualquier orden que Jorge le daba. Mientras Luisa agitaba los dedos dentro de ella, Ana lamía como podía el coño follado de ella, y, cuando se salía, la majestuosa polla de él.
Él iba gritándole todo el rato lo puta que era, que lo haría gratis, que era deseo de polla lo único que Ana tenía, y ella se negaba, pero cada vez más débilmente. Luisa ya encontraba placer morboso en sacar y volver e introducir la mano, mientras Ana gemía y se corría, lo notaba por las contracciones, y para ella era un placer que él la hubiera follado antes que a esta remilgada que ahora sacaba a relucir su ninfomanía. A Luisa no le costó convencer con su cuerpo a Jorge que ella le daría muchas satisfacciones, como así le pudo demostrar. Ella consolidó su apuesta laboral, y a cambio él la introdujo en un mundo fascinante, donde los sentidos cobraban una importancia vital.
Jorge notaba que estaba cerca del orgasmo, y dio una vuelta de tuerca más a su perversión. Con el mando a distancia, rebajó más la altura de las camillas hasta que el culo de Ana quedó en ángulo recto con su polla, y giró la camilla. Al ver que su jefe iba a follar a Ana, fue a retirar la mano, pero él la detuvo. Con gran esfuerzo, empezó a introducirle la polla también por el coño. Ana estaba en el séptimo cielo, forzando su vulva a extremos inimaginables. Las cámaras retransmitían con todo detalle la brutal iniciación de Ana, y la señora ya había recibido tres solicitudes de los servicios de Ana, una de las cuales ofrecía 5.000 Euros por un fin de semana completo. Sonreía, pero quería la confesión final, y sabía que Jorge estaba a punto de conseguirla.
Él notaba cómo el sexo de Ana hacía esfuerzos para contraerse ante el nuevo orgasmo, pero ni su polla ni la mano de Luisa le dejaban. Él volvió a preguntarle si aún pensaba que follar así era un tema de dinero o no, y Ana sólo pudo sollozar un noooooo muy débil, pero audible aún para todos, incluido su marido a través de la videoconferencia. Cuando ambos se salieron de ella, Ana arqueó su cuerpo para liberar aún más su alma, y gritó que no había disfrutado por dinero, sino por el placer de sentirse así. Todos la oyeron. Todos querían tener a Ana próximamente. Uno de los clientes de la videoconferencia, preguntó si podría contratar sus servicios para animar a un equipo de fútbol en crisis. Mientras, un primer plano de las contracciones de su coño hizo que su marido se corriera también, y gotas de semen salpicaran la pantalla de su ordenador.
Cuando se levantó para asearse un poco, sonó el interfono de la puerta. Cuando preguntó quién era, se sorprendió al oír una voz de mujer que decía que venía a cubrir un servicio de parte de la señora. Sonrió aun más cuando al abrir la puerta vio a una mujer de increíble belleza. No solo su mujer iba a disfrutar, al fin y al cabo...qué mejor manera de mantener un matrimonio que compartir la infidelidad...
Nuestra protagonista, necesitó tres días de descanso para reponerse, pero se convirtió en la estrella de la plantilla de la señora. A veces hacía servicios compensatorios para Jorge y Luisa, según le ordenaran, desapareciendo esa rivalidad que había entre ambas, para dedicarse a satisfacer sus ansias de sexo y las del propio Jorge; y, evidentemente, el matrimonio pudo pagar la hipoteca y prosperar económicamente. Las pocas veces que podían follar juntos (y a solas, porque los devaneos de la pareja con amigos daría para otra historia), aún reían cuando ella se hacía la inocente diciendo que lo hace por dinero.
Fin