De vacaciones con mi cuñada II

La tentación es cada vez peor, hasta lo inevitable (continuación de http://www.todorelatos.com/relato/103097/)

Este relato es una continuación de 'De vacaciones con mi cuñada' ( http://www.todorelatos.com/relato/103097/ ). Siento haberme tomado tanto tiempo, pero por problema informáticos tuve que volver a escribirlo desde cero cuando lo había acabado. Gracias por vuestra paciencia.


El sol de la mañana llamó a nuestra ventana y poco a poco nos fue despertando, tras unas cuantas bromas y algún golpe con la almohada decidimos levantarnos. Sandra y yo queríamos ducharnos así que, dado que a mí me importa más bien poco el agua caliente, le cedí el primer turno y me fui con los otros dos que iban a desayunar. No nos sorprendió comprobar que los dos que habían dormido en la otra cabaña se habían levantado ya y nos esperaban con la mesa llena de tostadas, café y leche.

Tras unos minutos entre bromas apareció Sandra de la ducha con el cabello aún húmedo chorreando sobre una camiseta blanca que debido a esto transparentaba perfectamente sus pezones totalmente duros por el frío.

  • Venga! Miss camiseta mojada!! - gritó la otra chica nada más verla.

  • Oye... que es lo único que tenía!! - Respondió Sandra ruborizándose y tapándose con los brazos mientras cruzaba la habitación en dirección a las escaleras.

Tras una carcajada general y un “no te preocupes chica que estamos en familia” yo me levanté y cogí mis cosas y me dirigí a la ducha.

El baño era una pequeña cabaña de unos dos metros cuadrados anexa a la principal a la que se accedía por el exterior; las prestaciones de esta se limitaban a un precario retrete y una alcachofa de ducha colgada del techo, sin mampara ni cortina, al estilo veneciano.

Al entrar, la imagen de sus pezones erectos seguía grabada a fuego en mi mente. Sandra... Resoplé y me metí bajo el grifo de agua fría; aún intentaba resistirme a la tentación pero las circunstancias no ayudaban lo más mínimo. Cerré los ojos e intenté abstraerme, relajarme... imposible. Mi mente se centró en recordar que no hacía ni cinco minutos, en ese mismo lugar, había estado ella, totalmente desnuda; con las finas gotas de agua cayendo sobre sus senos descubiertos para después recorrer el camino hacia su pubis en una erótica cascada. A pesar del frío mi pene comenzó a crecer, necesitaba desahogarme.

En el suelo, en un rincón cerca de la puerta, Sandra había dejado la ropa que se había quitado y que tras la ducha de ella estaba totalmente mojada. Tomé sus braguitas e instintivamente las acerqué a mi rostro, el dulce aroma del coñito de mi cuñada me embargó. Las imágenes grabadas por mi cámara el día anterior volvieron a mi mente así como los recuerdos de como la penetraba en sueños. Comencé a masturbarme imaginando que eran sus finas y delgadas manos las que acariciaban mi polla. Dios, me moría de ganas de meter mi miembro en su interior y sentir las cálidas paredes de su vagina en torno a él. Fue sublime a pesar de que, a falta de sus senos para poder correrme sobre ellos, tuve que conformarme con terminar sobre sus braguitas.

Terminé de ducharme, limpié como buenamente pude los restos de semen de la ropa interior de Sandra y volví con los demás que en ese momento debatían sobre la conveniencia o no de subir al ibón dadas las oscuras nubes que cubrían el cielo; finalmente, no sé si por valentía o por estupidez decidimos hacer la excursión.

La subida era dura y a mitad de camino comenzó a llover, yo pasé el ascenso hablando con Sandra que sin venir demasiado a cuento, me estuvo contando sobre sus primeros novios y sobre otros chicos que iban detrás de ella. Yo hacía como que la escuchaba, pero cada vez que la miraba de soslayo lo único que podía pensar era en su cuerpo desnudo y del mismo modo, cada vez que tenía ocasión la hacía pasar delante de mí para poder admirar su culito perfectamente delineado bajo esas mallas térmicas que usaba para montaña.

Una vez superados los últimos escarpes la lluvia cesó y pudimos relajarnos un poco, no obstante esta dio paso a una brisa heladora y las nubes se quedaron ahí, de un color gris oscuro, amenazando con volver a descargar. Pasamos la cabaña de los pastores que como siempre estaba abierta y finalmente llegamos a nuestro destino.

Agotado por el ascenso me derrumbé al abrigo de unas rocas. La temperatura bajaba y se había levantado algo de viento; las nubes seguían oscuras y amenazantes sobre nosotros lo cual no impidió que al grupo le pareciera divertido continuar más allá para ver la bajada hacia el otro valle.

  • Yo estoy agotadísimo, me quedo por aquí haciendo fotos, ok? - respondí aún recuperando la respiración.

  • Ay!, yo también quiero fotos! - dijo Sandra dejando su mochila en el suelo.

Casi temblaba cuando nuestros compañeros se alejaron por el circo glaciar, en parte por frío y en parte por nervios. Tenía que concentrarme, controlar mi mente, no dejar que me traicionase. Saqué la cámara y me centré en las fotos rezando porque los demás no tardasen mucho.

  • Mira Fran, camino sobre las aguas! - la voz de Sandra me devolvió a la realidad cuando había pasado un rato.

Aprovechando la capa de hielo que se había formado en el agua del ibón Sandra caminaba torpemente sobre esta. Le dije que tuviera cuidado y, como si de una profecía se hubiera tratado, el hielo crujió y se rompió bajo sus pies dejándola caer al agua helada. Inmediatamente me levanté, dejé la cámara y corrí a ayudarle mientras ella pugnaba por avanzar rompiendo el hielo hacia la orilla. El palo en el que me apoyaba para andar en el monte le ayudó a salir en el último tramo.

La abracé con fuerza mientras ella sollozaba. Su cuerpo entumecido por el frío temblaba apretándose contra el mío. Dios, la deseaba tanto que a pesar de las circunstancias mi miembro reaccionó a esa cercanía y mi mente dibujó de nuevo la escena de mi polla penetrando sus intimidades.

El viento arreció y comenzó a nevar; el tiempo empeoraba por momentos. Informé a través del walkie-talkie de lo que había pasado y de que buscaríamos refugio en la cabaña de los pastores.

  • Recibido, esperad ahí y llegaremos en cuanto podamos.

Caminábamos despacio y antes de llegar la nevada ya se convertía en ventisca dificultando notablemente la visibilidad. Entramos y ella se dejó caer en el suelo llorando pero no había tiempo para consolarla, tenía que entrar en calor.

  • Quítate esa ropa mojada y envuélvete con esto – dije sacando una manta térmica que suelo llevar en la mochila por si se dan casos así.

  • Pero... me da vergüenza... - repuso ella entre lágrimas.

Le dije que no se preocupara, que iba fuera a buscar algo con lo que encender un fuego que nos calentase.

Una bofetada de viento gélido azotó mi cara al salir de la cabaña. El clima era casi impracticable y me hizo darme cuenta de que difícilmente el resto del grupo conseguiría encontrar la cabaña. Recordaba de cuando habíamos pasado antes que en la parte posterior había visto leña así que, como pude ya que el frío me paralizaba, cogí la suficiente y volví al interior.

Al entrar Sandra sacó la cabeza de la manta su rostro recuperaba un malsano color pálido abandonando el morado anterior. Encendí el hogar, cogí su ropa y la acerqué al fuego para que se secase; pude comprobar entonces que bajo la manta ella se encontraba total y absolutamente desnuda.

A través del walkie-talkie el resto del grupo nos informó de que les era imposible llegar y que habían encontrado un pequeño refugio en las rocas por lo que hasta que no se pasase la ventisca estábamos solos.

  • Tengo frío... - se quejó ella.

Recordé entonces que la manta térmica sólo servía si le daba la luz del sol así que tras buscar un poco le tendí otra manta, esta vez de lana que había en la cabaña. Mi ropa estaba también mojada por la nieve y el contacto con Sandra.

  • Tú, vergonzosa, no mires – bromeé mientras me quitaba la ropa y la ponía al calor de la hoguera – Y ahora voy a hacer algo de lo que mejor que no se sepa nada.

Con mucho cuidado de no destaparla me tumbé a su lado también desnudo y me tapé con la manta que sobraba.

Mi mente comenzó a dar vueltas. Igual que la noche anterior su cuerpo yacía a escasos centímetros del mío, tan cerca que podía notarlo temblar del frío, con la diferencia de que esta vez estábamos totalmente desnudos. Una vez más intenté abstraerme, olvidarme de la situación y justo cuando lo empezaba a conseguir...

  • Fran... abrázame... - la petición me cortó la respiración – es que sigo teniendo frío y quizás con algo de calor humano...

Me giré lentamente, ella seguía de espaldas a mí; lentamente acerqué mi torso a su espalda intentando dejar las piernas atrás a fin de que mi miembro, que comenzaba a levantarse pidiendo guerra, permaneciese alejado de su culito y la abracé. Su piel seguía fría por el incidente de antes, pero su tacto pareció abrasarme. Tan cerca sus pechos de mi mano, tan cerca su pubis del mío... tan cerca el deseo...

La imaginación empezó a jugar conmigo, primero dibujando la imagen de su cuerpo desnudo junto al mío, después dibujando mi polla desapareciendo entre sus piernas...

De pronto, sin previo aviso ella echo su cuerpo hacia atrás dejando la punta de mi pene, que para entonces estaba en plena erección, alojada entre sus glúteos; se movió un poco para acomodarla, agarró mi mano con la suya y la colocó sobre sus senos.

  • Sandra... - no sé si por la excitación o por qué, pero no fui capaz de decir nada más, tan a penas podía respirar.

  • Sssshhh, me has salvado la vida, de algún modo tengo que pagarte. - repuso ella mientras su mano se dirigía hacia atrás y envolvía mi polla.

Empezó a masturbarme lentamente mientras movía su culito para jugar con mi glande. La sensación de su mano agarrando firmemente mi miembro me embargaba, a pesar de lo cual por un instante pude pensar con lucidez: tenía que parecer que me oponía, sólo parecerlo, guardar las apariencias. Dios, me moría por metérsela hasta el fondo.

  • Sandra, esto no está bien, soy el novio de tu hermana...

Ella se giró y se pegó a mí; podía sentir perfectamente sus pezones totalmente duros contra mi pecho.

  • Si tú no se lo dices a nadie, nadie tiene porqué enterarse. - susurró en mi oído – Además, hace tiempo que me muero de ganas de sentir tu polla partiendo mi coñito.

La chica sabía ser directa y yo estaba como paralizado. Dirigió mi mano a su entrepierna y continuó masturbándome; por su joven inexperiencia no era la mejor paja de mi vida, pero me estaba sabiendo a pura gloria.

Mis dedos comenzaron a moverse instintivamente acariciando su clítoris, su sexo, totalmente depilado como aparecía en mis fantasías, rezumaba calor y humedad. Tras jugar un poco con este introduje lentamente dos de mis dedos entre sus labios; dentro su tacto parecía abrasarme, estaba tan caliente y mojada... Ella gimió levemente al sentir su intimidad invadida y su mano aceleró su sube y baja en mi polla acompasándose al movimiento de la mía.

El placer me estaba matando y por un momento sentí un espasmo en mi miembro así que, temiendo correrme si ella continuaba, saqué mi mano de su entrepierna y la abracé pegando totalmente su cuerpo al mío de modo que Sandra no pudiera seguir con esa gloriosa paja. El tacto aún helado de su pecho contrastaba con el calor que emanaba de su pubis. La besé casi con desesperación al tiempo que mi mano empapada de sus fluidos agarraba una de sus nalgas mientras notaba como mi miembro se hallaba justo entre sus piernas.

Separamos nuestros rostros respirando con dificultad, los dos estábamos excitadísimos. La coloqué tumbada hacia arriba y mi boca bajó por su cuello, se detuvo un momento en sus pezones totalmente duros por el frío y la excitación y continuó su camino hacia abajo. Suavemente acaricié su clítoris con mi lengua arrancándole otro gemido y me detuve un instante para recrearme con la escena.

Tenía ante mí a Sandra, mi pequeña cuñada totalmente desnuda, con la piel pálida aún por el frío pero las mejillas sonrojadas por la excitación. Su pubis sin un solo pelo brillaba húmedo ante mí pidiéndome a gritos que lo penetrase; un poco más arriba, tras un vientre plano y terso, sus pequeños pechos se elevaban de su torso firmes, suaves, coronados por unos pezones deseosos de que mi lengua volviera a recorrerlos.

Volví a sumergirme entre sus piernas. Mi lengua y mis labios jugaban con su clítoris mientras dos de mis dedos entraban y salían de su coñito. Sandra inconscientemente movía su pubis embargada por el placer, casi en estado de éxtasis, y sus gemidos fueron en aumento al tiempo que mi mano y mi lengua aceleraban también sus movimientos. De pronto noté como agarraba mi cabeza y la aprisionaba contra su sexo justo antes de que un espasmo recorriera su cuerpo. Sentí como su cuerpo se tensaba las paredes de su vagina se convulsionaban y como, en su interior, se empapaban mis dedos.

Sandra se quedó como inerte, respirando agitadamente a raíz de semejante orgasmo. Me tumbé a su lado y nos besamos. Sentí su mano de nuevo en mi entrepierna y como sus labios se separaban de los míos para instantes después envolver mi polla. Su lengua empezó a jugar con mi glande como instantes antes la mía lo había hecho con su clítoris. Su boca avanzó y poco a poco mi miembro desapareció completamente en su interior.

Resultaba sorprendente ver como esa chica que hasta hace nada yo consideraba una niña tímida e inexperta en el sexo, se tragaba hasta el final una polla; y más sorprendente aún que los novios no le durasen con una boquita como esa y su tremenda capacidad para hacer feliz.

Alternaba sus movimientos de entrada y salida con succiones y con momentos en los que su lengua recorría arriba y abajo la totalidad de mi miembro. Sentí de nuevo un espasmo en este, una vez más estaba a punto de correrme y ella lo notó; se separó de mí y me miró sonriendo con picardía justo antes de sentarse a horcajadas sobre mis piernas dejando mi polla justo al lado de su entrepierna. Echó las caderas hacia delante dejando que sus labios vaginales lo envolvieran. Un poco más. Mi glande quedaba ahora justo a la entrada de su coñito; poco a poco, y con cara de estar a punto de tener otro orgasmo, su sexo fue engullendo el mío hasta quedar este totalmente encerrado por las paredes de su vagina. Ella tensó los músculos de su entrepierna de modo que estos aprisionasen con fuerza mi miembro y comenzó a moverse describiendo círculos con sus caderas.

Yo estaba en la gloria. Agarré sus senos con fuerza y comencé a jugar con sus pezones mientras ella llevaba su mano a su entrepierna para acariciar su clítoris mientras mi pene seguía en su interior. Sandra gimió al tiempo que se mordía el labio inferior. Coloqué mis manos en sus caderas y la levanté hasta que solo la punta de mi polla quedó en su interior para después dejarla bajar muy lentamente; ella pilló la idea y por si sola repitió la operación aun más lentamente; para esto tenía que usar las dos manos para apoyarse por lo que desde mi perspectiva quedaba una maravillosa vista de su cuerpo desnudo ligeramente vencido sobre mí, sus pechos pequeños y firmes con los pezones totalmente duros por la excitación apuntando hacia mí y su coñito engullendo mi miembro.

Poco a poco ella fue acelerando, su pelo caía sobre mí envolviéndome, embargándome con su aroma. Como pude me incorporé un poco y comencé a devorar de nuevo sus senos, mis manos agarraban con fuerza sus nalgas ayudando al movimiento de sube y baja de su cuerpo.

Los gemidos de Sandra fueron aumentando llegando a interferir en su respiración hasta que, entre gritos, llevó de nuevo una de sus manos a su entrepierna para acariciar su clítoris mientras todos sus músculos se tensaban en un orgasmo que la dejó agotada.

Ella se derrumbó sobre mí sin fuerzas al tiempo que, como pude yo continué penetrándola cada vez con más rapidez.

  • Si, vamos, córrete - me susurró ella al oído

  • Aun no, preciosa, aún no – le contesté cambiando el ritmo de mis embestidas por uno más lento pero fuerte.

La verdad es que ganas no me faltaban y de haber seguido así un poco más mi pene hubiera estallado en su interior sin poder evitarlo de ningún modo; pero no, no era eso lo que quería.

Me detuve y le di la vuelta a Sandra dejándola boca arriba. Desde la noche anterior sus pechos me tenían loco y no iba a perder esta oportunidad; me coloqué a horcajadas sobre su estómago y coloqué mi miembro entre sus tetas. Al ser pequeñas no daban tanto de si como me hubiese gustado en ese momento, pero con un poco de ayuda se amoldaron perfectamente a mi polla que estaba totalmente llena de los fluidos de su coñito.

Comencé poco a poco a moverme delante y detrás masturbándome con sus senos, eran suaves y cálidos en contraste con lo duro de mi miembro que estaba ya más que a punto de terminar. Sandra, como pudo levantó un poco su cabeza, abrió la boca y sacó la lengua; cada vez que mi pene se acercaba, la cabeza de este quedaba justo a la entrada de su boquita y ella lo lamía un poco.

En tal situación estaba claro que la cosa no podía durar mucho y en sólo unas embestidas más sentí como un espasmo recorría mi entre pierna al tiempo que no pude contener un gemido.

Mi polla empezó a lanzar chorros de semen que caían aleatoriamente sobre ella, su cara, su boca, sus pechos... parecía que no iba a acabar nunca. Finalmente las últimas gotas fueron limpiadas por la lengua de Sandra que a continuación procedió a recoger con sus dedos cada uno de los chorretones que había dejado sobre ella y a llevárselos a la boca. La imagen del cuerpo desnudo de mi cuñadita cubierto de mi semen me sería muy útil en mis futuras pajas.

Agotado me tumbé a su lado, la besé y continué acariciando sus senos mientras poco a poco el sueño y el cansancio nos vencía a los dos.

La luz de la mañana se colaba por una ranura bajo la puerta y de la precaria hoguera quedaban solo ascuas. Bajo la manta mi cuñada se acurrucaba junto al mí habiendo recuperado ya su temperatura normal. Me incorporé con cuidado de no despertarla y gateando, puesto que la altura de la cabaña no daba para mucho más, me acerqué a comprobar si la ropa se había secado.

Estaba despistado en ello cuando de pronto noté a Sandra abrazándome desde atrás. Su cuerpo desudo se apretaba junto al mío dejándome notar sus perfectos senos contra mi espalda.

  • Ya quieres vestirte? - dijo bajando su mano por mi pecho hasta agarrar mi miembro que reaccionó instantáneamente.

Me tenía loco de lujuria y me moría de ganas de volver a comerle el coño y oírle gritar de placer. Me giré e hice ademán de tumbarla mientras mi mano se dirigía directa a su entrepierna que ya estaba mojadísima. Ella me detuvo con un ademán.

  • Sin preámbulos, quiero sentir tu polla en mi interior y quiero sentirla ya. - dijo ella dándome la espalda y poniéndose a cuatro patas.

Sin dejar de sorprenderme por ese lado suyo tan dominatriz me acerqué a ella y puse mi miembro a la entrada de su vulva y comencé a frotarlo arriba y abajo de sus labios. Quería hacerla sufrir un poco, pero no me dejó, con un gesto rápido se echo hacia atrás y mi polla desapareció en su interior.

  • Joder, estas súper lubricada, ya te has corrido? - le pregunté al notar lo húmeda que estaba

  • No, pero estoy cachonda como una perra así que fóllame y calla.

Puesto que la chica parecía que quería acción empecé a embestirla con todas mis fuerzas agarrándola de la cadera para ayudarme. Sandra se saltó la fase de los gemidos para empezar directamente a gritar de placer pidiendo más y más fuerte moviendo ella misma el cuerpo adelante y atrás. La muy perra me tenía a 100 y yo la penetraba como queriendo partirla. Sí, quería destrozar a esa zorra.

Llevábamos un rato así, rato en el cual ella no dejó de gritar ni un solo instante, cuando noté que Sandra quitaba una de sus manos de apoyo para llevarla a su entrepierna donde empezó a frotar frenéticamente su clítoris mientras mi polla seguía entrando y saliendo de su sexo. Sus gritos fueron poco a poco en aumento y yo aceleré mis embestidas acompasándolas a estos.

Noté como su cuerpo entero se tensaba en un orgasmo bestial entre gemidos que rozaban el nivel de alarido al tiempo que ella misma aceleraba sus movimientos. Por un instante pensé que de haber estado en mi casa la habrían oído en todo el barrio. Sandra se desplomó por lo que para dejarle descansar bajé el ritmo y la fuerza de mis acometidas.

  • Nadie te ha dicho que pares, joder. - protestó ella

Volví pues a penetrarla con violencia, casi con saña. Dado que ella no tenía fuerzas la agarré de sus brazos que ahora parecían inertes y estiré de ellos para ayudarme obligándole de paso a levantar un poco el torso. Sus pechos, a pesar de lo pequeño, se movían adelante y atrás en un bamboleo que me ponía aún más cachondo.

  • Vamos Fran, dame fuerte. Vamos, joder, fóllame fuerte. Vamos, fóllate a tu cuñadita.- Sandra parecía insaciable a pesar de no poder ni mantenerse incorporada.

Yo se la metía como loco oyendo como su culito chocaba contra mí. Se me ocurrió entonces una pequeña maldad, solté su brazo derecho y llevé mi dedo corazón a mi boca, lo ensalivé bien y se lo metí por ese agujero que me tentaba pidiendo guerra también.

Ella soltó un grito entre placer, dolor y sorpresa y para ese momento ya no se sabía si gemía o gritaba. La seguí penetrando por ambos agujeros sin terminar de decidirme si cambiar entre ellos

  • Oh!, Dios, me voy a correr otra vez, dame, dame – dijo Sandra muerta del placer.

  • Espera un poco, yo también voy a correrme en nada – le contesté descartando la idea del anal por el momento, ya habría otra ocasión.

  • Si, vamos, córrete dentro de mí, quiero sentir como mi interior se llena con tu leche. - gritó ella frenética.

Como si sus palabras fueran órdenes un espasmo recorrió mi miembro; un chorro tras otro de semen salieron de mi polla mientras seguíamos moviéndonos como si estuviéramos poseídos. El notar como yo eyaculaba desató una reacción en cadena en Sandra.

  • Me corro!, Fran, me corro! - gritó ella al tiempo que noté como las paredes de su vagina se contraían en un orgasmo épico.

Por la propia excitación ella levantó su torso hasta quedar de rodillas, obligándome a mi a cambiar también de postura mientras mi miembro seguía vomitando en su interior. La abracé desde la espalda, agarrando con fuerza sus senos hasta inmovilizarla con mi pene alojado en lo más profundo de su interior palpitando como un corazón vivo.

Nos quedamos así, agotados, jadeando; le mordí el cuello levemente y bajé mi mano hasta su sexo aún invadido por el mío y muy suavemente comencé a acariciarle el clítoris.

  • Aun quieres más? - preguntó ella con la voz entrecortada.

  • Si no estuviera tan agotado te reventaba el culo ahora mismo. - mi respuesta llegó sin pensar siquiera, aún aturdido por semejante final.

Sandra, sin contestar, se incorporó sacando mi pene de su interior, su coñito chorreaba una abundante mezcla de sus fluidos y los míos. Se giró para mirarme mientras sacaba de su mochila unos pañuelos para limpiarse. Y me besó.

  • En otra ocasión, no creas que esto ha acabado aquí.- me susurró con picardía.

Se hacía tarde y el resto del grupo estaría ya llegando a nuestro refugio. Nos vestimos y tras recuperar el aliento y la cordura acordamos que lo mejor era olvidar lo que había pasado; acuerdo que, al menos por mi parte, iba a ser imposible de cumplir.

Abrimos la puerta como si nada hubiese ocurrido, fuera, la ventisca había dado paso a un radiante sol de montaña; tras la loma, el resto de nuestra expedición se abría paso con dificultad por el camino cubierto por treinta centímetros de nieve. Esa había sido sin duda la mejor salida a la montaña de toda mi vida.