De vacaciones en Miramar
Gloriosas vacaciones.
De vacaciones en Miramar
El recuerdo de la noche de despedida que me dio mi sobrino, se instaló en mi memoria durante todo el viaje de regreso a Argentina, donde pasaría unas cortas vacaciones, primero visitaría a unos familiares y luego, el placer
Recuerdo que mi sobrino estaba sentado en el borde del sofá. Y yo, su adorada tía estaba encima, de espaldas a él. Tenía la falda remangada en la cintura y todavía conservaba las medias negras. Tenía las piernas abiertas a tope y me dejaba caer violentamente sobre el pene del muchacho, empalándome por entero, hasta que solo quedaban fuera sus testículos.
Literalmente estaba llenando todo mi interior. Habíamos cambiado de postura. Ahora estaba sentada de cara a él y sólo movía las caderas adelante y atrás mientras él masajeaba mis tetas, Siguieron fuertes embestidas, y con brutal lujuria reflejada en su rostro, y escasa piedad por la madura edad de su tía seguimos por un rato en esa posición, pero yo quería el producto de su placer en mi boca, así empece a chupar su pene, hasta que a los pocos segundos, un autentico torrente de leche tibia y espesa me fue inundando la garganta. A medida que su glande iba escupiendo borbotones de semen, me lo iba tragando con sumo placer y vicio. Le estuve estrujando los testículos para que se vaciaran por completo en mi estomago.
Luego de visitar a varios familiares, me fui a Miramar, una ciudad balnearia de Argentina y alquilé un departamento.
Terminé de ducharme, me secaba frente al espejo, viendo mi cuerpo de 53 años, macizo, blanco con dos espléndidas tetas de aureolas rosadas, unas caderas poderosas, una hermosa mata de pelo en el sexo. Mi cuerpo era la personificación viviente de la lujuria. Mi mente estaba en realidad entregada a satisfacerla, estaba tan llena de descarriadas fantasías, que imaginé todas las situaciones sexuales concebibles, por muy irreales e increíbles que fuesen, con tal de dar satisfacción a mi anormal lujuria Posteriormente me di una ducha vaginal, como para aplacar el calor interior, sin resultado alguno.
Después de mucho pensarlo o mejor dicho de no pensar en otra cosa que en el sexo, me vestí con unas ajustadas calzas de laycra negra, una remera amplia y salí a la calle sin saber adonde ir.
Comencé a caminar por el Vivero, un lugar arbolado de Miramar, un lugar hermoso, el calor era agobiante y el lugar estaba desierto, la gente poblaba las playas huyendo del calor, me interné por un sendero, con grandes pinos a su costados, al llegar a un bosquecito despoblado, divise a lo lejos a tres jóvenes que bebían cerveza, bajo un árbol, aparentemente tendrían entre 16 y 18 años, uno de ellos, atrajo mi atención, tenía vello suave en las piernas, los brazos bien marcados y en su vientre comenzaba a aparecer una sombra de abdominales. Bajo su hermoso ombligo aparecían una serie de pelitos finísimos, de color castaño claro, que combinaban con su pelo largo, sentí que de nuevo mi vagina se calentaba e imaginaba a esos jóvenes satisfaciendo mi lujuria
Haciéndome la distraída le comenté que estaba paseando y que me había perdido preguntándole a continuación la salida. Esto resultaba ridículo ya que el lugar no era para nada grande como para perderse y además el muchacho se dió cuenta de mi evidente fascinación que me despertaba su torso desnudo
¿ Quiere un poco de cerveza señora?, pregunto el joven, ante la mirada atenta de los otros dos jóvenes, que parecían haber tomado más de la cuenta.
Yo ya había recuperado un poco la compostura, así que solo me limite a asentir con la cabeza
Tome la botella y la llevé a mi boca, restos de cerveza, se escurrieron por la comisura de mis labios hacia mi remera, saqué la lengua y la pasé por mis labios, sensualmente, ante la mirada atónita de los tres jóvenes, uno de ellos comenzó a tocarme los pechos por sobre la remera y los otros dos me tocaban alternadamente la cola e intentaban meter sus dedos, entre la delgada tela de lycra de mi calza, en busca de mis tesoros mas ocultos
Por mi cabeza pasaban a toda velocidad todo tipo de pensamientos; miedo, deseo, y ganas de que lo que fuera empezara ya
Yo les gritaba Déjenme, Déjenme, los voy a denunciar, por favor, pero haciendo honor a la verdad y en mi estado de calentura que venía arrastrando desde antes de verme en esa situación morbosa, en el medio del bosquecito con tres jóvenes dispuestos a todo, empezó a gustarme y obviamente esto se notaba en mis cada vez menores esfuerzos por resistirme- . Tal es así que uno de ellos dijo - vean como le gusta, vean como le gusta, Como te vamos a cojer mamita.
y ante sus miradas me terminé de sacar la remera y la calza y me quedé solo en ropa interior y con las sandalias puestas.
El que hablaba se me vino encima y me empezó a manosear toda, principalmente los pechos, mientras que el otro me metía las manos entre las nalgas desde atrás.
Así como estaba me hicieron arrodillar y chuparlos uno a uno alternadamente y hasta me metían sus pijas en la boca los tres a la vez, recuerdo el holor a transpiración, que lejos de disgustarme me encendía cada vez mas, ese deseado holor a hombre, a sexo, me ponían sus pijas a cada lado de mi rostro, para que las chupara. así se fueron turnando, haciéndose chupar las pijas, la mezcla de sabores de todos esos miembros es una sensación difícil de describir con palabras. Yo estaba poseída, no cesaba de chupar y chupar. Enseguida percibí una humedad en mi lengua y unos instantes después un espeso chorro de cálido fluido se derramó sobre mi boca y bañó luego mi cara y mis manos.
Los otros dos empezaron a acabar , en mi cara y en mis pechos, estaba literalmente bañada en leche adolescente y me encantaba ese sabor a leche juvenil
Luego me hicieron poner de pie, me tocaron por todas partes, por las tetas desnudas, por el culo, por las piernas, por el sexo.
Uno de los jóvenes me beso en la boca, con un fuerte aliento a alcohol, eso me excito, me hacia sentir sucia y muy puta
Yo quería ser penetrada por esos maravillosos proyectos de hombres.
Ponte de rodillas- acertó a decir el mas joven, con voz jadeante y autoritaria , obedecí sumisamente, yo estaba en ese momento dispuesta a dejarme llevar y a que me trataran como una perra lúbrica y lasciva. Me coloqué de rodillas, en cuatro patas, giré mi cabeza para ver sus movimientos, para no dejar de admirar su pene.
Me metió la polla de un solo golpe, hasta el fondo, notándole los huevos que chocaban en mi culo, perforando mi mojadísima vagina una vez y otra vez, sin descanso, con fuerza bruta, rápidamente...
Así estuve un buen rato, extasiada ante una imagen para mí totalmente insólita, a cuatro patas dejándome taladrar por un jovencito de 16 años, ante la mirada de otros dos jóvenes, que esperaban su turno
Mis orgasmos se repetían, mis jadeos se hacían cada vez más ruidosos y le pedía, le suplicaba que no parase, que me la metiera más fuerte, que me diera su leche y eso hizo.
Cuando se hubo retirado de mi vagina, otro de los jovencitos se recostó en piso, me subí sobre él y doblé mis piernas ligeramente hacia atrás para sentarme encima de él y justo antes de introducir su pene, en mi empapada vagina, lo besé con pasión, entrelazando nuestras lenguas.
Lo cabalgué sin parar, sin descanso, una y otra vez, embistiendo como poseída, llevada por el demonio de la carne y de la lujuria, empujando hacia abajo, retorciéndome cuando la tenía entera dentro de mí, contorneando mis caderas, echándome hacia atrás a veces, en otras ocasiones me abrazaba a él inclinada hacia delante, fueron tantas posturas, tantos movimientos, que me pareció que llevábamos horas así, de los orgasmos que estaba teniendo. Destrozada de tantas embestidas, decidí parar, ya no podía más, apenas podía respirar, en ese momento una catarata de semen inundo mi vagina
Se fueron turnando así hasta que se hartaron de follar aquel agujero que se les ofrecía. Al fin decidieron que habían tenido bastante.
Me vestí como pude y me retire del lugar, con la alegría de una hembra satisfecha, con la certeza de que no seria la ultima aventura
Media hora más tarde llegué al departamento, aun exhausta y casi dolorida en todo mi cuerpo tras la sesión de sexo desaforado al que me había entregado. Necesitaba una ducha reparadora, de agua fresca y reconfortante, así que pasé directamente al cuarto de baño, me quité la ropa y entré en la bañera dispuesta a enfriarme con el chorro de la ducha. El agua me cayó como del cielo, estaba fría y apetecible en una tarde tan calurosa de verano. Así estuve durante un rato largo, sin prisas, disfrutando al tiempo que recordaba lo que había hecho. No tenía sensación de culpa ni de haber hecho nada inmoral, sino de satisfacción plena y de felicidad carnal.
Descubrí que me gusta que me traten como a una puta, en la cama y que me digan cosas sucias, eso me excita mucho y pensar que lo aprendí a los 52 años, cuanto placer he perdido, pero lo voy a recuperar, de eso estoy muy segura.