De vacaciones con mi suegra y su hermana 2

Tras un primer escarceo con Loli, mi calentura va en aumento. Es el momento de dar un paso adelante.

Continúo con mis aventuras con Puri, mi suegra, y Loli, su hermana. Tras el breve encuentro en la cocina con Loli, huelga decir que nuestro deseo aumentó. Y decidimos no perder el tiempo. A la mañana siguiente, mi suegro se llevó a los niños en el mini-volumen para ir a pescar, actividad que me aburre de sobremanera. Los peques, a quienes pescar les daba igual, con tal de pasar el día en el agua, se hubieran ido a cualquier sitio. Pensé en acompañarlos, para tenerlos vigilados, pero Edelmiro me dijo que si me quería quedar, que no había problema, que adultos para echar un ojo a los renacuajos no faltarían. Así que me quedé.

Loli y Puri se quedaron en la cocina, charlando. Después de desayunar, estuve leyendo en mi habitación y, cuando el calor empezó a apretar, me puse el bañador, evidentemente, el que tengo más ajustado, para salir a tomar el sol en la hamaca del jardín.

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Chicas, me voy a tomar el sol- anuncié. En ese momento, ellas estaban en sus quehaceres domésticos.

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Cuando termine, te acompaño- exclamó Loli.

Puri no dijo nada.

Yo empezaba a estar tan excitado, que apenas me podía concentrar en la lectura. Pero disimulaba. Al cabo de un rato, bajó Loli. Llevaba un bañador de una pieza, azul marino, con unas grandes margaritas. Se sentó a mi lado, con otro libro y una botella de agua. Obviamente, no perdió la ocasión de mirarme el paquete con total descaro y nos sonreímos pícaramente. Poco después, Puri se nos acercó para decirnos que se iba al súper, que si queríamos algo. Me ofrecí a acompañarla, pero respondió que no hacía falta. Y se fue. Acto seguido, me levanté para darme un manguerazo.

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Cómo aprieta el calor- le comenté a Puri, mientras me tiraba el agua.

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Es verdad, nos tendríamos que poner una piscina. A ver si convenzo a mi hermana.

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Sí, y, en confianza, a ver si te cambias el bañador, que este parece del siglo XIX.

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Ay, hijo, con el cuerpo que tengo…

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Ya quisieran muchas de treinta tener tu cuerpo, Loli, no digas tonterías. O acaso no recuerdas como me la pusiste ayer en la cocina. Mira, solo de pensarlo, ya se me pone morcillona…- susurré, mientras me recolocaba la polla dentro del bañador.

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Realmente, la tienes preciosa. Pero eso fue un calentón que te dio. Que llevas muchos días sin tu mujer…

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Pues ahora me vuelve a dar el calentón, Loli.

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Pues acércate que te lo quito…

Obediente, me acerqué, me bajó lentamente el bañador, y como si tuviera un resorte, la polla saltó en dirección a su boca que la engulló de inmediato, mientras sus manos acariciaban mis pernas, mi culo, mis huevos, como ella ya sabía cómo a mí me gustaba. Pero también sabía que en esta ocasión no me iba a conformar con una mamada, así que le bajé las tiras del bañador, la recosté en la hamaca y me apoderé de sus tetas. Grandes, medio caídas, blancas y con unos grandes pezones oscuros y duros, que saboreé golosamente, mientras que con mis inquietos dedos, busqué su coño, que me esperaba ansioso. No fue una sorpresa encontrarla tan mojada. Y no me lo pensé dos veces antes de bajar a comerle su coño, sabroso, caliente y húmedo. Me lo estuve currando, chupándoselo, mordiéndoselo, metiéndole los dedos hasta el fondo, hasta que conseguí que se corriera entre gritos de placer. Cuando aún jadeaba, me puse sobre ella y le clavé mi polla, que entró como un cuchillo caliente en la mantequilla. Primero en un bombeo lento, disfrutando de su mirada, de sus insultos, de sus ruegos para que no dejara de follarla. Y cada vez más rápido, más al fondo, con más fuerza, lo que iba acompañado de más gritos de placer e insultos, que yo le respondía, mientras la penetraba sin piedad. La cogí en volandas, la puse a cuatro patas y me la estuve follando hasta que ella se volvió a correr y yo, pocos segundos después, ya no aguanté más y exclamé:

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¡Me voy a correr, me voy a correr!

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Córrete dentro, cabrón, córrete dentro.

Y como ya sabéis que soy obediente, obedecí. Y le llené ese dulce coño con un tremendo chorro de leche, que rebosaba por sus labios vaginales. Loli me sorprendió agarrándome la polla, aún dura, y me la empezó a chupar, hasta que se aseguró que no quedaba ni una gota. Me beso, me abrazó unos instantes y nos duchamos con la manguera.

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Ha sido increíble, Javi.

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Gracias, Loli, yo también he disfrutado.

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Debes tener a mi sobrina contenta.

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Siempre que ella quiera, que no es tan a menudo como yo quisiera.

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Pues que esta polla no pase hambre, hijito, que ya me encargo yo de eso. A ver si te vas a buscar una pelantrusca fuera de la familia, que te la corto.

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Seguro que no hará falta, Loli.

Y nos estiramos a tomar el sol. Al cabo de media hora, oímos el coche de Puri. Mi primera reacción fue la de levantarme a ayudarla con las bolsas de la compra, pero de inmediato me di cuenta que Loli y yo estábamos desnudos. No me dio tiempo a reaccionar. Puri ya había salido del coche y se me quedó mirando de pie. Mejor dicho, se quedó mirando mi polla. Y acertó a preguntar:

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¿Se puede saber qué habéis hecho? Javi, ¿te tengo que recordar que estás casado con mi hija? –y añadió dirigiéndose a su hermana- ¡Que es tu sobrina!

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No seas envidiosa, Puri- le soltó su hermana- Lo que tienes que hacer es probar ese pedazo de polla que se gasta tu yerno y se te pasará tanto malhumor, leñe.

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Puri… yo…- no sabía cómo excusarme-, me pongo el bañador y te ayudo con las bolsas.

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No te lo pongas- me retó Loli- que disfrute de la vista. Ya que no se atreve a comértelo con la boca, que se lo coma con la mirada.

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Pero tú que te has creído, que es mi yerno.

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Pues tu yerno tiene un pollón que no veas.

No sé si fueron las tetas bamboleantes de Loli o la mirada ardiente de mi suegra, que la polla se me empezó a endurecer de nuevo. Traté de disimular, yendo al maletero del coche, cogí cuatro dos bolsas y una garrafa de agua y entré para la casa. Detrás de mí entró Puri, con otra bolsa y una garrafa.

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Te lo dejo aquí- susurré.

Puri volvió a clavar sus ojos en mi polla, que seguía en un estado semi-erecto. Pero no dijo nada.

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Voy a vestirme- comenté.

Y al salir, accidentalmente, con lo estrecha que era la cocina, refregué mi polla en su culo.

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Javi, por favor…- jadeó.

Y yo me tuve que pajearme de nuevo.

Me había tirado a Loli y tenía claro que Puri me deseaba. Me quedaban cuatro días de vacaciones de lo más interesantes.