De unas copas a ser la puta de mi profesor
Relato ficticio
De mis primeros años y tantos encuentros de Bdsm emocionantes, fue siendo estudiante universitaria.
En primer año tuve un profesor “Magistrado del Tribunal” un hombre con muchas cualidades; inteligente, buena pedagogía, listo como buen abogado, relativamente joven, de buen ver, especialista en Derecho Procesal Civil y Derecho Constitucional, siempre iba impoluto con sus trajes oscuros, corbata a juego y chaleco…y aun me sigue encantando ver un hombre vestido de traje.
Si, hicimos buenas migas…en clase me sonreía y recuerdo que me echaba unas miradas picaras e insinuantes “yo pasaba de todo”. Mis intereses eran otros.
Un viernes en la tarde noche al salir de la universidad, fuimos cinco compañeros a beber unas cervezas, dos compañeros le invitaron y yo terminé diciéndole que fuera con nosotros… Y accedió.
Ya eran las 9 de la noche y decidí irme a mi apartamento.
-Yo también marcho, que mañana sábado salgo de viaje. –Dijo mi profesor.
-Tomaré un taxi a mi apartamento. –Dije yo.
-¿Te acerco?-Me preguntó y continúo diciéndome. Tengo el coche en el aparcamiento de la Universidad.
Pensé un momento…y contesté.
-Bueno vamos.
Ya en el coche, me comentó que no le gustaba salir de juerga con estudiantes, se podía prestar para comentarios inapropiados…
-uummmm por supuesto… entonces no vayamos de juerga. -Le dije.
-¿a dónde vamos Maria?- Me preguntó sonriendo.
-Vamos a por una copa. Contesté.
Fuimos a una zona de bares y música…hablamos de temas personales, de parejas (yo como siempre soltera y sin compromiso) bebimos, reímos,…hablaba con propiedad y fluidez, me miraba a los ojos mientras lo hacía, con su mirada insinuante.
Finalmente le pregunté.
-¿Te gusto?.
Y soltó una carcajada que se mezcló con la música, mientras le miraba a sus ojos…
-¡Eres una mujer que vas de frente, eso también me gusta!- Contestó
-Te lo preguntó porque me miras con ojitos libidinosos.-Le dije sonriendo.
-Pensé que te habías dado cuenta en todo este tiempo.
-No, yo no me entero de nada, sino me lo dicen. Le contesté.
-¿Quieres otra copa?. –Me preguntó.
-No, quiero irme a mi apartamento…¿quieres conocerlo?.
-Sonriendo me contestó. -Cómo usted quiera Señorita.
-Pues vamos… deja el coche aquí y tomemos un taxi.
-Muy buena idea.- Dijo..
Mi apartamento era de 47 metros cuadrados o poco más, entrando estaba la cocina con barra americana, el salón comedor abierto con un ventanal grandísimo que daba a la calle, que permitia una buena iluminación natural, 1 sola puerta que daba a mi habitación… una habitación amplia (el inconveniente era que el único baño, estaba dentro).
Así que cualquier visita que tuviese, tendría que ver…mis cosas intimas y personales.
Me gustaba el Bdsm, pero era una fanática de los juguetes eróticos, fueron y siguen siendo mi fetiche.
Mi “cuasi” santuario del porno, solía llamarle (por los diferentes juguetes que tenía).
Ya en la puerta de mi apartamento, le invité a pasar, le pregunté que si deseaba beber algo… yo era estudiante y lo único que tenía en casa era “café y cocacola” ah, vino tinto que bebía algunas veces.
Se animó a beberse una copa y le acompañé… nos sentamos en el sofá frente al ventanal y continuamos hablando… A decir verdad veía un poco compleja la situación, no mezclo negocios con placer, ni placer con estudios (esto es lo mismo que las ramas del poder público, tienen que estar separadas).
-Le pregunté si conocía algo sobre el Bdsm.
-Muy poco, es un tema tabú. ¿Por qué?-Preguntó.
-A mí me gusta. –Le contesté.
-¿Si? -Me preguntó. Bueno, cada persona tiene sus gustos.-dijo. Aunque no tenía cara de sorprendido.
En ese momento supe que tendríamos una buena amistad y tendría un cómplice de mis aventuras.
-Ven conmigo.-Le dije. Y le llevé a mi habitación. ¡Ah quítate el saco y cuélgalo en el perchero!.
Encendí la luz…
– ¿Qué es eso?
-Una Cruz de hierro, me la trajo un amigo. -Le contesté. Es muy sencilla y no ocupa espacio.
– Jo, ¿y eso?
-Es un baúl.
-Umm, un poco diferente ¿no?- comentó mi profesor.
-Bueno, así debe ser para que cumpla con su función…además es cajonera.
-Maria, nunca habría pensado que te gustará esto, ahora si estoy sorprendido.
– No solo me gusta, también lo practico Julio Cesar. -Le contesté.
El baúl era de madera gruesa rectangular de 75 cm. de altura, 90 cm. de ancho, 1.30 mts. de largo, sorprendía porque también tenía 2 patas cuadradas gruesas de madera hacia arriba, puestas estratégicamente en el centro de los laterales y unidas entre sí, formaban un Angulo de 90º grados.
Lo mandé a hacer a mi gusto y con las medidas, estas dos columnas de madera las podía desatornillar y también le había hecho poner argollas metálicas, por las que pasaba unas sogas…
Mi profesor estaba sorprendido,…tal vez pensando que a alguien tan joven pudiesen gustarle esas prácticas.
-Me voy a dar un duchazo con agua caliente, para dormir fresca. -Le dije.
-Tranquila, estás en tu casa.-Me contestó.
Me causo gracia, su respuesta.
-Vamos, metete conmigo en la ducha. Le dije.
-¿Si? Es media noche.
-¿Y? yo me ducho cuando me apetece. –Le contesté.
-Vale, duchémonos juntos. –Me contestó.
Desabrochó su chaleco… -y yo le dije te espero en la ducha.
Mi ducha era espaciosa y acristalada…reluciente.
Entró y nos duchamos, se acercó, besó mi nariz y mis labios y disfrutamos del agua caliente durante un rato…
Al salir a la habitación, dije.
-Ven Julio Cesar, quiero verte de pie en mi cruz.
-No Maria.
-Sí, ven, no te preocupes.
-Está bien, está bien… -Me contestó, casi con voz resignada.
-Ponte contra la pared, como si fuera a cachearte o requisarte.
-Confía en mi Julio C…-Dije.
-Nunca he pasado por esto. –Contestó.
Un amigo de la policía me había conseguido un par de esposas metálicas buenísimas…
Rápidamente las puse en sus muñecas y quedo sujeto a la cruz de hierro.
El tiro de ellas…
-No hales, porque se te ajustan más. Le dije.
-Maria quítame las esposas. -Me dijo.
-No te preocupes julio C.
-Por favor quítalas Maria.
Entonces saque del baúl un látigo de colas en cuero.
-¿Qué vas a hacer?- Me preguntó, estupefacto.
-Ya lo verás… sé que te va a gustar., tu relájate.
Le azoté las nalgas con suavidad,… y continuo negándose.
-SShhhh calla, calla.
-Maria no. –Dijo.
Y empecé a azotarle en la espalda hasta hacerlo con fuerza… sentía un alivio de verlo allí, dependiendo de mí.
-Maria me estás dando fuerte.-Me dijo.
-SShhhh tendrás tu recompensa después. -Le dije. Mientras seguía arreándole con el látigo…le veía sus marcas y me excitaba verle… me excitaba causarle ese dolor y que me pidiera que le soltara.
Después de un rato…saqué unos guantes de cirujano me los puse y les eché lubricante.
-¿Maria que vas a hacer?- Preguntó.
-SShhhh Calla Julio C.
Me acerqué a su espalda y empecé a besarle, donde le había pegado con el látigo y tenía las marcas…mientras le besaba, metí la mano entre sus nalgas acariciándole su culito…
-NO Maria, no me hagas esto. Me gritó.
-¿Me estas gritando Julio Cesar? Le pregunté mientras introducía mi dedo corazón en su agujero.
-No quiero que me hagas esto… por favor Maria.
-Cómo te quejas.- le dije. Te voy a quitar las esposas de las manos, pero si prometes que te acostarás en el baúl.
-Cómo tú quieras Maria, pero quítame las esposas. Me contestó.
Únicamente quite las esposas de la cruz de hierro, pero se las deje puestas en las muñecas… yo tenía otros planes para mi profesor. Tan guapo, tan viril, con su halo de misterio…
Recuerdo verle con sus brazos recogiéndolos y estirándolos, estaba cansado del tiempo que había estado esposado con los brazos en alto.
-Bueno, ahora acuéstate en el baúl, no importa que las piernas te queden colgando. -Le dije.
-ok. –Me contestó.
Até sus muñecas a las argollas metálicas junto a su cabeza y quedo inmovilizado.
-Y ahora qué vas a hacerme? –Me preguntó.
-SShhhhhh calla. Le dije mientras sacaba una soga del cajón y un arnés.
-¿Para qué es eso? Preguntó con cara de preocupación.
-Es para mí no te preocupes…
Yo continuaba desnuda, al igual que él… de la misma manera como salimos de la ducha.
Me subí en el baúl, me senté sobre su cara y empecé a moverme sobre él, asfixiándole con mi coño…
-Lame, lame bien Julio Cesar.
-Pero déjame respirar Maria. -Me decía.
-Tú no estás aquí para respirar, tú estás aquí para hacer lo que yo deseo.
-Si, como tú digas.
-Tú estás aquí para comerme el coño. Así que usa bien la lengua.
-Sí. Contestó. Mientras que comía el coño con gusto.
Yo veía que tenía la polla empinada, estaba medio rasurado…
Seguí retozando sobre él, hasta correrme en su cara…
Tomé las sogas, levanté sus piernas y las até en la parte de arriba de la madera, de las patas laterales que estaban atornilladas…esa era la función sostener brazos y piernas atadas.
Le veía el culete levantado, sus testículos expuestos y su polla empinada.
Tomé mi látigo de colas y empecé a azotarle las nalgas, mientras mi profesor se agitaba sobre el baúl.
-Maria me estas dado fuerte. -Me decía mi profesor.
-SShhhhhh. -Le decía yo.
-Mira. -Le dije. Mientras subía una pierna, poniéndola junto a su cabeza.
Agarre la polla del arnés y la introduje en mi coño, metiéndole y sacándola… mi profesor me veía con cara de morbosidad.
Después se la metí en la boca y le dije saborea mis jugos… intentó alejarse, pero no se lo permití.
-Ahora si Julio Cesar. Le dije.
-¿Me vas a soltar? -Me preguntó.
-No…claro que no. Le contesté sonriendo, mientras me ponía el arnés.
-¿Qué vas a hacer Maria?.
-Nada voy a hacer. Le contesté, mientras ponía un condón y lubricante al dildo.
Me acerqué a sus nalgas y el empezó a agitarse con fuerza.
-Julio Cesar NO te muevas así, que te harás daño.
-Maria, que no soy gay, que soy heterosexual…contestó agitado.
-Lo sé, pero nunca se sabe de lo que te estás perdiendo por dártelas de hombre.
-Deja la broma Maria…
-SShhhhh Calla, déjame un ratito.
Agarré sus nalgas, mientras introducía la polla dentro de su culito…
Él se quejaba de dolor y yo continúe follandolo.
-¡Que me dejes Maria, que me desates ya!. Me dijo.
-Cuando me dejes en paz y dejes de quejarte, entonces te soltaré. –Le constesté.
Guardo silencio y yo continúe follandolo placenteramente. Estaba serio…
-Me da igual si te enfadas Julio C.
-No quiero que me sodomices Maria. Compréndeme que nunca he hecho esto. -Me dijo.
-A mí me excita follarte, compréndeme el placer que me da hacértelo. –Le contesté.
-Está bien… -Me contestó resignado.
Dejé de follarle el culo, me quité el arnés y le desaté las piernas que le colgaban del baúl de las rodillas hacia abajo.
Le agarré la polla y empecé a meneársela masturbándolo… mientras continuaba esposado de las muñecas a las argollas.
Me subí sobre él y me senté en su polla de cuclillas, bajando y subiendo…bajando y subiendo, mi profesor no paraba de gemir del gusto que le provocaba tenerme sobre él.
-Déjame correr dentro de ti Maria. -Me pidió.
– Hazlo, córrete dentro. –Le dije, mientras seguía follandolo así de cuclillas.
-Que rica estas, tienes el coño calientito. -Me dijo.
-Estoy caliente porque estoy viva. –Contesté.
Después, le quité las esposas y me metí en mi cama.
Y Julio Cesar se quedó junto a mi cama, mirándome mientras estiraba los brazos.
-¿Te vas a quedar ahí parado? Le pregunté.
-¿Qué hago? –Me preguntó.
-Metete conmigo en la cama, le dije.
Y se metió conmigo bajo las mantas.
Hemos dormido unas horas, en la mañana me levanté al baño y me metí en la ducha.
-Me puedo duchar también? –Me preguntó.
-Sí, dúchate, pero antes ve a la cocina y prepara café para los dos.
Cuando Salí de la ducha el café estaba en la mesa de noche… y me lo bebí mientras mi profesor se duchaba.
-Julio C, se te va a enfriar el café. –Le dije.
-Me lo bebo ya Maria. –Me contestó.
Sentados en la cama, me dijo que estaba sorprendido por lo que había pasado en la noche, que él nunca pensó que yo tuviese esos gustos sexuales, que era muy joven.
-Caras vemos, corazones no sabemos. Le contesté.
Y hemos soltado la risa al tiempo…
-Maria estás loca. Me dijo. Por eso me gustas.
-Bueno hay que vestirse. -Le dije.
-Sí, aparte el coche ha quedado por allá tirado.
Entonces le dije:
-Julio C. lo que ha pasado aquí, queda entre nosotros y es Reserva del Sumario.
-Por supuesto. Dijo.
-Muy bien. Le contesté.
Mientras mi profesor se vestía, continuamos hablando y me dijo:
-Anda, deja la pereza y levántate.
-¿Para qué? –Le contesté.
– Acompáñame a buscar el coche, tú fuiste la de la ida d dejarlo por allá y venirnos en taxi y después ya vamos a desayunar.
– Definitivamente NO PUEDEN VER UN POBRE ACOMODADO. –Le contesté riéndome.
-Vamos perezosa, que hay que buscar desayuno.
-Vaaaaaale, está bien.
He de decir que hicimos muy buena amistad… aparte de amigo, profesor, fue mi cómplice y encubridor de mis gustos, de mi forma de ver y vivir la vida. Compartimos experiencias, vivencias, encuentros, salidas, con una amistad que continuó durante años y ahora es Magistrado de la Corte Suprema de Justicia.