De vacaciones con antonia, dos lolas y lolita (ii)
Continúan las aventuras con la amiga de Antonia y su sobrina durante nuestras vacaciones.
(Muy recomendable leer el capítulo I para entender toda la historia).
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Me desperté sintiendo que me estaban comiendo los huevos y la polla. Antonia se debía haber despertado animada. Decidí quedarme quieto con los ojos cerrados y dejarla a su aire. El espléndido trabajo que estaba haciendo logró que me empalmara rápidamente. Sin embargo, al poco rato empecé a oír suaves gemidos a mi lado. Giré la cabeza y abrí los ojos. Antonia estaba tumbada boca arriba, luego no podía ser ella quien estaba liada con mi polla. Levanté un poco la cabeza y vi que quien me estaba trabajando con tanta destreza era Lolita que estaba de rodillas y con la cabeza entre mis piernas. Tenía razón Antonia, Lolita manejaba de maravilla su boca. Giré de nuevo la cabeza y descubrí el motivo de los gemidos de Antonia, Marisa estaba también de rodillas y con la cabeza entre sus piernas. ¡Joder, estas mujeres eran insaciables!
Cuando Lolita creyó que me tenía en las condiciones adecuadas, se incorporó y dándome la espalda, se metió mi polla de una vez. Pues no, ésta tampoco era lesbiana radical. El culo y la espalda eran una auténtica preciosidad. Se movía hacia delante y hacia atrás para lograr el mete y saca. Marisa seguía trabajándose a Antonia, que ya se movía nerviosamente. Marisa, sin parar de comerle el chocho a Antonia, alargó un brazo y empezó a sobarme a mí los huevos y a Lolita el clítoris, mientras con la otra mano se hacía ella misma un dedo. Me moví para besar a Antonia, pero sin separarme de Lolita. Antonia no estaba por besitos, sino por correrse, así que la dejé tranquila. Al poco rato la escuché gritar y decirle a Marisa que siguiera que se iba a correr. Marisa no la defraudó y no se incorporó, hasta que Antonia quedó quieta como una muerta. De la entrepierna de Antonia pasó a ponerse sobre mi cabeza y meterme el chocho en la boca. Se lo trabajé bien con los labios y la lengua, mientras aprovechaba para volver a sobarle las lolas. Nos corrimos los tres a la misma vez. Esperaba que Lolita estuviera tomando precauciones, porque le dejé el chocho bien encharcado.
Antes de cinco minutos las dos se fueron de la habitación, como si allí no hubiera pasado nada. Antonia y yo nos miramos con la certeza de que habíamos sido usados como juguetes sexuales y nos volvimos a dormir.
Cuando salí desnudo a la cocina para hacer un té para Antonia y un café para mí. Marisa y Lolita estaban también desnudas en el salón charlando. Al veme se levantaron y primero Lolita y luego Marisa me dieron los buenos días con un beso en la boca y una sobada en el nabo. Por lo visto se había abierto la barra libre de mi polla. Mientras se hacían el té y el café les pregunté si sabían algo de su apartamento.
- He llamado al propietario, pero no me ha cogido el teléfono –contestó Marisa-.
- Bueno no os preocupéis, ya sabéis que aquí tenéis sitio.
Antonia y yo solíamos salir a tomar un aperitivo o a comer fuera del apartamento con bastante frecuencia. A mediodía las invitamos a salir, pero ellas prefirieron quedarse. Tomando un Martini en el chiringuito, comentamos lo caseras que eran las invitadas, pues desde que llegaron no habían pisado la calle. Comimos tranquilamente y a media tarde volvimos al apartamento con intención de tomar el sol en la terraza. Al llegar no escuchamos ruido en el apartamento y creímos que estarían durmiendo la siesta. Para no molestar nos quedamos en la terraza, Antonia se quitó el pareo y yo el bañador y la camiseta y nos repanchingamos desnudos en las sillas a tomar el sol y medio dormir. Nos despertó Marisa desnuda, diciéndonos:
- Os vais a quemar, dejadnos que os pongamos crema protectora.
Ella se puso detrás de mí y Lolita, también desnuda, detrás de Antonia. Sintiendo las manos de Marisa por mis hombros, espalda y pecho, veía como Lolita embadurnaba las tetas y el vientre de Antonia, que no quitaba ojo del sobe que me estaba dando Marisa. La visión de Antonia y Lolita y las manos de Marisa sobre mi cuerpo lograron volver a ponerme cachondo y que me empalmara. Marisa iba poniéndome crema cada vez más abajo, para lo que debía inclinarse cada vez más. Notaba la presión de sus impresionantes lolas sobre mis hombros y el movimiento de sus manos ya sobre mi polla y mis huevos. Nos estaban haciendo una paja ya sin tapujos. Marisa cambió de posición poniéndose delante de mí, sin soltarme el paquete en ningún momento. No me pude reprimir y le eche mano a sus lolas y a su chocho, pero, al parecer, Marisa no quería correrse, me cogió la mano que tenía entre sus piernas y me la puso también en sus lolas. Antonia jadeaba ya de forma evidente y yo estaba cerca de correrme, lo que hice sobre la cara y las lolas de Marisa en cuanto oí a Antonia correrse. Al terminar se marcharon sin más, yo creo que estaban aburridas dentro y habían decidido agradecernos la hospitalidad, de la forma que mejor sabían.
En los días siguientes andábamos todos desnudos por la casa y los asaltos de Marisa y Lolita sobre nosotros se sucedían en cualquier momento y en cualquier lugar. El colmo fue un día que al saludarme Marisa después de la siesta, dándome un beso y sobándome el nabo, como siempre, me dijo:
- Carlos tienes muy peludos los bajos y a eso hay que ponerle remedio, porque no lucen lo bonitos que podrían.
Antonia y yo tenemos la costumbre de afeitarnos mutuamente los genitales a principio del verano y ese año no habíamos roto la costumbre, pero desde entonces había pasado un mes y tenía ya bastante pelo, sobre todo en los huevos.
Marisa, sin cortarse un pelo, nunca mejor dicho, me llevó a su habitación me tumbó en la cama y cogió la afeitadora que ella utilizaba para depilarse el chocho. Yo a esas alturas estaba ya empalmado. Parece mentira lo que esa mujer me ponía, era poco más que verla y ya estaba en presenten armas. Primero me depiló el pubis y los alrededores de la polla, pero cuando quiso seguir con los pelos de los huevos, estos se habían metido para dentro y no querían salir.
- Vaya ahora les va a dar vergüenza –dijo dándome un beso-.
Me los sobó un rato, pero seguían tímidos, así que se arrodilló tiró de ellos con la mano y se los metió en la boca. Al final consiguió que volvieran a colgar y mucho.
- Ves, lo que pasa es que hay que saber darles cariño –dijo mientras me seguía depilando-.
La escena era absolutamente morbosa. Ella me cogía la polla totalmente empalmada y la movía según le viniera bien para su tarea, aprovechando también para hacerme una paja de campeonato. Cuando terminó, me dijo que tenía que probar como había quedado y sin ambages se puso a chuparme desde la punta del capullo hasta el ojete, volviendo a meterse mis huevos en la boca, mientras, con la otra mano no paraba de meterse y sacarse un par de dedos en el chocho. No pude más y me corrí gritando como un energúmeno con los huevos dentro de su boca. Ella tardó menos de un minuto en correrse también, todavía con mis huevos en su boca.
Cuando Antonia me vio en el baño con los bajos depilados me preguntó qué había pasado. Se lo conté sin demasiados detalles y algo de corte, por no haberla puesto en antecedentes de lo que había ocurrido aquella tarde.
- Mira Carlos, yo ya se quienes tenemos en casa y que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento, estemos los dos, uno u otro o ninguno. Yo tampoco te he contado lo que pasó la otra mañana cuando fuiste a comprar.
- Cuéntamelo ahora –le dije-.
- Estaba aquí dándome mis cremas, cuando entraron las dos con el consolador diciéndome si podían tomar un baño de espuma. Les dije que por mi parte no había problema. Cuando iba a salir del baño, pensé que me apetecía verlas liadas a las dos. Se lo dije y me contestaron que por ellas encantadas, lo mismo que si quería participar. Me senté en el borde de la bañera a mirar. Lolita abrió el grifo sin poner el tapón y se tumbó en la bañera, Marisa se puso encima de ella, se abrió el chocho y de pie se le meó encima de todo el cuerpo. Luego, ya con el tapón puesto, mientras se llenaba la bañera se estuvieron morreando y sobando a base de bien. Yo me fui calentando, pero no quería participar, sólo mirar y hacerme un dedo. Se estuvieron comiendo el coño y metiéndose los dedos la una a la otra por todas partes. Yo estaba hasta sofocada y fui ralentizando el ritmo del dedo con la intención de correrme con ellas. Después de los dedos Marisa cogió el consolador, se lo pasó a Lolita y se puso a cuatro patas. Lolita sin dejar de tocarse le fue metiendo el consolador a Marisa alternativamente por el coño y por el culo. Cuando Marisa empezó a gritarle a Lolita que no parase que se iba a correr, no pude más y me corrí yo también con ellas.
- Vaya Antonia, todo se pega en este mundo menos el dinero y la belleza –le dije mientras la besaba-.
Con los días, nosotros dejamos de preguntarles por su apartamento, estaba claro que no se iban a ir. El nuestro les salía gratis, con pensión completa y encima tenían dos juguetes sexuales con los que entretenerse.
Antonia y yo procurábamos salir a comer o cenar cada vez más, para poder pasar tranquilos un rato. Una noche después de cenar fuera me confesé a Antonia.
- Antonia, –le dije- tengo cierta aprensión de volver al apartamento. Soy un hombre se sesenta años y mis fuerzas no son las de un chaval de treinta.
- A mí, aunque sea más de diez años menor que tu, me pasa algo parecido. Pero yo veo que cada vez que se te acerca Marisa y te toca te empalmas de inmediato.
- Ese es el problema, que mi cabeza y mi cuerpo dicen una cosa, pero mi polla hace otra. Marisa, para mí, es mucho más eficaz que la viagra.
- ¿Quieres que le digamos que se vayan?
- No quiero que se vayan, cómo voy a querer que se vayan, si estoy viviendo la fantasía sexual de cualquier hombre. Tres mujeres buenísimas, desnudas y calientes todo el día a mi alrededor. No me lo perdonaría el resto de mi vida.
- Decirles que disminuyan el ritmo no creo que sirva para nada –dijo Antonia-.
- ¿Qué hacemos entonces?
- Se me está ocurriendo algo. Podríamos distribuir la presión con otras personas.
- ¡Si hombre, lo que faltaba, pagarles un puto!
- No estoy pensando en eso, déjame a mí que elabore un poco más la idea.
Ahí dejamos la cuestión por esa noche y nos fuimos a tomar unas copas, en espera que Marisa y Lolita se durmieran y poder volver tranquilos al apartamento.
A la mañana siguiente, después del primer asalto matutino de las invitadas, que no faltaba ningún día, Antonia salió del apartamento un rato y al volver me dijo:
- Prepara comida para seis, van a venir a comer Laura y Luis.
Laura y Luis eran los vecinos del apartamento de abajo. Una pareja de treinta y tantos años, muy simpáticos y muy atractivos los dos. Habíamos hablado alguna vez y nos habíamos tomado algún aperitivo, juntos en el chiringuito. No estaba mal pensado por parte de Antonia. Si ellos entraban en el juego repartiríamos la presión sexual de nuestras invitadas y pasaríamos de tres contra uno a cuatro contra dos.
Preparé para comer un arroz negro, que seguro le gustaba a todo el mundo. Antonia les dijo a Marisa y a Lolita que iban a venir los vecinos a comer. A las dos en punto aparecieron Laura y Luis. Laura era una morena alta, guapa y con muy buen tipo. Luis era más alto que yo, deportista y muy atractivo. Laura llevaba un pareo y Luis pantalón corto y un polo.
Los recibió Antonia, vestida también con un pareo, yo los saludé desde la cocina y al momento aparecieron Marisa y Lolita, vestidas como iban antes de volverse naturistas.
Laura preguntó la formalidad para comer, si vestidos o desnudos. Antonia le contestó que no había formalidad, que como cada uno quisiera. Una vez sentados a la mesa, Laura se soltó el pareo y quedó desnuda de cintura para arriba, Antonia hizo lo mismo y Lolita se quitó el top del biquini.
Habíamos puesto la mesa en la terraza y después de unas cervezas y unos aperitivos saqué el arroz y empezamos a comer. Luis no le quitaba ojo a las lolas de Marisa que seguían desbordando la camiseta. Comprendía perfectamente la fijación de Luis.
La comida fue muy bien y charlando, charlando, nos bebimos cuatro botellas de albariño, con lo que al final de la comida estábamos todos bastante alegres y las conversaciones eran ya bastantes subidas de tono. Hacía calor y Antonia propuso que hiciéramos la sobremesa en el salón bajo el aire acondicionado. Abrimos una botella de champán y Laura propuso que jugáramos a un juego de mesa que se había traído de su casa, el sex-dominó.
El juego era una especie de dominó de 36 fichas que en vez de números tenía actividades sexuales: paja, paja mutua, sexo oral, sexo en pareja, sexo en trío, sexo de dos parejas y orgía, además de la blanca. ¡Joder lo que inventaba la gente! Se jugaba igual que el dominó, es decir, continuando con imágenes iguales y ganaba la pareja en la que algún miembro se quedaba sin fichas. Para no hacer aquello eterno, ganaría la primera pareja que cerrase tres veces y ganar daba derecho a ordenar, sin límites, cualquier cosa a los demás el resto de la tarde.
Decidimos jugar con las parejas formales, Laura y Luis, Marisa y Lolita y Antonia y yo. A mi derecha se sentó Laura, después Lolita, después Antonia, después Luis y Marisa entre Luis y yo. Marisa y Lolita protestaron porque ellas casi no sabían jugar al dominó, pero los demás dijimos que tampoco éramos unos maestros.
- Bueno yo creo que para jugar en igualdad de condiciones debemos desnudarnos todos –dijo Antonia para calentar un poquito más la situación, que ya estaba caldeada de por sí-.
Nadie de los que estábamos todavía vestidos protestó y nos desnudamos. Luis se quedó embobado con las lolas de Marisa cuando ésta se quitó la camiseta, pero todos, menos lógicamente Laura, nos quedamos boquiabiertos cuando vimos lo que se calzaba Luis, ¡qué barbaridad! Sin empalmar le llegaba a medio muslo y el tío era bastante alto, y con unos huevos gordos a juego con el aparato. Todos miramos a Laura que hizo un gesto como diciendo “esto es lo que hay”.
Efectivamente, Marisa y Lolita no tenían ni la menor idea de jugar, ponían las fichas pero poco más. Laura y Luis si jugaban con bastante habilidad, más o menos como Antonia y yo. Los dibujos de las fichas, que eran bastante realistas, eran más complicados de llevar que los números del dominó, pero a las pocas vueltas conseguía uno acostumbrarse. Para animar la partida, como se hace en el dominó, se iban cantando las fichas: orgía doble, orgía-paja, paja-paja mutua, y así.
Las dos primeras manos las ganaron Laura y Luis, pero a partir de ahí comenzamos a remontar, no sé si porque nosotros mejoramos nuestro juego o porque de manera evidente Marisa le estaba metiendo mano a Luis por debajo de la mesa. Logramos remontar y empatar a dos. Como pasa siempre con las parejas de dominó, Laura le recriminó a Luis varias jugadas y le dijo que se concentrase en el juego y se olvidara de otras actividades, en clara referencia al asalto de que estaba siendo objeto por parte de Marisa.
En la última mano Laura y Luis tuvieron muy mala suerte con las fichas que habían cogido y pasaron varias veces, lo que nos permitió a Antonia y a mí ganar holgadamente.
- Bueno, la cosa está clara. Dejadnos un momento a Carlos y a mi pensar que vamos a hacer el resto de la tarde. –Dijo Antonia levantándose de la mesa y haciéndome el gesto de que la siguiera a la cocina-.
- Mira Carlos yo se que el plan era otro, pero comprenderás que me tengo que beneficiar la polla de Luis –me dijo Antonia en la cocina-.
- Lo comprendo perfectamente, vaya nabo que se calza el tío.
- Hacemos lo siguiente, tú te quedas en principio con Laura y Marisa y yo con Luis y Lolita y después ya vemos si nos liamos entre todos.
Volvimos a la mesa y les dijimos como nos íbamos a organizar. Marisa iba a protestar, pero Antonia le dijo que eso es lo que había, que si no hubieran ganado ellas.
Laura se volvió hacia mí y me plantó un beso que por poco me ahoga. Cogí a mis dos acompañantes por la cintura y nos fuimos hacia nuestro dormitorio. Por el camino Laura se volvió y le sobó las lolas a Marisa mirando a Luis, para matarlo de envidia.
En el dormitorio nos abrazamos y nos besamos los tres. Yo les sobaba el culo a las dos a la misma vez. El de Laura estaba duro como una piedra y el de Marisa no desmerecía en absoluto.
- Vamos a jugar un poco –dijo Laura-.
Cogió a Marisa y la puso de rodillas sobre una silla de frente al respaldo mirando hacia la cama, luego cogió una camiseta de Antonia y se la puso de antifaz y finalmente cogió un pareo y le ató las manos entre sí y al respaldo de la silla. Las lolas le colgaban a Marisa por detrás del respaldo. La imagen era impresionante y yo estaba ya completamente empalmado.
Con Marisa atada se volvió hacia mí y me besó abrazándome y apretándome la polla contra su vientre, luego se fue al armario y sacó un cinturón mío de cuero, se lo lió parcialmente en la mano y le soltó un correazo a Marisa en el culo que resonó en la habitación. Marisa gritó del dolor, pero no protestó.
- No grites zorra. Te voy a castigar por hacernos perder la partida, metiéndole mano a mi marido.
Marisa no contestó y poco después Laura le soltó otro correazo como el de antes, sin que esta vez gritara Marisa. Me pareció que la cosa se estaba desmadrando un poco y hablé en voz baja con Laura, para que Marisa no pudiera oírnos.
- Laura, no te parece que te estás pasando un poco con los correazos.
- Carlos, yo reconozco a una masoquista en cuanto la veo y a esta le va la marcha, pero mucho. Verás cómo no grita más ni protesta.
Vaya, la verdad es que yo tenía muy poca experiencia en el sado-maso y no sabía que decir, pero me quedó bastante claro cuando Marisa le gritó a Laura:
- Puta, es que te has quedado sin fuerzas por dos correazos de mierda.
Laura arqueó una ceja como diciéndome “lo ves”, me besó y me sobó un poquito el nabo y se fue otra vez contra el culo de Marisa. Yo decidí mirarlas.
Laura tenía un tipo fantástico que realzaba con su desnudez. Destacaba su culo respingón, precioso, en forma de pera. Su aspecto, con la correa liada en la mano, era de lo más morboso. La postura en que se encontraba Marisa hacía que destacara su culo. La potencia de sus lolas no me había permitido valorar adecuadamente su culo, que era también impresionante. Primero de lado y luego desde detrás, pude observarlo y valorarlo en su justa medida. Desde detrás, además de unos cachetes preciosos, podía ver su depilado coño abierto y brillante, del que sobresalían unos enormes labios menores. Me estaba poniendo como una moto.
Laura había cambiado la correa por la mano y le estaba poniendo el culo a Marisa rojo como un tomate. Marisa no se quejaba, sino que gemía cada vez que Laura le soltaba un manotazo.
- Como te gusta cacho guarra –le decía Laura a Marisa cada vez que le daba-.
- Vamos puta que a ti no te gusta pegarme. Debes tener el coño chorreando. –Contestó Marisa-.
Me puse detrás de Laura metiéndole el nabo entre sus nalgas y sobándole el chocho que, en efecto, lo tenía encharcado como le había dicho Marisa.
- Lo vas a probar guarra –dijo Laura mientras se iba hacia la cara de Marisa-.
Se abrió el chocho y cogiendo a Marisa del pelo, le metió la cabeza entre sus piernas para que se lo chupase. Yo me acerqué al culo de Marisa y empecé a chuparle los cachetes que estaban al rojo vivo y a meterle un par de dedos en el coño.
Entró Antonia llevando a Luis cogido por el nabo ya empalmado. ¡Qué barbaridad! Debía medir entre veinticinco y treinta centímetros de largo y Antonia no lograba cerrar la mano a su alrededor y eso que tiene una mano grande. Detrás venía Lolita sobándole el culo a Luis y sobándose el chocho.
- Voy a preparar el baño –le dijo Antonia a Luis, que se quedó embobado con las lolas de Marisa, mientras ella fue a abrir el grifo-.
Luis desplazó a Laura a un lado y cogiéndose el nabo con una mano empezó a golpear las lolas de Marisa tan fuerte como podía. Cada golpe era un trallazo contra sus pezones que hacía gemir a Marisa. Antonia llamó a Luis cuando el baño estuvo preparado. Antes de irse Luis le metió parte de la polla en la boca a Marisa, que se quedó sin poder respirar.
Antonia y Lolita se habían puesto de rodillas dentro de la bañera, al acercarse Luis empezaron las dos juntas a comerle el nabo y sobraba nabo para otras dos más, como mínimo.
Laura volvió a la posición de antes, para que Marisa siguiera comiéndole el chocho. Yo le pasaba la polla a Marisa por la raja, hasta que se la metí entera. Marisa movía el culo como una loca arriba y abajo, adelante y atrás o en círculos. Le solté algunos nalgazos que hicieron que gritara del gusto.
- ¡Dame fuerte, no pares cabrón que me voy a correr!
Y al momento se corrió de tal manera que parecía que se estaba meando, quedando desmadejada en la silla.
Laura se me acercó, sacó mi polla del coño de Marisa y me llevó hacia la cama. Me tumbó con los pies hacia Marisa, me puso el coño en la boca, se agachó y empezó a comérmela. Pensé que con lo que tenía en casa le iba a saber a muy poco.
- Te vas a quedar con hambre con las raciones que te comes en casa –le dije-.
- Yo casi la prefiero así, con el aparato de Luis es imposible poder comerla bien.
Qué buena persona, pensé, no quiere que me deprima. Tenía el coño empapado y más que se lo estaba dejando yo a base de lametones. Después de mucho lamer me centré en su clítoris, lo que pareció gustarle bastante. Ella se metía entera mi polla en la boca y todavía podía darme con la lengua en los huevos a la misma vez, desde luego estaba entrenada con dificultades mucho mayores. Se incorporó y me pidió que la follase. Marisa, que ya se había recuperado, empezó a reclamar nuestra atención. Laura se levantó y le quitó la venda de los ojos, dejándola atada a la silla. Cuando volvió a la cama se puso a cuatro patas de frente a Marisa para que yo la follara por detrás.
Antes de empezar el mete-saca con Laura miré hacia el baño Lolita estaba sentada en el borde la bañera, Antonia le estaba comiendo el chocho y Luis se la metía a Antonia en el chocho por detrás con mucho cuidado, para no hacerle daño. En el espejo podía ver que dejaba fuera más de la mitad de la polla.
Me situé detrás de Laura, que se estaba morreando con Marisa, se la metí hasta los huevos y empecé a bombear dándole golpes con el vaivén de los huevos en el clítoris.
- ¡Qué bueno por Dios! Luis no puede hacer eso sin reventarme. –Dijo Laura-.
- Tu lo que eres es una estrecha, a mí si podría metérmela hasta el fondo –le contestó Marisa-.
- Cuando Carlos termine conmigo me lo vas a demostrar, guarra.
No paré de bombearla hasta que gritó que se corría y se dejó caer en la cama. Me tumbé junto a ella tratando de recuperarme del esfuerzo. Al cabo del rato Laura llamó a Luis, contándole que Marisa había fanfarroneado diciendo que a ella le cabía entera su polla.
- Me cabe la tuya y otra todavía más grande –gritó Marisa a Luis-.
Luis dejo a Antonia y a Lolita a lo suyo y se vino al dormitorio. Sin mediar palabra se puso detrás de Marisa y se la fue metiendo poco a poco hasta el fondo, sin la mínima protesta de Marisa. Laura miraba y no daba crédito al coño que debía tener Marisa para que le cupiera todo aquello.
- Eres la primera a quien se la he podido meter entera, que gusto –gritó Luis-.
- ¿Qué te dije puta, podía o no podía? –Le espetó Marisa a Laura-.
Yo los dejé a los tres y me fui hacia el baño. Cuando Lolita me vio entrar se levantó y se fue directamente a comerle el coño a Laura que estaba espatarrada en la cama.
- ¡Joder no me explico cómo le puede caber, si a mí menos de la mitad me dolía! –Me dijo Antonia, cogiéndome el nabo-. Sin duda lo de Luis es espectacular, pero como mi pollita no hay otra más gustosa.
Antonia me sentó en la bañera y se puso encima de mí besándome mientras se la metía. Después de un buen rato nos corrimos los dos a la misma vez, mientras escuchábamos a Luis correrse también como una fiera.
Nos recompusimos y nos fuimos al salón a bebernos otra botella de champán, dejando al resto en la habitación que para entonces olía a sexo como un lupanar. Al rato llegaron los demás. Luis tomó la palabra y dirigiéndose a nosotros dijo:
- Queríamos pediros un favor. Por primera vez en mi vida he logrado metérsela a una mujer hasta el fondo y poder follar sin preocupaciones de hacerle daño. Por favor, dejad que Marisa y Lolita se vengan a casa unos días.
- Decid que si por favor –rogó Laura-. Vosotros podéis venir cuando queráis a comer y a jugar al sex-dominó y lo que se tercie después.
- Por nosotros lo que ellas decidan estará bien –contesto Antonia-.
- Ya hemos estado aquí muchos días y no queremos abusar de vuestra hospitalidad –dijo Marisa. Que cara tenía, lo que quería era no perder de vista la polla de Luis-.
Antonia y yo vimos el cielo abierto, era nuestra oportunidad de regresar a cierta tranquilidad, sin perder la posibilidad de divertirnos cuando nos apeteciera.
- De acuerdo pero os cogemos la palabra –dijo Antonia-.
Marisa y Lolita hicieron las maletas y al cabo del rato se fueron los cuatro. Bajamos un par de veces a comer y a jugar en los días que nos quedaban de vacaciones y siempre hubo su buena movida.
Después de las vacaciones algunas veces han venido Marisa y Lolita a comer a casa y siempre ha terminado la cosa igual. Pero eso será ya otro relato.
FIN.