[DE UNIFORME] Vicio en la comisaría

Luis no sabía cómo contar lo ocurrido. Se encontraba en comisaría y tenía que dar los detalles de la noche de sexo con el cabrón que le robó la cartera. Por suerte le tocó un policía que comprendía perfectamente la situación, y él siempre hace lo que la autoridad ordena.

Estoy pensando en alargar los relatos con varias escenas, cuando leo un relato corto siempre me deja con ganas de más. ¿Prefieres relato largo o de 6-7min?

Hoy te traigo el morbo de un policía. ¿Te gusta el olor a rabo tras un largo día de trabajo?

*          *          *

Se encontraba en la comisaría del Retiro. Estaba un poco nervioso, era la primera vez que acudía a poner una denuncia. Era temprano, las 9:00 según marcaba el reloj, y apenas había un par de personas esperando. Lo llamaron y entró al despacho. Detrás de un escritorio bien iluminado, un agente uniformado tomaba notas en un ordenador de sobremesa.

—Siéntese.

Tomó asiento en una incómoda silla de madera. El agente la hacía preguntas banales mientras rellenaba la ficha.

—Vayamos a los hechos, señor Águilas. Cuénteme.

Luis no sabía bien cómo empezar. Tenía miedo. Realmente no había cometido ningún delito, ¿por qué temerlo? No era miedo, más bien vergüenza de explicarle lo ocurrido a un completo desconocido que lo dejaría por escrito y lo mandaría al juzgado.

La noche anterior Luis había salido con unos amigos a tomar algo. Era Abril y el buen tiempo animaba a la gente a llenar las terrazas. Se recorrieron algunos pubs de ambiente de Chueca donde coquetearon con algunos chavales. Cuando la fiesta decayó, Luis aprovechó que estaba cerca de casa y se fue. Llevaba casi un mes sin follar, tenía los huevos cargados y el tío del pub lo dejó a dos velas. Sacó el móvil y abrió el Grindr.

«Sex ahora», escribió en su perfil.

Podemos intuir lo que ocurrió después. Una decena de hombres lo avasallaron a mensajes y fotografías de sus miembros erectos. Eso lo puso más cachondo aún. Uno de los perfiles le llamó la atención.

«G».

Un hombre atractivo de 31 se ocultaba tras ese perfil. Era musculoso, con algunos tatuajes en los brazos y una barbita bastante poblada. Pero había un problema, ambos decían ser activos. Luis se vio quedando con el tío y acabar en unas mamadas por ahí. Esa noche no se follaría un buen culo. Quedaron en el portal. El tipo estaba más bueno que en las fotos, un cuerpo de diez y una voz grave. A Luis se le hacía la boca agua. Al pasar aprovechó para analizar su culito firme.

—No es necesario que entre en detalles —le interrumpió el policía.

Según relataba lo sucedido, se fue poniendo a tono. Lo que al principio quería ocultar ahora le daba mucho morbo. Pero al parecer al agente no le resultaba interesante saber cómo mamaba aquél tío.

—El caso, señor agente, que cuando me desperté desnudo en la cama G ya no estaba.

—Continúe —el policía echó un ojo a su reloj de pulsera.

—Y me faltaba la cartera.

Luis había caído en las garras de un chorizo que se aprovechaba de la necesidad ajena para echar un polvo y ganarse un sobresueldo.

— ¿Guarda todavía el chat? Alguna imagen…

—Claro que no. Me bloqueó. Al bloquearme desapareció el chat y…

—Ya, ya. Sé cómo funciona Grindr.

Al decirlo se aclaró la garganta y cambió de tema. Si sus oídos no lo traicionaban, aquel policía conocía bastante bien la aplicación gay por antonomasia. Había sido suficiente para que su mente enferma ideara mil situaciones sexuales con el agente. Mamándole el rabo bajo la mesa, poniéndolo a cuatro patas, cabalgando, de pie, en la silla, de espaldas, en el suelo… su cabeza echaba humo.

¿Sabes ese momento en que estás a solas con un hombre y aparece cierta complicidad entre vosotros? Las miradas se esquivan, sonríes y evitas mirarle a los ojos. Luis seguía sin follar. Había mamado, sí, pero no había follado. Apostó por poner nervioso al agente. Luis estiró la pierna y rozó con su deportiva el zapato del policía. Como acto reflejo, este movió el pie. Luis apenas escuchaba lo que decía el agente. Volvió a acercar su pie y llegó a tocarle el tobillo. Esta vez el policía no se apartó. Luis subió por su pantalón y le acarició la pierna. El agente tecleaba nervioso, le hacía preguntas banales que poca información aportaba a la historia. Luis fue a saco y plantó su zapatilla en la silla. Con sus dos piernas abiertas, el policía dio un respingo cuando el pie de Luis le presionó el paquete.

—Menuda pistola, señor agente —Luis se mordió el labio inferior.

—Puedes llamarme Fran.

Fran parecía no inmutarse ante aquella provocación. La situación lo excitaba, pues el pie de Luis notaba como aquel paquete crecía. Abrió más las piernas, incitándole.

—Estoy trabajando—dijo al fin.

Luis se levantó de la silla y se introdujo debajo de la mesa. Atacó el paquete del policía y escurrió su mano bajo el pantalón. Cuando sacó su rabo se sintió algo decepcionado. Era normalita, tamaño medio, lejos del trabuco que creyó que tendría. Pero lo bueno de un rabo promedio es que cabe de sobra en la boca y puedes llegar incluso a introducirte los huevos.

Luis succionó su pistola y Fran resopló. Dejó el teclado y colocó su mano sobre la cabeza de Luis, empujándola para que se tragase su rabo por completo. Su polla no tenía una erección completa, y Luis pudo presenciar cómo esta crecía dentro. Los genitales del agente olían a trabajador, como cuando al volver del trabajo te desnudas y la habitación se inunda de un delicioso aroma a polla. Con esto de la cuarentena me viene a la cabeza preguntarme cuántas videoconferencias se habrán hecho con los participantes en pelotas de cintura para abajo, y como Luis bajo la mesa de Fran, tal vez alguno de ellos estaría recibiendo una buena mamada.

Luis seguía a lo suyo con el rabo en la boca y, repentinamente y sin avisar, la puerta del despacho se abre y aparece otro policía. Desde la puerta quizás el ángulo impedía ver lo que sucedía, pues el agente actuó como si nada.

—Han venido por otro robo. Cuando termines le digo que pase.

Al irse Fran soltó una carcajada. Es imposible que no se hubiera dado cuenta, seguramente fingió no ser consciente de lo que allí ocurría. La relación con sus compañeros era buena, nunca había tenido ningún problema con ellos. Pero Fran sabía que esto podría meterlo en un buen lío. Luis se clavó su polla en la garganta y sacó las preocupaciones de su pensamiento.

—Como sigas así me voy a correr.

Como una orden, Luis comenzó a mamar más rápido, quería verse preñado por aquel policía de huevos duros. Fran suspiraba y gemía en susurros, tratando de hacer el mínimo ruido. Pero Luis tenía una habilidad magistral, y al agente se le escapó algún que otro gritillo.

Sus piernas se contrajeron y empezó a sacudir la cabeza de Luis para que se metiese hasta el fondo. Fran gimió y unos trallazos de semen llenaron la boca de Luis. Su polla no dejaba de sacar leche que Luis lamía con gusto. Fran vació sus huevos en esa boquita húmeda, para que luego digan que trabajar es aburrido.

Recuperado del mamazo de ese cabrón, le tendió un papel con su número.

—Llámame.

Y Luis salió tranquilamente de comisaria con sabor a polla en los labios, con la impresión de que aquel policía acabaría empotrándolo en su despacho.

*          *          *

Unos días más tarde, Luis regresaba. Era de madruga, en comisaría tan solo Fran y el compañero que los pilló en el despacho.

«No dirá nada. Me debe una», le dijo por Whatsapp.

Al cruzar el dintel de la puerta, una sonrisa del compañero.

—Está en su despacho.

Fran lo esperaba desnudo sentado tras el escritorio. Ver al policía con el rabo erecto lo puso muy cachondo. Tiró la mochila al suelo y fue directo a por su lengua. Mientras se morreaban, el agente lo desnudaba poco a poco. Su lengua jugaba a repasar el perfil de sus dientes.

—Necesito comértela.

Luis dejó su boca y se acercó al nabo. Lo recordaba menos delicioso, el policía llevaba largas horas en su puesto y el olor a polla era más intenso. Se había recortado el pubis esa misma tarde, el pelo le raspaba la nariz. Mientras Luis degustaba ese rabo perfecto, Fran le quitó los pantalones y le bajó el calzoncillo. Ensalivó uno de sus dedos y empezó a masajearle el ano. El ojete de Luis se dilataba rápido, el policía ya había metido un par de dedos. Luis movía el culo hacía delante y hacia atrás para follarse los dedos de Fran.

Pero el agente era un cerdo dominante, con sus brazos de gym levantó a Luis y lo empujó sobre la mesa. Presionó su pecho contra la tabla del escritorio y le agarró las manos a la espalda. Del cajón sacó unas esposas y se las puso en las muñecas. Luis estaba inmovilizado sobre el escritorio. Fran rodeó la mesa y obligó a Luis a comerle la polla. El agente volvía a jugar con los dedos en el culo de Luis y entró un tercero. Estaba gozando bien lamiendo ese rabo jugoso.

De nuevo Fran rodeó el escritorio y regresó a la trasera de Luis. Se agachó e introdujo la lengua en su ano. Lamía como un profesional, le estaba limpiando el agujero con conciencia de que se iba a follar aquel culo. Luis respondía con gemidos y hacía palpitar su agujero. Se estaba dilatando más, ese hoyo pedía ser llenado.

Pero Fran era un cerdo aficionado a las películas porno, su compañero lo había pillado más de una vez con una peli en el móvil y la mano en el paquete. Luis echaba de menos la lengua del agente. ¿Qué estaba haciendo? De repente siente un rabo gordo penetrarlo de golpe. Dio un grito de dolor por la agresividad con que entró el cipote. Pero las dimensiones de ese rabo no correspondían con la polla que se acababa de comer. ¿Se habría unido el compañero? Giró la cabeza y encontró una escena que hizo que abriese más las piernas. Fran se masturbaba con una mano mientras con la otra le metía la porra por el culo. Estaba siendo follado por un verdadero mástil. Luis jadeó y Fran empujó más la porra hasta que su culo no podía tragar más. Volvió la vista al frente y disfrutó la cogida.

El ojete de Luis cada vez se dilataba más. Al poco la porra entraba con facilidad. Fran la sacó y le metió la polla. Luis sintió el calor de su rabo y gimió. Era más pequeña que la porra, pero el movimiento de un cipote da un placer diferente. Fran bombeaba su culo, la sacaba y le metía de nuevo la porra. Su ano vibraba, quería más. Dejando la porra bien metida, Fran situó su glande a la entrada y empujó. Su ojete no era capaz de abrirse más. Fran seguía empeñado en reventar a ese niñato, había vuelto a comisaría para que le rompieran bien el culo y él simplemente estaba haciendo su trabajo.

Luis separó las piernas y su ano cedió. La polla de Fran entró veloz y lo partió en dos. Tenía dos mástiles follándole el culo. Fran movía sus caderas con buen ritmo y estaba dando un placer increíble. Su próstata estaba gozando con el movimiento que el rabo de Fran le daba a la porra.

—¡Reviéntame, señor agente! —gritó.

A Fran le daba un morbo increíble someter a un tío, el policía empotrador conseguía poner a cuatro patas al activo más macho. Y no era la primera vez que aquel escritorio sufría los embistes de esa bestia del sexo, la comisaría era de sobra conocida por los que buscaban mamar y poner culo. Fran era famoso entre los gays de la capital, su rabo se había calzado a media ciudad. Y a pesar de todos los culos que se follaba a la semana, seguía teniendo leche y energía para  su chica. Ella conocía que a su novio le iban también las pollas, y con alguno se montaron un trío.

Pero en ese momento Fran no se acordaba de su chica, solo se preocupaba de reventar ese ojete que comenzaba a enrojecerse. El policía se cansó de bombear, quería que lo cabalgara como el puto que era. Sacó el rabo y la porra de su culo y se sentó en la silla con la polla apuntando al cielo. Luis seguía esposado con las manos a la espalda, pero aún no sería liberado.

—Siéntate—le ordenó Fran propinándole un tortazo en el cachete.

Como pudo Luis consiguió situar el glande de Fran en el hoyo, pues este disfrutaba con las manos detrás de la cabeza. Su ano estaba demasiado dilatado,  Fran apenas sentía la presión de un buen culito. Ordenó a Luis que se levantara y situó la porra en vertical pegada a su polla. De nuevo sin ayuda, Luis logró que ambas presionasen su ano. Cuando su agujero volvió a abrirse y la porra y la polla se escurrieron a su interior, Fran volvió a sentir la presión que tanto gusto le daba.

—¡Cabalga, joder! Demuéstrame lo puto que eres.

Luis se sentó completamente sobre Fran. Cuando la porra tocó el fondo, Luis gritó de dolor. Era una sensación tan dolorosa como morbosa, y al final el morbo siempre vence al dolor. Luis empezó a subir y bajar estimulando la polla de Fran. Este gemía y suspiraba, se humedecía los labios con la lengua. Le estaba dando una buena follada al policía, aumentó sus gritos que tanto le ponían. Estaban solos, podía gritar cuanto quisiera.

Luis no aguantaba más, se venía. Aceleró el ritmo mientras se pajeaba con las dos manos, empezó a gemir y a revolverse sobre Fran. Soltó chorros de semen que cayeron al escritorio mientras su ano se contraía y hacía gozar al agente. Este también estaba a punto de correrse. Hizo levantarse a Luis y lo empujó de espaldas sobre la mesa. Su cabeza sobresalía de la tabla y caía  hacia atrás. Fran rodeó el escritorio y le metió la polla en la boca.

—¡Ordéñame!

Luis mamaba con el placer de un niñato sometido por la autoridad. Fran se frotaba los pezones, su respiración se entrecortaba. Justo cuando sentía que se venía, la sacó de la boca y se pajeó. Fran contrajo los glúteos, sus músculos se tensaban. Empezó a gemir y la corrida cubrió la cara de Luis. Disfrutaba como un enano sintiendo la leche caliente del policía escurrirse por sus mejillas. Cuando vació su semilla, golpeó su cara con la polla y, como una deliciosa cuchara, llevó toda su lefa a la boca de Luis, quien tragaba obediente.

Con el culo abierto y de nuevo el sabor a polla en los labios, Luis salió de la comisaría como el puto maricón que era.